31 de agosto de 2008

generosidad


Son apenas catorce metros cuadrados en los que me he rodeado de seres vivos este último par de años: mis plantas. Su regalo y mi satisfacción es verlas crecer y florecer según la estación que les corresponda.

Ahora, por ejemplo, el stephanotis está cuajándose de pequeños capullos blancos que en días se abrirán, despidiendo un suave aroma. La buganvilla lleva muchos meses alegrándome la vista con sus brácteas de color malva que protegen las pequeñas flores color vainilla, que empezaron a brotar a la vez que se caían las últimas del jazminero de invierno, de espeso perfume, con el que compite ahora el oloroso y veraniego jazmín común. El galán de noche está también a punto de eclosionar ya, con sus diminutos racimos de olor penetrante y dulzón, a veces hasta empalagoso. Cuando las vincas minor, a las que por aquí popularmente denominan laureles, pierdan sus flores –moradas, blancas, rosas, malvas…- y los hibiscos las suyas, rojas y rosa salmón, serán los kalanchoes los que empezarán a florecer en amarillo intenso, blanco, rojo o naranja. El plumbago está indescriptible con sus azules violáceos y los geranios rebosantes de rojos intensos, o blancos como la adelfa que crece junto a la puerta de la terraza.

El helecho gigante, la aspidistra airosa de grandes hojas, el ficus benjamina de casi dos metros y medio de altura, las enormes chefleras, la menta, la hierbabuena… no florecen pero, entre las otras, su verdor inunda de frescura las calurosas noches estivales.

Al vivir solo, las plantas han sido una compañía viva y silenciosa. Las he cuidado con mimo, al que han correspondido, y ha sido agradable sentarse en semipenumbra a la luz de pequeñas velas, rodeado por ellas, aspirando su perfume en esos ratos en los que se necesita un poco de relax al final del día.

Hay quien dice que tengo buena mano con ellas. Yo sólo pienso que me devuelven el cariño con el que las he tratado… aunque alguna vez el estrés de la rutina diaria me haya hecho dejarme un poco con ellas, nunca tanto como para que hayan podido sentirse abandonadas. En todo momento he sido consciente de que era una desinteresada interrelación y en esas horas en las que uno regresa a una casa vacía, por muchos muebles y trastos que se tengan, los diversos aromas que exhalan han llenado los sentidos; se descubre un brote nuevo; arrancas las malas hierbas parásitas y las limpias de las hojas que se secaron… y disfrutas de su compañía desde su silente naturaleza.

Si en todo lo que hacemos, si en todo lo que sentimos, ponemos todo el amor que llevamos dentro, no hay duda de que se nos corresponderá con creces sin que sea necesario pedir, porque aquél, si es profundo y sincero, nunca hará nada esperando a cambio... Hará simple e incondicionalmente tanto lo pequeño como lo más grande, que quien no es capaz de hacer lo más sencillo nunca hará lo grande tampoco. Como canta Drexler “cada uno da lo que recibe; cada uno recibe lo que da…” Es sólo la vida quien se encargará de recompensar lo que se dé sin interés.

Y el amor es generoso en grado sumo y se entrega sin aguardar contraprestaciones... Por eso lo reconocemos y sentimos que es amor.

© P.F.Roldán

K.D.Lang:Love Is Everything

30 de agosto de 2008

gritar a los cuatro vientos



Cuando uno está exultantemente feliz se dice aquello de que uno lo gritaría a los cuatro vientos. Que lo sepan hasta los peces del fondo del mar y que hasta el eco de las montañas lo repita hasta el último rincón.

Cuando uno está feliz y lo vive con magnífica serena alegría, sin dejar de ser exultante, no es necesario gritar nada. La mirada lo dirá todo a quienes de verdad te quieren y por eso sabrán ver en ese inusual brillo de los ojos; y los demás, que lo vean o no, es algo que trae sin cuidado.
En esos momentos basta y sobra conque lo sepan el tú y el yo –“qué alegría vivir en los pronombres”-, y que sea el tiempo el que vaya delatándolo. Que ya no hay nadie que pueda usurpar el lugar que ocupa cada uno en el corazón del otro. Que esos corazones laten al mismo ritmo en ambos.

Ha empezado, pues, el proceso que del previo conocimiento lleva al enamoramiento y al primer “te quiero”. Irán pasando las horas y los días, quizás las semanas hasta el primer “te amo”. Y a partir de ahí, valga el prosaico símil, será como una vuelta ciclista en que cada etapa tendrá su propia circunstancia. Días de dura escalada de montaña, días de fácil terreno llano; instantes de sprint; etapas de descanso… pero, en este caso, ambos saben que van a la par en cada una de ellas y que la meta es la misma y que la cruzarán a la vez.

Mudos, ciegos y sordos a la razones o sinrazones de quienes les rodean, han emprendido un camino común con disposición a recorrerlo juntos y nada los podrá desviar de él una vez reafirmados en que eso es lo que desean.

En ese instante el eco es libre de reverberar la verdad a todo lo largo y ancho del planeta. Ellos nunca se escondieron de nadie ni por nada, pero no fueron alardeando de sus sentimientos porque les bastaba con encontrarse en el otro, sin haber renunciado a su libertad ni verse en la tesitura de dejar de ser en ningún momento quienes fueron antes y seguirán siendo el resto de sus vidas… sólo que ahora las comparten desde la libre elección de salir al encuentro del verdadero y sensato amor… aunque puedan perder la cabeza cuando se sumerjan el uno en el otro y vuelen lejos de lo terrenal para ascender al séptimo cielo, porque, siendo humanos, el amor les dará el privilegio de que puedan sentirse como dioses cuando se fundan en uno solo en todos esos íntimos instantes en los nadie más tiene cabida.

© P.F.Roldán

Enya & Lorena Mckennit:Highlander

Jorge Drexler:Eco

música, cine, literatura,...


Truffaut nos planteó un dilema en El pequeño salvaje. El contraste entre la libertad, ingenuidad y felicidad del ser humano en estado natural y la hipocresía y corrupción de los que vivimos inmersos en el mundo civilizado, aunque el mensaje último sea la importancia que tiene el proceso de socialización en el ser humano y las implicaciones que tiene su ausencia. La historia es verídica y se data alrededor de 1800.

Rousseau había escrito el Emilio unos cuarenta años antes y ya apuntaba la relación del individuo con la sociedad, y hacía hincapié en cómo éste puede conservar su bondad innata mientras participa de una sociedad inevitablemente corrupta. El filósofo daba las primeras pautas para que el hombre, por naturaleza, puro pueda ser educado, conservando su bonhomía, sin que esa corrupción de la que está rodeado haga mella en él, aunque irremediablemente tenga que vivir con ella al ser un individuo socializado.

Cuando veo a la inmensa mayoría de adolescentes del siglo XXI que odian o desprecian la literatura, que no saben ni quien era Mozart o los Beatles, o que el cine es para ellos sólo la secuela 3 de Rambo sin conocer a Bertolucci o Ciudadano Kane, creo que estamos ante pequeños salvajes capaces de agredir a un maestro, o como no hace mucho patear a una compañera de Instituto mientras otra graba la paliza y la pone en internet. Lo terrible del asunto es que esos pequeños salvajes crecerán como adultos hijos de la barbarie, pero rodeados de todas las comodidades y costosos caprichos que sus padres les regalan con tal de no oírles bramar en casa. No como ignorantes en un medio de una selva.

No les inculcarán el amor por los libros, ni por la música ni por el auténtico cine. Los dejarán a su aire mientras matan a diestro y siniestro “enemigos” en sus videoconsolas o pasan las horas viendo en la tele películas de “casquería” barata, sin alentarles para que amen la Cultura y sean civilizados el día de mañana, porque callados en su alienación por la violencia gratuita son menos molestos.

Se harán mayores sin madurar, siendo la crueldad hacia los demás, las artimañas para progresar sin esfuerzos y el desprecio por cuanto les rodea su único bagaje para encararse a la vida.

Toda una generación luchando por dejarles un mundo mejor, más habitable, y ellos lo destrozarán sin piedad si eso vale para sus intereses. Ya se sabe aquello de que una generación hace crecer una Empresa; la siguiente hace de ella una fuente de ingresos casi inagotable y la tercera fulmina en dos patadas la fortuna que heredaron.

Si es la tercera generación ahora la que no está educada por la segunda, sus progenitores, ¿no serán estos los que están administrando mal los recursos del mundo que recibieron de sus padres? ¿No será que esos adolescentes de hoy se están criando como pequeños salvajes, dentro de un hábitat presuntamente civilizado, porque ya saben que no van a recibir tal herencia?

Amo los libros de mi biblioteca personal –desde las novelas a los diccionarios, pasando por los de Historia, Arte o Poesía-, mis CDs de todo tipo de música –sea clásica, sea de house, jazz o étnica- , mis DVD y mis cintas de video -con centenares de películas de grandes directores y actores o actrices míticos, o que llevan camino de serlo-. Y mi pregunto si tendré la fortuna de que algún sobrino o sobrina valoren heredar algún día todo lo que durante tantos años me ha ayudado a ver nuestro mundo como una casa común que hay que respetar, o acabará todo en el contenedor de basuras más próximo o, con un poco más de suerte, en una librería de viejo.

Siempre queda la esperanza de que no todos somos iguales y que alguien puede llegar a cogerles el mismo cariño que yo les he cogido a lo largo de los años, porque gracias a ellos he aprendido a valorar la belleza, la bondad, la honestidad, el sentimiento… todos esos valores que hoy tantos desdeñan pero que son verdaderamente los pilares de la tierra,… que no sólo es el titulo de un internacional best-seller.

© P.F.Roldán

R.E.M.:It's the End of the World as We Know It

29 de agosto de 2008

y llegó...


Y por fin llegó el día 29. Y soy el primero en felicitarme, agradecido de esta espléndida madurez y por todo lo que la vida me está obsequiando para celebrarlo.

A las 20.55 hará 56 años que llevo dando la murga por estos mundos, y nunca mejor dicho. Soy de los que no me callo ni debajo del agua, o eso dicen muchos de los que me conocen y este blog confirma en cierta manera.
Se me agolpan las cosas en la cabeza. Mi memoria es superlativa. Si no lo sacara acabaría partiéndose en dos como un melón contra el suelo.

Nací bajo el signo de Virgo con el ascendente en Aries, es decir atascado hasta el punto de que no nací. Fui extraído con fórceps porque no había manera de que quisiera salir. Mi abuela materna, a pesar de ser su primer nieto, se pasaba las horas desesperada de ver como ya se retrasaba el parto varios días, aguantando el calor sofocante que en agosto siempre hace en Cartagena, y echando de menos la casa del campo en la que solía veranear la familia a la sombra del enorme turbinto que, espeso, casi techaba él solo el jardín delantero, en el que se olía a jazmín, esperando a que pasara en su carrito-bici el heladero, con sus “chambis” de dos bolas de vainilla en cucuruchos de oblea, casi al atardecer.

Entonces se paría en casa y no se sabía el sexo del neonato hasta que no asomaban los genitales. Eso de las ecografías y la epidural son cosas de ahora. En aquella época se tenían las pasa cintas de la ropa ya preparada vacías, esperando a que se les pusiera o la rosa o la azul celeste, y las madres pasaban las de san amaro en el parto, sobre todo siendo primerizas.

Mi padre como “buen yerno” estaba que trinaba con la suegra de tanto oírla quejarse, nervioso por saber de una vez si lo que venía era el niño que deseaba o una niña, no menos deseada pero con menos ilusión. Ya se sabe cómo son los padres con eso de perpetuar el apellido. Y mi madre que se les iba de compras cada dos por tres, porque cómo le ha gustado callejear, aun sabiendo que podía romper aguas en cualquier momento… como así fue, a doscientos metros de casa, que tuvieron que coger carrerilla. Vamos que, si en vez de atorarme hubiera venido como la mayoría de los niños, casi les nazco en la puerta de Correos.

Mi primera foto casera, con unas complicadas vestimentas de organdí y lazadas por todas partes entre las que sobresalía una medalla del ángel de la guarda, me la hizo mi padre en brazos de la cascarrabias, a la que siempre quise, más que como a una abuela, como una segunda madre. Tanto que fui quien dieciocho años después no me separé de su cama durante días cuando el cáncer ya la había invadido por completo, en una metástasis fulminante, y le cerré los ojos por última vez un 9 de enero.

Nacer y morir. Ambos estuvimos el uno junto al otro en nuestros respectivos tránsitos hacia la vida y hacia la muerte. Los dos acontecimientos más trascendentales de todo ser humano, que ya sabemos que el día que vinimos fue con billete de ida y vuelta.

Estoy feliz. Al contrario que a muchos, no me preocupa la muerte sino saber vivir cada día, y no como si fuera el último, en perpetua jarana, sino como el primero de muchos otros que han de venir si Dios quiere.

© P.F.Roldán

The Beatles:Happy Birthday

28 de agosto de 2008

noches oscuras


No hay un solo cine en el casco urbano de Cartagena. El más entrañable, y quizás también el más lujoso -con sus terciopelos, artesonados y frisos, columnas de orden jónico que sustentaban el palco de platea, y sobre él un gallinero que en nada desmerecía al resto-, fue el cine Central en el que no me perdí, amén de una extensa filmografía variopinta, ni una de David Lean: El puente sobre el río Kwai, Lwarence de Arabia, La hija de Ryan, (Doctor Zhivago la pasaron en el Mariola)… pero para su última película, Pasaje a la India, ya vivía en Valencia, y para entonces había leído la novela de Forster; de todas formas, el cine había echado por esas fechas las persianas definitivamente. Siempre me frena un poco leer un libro y ver luego la versión cinematográfica; tanto como a la inversa. He sufrido alguna que otra decepción.

Para ejemplo, Muerte en Venecia, de Visconti. Mientras que la película a muchos le pareció un tostón por lenta y por ser un tanto escabrosa en 1974 al contar la historia de un hombre maduro enamorado de un adolescente, a mi la música de Mahler y la estética viscontiana -siempre impecable- me sedujeron; mientras el libro homónimo, de Thomas Mann, del que se había extraído el guión me costó digerirlo. Será aquello de que una imagen vale más a veces que mil palabras.

Llamado en sus comienzos Cine Sport, del Central, edificio ecléctico en su exterior, con un poco de modernista y un mucho de racionalista, hoy aún se desconoce el destino que se le dará, tapiadas casi todas sus ventanas casi tres décadas y dando más de un disgusto a los patrimonialistas de esta ciudad por los contubernios entre algunos dirigentes de varios partidos que, aun manteniendo enconadas posturas políticas fruto de sus siglas, se confabularon en una más que supuesta trama para derribarlo y hacer lo que les viniera en gana. Se habló de un centro comercial, de un pabellón deportivo, de viviendas…

Sólo sé que unos de los obituarios de Blanca, en el periódico El Faro del 22 de febrero de 2004, un periodista al que no voy a citar por amistad, pero ahí están las hemerotecas, llegó a decir que Blanca le había contado que ese tejemaneje la había terminado de hundir en sus últimos días, perdiendo la fe en sus compañeros de camino en la política ya que alguno de ellos estaba involucrado en la historia.

Cartagena vive una permanente noche oscura. Salvo los cuatro bares de copas de la zona del Ensanche y tres discotecas para veinteañeros, el resto de cafeterías, bares y restaurantes cierran antes de medianoche. Así que no hagamos nada para intentar cenar después de las 23 horas. Cerraron los cines de toda la vida: Mariola, Máiquez, Principal, Sala Azul, Carlos III, Alfonso XIII, y más recientemente las novísimas multisalas de los centros comerciales: las Ábaco y las de Espacio Mediterráneo, quedando sólo las de Mandarache, a las que fui a ver la última de la Coixet, Elegy, y éramos una veintena de espectadores; con lo que no sería de extrañar que echaran también el cierre un día de estos.

El único cine que sigue funcionando en el Centro es el Teatro Circo, un todo terreno. A veces no hay cine porque viene alguna compañía de teatro a dar un par de representaciones; cuando no, los carnavales celebran su certamen de chirigotas, o las ediciones internacionales de jazz, o lo que sea, menos cine a diario.

Inconcebible en una ciudad que está en el “club” de las 25 ciudades más grandes de España. Inconcebible y vergonzoso cuando, una vez finiquitado el estatus de ciudad militarizada, se pretende que sea un destino turístico de primer orden. No es de extrañar que atraquen los cruceros por la mañana y, vistos nuestros monumentos, partan al atardecer hacia otro puerto.

La ciudad al oscurecer, a partir de que empiezan a cerrar los comercios, languidece; es como si entrara en el letargo. No hay nada que hacer, a no ser que te apetezca dar un paseo nocturno por el muelle, al borde del mar. Con un poco de suerte quizás puedas tomarte una cerveza o una copa en el par de garitos que hay y a los que de cada vez va menos gente porque a esas horas comienza el desfile de putas hacia sus dominios: el Puerto y la Cuesta del Batel.

“¿No sueles salir?”, me preguntan amigos y conocidos que nunca han estado en Cartagena. Y yo me respondo que a dónde si no es durante el día.

Aquí las noches son oscuras.

© P.F.Roldán

Mahler:Symphony No.5 Adagietto

para expresarse


Los seres humanos, desde el hombre de las Cuevas de Altamira al de hoy, siempre han necesitado dejar constancia de sus costumbres, de su forma de vida,… con los medios a su alcance. No es extraño encontrar en la fachada de algunas catedrales o edificios civiles del medievo frases escritas por algún maestro de obras, tal vez, al concluir su cometido en un rojo granate que el paso de los siglos ha ido desvayendo hasta hacerlas casi ilegibles.

Es cierto que hay mucho niñato que se las da de grafitero y que enguarra la ciudad con pintadas sin sentido, sólo porque son mono-neuronales y van dejando su firma por fachadas y monumentos a base de spray de tiendas multi-precio. ¿Signo de rebeldía? ¿Síntoma de una escasa educación familiar o escolar? El caso es que no hace ninguna gracia que acaben unos vecinos de rehabilitar su edificio, dejándose unos muchos miles de euros, y que una mañana se encuentren con que les han dejado su “sello” esos energúmenos.

El grafiti, de ser perseguido, ya está considerado un arte menor. Incluso hay ayuntamientos que para disimular tapias, vallas de solares, fachadas laterales que se quedan como descarnadas al tirar el edificio contiguo… convocan hasta premios al mejor grafiti. No es una pintada vulgar y sucia de cuatro signos sin fuste hecha con nocturnidad y alevosía. Son como pinturas murales al aire libre en las que se expresan pensamientos, acontecimientos, hasta ideologías. Tenemos como ejemplo las del muro que cierra las Pistas Polideportivas de la Casa de la Juventud, en las calles Juan de la Cosa y Doctor Pérez Espejo.

Recuerdo que de críos, a punta de navaja –de esas pequeñas que usábamos para jugar al “corta-terreno”-, grabábamos pequeños corazones en los troncos de los magnolios con el nombre de la niña que nos llevaba de cabeza. La inocencia de los primeros despertares de los sentidos en la adolescencia.
Creo que es algo que hasta los enamorados adultos han hecho alguna vez antes de que se nos haya estimulado la conciencia ecologista y los árboles entonces sólo fueran como un objeto más en los jardines y parques.
Era otra forma de expresar lo que sentíamos.

Y hablando de corazones, paseando por la playa, me encontré con éste en una roca, al más puro estilo naïf de pintura rupestre. No llegó a herirme la vista, aunque en el primer instante de descubrirlo me enfadó porque no era el sitio más adecuado para testimoniar el amor de alguien hacia otro alguien. Era un dibujo sencillo de enamorado dedicado a una tal Irene, que significa “aquella que trae la paz”.

Tal vez ese pequeño semántico detalle me reconcilió un poco con el pintor, que posiblemente ignore lo que significa el nombre de su amada; pero si ella hace honor a él y corresponde a su chico, él será un hombre afortunado.

© P.F.Roldán

Belanova:Baila Mi Corazon

¿naturalezas muertas?




Sólo somos cuatro columnas de hierro.

Los más ancianos seguro que, tal como nos miran, nos confunden con espantosas seudo estatuas modernas, que nada les dicen, plantadas de relleno en medio de un jardín como ornato esperpéntico por el concejal de turno.

Los más jóvenes nos utilizan para sus grafiti o para orinar en nosotras sus borracheras a altas horas de la madrugada, como lo hacen al caer la tarde los perros a los que sus amos sin civismo dejan sueltos.

No sentimos, por tanto no podemos ofendernos ni defendernos, pero de poder sentir diríamos que estamos orgullosas de nuestro cometido. Porque, enhiestas e inanimadas, apuntando a perpetuidad al cielo -aparentemente muertas por nuestra inmovilidad-, a través de esas alargadas aberturas exánimes ¡quién lo diría! somos los pulmones del aparcamiento subterráneo que hay bajo la plaza, contribuyendo a dar vida desde nuestro interior.

Seremos consideradas feas; seremos maltratadas por algún que otro vándalo o desaprensivo, pero sin duda necesarias porque según qué cosas no son lo que parecen, que las apariencias engañan y “lo esencial es invisible a los ojos”.


© P.F.Roldán

Eurythmics:I Saved The World Today

27 de agosto de 2008

donde el corazón te lleve


Hace muchos años que leí el libro de Susana Tamaro, “Donde el corazón te lleve”. Personalmente, de toda su obra ya no hubo otro -ni siquiera "Anima Mundi"- que consiguiera hacerse leer de un tirón por mí, que suelo hacerlo con avidez. Suele pasar con casi toda ópera prima de cualquier escritor contemporáneo. Muy pocos alcanzan en las posteriores novelas esa fluidez narrativa y llena de frescura, que te atrape como la primera, aunque sigan siendo gratas de leer en su mayoría.

Concebida como una especie de epistolario de una abuela a su nieta, va dando pautas, entre los hechos rutinarios que le cuenta, de cómo hacer que el corazón sea el que decida qué camino hay que tomar y que, a pesar de cuantas veces tropecemos, la vida es como una pelea contra el azar.

Leí un tiempo después “La música del azar”, de Auster; uno de mis escritores predilectos del que tú me acabas de descubrir un libro que tiene ya unos años y que no conocía: “El libro de la ilusiones”. Curioso como soy para todo, estuve buscando sinopsis y críticas en internet, y he de leerlo. Pero, ahora, a lo que iba.

“La música del azar” es como una antonimia del libro de la Tamaro. Todo parece conducir a un desenlace que unos hechos concatenados impiden que no sea así, sino que el resultado sea como el albur ya ha decidido.

No puedo negar que todo lo que he ido leyendo de Auster me llena y me remueve, pero nunca he creído ni en el azar ni en la casualidad como algo ajeno a la propia voluntad. Están ahí, indudablemente, pero en nosotros existe nuestro libre albedrío, que es la capacidad de reflexionar y elegir.

Me quedo con los dos últimos párrafos del libro de Tamaro que, textualmente, dicen:

“Cada vez que te sientas extraviada, confusa, piensa en los árboles, recuerda su manera de crecer. Recuerda que un árbol de gran copa y pocas raíces es derribado por la primera ráfaga de viento, en tanto que un árbol con muchas raíces y poca copa apenas deja circular su savia. Raíces y copa han de tener las mismas medidas, has de estar en las cosas y sobre ellas: sólo así podrás ofrecer sombra y reparo, sólo así al llegar la estación apropiada podrás cubrirte de flores y de frutos.
Y luego, cuando ante ti se abran muchos caminos y no sepas cual recorrer, no te metas en uno cualquiera al azar: siéntate y aguarda. Respira con la confiada profundidad con que respiraste el día en que viniste al mundo, sin permitir que nada te distraiga: aguarda y aguarda más aún. Quédate quieta, en silencio, y escucha a tu corazón. Y cuando te hable, levántate y ve donde él te lleve.”

Y, después de tantos años de haberlo leído, al retomarlo y releerlo para copiarlo aquí, me he dado cuenta de que esas palabras se quedaron dentro de mí, y que después de tanto tiempo sentado, aguardando y aguardando, mi corazón me está hablando, puedo escucharle e iré donde él me lleve… para ofrecer mi sombra, dar sosiego y los frutos que la vida ha ido dándome para que los dé a mi vez.

Tuyos son…

© P.F.Roldán

Presuntos Implicados & Pancho Céspedes:Nadie como tú

lo imposible se puede lograr


Como bien sabéis, veo muy poco la tele. Lo de siempre: informativos y poco más. Pero esta tarde, a la hora de picar algo de merienda, he puesto la “cuatro” por matar el rato.
El reportaje estaba ya empezado, pero lo que he oído de primeras ya me ha atrapado y creo que hacía tiempo que, pese a todo lo que pienso y escribo luego, nadie me había abierto hasta este extremo los ojos a la realidad de lo que intuimos, creemos saber o está conforme a lo que sentimos… Y lo intentaré transcribir lo más fidedignamente posible.

-Yo tuve el accidente hace tres años, y ya ves…-Está en silla de ruedas.
-¿Qué se te pasó por la cabeza?
- Bueno,… Yo siempre había dicho que si algún día me pasaba esto, me suicidaría…
-Pero aquí estás… No te has suicidado…
-Sí. Aquí estoy, atado a esta silla y con sólo un veinte por ciento de movilidad. Peor de lo que imaginaba cuando decía que no lo soportaría antes de que pasara. Pero entre lo que piensas cuando nunca ha pasado nada y no crees que te vaya a pasar a ti y lo que luego haces hay mucha diferencia…
-¿Y eso como lo explicas? ¿No te volvió alguna vez la idea del suicidio?
-Nunca. Cuando sales del coma y te dicen que tienes una tetraplejia, es como si te dieran un martillazo en plena cara…Querrías no haber sobrevivido. Te quedas como noqueado… Y eso te dura ni sabes el tiempo…pero, de repente, un día algo se me despertó dentro y me dije “¡gilipollas! ¡tú estás vivo y puedes contarlo”!
-Pero tu vida ha sufrido como es lógico un cambio radical…
-Sí. Quién lo dudaría… pero hace un año no podía mover ni las manos, y ahora mira ésta. –Enseña la derecha, que mueve con todavía cierta forzada soltura.- Tecleo en el ordenador y me escribo con la gente, pero aún más.
-¿Más? Si eso es ya es todo un progreso…
-Sí hay más. –Muestra la izquierda y mueve un par de dedos.- Un día me dije que mi futuro sólo dependía de mi fuerza de voluntad y que llegaría a donde quisiera, dentro de mis limitaciones, si lo deseaba con fuerzas y le ponía empeño… Creo que no hay nada imposible si te empeñas en que no lo sea dentro de lo limitado que es vivir así.

Voz en off: “Jordi sobrevivió a ese grave accidente de carretera, pero su afán de superación no sólo le ha hecho sobrevivir, sino también a hacer realidad algún sueño que hasta su familia considera que es una locura.”

La siguiente secuencia graba a Jordi en una silla especial, como una canastilla; lleva puesto un casco. Alguien le está poniendo unos arneses. Le ponen una cuerda con una especie de artilugio pequeño en la mano derecha. Un chico y una chica cogen cada brazo de la silla y echan a correr hacia un cortado… Jordi sale impulsado, colgado de un parapente, surcando el vacío.

Voz en off: “Jordi se impuso el reto de aprender a volar en parapente y ahí lo tienen”. Se ve como va descendiendo a un punto en el que ya hay otros esperándole.

-¿Cómo se te ocurrió? ¿No te dijo ni la familia que estabas loco?
-Claro que sí que me lo dijeron, la familia y los amigos, pero ellos sabían que si les había dicho que iba a volar, acabaría haciéndolo. Era un reto que sabía que podía hacer realidad si me lo proponía y me lo propuse. Soy muy tozudo y más que me vuelvo cuando dudan de mí.
-¿Y no sientes miedo?
-Hace más de dos años que me prometí no acordarme de lo que es el miedo. Para salir adelante uno tiene que saber que tendrá que aprender otras habilidades y a eso me puse, y ya sabes. El que la persigue la consigue y sé que ya nunca será como antes del accidente, pero estoy viviendo todo lo que está al alcance de mis posibilidades. Con miedo nunca habría conseguido esforzarme por recuperar la poca movilidad que ahora tengo. ¿Sabes? Al principio apenas movía la cabeza…
-¿Te elogian por tu valentía?
-Jajaja, que va. Al contrario. Hasta que no vuelvo a casa sano y salvo para que me vuelvan a decir loco, seguro que se la pasan rezando a todos los santos jajaja Pero cuando vuelo es como si encontrara la libertad que me quita la silla de ruedas. ¡Es una experiencia para vivirla! Si lo experimentaran como yo seguro que ya no me dirían loco. En el fondo sé que sólo es preocupación de que me vuelva a pasar algo, pero aunque no lo dicen creo que están contentos de ver cómo voy superándolo todo.
-Te veo reír y no me atrevo a preguntarte si eres feliz…
-La felicidad es saber que uno está vivo y que aunque uno tenga unos obstáculos puede superarlos haciendo otras cosas. Habrá cosas que jamás podré volver a hacer, pero sé lo que hay y me he propuesto no dejar de hacer las que sí que pueda. Para mí eso es la felicidad. No pensar en lo que perdí con el accidente sino en lo que estoy ganando ahora en mi situación haciendo lo que sé que puedo hacer. Darme por vencido sí que habría sido un suicidio.
-¿Te sientes entonces un superviviente?
-En absoluto. Jajaja. Lo que me siento es vivo

Voz en off, que ya no me interesa. No me apetece oír cantinelas sobre el afán de superación y todos los tópicos de un locutor, babeando frases como si fuera un manual de autoayuda… Apago el televisor…

Todo lo ha dicho Jordi con sus ganas de vivir.

© P.F.Roldán

Diego Torres:Color Esperanza

26 de agosto de 2008

san Isidoro


Tengo mis personajes históricos preferidos, como todo el mundo, pero si hay uno que me llama poderosamente la atención es san Isidoro porque su vida es tan polifásica que hasta después de muerto siguió su periplo.

Nacido en Cartagena, fue uno de los hermanos que llamamos nuestros Cuatro Santos (con Florentina, Leandro y Fulgencio), y tuvo que salir a escape de aquí con toda su familia cuando los bizantinos, aliados de Atanagildo, entraron en la Península y nos rebautizaron como Cartago Spartaria, capital de la provincia del Imperio de Oriente en occidente.
Su padre, el duque Severiano, leal al rey Agila, decidió emigrar a Sevilla, en donde primero Leandro y luego, como su sucesor, Isidoro, fueron Arzobispos de la Archidiócesis Hispalense; de ahí que siempre se le apode y se le conozca como San Isidoro de Sevilla, en la que desarrolló toda la sabiduría que nos ha transmitido, precursor de lo que ahora llamamos enciclopedias ya que en su obra más importante, extensa y conocida, las Etimologías, intentó compendiar todo el saber de su época en veinte libros.

Y como no se podía estar quieto, organiza el IV Concilio de Toledo y desde ahí impulsa una unificación no sólo litúrgica sino también política de Hispania, porque debió de pensar el hombre, en su ancianidad, que estaba ya bien de la ignorancia y belicismo que los invasores bárbaros, sus propios ancestros godos y visigodos, habían inoculado a la mucho más culta sociedad hispanorromana que les había precedido. Y, como no en vano, su otra hermana, Teodosia, primera mujer del rey Leovigildo, era la madre del rey Recaredo eso le supuso jugar con ventaja para matar dos pájaros de un tiro: erradicar el arrianismo y formular las primeras tesis acerca de que el poder real emanaba de la Divinidad, no de los hombres, con lo que confería un poder dinástico a las monarquía, que hasta entonces se mataban unos a otros por ocupar el trono. Y vaya si lo hizo bien Isidoro que hasta Quevedo dijo, para completar el cuadro, que de la prole del Duque Severiano descienden todos los Reyes de España.

Y vuelve a su Archidiócesis el santo varón y se muere en Sevilla, después de una intensa y larga vida, casi a mediados del siglo VII. Pero, como ni muerto parecía que podía asentarse en un mismo lugar, llega el rey Fernando I cuatro siglos después, somete a vasallaje al rey de la taifa sevillana, al-Mutamid, y se lleva los restos de San Isidoro a León, donde desde entonces descansa, en la Real Colegiata-Basílica que lleva su nombre; pero aún seguiría viajando un poco más, aunque fuera tan sólo una pequeña parte de él para completar su periplo, ya que si bien en vida nunca regresó a esta tierra que le vio nacer como sí hiciera su hermano san Fulgencio, que fue dos veces Obispo aquí, regresó Isidoro en minúscula reliquia para descansar en la catedral de la Diócesis Carthaginense, junto a las de sus otros dos hermanos y su hermana Florentina; otra que tal en cuanto a lo de estarse quieta que, abadesa benedictina en Écija, nada de quedarse mirando al techo en el refectorio y se dedicó a fundar más de cuarenta conventos. Vaya genes los que les legó su padre Severiano, porque salieron muy santos pero a la vez, y con perdón, lo que vulgarmente llamamos culos de mal asiento; porque también el hermano mayor, san Leandro, se fue hasta Constantinopla cuando fue desterrado por su cuñado Leovigildo, -mientras éste vivió no pisó Sevilla de nuevo- al que le tuvo que sentar como a cuerno quemado que le convirtiera a su hijo Hermenegildo al catolicismo y éste le montara una guerra, que terminó con la decapitación del hijo díscolo porque no quería ser arriano. ¡Qué tiempos, Señor!

Pero, el que me sigue entusiasmando inevitablemente es Isidoro pues, además de toda su sapiencia, algo debió de remover por esos Cielos porque no se conformó conque en el siglo XVIII lo nombraran Doctor de la Iglesia, que ya es después de que te canonicen dos siglos antes, sino que desde no hace mucho se le ha nombrado también Patrón de Internet, por la que pululamos millones y millones de habitantes del planeta. Así que ¿cómo no me va admirar un santo cartagenero del siglo VI, de origen visigodo, que fue Arzobispo de Sevilla, que escribió tanto o más que un internauta poseso por su ordenador, que tiene repartido su cuerpo entre León y la Diócesis de Cartagena… y al que puedo darle la vara si me falla el navegador?

Si él aprovechó la ventaja en Toledo con su sobrino ¿no lo voy a hacer yo con un paisano con tanta influencia?

© P.F.Roldán

Documentación Láser:Colegiata San Isidoro de León

25 de agosto de 2008

el sosiego



Todo está en calma. El silencio es absoluto en medio de esta nada que es tanto porque aquí comienza el Parque Natural de Calblanque y que, conforme se avance hacia el este, se irá haciendo más exuberante, como ya se empieza a adivinar al fondo; siempre acariciado por la mar que bate las olas en él.

En sus estribaciones, dos farallones emergen como dos guardianes ante la especie de puerta que forman entrambos, para dar paso al sosiego que hay al dejar atrás el tráfago de coches, personas, rutinas… Es media tarde y el sol ya no molesta para un paseo tranquilo. Al contrario, lo inunda todo con una luz casi mágica en la que los verdes son más brillantes y hasta el violáceo de la láguena -que es como aquí llamamos a esa clase de roca pizarrosa - se irisa desde los grises a los púrpuras casi morados.

Culebrean por el sendero, invadiéndolo, plantas rastreras glaucas y carmesíes, entremezclándose como una rara alfombra de contrastes, que apenas si levantan dos centímetros del suelo mientras sobrepaso el tronco seco gris plomo casi negro de una palmera a la que debió cercenar un rayo y a la que ahora medio se abraza un granado solitario en plena floración, rojo intenso, rodeado de palmitos y de gramíneas asilvestradas ya amarillentas desde los primeros calores de finales de abril.

El mar está ahora azul intenso allá lejos, porque le roba su color al cielo que está magnífico esta tarde.

Vuelvo a ver la foto de esas rocas. Una de las del medio centenar que hice en ese largo paseo que culminó en la cumbre del Monte de las Cenizas -la paz casi absoluta- que ya conocéis en este blog los que nunca habéis estado en él.

Para qué decir lo que despiertan en el pensamiento al verlas cara a cara, como ajenas a lo que las rodea, sobresaliendo solas pero juntas en mitad de ese trecho llano antes de que empiece la sierra en sí.

Daría hasta lo que no tengo para, en una noche de novilunio, sin luz que las delate ante los escépticos, ser el portador del sortilegio que, sin miedo a lo imposible, les permitiera por fin abrazarse cuando nadie las viera y fundirse en una sola, porque por un instante imagino que ése es su eterno deseo. Tal vez la palabra mágica fuera “fe”, que dicen que mueve montañas.

Tendré que comprobarlo un día de estos.

© P.F.Roldán

Fugees:Killing me softly

sentir los sentidos


No amenaza lluvia. Aquí llueve muy poco aunque cuando lo hace sea en trombas que anegan grandes áreas de la ciudad, buscando las aguas, que no pueden contener las pocas ramblas que se conservaron, una salida al mar.

Estas inundaciones, que suelen ser casi recidivas en otoño cuando se nos pone encima la temida “gota fría”, son la consecuencia de haberle ido ganando terreno al mar durante siglos. De ser una pequeña península con un exiguo istmo, casi una isla, con un mar interior que se fue desecando para que la ciudad creciera, primero en un gran almarjal y ahora ya tierra firme por debajo del nivel del mar en muchas zonas, las lluvias intensas acaban por buscar sus antiguos cauces naturales hasta abrirse paso a la bahía porque la muralla, que mandara construir Carlos III alrededor del Arsenal, hace de parapeto para que pudieran desembocar también en el pequeño mar de Mandarache, lo poco que queda de aquel viejo mar interior, conservado por pura estrategia para resguardar, más si cabe, a la Armada.

Hoy no lloverá, al menos con esa intensidad. A lo sumo un breve chispeo de alguna pasajera nube negra que, procedente del sur y cargada con arena del desierto, sólo descargará agua embarrada, poniéndolo todo hecho un asco de color rojizo, que pringa la ropa tendida hasta el punto de que ni la lejía puede con las manchas. Pero el sol asoma cada dos por tres y, poco a poco, se va despejando el cielo. Los cartageneros sabemos que si las cimas de los montes Roldán y La Muela “no tienen boina” no cae ni gota.

Me gusta la lluvia, casi tanto como el sol, pero si no se prolonga demasiados días. Oír su repiquetear en las claraboyas y verla contra los cristales de ventanas y balcones; sentir, cuando ya ha pasado, el olor que emana el asfalto mientras se seca y el frescor y el aire limpio que nos deja en una ciudad habitualmente calurosa.

¡Qué regalo el de los sentidos! Nos alertan, nos hacen admirar, nos ayudan a expresar… pero donde alcanzan su cénit es en el amor, porque los cinco se confabulan para actuar en perfecta sincronía.

Verte en sus ojos; tocar su piel y gustar de ella después de que te invada su aroma; oír su voz;… y la Razón que se rinde ante la evidencia que ha intentado inculcarle pacientemente el corazón durante días, semanas, meses... para acabar comprendiendo que quien está allí, lo está porque nos llena el alma… y el sol parece que sale hasta en plena noche.

© P.F.Roldán

Ryuichi Sakamoto:Tango

sobre héroes sin tumba



Monumento a los Héroes de Cavite y Santiago de Cuba, inaugurado en abril de 1923 por el rey Alfonso XIII (quién habría de decirle que saldría hacia el exilio desde aquí ocho años justos después) y el dictador Primo de Rivera. Se dice que el único que existe dedicado a aquellos en todo el mundo.

Si Cavite y Santiago fueron las tumbas del colonialismo español allende mar, allá por 1898, es éste, un obelisco para conmemorar las derrotas de los últimos que defendieron Filipinas y Cuba.

Monumento porque casi todas las dotaciones de los buques hundidos eran cartageneras o habían embarcado en la Base Naval de Cartagena.
“Anti-monumento”, si se puede decir así, porque en vez de erigirse para celebrar victorias es el metafórico mausoleo en memoria de cuantos dejaron allí lejos sus vidas por seguir defendiendo un imperialismo que nos quedaba ya muy grande en una España subdesarrollada, con grandes desigualdades sociales e innumerables problemas internos.

¿Alguien les preguntó si querían ser héroes por defender unas tierras de las que sólo sacaban beneficios los potentados de las altas esferas de la metrópoli?

Qué fácilmente se nos llena la boca muchas veces para hablar de patriotismo cuando los héroes muertos son los otros. Héroes a la fuerza, salvo la oficialidad de las naves en cumplimiento del deber de su oficio, porque las familias más humildes no tenían recursos para pagar el canon que los librara de marchar a la guerra, como sucedía con los hijos de las familias pudientes. Hecho éste que, diez años después, condujo a la Semana Trágica de Barcelona, donde se amotinó el pueblo, cansado tras los desastres del 98, de ser como siervos de la gleba medieval, contra el Gobierno de Maura que, ante la pérdida de las otras colonias y no resignado al descrédito internacional como potencia, buscaba expansionarse en el norte de África, enviando tropas –compuestas en su mayoría por quienes no tenían los 6.000 reales para librarse- para defender el honor patrio pero, en el fondo y como siempre, más bien los intereses mercantilistas de dos aristócratas, Romanones y Comillas, que construían una línea de ferrocarril desde Melilla a las minas de Beni-Buifur y que había sido atacada por los cabileños de la zona, hartos de colonialismo. Un pequeño incidente que tendría a toda España inmersa durante 18 largos años en otra costosa guerra, y sobre todo en vidas. La Guerra de Marruecos.

Se huele a sal.Todos paseamos por ahí infinidad de veces. Arriban continuamente cruceros con turistas de diferentes nacionalidades. Las terrazas están llenas de gentes que ignoran que el mar que ven, a pocos metros del monumento de esta plaza -la cual se alarga en una inmensa explanada hasta el cantil del puerto-, guarda también en el fondo de sus aguas la barbarie de otra guerra. Casi quinientos cuerpos.
Por un lado los casi doscientos marinos y guardias civiles asesinados en 1936, en el España número 3 y en el Río Sil, a la altura de Cabo Tiñoso, por considerarlos afectos al alzamiento franquista; por otro, los casi 300 marineros republicanos de la dotación del Jaime I, que se hundieron con él en la bahía, en 1937, tras una tremenda explosión en el interior del acorazado que ya venía remolcado desde Almería, tras haber sufrido el impacto de tres bombas.

Y, triste realidad, no tenemos ni un solo monumento en nombre de la Paz. Sólo hay una corta y estrecha calle sin salida dedicada a ella en la zona del Ensanche. La paz no da héroes a los que ensalzar grandilocuentemente. Todo lo más, y no en todos los casos, a los demás se les levantan unos minúsculos, casi ridículos, pilares con un busto y una pequeña placa, pero pasan tantas veces desapercibidos en los rincones de la ciudad...

La paz no resulta tan gloriosa, se gane o se pierda, y aunque sea el anhelo de las mayorías y la beligerancia el afán de poder unos pocos; así que todo lo demás sólo se queda en una decorosa ilustreza mal premiada.

© P.F.Roldán

M People:Search for the Hero

un camino en común


Dice el Código de Circulación que una carretera tiene una dirección y dos sentidos

Dice mi corazón que el amor tiene dos direcciones y un solo sentido.

Las direcciones son las que van del uno al otro para que pueda existir el encuentro y la reciprocidad. El sentido, la finalidad por la que dos, una vez que se han encontrado, caminen juntos por esa carretera en cualquier dirección.

El amor es al principio como una calzada recién asfaltada, sin baches ni obstáculos, por la que se transcurre, si no deprisa, con seguridad y sin sobresaltos. Es la fase previa del proceso de enamoramiento en la que resulta fácil y plácido recorrerla… Pero el tiempo, que puede deteriorar hasta lo más perfecto, acaba agrietando el pavimento y surgen los primeros baches; se borran las líneas tan esmeradamente pintadas cuando se estrenó; incluso la montaña que circunvala ha podido desprender algunas piedras que hay que sortear…

Y ahí es donde el amor muestra su verdad. Cuando conocidos los defectos del otro, que es tan imperfecto en unas cosas como nosotros en otras; cuando parece que se nos está desdibujando, porque quizás atraviesa un mal momento… pero es cuando más nos necesita, aunque sea en silencio a su lado; cuando aparecen los primeros escollos, que nunca hubiéramos pensado en asumir en otras circunstancias… nos damos cuenta de que quien tenemos codo con codo no es la carretera, sino la persona que amamos y que con ella vamos a la par por ese camino al encuentro del mismo futuro en común y somos conscientes de que seguimos amándole y capaces de seguir adelante porque nada puede interponerse y sigue siendo más lo que une que lo que distancia.

Cuando le conocimos, él ya era así y lo aceptamos desde el primer día; tal como lo éramos también nosotros y él nos aceptó,… pese a lo edulcorado que nos hizo verlo todo el primer tramo de ilusiones y luego de apasionamiento, en el que nunca estamos predispuestos a ver lo negativo, e incluso también damos nuestra mejor imagen al otro...

Si hubo la oportunidad de que prendiera la chispa, sólo la falta de comunicación entre ambos podría tener como triste resultado que se apagara el fuego y entonces los caminos se bifurcarían en un presentido momento a causa de los largos y prolongados silencios. Porque dos que hablan sin recelo ni secretos, confiándose mutuamente sus estados de ánimo -sean tristes o alegres; ilusiones o desencantos-, no dan cabida a la duda ni a la rutina que son las que lo matan todo, paralizando la evolución –no sólo la de pareja, sino hasta la personal- en paralelo, haciendo que uno de los dos se quede rezagado tan atrás que ya ni podamos verle.

Y esa chispa se enciende cuando todo el sentimiento esté fundamentado en el respeto al otro y a su libertad; cuando, entregándose recíprocamente, no se tome posesión del otro hasta anularlo, sino renovando continuamente la pasión que nos despierte quien y como es; cuando con una sola mirada se sabe qué corre por su corazón en todo momento… Todo eso es complicidad y lo demás vendría, pues, como una feliz consecuencia.

En principio sólo hay que tener la osadía y el deseo de tomar por esa carretera… aunque no sepamos a dónde nos conducirá. El amor es siempre cosa de de dos y nuestro destino una decisión propia.

© P.F.Roldán

Marc Almond:Something's Gotten Hold Of My Heart

24 de agosto de 2008

la hora violeta


Me acodo en la barandilla de uno de mis balcones. Hay una luz especial de difícil descripción tal es la gama de tonos violáceos que inunda el cielo vespertino; y, aunque nada tenga que ver, me ha venido a la cabeza el título de la novela que escribiera Monserrat Roig, que leí en Valencia y en catalán antes de que ella nos dejara con sólo 45 años. ¿Por qué se empeña el destino en arrebatarnos, despiadado, a gentes que están empezando a vivir una espléndida madurez, dándonos todo lo que llevan dentro?

No creo que existan realmente las crisis de los cuarenta ni de los cincuenta años. Tengo más que sobrepasadas ambas supuestas críticas edades y me siento hace mucho en el mejor momento de mi vida. No es, pienso entonces, una epidemia generalizada, y menos, pues, una pandemia que llene consultas de psicólogos y psiquiatras. Sólo es el síndrome de “Peter Pan” que, como el Dr. Kiley escribió hace un cuarto de siglo, padecen ciertos y pocos sujetos – en su mayoría masculinos- que no maduran socialmente, anclados en una infancia que no les deja madurar.
Se rebelan contra todo y contra todos, siendo la empatía la mayor de sus carencias al persistir en ellos el narcisismo de una niñez en la que fueron consentidos o no tuvieron a nadie que les encauzara para crecer como a todos; con lo que no aceptan ningún tipo de compromiso o de responsabilidades adultas, ya que se niegan al envejecimiento y esto es lo que les hace entrar en crisis a la primera cana o arruga y, de rebote, en un comportamiento esquizoide, en los que la cólera, la agresividad y la falta de entrega afectiva acaba sumiéndoles en depresiones y episodios de angustia y ansiedad.
Sufrí, y no es un recurso literario, tan de cerca la situación que no me cuesta mucho distinguirles.

Y, sin embargo, ahora voy a contradecirme en cierto modo.
No es una epidemia, pero corremos el riesgo de que lleguemos a conocerla como tal.

El invento de la “metrosexualidad” me ha hecho conocer a gente que ya, sin llegar aún a la treintena, te hablan de liposucciones, del botox, de una marca de calzoncillos que levantan las nalgas, o de camisetas de lycra que realzan los pectorales y bíceps que machacan en el gimnasio. Después intentas hablar con ellos de cualquier otro tema y se quedan en blanco, excepto si les nombras a Madonna, tal es su culto al cuerpo que no dan más de sí. Son ya otros “Peter Pan” en potencia y me pregunto qué será de ellos cuando lleguen a la edad de ser personas por fin y no vivan sólo del alarde de su apariencia actual, de dudoso futuro en el que ya no tengan el aplauso de los que ahora les jalean por su fugaz belleza. Una vez marchita ésta ¿podrán superarlo?

Respeto sus decisiones porque es su vida y son sus cuerpos pero no dejo de sentir cierta lástima porque ¿serán capaces de apreciar, siquiera, esta hora violeta que, además de hermosa, me hace pensar en la mirada compartida de este instante?

Estás en mi pensamiento. En esos breves minutos que ha durado te he sentido como si estuvieras a mi lado, en silencio, sólo roto por bandadas de gaviotas que sobrevuelan los tejados, graznando como plañideras en busca de alimento.

© P.F.Roldán

Mozart:Eine kleine Nachtmusik-Romance Andante

23 de agosto de 2008

¿sólo tormentas de verano?


“Al mal tiempo, buena cara”, que todo es pasajero, se dice...

Y ojalá fuera así, y no me considero pesimista sino realista; es sólo que, a mi parecer, todo se fundamenta en el propio y voluntario esfuerzo para renacer de nuestras cenizas o, por el contrario, abandonarnos a la cobardía, o la impotencia, y quedarnos en el pozo oscuro de la eterna tormenta.

¿Cuántas mujeres han sido víctimas de la violencia de género por no ser capaces, debido a sus condicionantes, de rebelarse contra lo insoportable de sus vidas y han pagado con ella? Condicionantes socio-económicos, cuando no sentimentales o el pánico a la soledad aun sabiendo que se lo jugaban todo... hasta quitando denuncias contra sus agresores, puestas en un segundo de lucidez, pero el pánico a las consecuencias las hizo desistir de ir más lejos... y algunas ya no podrán ir a ninguna parte.

Muchos cuerpos y mentes tienen sus circunstancias, en ocasiones amañadas también en el inconsciente por sinsentidos a los que no es fácil parar los pies, y aunque resulten incomprensibles para los demás que tratan de abrirles los ojos y protegerlas muchas veces. Y, a pesar de que nuestra naturaleza no está hecha para el sufrimiento, sino para que tras la tempestad llegue la calma, resulta que no es así en según qué casos, y por desgracia, porque la moneda de cambio acaba resultando cara.

Cuesta mucho dar un portazo para empezar de nuevo. Cuando no se mete a los hijos de por medio, es una obsesión enfermiza con disfraz de amor. Y hay amores que matan, según el dicho.

¿Por qué es un ejercicio tan difícil y desesperante para algunas personas enfrentarse con la propia realidad sin ambages, aceptarla y transformarla desde dentro de sí mismas?

En estos años de voluntaria soledad he aprendido a quererme para poder querer mejor a quien se merezca mi amor. He huido, como de un mal dolor, de relaciones fortuitas que nada me aportarían ni a la corta, y menos a la larga; he hecho oídos sordos a muchos cantos de sirenas, que no eran más que artificios para atraparme sin ánimo de corresponder... De haberlos escuchado, podría haber corrido el riesgo de poner tan sólo parches a esa soledad y recaer, como en una gripe mal curada, en viejos tópicos que me dejaron cicatrices en la piel aunque hayan sanado las heridas del corazón; corriendo el riesgo, además, de volverme sordo y ciego para no ver ni oír a quien de verdad quisiera descubrirme para algo más que un sólo rato, dejándose descubrir a su vez.

Ojalá todos fuéramos como el sol o las estrellas que vuelven a brillar tras un día de tormenta; pero muchas personas, aun renegando del dolor, suelen buscar la felicidad imposible en lo que saben que les hace daño, sin darse cuenta de que valen tanto o más que miles de soles y miríadas de estrellas, y que nada merece un sacrificio tan grande como la autoinmolación a causa de quien nos hiere, porque siempre hay alguien bueno en algún lugar, y hay que tener la fe de que éste nos saldrá al encuentro en el instante más insospechado.

*(Si te maltratan, no te cortes antes de que otro lo haga sin piedad, sobre ti. Llama al 016)

© P.F.Roldán

Bebe:Ella

agosto, tarde de sábado



La ciudad está desierta.
Como en una torre de babel, se escucha casi más inglés, francés o alemán que castellano, y eso en las zonas monumentales o museísticas y en la ineludible calle Mayor porque es paso obligado de todos los que nos movemos por la ciudad vieja, y que es donde más se nota ese efecto idiomático en las terrazas de sus cafés y bares… excepto en el pequeño reducto del viejo Casino, en el que mucho anciano oriundo sale en pequeños grupos de amistades a tomar “la fresca” al caer la tarde, repantigados en los decimonónicos sillones de mimbre, horchata en mano.

Me he parado unos minutos a saludar a Manola, una señora octogenaria de las que conoces de toda la vida, que vive a dos edificios del Casino del que es asidua. Me decía que ya se fue a “tomar los barros” para el reuma en el Mar Menor, en junio; que ahora es cuando de verdad se está a gusto en las calles sin esos agobios de paseantes invernales que se acercan al Puerto para aprovechar un rato de sol.

De allí venía yo precisamente. Me he acercado a ver los preparativos de la Med Cup, que inicia aquí su quinta etapa de la regata el próximo lunes. Sólo era una excusa, aunque me gustan los barcos, porque lo que de verdad me atrae como un imán es la mar.

Es agradable hablar con Manolita. Es de esas mujeres cultas con las que puedes conversar de todo.
Se ha puesto algo enfurruñada porque, cuando le he dicho de donde venía, me ha saltado conque no hay derecho que el trofeo se haya bautizado con el nombre de Región de Murcia, cuando en Alicante se llama como la ciudad y no Comunidad Valenciana. Ella es cartagenera de pura cepa y hasta la médula; algo más frecuente en la gente mayor que en los jóvenes; estos más despreocupados de esas cosas del politiqueo.
Pero salta de un tema a otro, siempre crítica como todas las personas de más o menos su edad y que, además, han conocido lo que ellos llaman “la Cartagena que se nos fue”. Está también muy disgustada con el recientemente inaugurado Museo del Teatro Romano. Te habla de Moneo, con la misma soltura como otra lo podría hacer de su vecina de arriba, y dice que se ha lucido; que vive de las rentas de su fama. Que hace unos años estuvo en Mérida y que allí sí que hizo un edificio de envergadura para el Museo Nacional de Arte Romano, no como esta “piltrafilla” (sic) que nos ha colado aquí. Y que, de tan minimalista, parece que está vacío con todo lo que tenemos para enseñar en él.

Hoy, cosa rara, está sola y no se explaya mucho. No es que le dé por hablar ex cátedra cuando está con las amigas, pero le gusta la tertulia, el debate que las otras le montan cada vez que argumenta porque es bastante radical pero sin ser taxativa.

La he dejado para acercarme al supermercado, como todos los sábados. Y entro en la plaza de san Sebastián y el vacío se nota más cuanto más te alejas de la calle Mayor. Un par de almas y, a pesar de ser sábado y por la tarde, los obreros que están en las obras de peatonalización, trabajando a marchas forzadas porque en breve la ciudad volverá a ser un hervidero, pero ya se sabe que hay para un año por lo menos.

Me doy cuenta de que, como a Manola, me agrada que no haya tanto trasiego y no envidio a los que están ahora en la playa, buscando un metro cuadrado en el que plantar la sombrilla y las toallas en la arena. Me he reservado para más adelante una semana y pico y quisiera disfrutarla saliendo de la ciudad… a ser posible, lejos de ella… donde pueda, entre otras cosas, respirar aire puro entre hayedos, robles y avellanos, mezclados con arces, tilos, fresnos, castaños y nogales...

© P.F.Roldán

Texas:Summer Sun

el equívoco, según Murphy


La Ley de Murphy es endemoniada e inexplicable. Que pesadez enervante que la tostada siempre caiga con la mermelada cara al suelo.

Quería hablar con mi sobrino mayor que pasa unos días en casa de mi madre y, tras unos segundos de bromearle, resulta que se ha marcado por equivocación otro teléfono: su teléfono, que aún no sé por qué guardaba. Eso es lo que tiene no tener más números almacenados entre la eme y la te en la exigua agenda de uno de los terminales del fijo, que arrastro desde Valencia, y no reciclarla como hago con el messenger. Justo ésa la utilizo muy poco. Apenas nada.

Lo pienso ahora y hasta me hace gracia que me haya dicho que no me conocía después de escuchar mi voz años y años. Y, encima, yo venga a decirle que cuándo empezaba las clases, porque Miguel se apuntó ayer tarde en una academia para perfeccionar su inglés, y él que “pues a finales de septiembre, como siempre”... “¿Cómo siempre...? ¿Y has ido hoy a Murcia a ver lo de tu matrícula de tercero?”, porque el chaval está haciendo Historia en la Universidad, “¿a Murcia…?”, voz de desconcierto, “pero ¿a quién llamas?”… y yo sin hacerle caso, porque como mi sobrino siempre me bromea, poniendo voz engolada el muy payaso, no he caído en que fuera un error… hasta que le he comentado que seguro que no le había dado mi recado “a la abuelita” y que le pasara el inalámbrico. Ahí me ha reconocido él; por otro lado, nada raro porque hace más de cuatro años que no hablamos... “Te equivocas… ¿Eres Fran?... yo soy Toni...”

Puñetero Murphy y su ley. Hace tan sólo dos días comenté que hacía mucho que no sabía nada de él.

No he sentido nada de nada, ni siquiera cuando me ha preguntado, por cortesía imagino, que cómo estoy. Me ha salido sólo un lacónico “Bien” y nada más que de coletilla el comentario de que la que está algo pachucha es mi madre; que cómo estaban los suyos “Bien”... silencio abrumador. “¿Y la gente de Valencia?”...” “Todos bien”... “Me alegro. Siento la equivocación. Adiós. Un beso”... “Adiós. Un beso”... Apenas minuto y medio o poco más. Tan sólo cinco segundos para borrar el número.

Desde febrero de 2004 no habíamos vuelto a conversar. Fue cuando murió mi hermana y llamó para darme el pésame, avisado por la Niña. Por aquel entonces ya llevábamos casi dos años separados y cometió el gran desacierto de pensar que estaría vulnerable por el duelo como para atreverse a insinuar una posible reconciliación.

–Te echo de menos. Parece que fue ayer cuando te fuiste… tal vez…
–No te confundas –le interrumpí-. Hace exactamente veinte meses que me fui y, por lo que sé, sigues como entonces… Gracias por llamarme…

Los momentos difíciles de la vida no me abaten; por el contrario me crecen porque hay que saber afrontarlos con valentía y entereza, sobre todo por quienes me rodean y me necesitan con las fuerzas que ellos no tienen.

No había vuelto a oír su voz en todo este tiempo.

Para qué decirle hoy, pues, nada más. ¿Que estoy feliz e ilusionado? ¿Que ya no recuerdo nada de él desde hace años? Ni siquiera de lo bueno que hubo –que a qué negarlo lo hubo y bastante-. Que tampoco me quedan residuos de los malos tratos que me inflingió en los últimos veinticuatro meses como para pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor... y mucho menos cuando tengo ante mí lo que intuyo y deseo posible y, si Dios o el destino quieren, maravilloso antes o después…

He de decir que tampoco yo he reconocido su voz. Era quien menos esperaba, lógicamente, al otro lado de la línea. Si mi sobrino no fuera tan bromista... Sin embargo, no me he sobresaltado de sorpresa; no me he sentido violento ni se ha despertado nada atávico, pese a todo el buen amor que sentí por él en otro tiempo ya muy lejano... Sólo he sentido impasibilidad. Hace mucho tiempo, mucho, que pertenece al mundo del olvido. Sólo es el pasado.

No hacía ni diez minutos que había recibido y contestado un sms... ¿Qué puede perturbar ese equívoco a estas alturas y menos aún, y sobre todo, cuando sé que se me está dando la inusual oportunidad de poder llegar a conocer a alguien especial y creer en él después de tantos años de soledad escogida? Nadie. Nada. Ni siquiera el marcar erróneamente un número que sólo me podría recordar, y ni eso, un funesto pasado que mató al de tiempos mejores y que ya no existe si no es en las profundidades de esa parte más honda de la memoria que nunca dejamos salir a flote, porque es sólo un lastre para seguir viviendo. Y un lastre es sólo eso. Algo que lleva a las cosas a que se hundan con vertiginosidad. Así pues, No he sentido nada de nada. Ni para bien ni para mal. Ni siquiera que hubo un tiempo que merezca el echar una mirada hacia atrás.

Indudablemente existió aquel tiempo que ya no es. Pero soy de los que miran al presente para construir un futuro, siempre ascendiendo peldaño a peldaño por si me concedieran un día el privilegio de rozar el cielo con mis manos.

© P.F.Roldán

Enya:Only Time

22 de agosto de 2008

elección para Vivir


No estoy apegado a nada de cuanto tengo. No hay esclavitud mayor para vivir con mayúsculas.

Cuando uno se liga a lo que posee y no cree que pueda llegar un día en que deba prescindir de ello y llegado el momento no lo haga, por rico o acomodado que sea, habrá puesto un pie en el umbral de la pobreza, porque a partir de ese momento habrá contraído una enorme deuda con su destino; factura que esa falsa comodidad le pasará sin que pueda saldarla jamás.

Mi vida no pertenece al lugar donde están mis cosas y mucho menos a ellas porque son ellas las que están conmigo como una mera circunstancia, donde quiera que esté, y sabré dejarlas atrás si fuera necesario para encontrar mi norte y tratar de ser más feliz.

¡Qué más da que muchos me puedan llamar loco! ¿Acaso he de llevarme conmigo algo el día que muera? Entonces ¿por qué atarme a ellas mientras la prioridad sea vivir ahora que, viviendo, se me da la oportunidad de hacerlo? Es mi elección, pese las objeciones de los biempensantes que limitan su existencia a una baldosa, como quien la baila como un chotis, sin ver que hay todo un universo por descubrir y que en cualquier lugar -igual da donde se halle- se puede encontrar lo que lleva tiempo esperándonos sólo a nosotros.

Qué tristeza el inmovilismo al que se abocan los que no pueden privarse de lo que tienen, haciendo de ello el centro de su microcosmos materialista, faltos de perspectivas más allá del brazo de su confortable sofá o de su colección de porcelanas chinas... incluso aunque la tristeza, enmascarada de satisfacción por lo que han atesorado, les pueda destruir lentamente rodeados de todas sus cosas porque se niegan a la magia de la alegría de vivir.

A muy pocas cosas les doy valor. Tal vez me costaría desprenderme de mis libros, pero incluso estos, si fuera el caso –no sin cierta pena pues mucho me enseñaron-, podrían acabar en una biblioteca pública para dar a otros lo que me aportaron a mí.

Nada es imprescindible. Si lo material coarta que podamos emprender un nuevo camino, en nada nos diferenciamos de un árbol, mayestático pero preso a la tierra, como ya dije en este blog en “sobre raíces”:
“cuanto más tenemos más prisioneros somos de lo que poseemos y menos libres para cambiar de rumbo nuestro destino”... a no ser que nuestra voluntad pueda más.

Seamos dueños de lo que seamos, ante todo lo somos de nosotros mismos y de nuestro futuro. Así que, como Antonio Machado en sus dos últimos versos de “Retrato”:
“me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar”,
porque nada tiene tanto valor como para impedirme tomar las riendas de mi vida.

© P.F.Roldán

Luz Casal: Sé feliz

21 de agosto de 2008

fluir



Se fluye de tan diversas maneras como formas hay de vivir, pero ante todo fluir. Dejar que la vida transcurra hacia adelante; que todo brote progresivamente a cada paso que damos.

Y nada tan hermoso como fluir con alguien, sabiendo que lo que cada uno aporta contribuye a llenar un mismo espacio. Miro esa fotografía que encabeza el texto y dice más de lo que en éste puedo expresar. Esos dos caños, en los que el agua surte de diferente manera, llenan el mismo estanque porque tienen un mismo fin; un proyecto que les conduce a ser una parte del todo, siendo su nexo el mismo: el agua, como entre dos personas que fluyen juntas el nexo es el sentimiento recíproco…

No llenaron esas aguas el estanque el primer día. Fue el tiempo quien les ayudó a ir creciendo hasta completarse en una realidad compartida. Y así, como con el estanque, pasa con las personas. Se fluye, pero el agua se va reciclando al mismo tiempo para no desbordarse sin mesura y que lo que van aportando permanezca limpio y transparente.

Entre dos que se quieren sucede de igual forma: juntos evolucionan para que, teniendo un destino que decidieron un día inconcreto e inesperado que fuera común, cada nuevo día se renueve ese sentimiento que los une, siendo la esencia que los fusiona la misma… pero cada amanecer el prolegómeno en el que se fundamente un futuro consolidado.

Cómo no, muchas veces intervendrán las razones de la Razón, que suelen avenirse mal con los sentimientos, en principio, sólo porque aquella no se amolda bien a lo que inconscientemente teme. “¿Me estrellaré de nuevo?” “¿Y si pierdo mi libertad?” “¿Será tan sólo un espejismo?”… La Razón siempre quiere meter como Santo Tomás el dedo en la llaga para creer, pruebas tangibles de antemano; pero se olvida muchas veces de que éstas van demostrándose a la par que se va fluyendo y de que el Corazón, que no sabe de matemática pura, también tiene sus razones que ella no entiende a priori.

Cuántos trenes habremos podido perder en esta vida por escuchar sus disquisiciones analíticas, llegando tarde a la estación entretenidos por su afán de tomar precauciones a causa de sus miedos o prejuicios. Y, a veces, parafraseando a El Principito, hay que escuchar al corazón que ve la invisibilidad de lo esencial que no es perceptible para los ojos.

Todo sin prisa, pero sin pausa. Así el estanque se irá llenando a su ritmo… mientras el pulso se nos acelera porque algo nos dice que la vida nos ha cruzado con quién podríamos hacerlo.

© P.F.Roldán

Jorge Drexler: Transporte-Deseo

in memoriam



Blanca era especial. Podría decir lo mismo si no hubiera sido mi hermana -como un cartagenero más- porque así me lo dicen a diario otros muchos que la llevan en su recuerdo en el que sigue viva, después de cuatro años y medio, como en bastante de la memoria colectiva de esta ciudad.

Poca gente que yo conozca, o haya conocido, ha vivido con tanta entrega y generosidad, casi sin tiempo para ella misma.

Nos burlábamos de ella cariñosamente con su “tengo prisa, tengo prisa”, diciéndole que parecía el conejo del cuento de Alicia, porque no paraba jamás… sólo que esto no era para Blanca el País de la Maravillas.
Entregada casi por completo a defender con uñas y dientes el Patrimonio de la ciudad, siempre en vilo por las decenas de atentados continuos, que la llevaron a meterse en política para luchar desde dentro de las instituciones sin que le gustara un ápice ese mundo. Era tan poco lo que le entusiasmaba que cuando, una vez concejala, la entrevistaron en La Verdad no se cortó en decir que los políticos eran todos unos “chorizos” (sic). Pero iba ganando pleitos, como el que interpuso por la losa de hormigón sobre el yacimiento púnico de la calle de la Serreta; al igual que iba perdiendo otras escaramuzas, como cuando no consiguió que se paralizara la demolición del modernista Convento de las Siervas, llevado a cabo con alevosía un sábado de agosto cuando la ciudad se vacía hacia las playas.

Su pasión, su profesión de arqueóloga que le deparó la fortuna de descubrir el Templo de la Tríada Capitolina en el Cerro del Molinete unos pocos años antes de entrar en el Ayuntamiento. Ese cerro fue su caballo de batalla. Antiguo barrio chino de Cartagena y ya casi demolidas las viviendas, en 1995 se iniciaron las preceptivas excavaciones, encontrando en ellas lo que muchos otros arqueólogos consideraron entonces, ante la magnitud de los hallazgos, como una nueva pequeña Pompeya y, sin lugar a dudas, la Acrópolis fundacional de lo que pudo ser la Qart-Hadast púnica.

Ante el empecinamiento municipal de recalificar el suelo para construir sobre los yacimientos, a pesar de que el SEPES se desmarcó de aquella aventura caciquil, fundó la Coordinadora para la Defensa de El Molinete y en 1998 arrastraba tras de sí a tres mil personas para manifestarse en contra del ladrillo en la cumbre del cerro. Ni antes ni después han conseguido reunir a más de una cincuentena de ciudadanos para eso.
Si Blanca tenía otra virtud era la de ser carismática porque, como dice Aniorte en su libro “El Molinete, un barrio en lo alto” sobre ella, creía en lo que hacía y transmitía ilusión. Y consiguió paralizar todo aquello y a fecha de hoy se ha conseguido un replanteamiento del proyecto y se está conformando un Parque Arqueológico.

Pero no era su única dedicación. La podías encontrar con sus tres hijos a cuestas siempre, cuidando de mi madre, de mi nonagenaria tía Lola, de su propia familia; al igual que en cabeza de una manifestación contra la guerra que aporreando el vallado del ruinoso, entonces, Palacio Consistorial cada sábado a mediodía, secundada por decenas de cartageneros que pedían la rehabilitación de esa otra joya del modernismo cartagenero. Al final, justo cuando ella ya estaba ciega e inmovilizada, el Ministerio de Fomento le quitaba la vez a la desidiosa corporación municipal, emprendía la rehabilitación -de la que le pude dar la noticia, sabiendo que se iría con una alegría- y desde hace año y medio, en todo su centenario esplendor, se ha recuperado lo que ya nos temíamos en el suelo.

No podía estarse quieta. Rabo de lagartija hasta el final, llegó a cartearse con la Reina –algo que muy pocos saben- pidiéndole y recibiendo apoyo para la arqueología de Cartagena. De hecho, y me emociona, cuatro años y medio después de su muerte ADEPA (la Asociación para la Defensa del Patrimonio) sigue manteniendo en su web http://www.adepa-patrimonio.org/ en la página principal, el obituario que entonces escribieron porque esa pasión que sentía por la arqueología fue y sigue siendo un referente para cuantos a ella se dedican. No pasó en balde por la vida.

Sólo muere lo que se olvida. Cuántas veces me habéis oído decir esto, pero es lo que siento. Sobre todo cuando compruebo la impronta que Blanca ha dejado en tanta gente que ama esta ciudad por la que ella, que también la amaba, dio casi por completo su vida.

© P.F.Roldán

Les Petits Chanteurs de Saint-Marc:In memoriam

20 de agosto de 2008

paisaje ecléctico, mestizaje de Culturas





¡Lo que puede captar un objetivo a veces en tan poco espacio!
El faro (o linterna) romano; la alcazaba musulmana con su torre del homenaje cristiana tras la reconquista; el pabellón de autopsias, anejo al antiguo Real Hospital de la Armada (hoy UPCT-Universidad Politécnica de Cartagena-), del siglo XVIII; la plaza de toros, de 1854, medio derruida porque están excavando el anfiteatro romano sobre el que la construyeron; el acantilado que dejó el desmonte de la parte noreste del cerro de la Concepción en 1878 para abrir la ciudad al puerto por una nueva vía: la calle de Gisbert; la arboleda del parque Torres, en cuyo diseño tuvo que ver mucho a principios del siglo XX el arquitecto modernista Beltrí, bajo el auspicio del alcalde Alfonso Torres; el ascensor panorámico de principios de este siglo... El mestizaje de culturas por las que Cartagena es como es...

Cuando regresé aquí en noviembre de 2003 para estar junto a Blanca en sus últimos meses con nosotros, dejando atrás 23 años de vida en Valencia -amigos, casa, Empresa...- siguiendo los dictados del corazón, el cambio no dejó de parecerme brutal pese a que era más importante lo que lo motivaba. Era como dar un paso atrás; volver a la ciudad de la que había huido en 1980 porque, aun siendo parte de mis raíces, nunca he conseguido atarme a nada si eso ha supuesto vivir paupérrimamente en todos los sentidos. Y en aquella época esta ciudad me asfixiaba: pocas oportunidades para desarrollarme personalmente, tanto emocional como laboralmente. Y, para colmo, con una sociedad cainita, más que provinciana pueblerina -lo sigue siendo a muchos niveles aunque sobrepasemos con creces los 220.000 habitantes- en la que costaba dar un paso sin estar en boca de mucha gente que no dudaba, por ignorancia o por maledicencia, en estar en todos los platos y en todas las salsas, convirtiendo en un infierno muchas vidas ajenas. Es lo que tiene el aburrimiento de no tener a veces vida propia.

Sin embargo, ahora, un poco a la fuerza aquí porque, si bien Blanca se fue, siguen quedando motivos para estar, voy redescubriendo muchas cosas que entonces, por cotidianas, me pasaron inadvertidas. Paisajes, edificios, rincones tantas veces paseados pero nunca observados con detenimiento que, en esta hora que nunca sospeché posible cinco años antes, se me muestran como algo nuevo en esta forzosa estancia; tanto que los estoy empezando a querer como una parte de mí que nunca se fue del todo.

Sin caer en el chovinismo, me siento hasta orgulloso de cuanto ha pasado por esta ciudad en sus casi tres mil años de Historia. Se despiertan también los antiguos olores, las viejas sensaciones que nunca murieron porque tenían su propio sitio en el lugar más recóndito de la memoria.

Subo hasta la explanada de la alcazaba. Hay un panorama magnífico de la ciudad, de la bahía abrazada por todos los montes que la resguardan, de la mar hasta donde se pierde el horizonte… Y, aquí arriba, mástiles que, coronados por los símbolos de sus Culturas, nos cuentan cómo han conformado la Historia de Cartagena durante casi treinta siglos mastienos, cartagineses, romanos, bizantinos, visigodos, musulmanes, castellanos... hasta el día de hoy.

Algún día sé que me volveré a marchar en pos de mi destino, pero mientras tanto me habré estado implicando en la lucha diaria para que no se destruya lo que ahora siento más mío que en aquel otro tiempo pasado, y por lo que Blanca también luchó hasta el final; y cuando alguna vez regrese, aunque sea por un breve espacio de tiempo, miraré todas estas calles, todas estas piedras, con otros ojos que no supieron ver antes que encierran una buena parte de mi vida, y por tanto de mí.

© P.F.Roldán

Dalida:Salma Ya Salama

desnudez


Se llega de verdad ante otro desnudo. Es una desnudez de todo lo superficial que nos impide ver y que nos vean tal y como somos, sin esos falsos o estereotipados clichés que muchas veces nos creamos como autodefensa para no ser heridos por los que juegan con los sentimientos de los demás.
No son producto de la desconfianza sino de una empírica realidad, porque supimos más de una vez que hay quien, con tal de satisfacerse un rato, o dos, es capaz de todo sin importarle la desolación que pueda dejar tras de sí… Pero, llegar a amar es algo que lleva implícito un sosegado tiempo de profundizar en el otro, recíprocamente, creando todas esas complicidades contra las que no pueden las vicisitudes diarias ni los desencantos infundados e imposibles cuando el otro ya ocupa un lugar indeleble en nuestro corazón.

No es necesario estar hechos de la misma materia –en la diversidad puede encontrarse la complementariedad- sino de compartir desde el espacio que nos circunda, luzca el sol o llueva y truene, hasta lo más nimio, incluso las cosas inevitables de la cotidiana rutina, tan variable pese a ser rutina porque cada día es distinto, aunque nos parezca igual a los demás, ya que muchas veces el entorno y los acontecimientos que éste genera es lo que los hace diferentes.
Y juntos siempre, aun en la distancia, pero no tan encima el uno del otro constantemente que se pueda producir la asfixia porque no quede espacio entre ambos y no se pueda respirar porque el aire no circule… pero dejando patente que estamos incondicionalmente a su lado para lo bueno y para lo malo, respetando sus parcelas de libertad.

Si en algunos versos he encontrado alguna vez lo que uno querría expresar a otro para decirle un día “te amo”, aparte de los propios y espontáneos gestos y palabras, nunca encontré nada más hermoso que estos de Pedro Salinas en su poemario “La voz a ti debida”.

"Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta
vivir en los pronombres!

Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazado de otro,
Hijo siempre de algo.
Te quiero puro, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suyo,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo, te diré:
“Yo te quiero, soy yo”.

© P.F.Roldán

Natalie Cole and Nat King Cole:When I Fall In Love

las edades


En nueve días, mi quincuagésimo sexto cumpleaños. ¡56 años ya! Y me siento feliz de estar aquí; de todo lo sucedido en tanto tiempo porque, bueno o malo, mediocre o espléndido, todo ha contribuido a que crezca y a eso no le puedo poner precio, porque la vida no se puede evaluar como una mercancía cualquiera.

De lo vivido no me arrepiento de nada. No hay duda de que muchas cosas habría sido mejor no hacerlas, no vivirlas, no pensarlas o decirlas… pero ¿sería quién y cómo soy? Porque de todo he aprendido y seguiré aprendiendo mientras siga viviendo con ganas de Vivir. Hasta de los fracasos, de las derrotas, de los naufragios. Así se pasa por este mundo, como cuando nos subimos en una montaña rusa sólo que ésta dura tanto como la vida misma. Ahora arriba, ahora bocabajo; ahora el vértigo, o el cosquilleo, o la lenta ascensión para volver a bajar y a subir. A veces con temor, otras riéndonos de él y gozando de la travesura de la aventura. Instantes de alegría, hasta de euforia; momentos de pena, hasta de dolor intenso. ¡La vida! Siempre sorprendiéndonos como un mago de feria o un malabarista. A veces con actuaciones impecables; otras perdiendo la paloma de la chistera o con los bolos para cada lado, pero sabiendo que mañana podemos volver a hacerlo mejor, que malos días los tiene cualquiera.

Cada mañana doy gracias por volver a ver la luz; cada noche por el regalo de haber disfrutado de un día más que, positivo o negativo, forma parte del equipaje con el que llegaré al último que se me dé. Nunca lograré la perfección, la felicidad absoluta, el conocimiento de todo lo que hay por descubrir, pero seré más perfecto, habré conseguido ser más feliz y sabré unas cuantas cosas más. Todo lo absoluto es una entelequia que, aunque deseable, no es posible. La vida no es ni una carrera a galope tendido ni una batalla contra uno mismo ni contra el mundo que nos rodea para ser lo más de lo más sobre un movedizo pedestal, sino un camino que hay que recorrer buscando ante todo la serenidad que nos haga mejores, algo más sabios y un poco más agradecidos por todo lo que conseguimos con nuestro esfuerzo diario al estar aquí.

Siempre lo repito. Creo, incluso, haberlo escrito ya pero es una regla de mi vida cotidiana que no puedo soslayar nunca:
Se es más feliz valorando lo que se tiene en el presente que deseando imposibles, aquello que no se tiene y posiblemente no se tenga jamás sin ver que lo que hemos logrado es tan valioso como lo que iremos consiguiendo. Cuántas veces maldeciríamos al Cielo si éste nos concediera todo lo que le pedimos, porque en ocasiones somos tan caprichosamente volubles y cerriles y nos obcecamos tanto que nos negamos la alegría de vivir por empecinarnos en lo que tal vez no sea conveniente, sin querer comprender que lo que ha de ser para uno, así será.

Y no es resignarse. Quien me conoce bien sabe que aborrezco la resignación; pero tanto como odio la apatía. Y es que vivir es un trabajo diario -a veces fácil, a veces duro- porque quien nada siembra, nada cosecha y a la única conclusión a la que personalmente llego siempre es que se acaba siendo como se vive y viviendo como se es. Y si retrocedo en mi tiempo, cuánto he ganado en todos estos años, y lo que espero que me quede por ganar en los venideros.

Sólo deseo seguir aprendiendo, como hasta ahora… y que la vida me siga regalando el don de la sonrisa del que hablaba hace pocos días, y poder entregársela un día a quien la quiera compartir conmigo.

© P.F.Roldán

Violeta Parra:Gracias a la vida