31 de agosto de 2008

generosidad


Son apenas catorce metros cuadrados en los que me he rodeado de seres vivos este último par de años: mis plantas. Su regalo y mi satisfacción es verlas crecer y florecer según la estación que les corresponda.

Ahora, por ejemplo, el stephanotis está cuajándose de pequeños capullos blancos que en días se abrirán, despidiendo un suave aroma. La buganvilla lleva muchos meses alegrándome la vista con sus brácteas de color malva que protegen las pequeñas flores color vainilla, que empezaron a brotar a la vez que se caían las últimas del jazminero de invierno, de espeso perfume, con el que compite ahora el oloroso y veraniego jazmín común. El galán de noche está también a punto de eclosionar ya, con sus diminutos racimos de olor penetrante y dulzón, a veces hasta empalagoso. Cuando las vincas minor, a las que por aquí popularmente denominan laureles, pierdan sus flores –moradas, blancas, rosas, malvas…- y los hibiscos las suyas, rojas y rosa salmón, serán los kalanchoes los que empezarán a florecer en amarillo intenso, blanco, rojo o naranja. El plumbago está indescriptible con sus azules violáceos y los geranios rebosantes de rojos intensos, o blancos como la adelfa que crece junto a la puerta de la terraza.

El helecho gigante, la aspidistra airosa de grandes hojas, el ficus benjamina de casi dos metros y medio de altura, las enormes chefleras, la menta, la hierbabuena… no florecen pero, entre las otras, su verdor inunda de frescura las calurosas noches estivales.

Al vivir solo, las plantas han sido una compañía viva y silenciosa. Las he cuidado con mimo, al que han correspondido, y ha sido agradable sentarse en semipenumbra a la luz de pequeñas velas, rodeado por ellas, aspirando su perfume en esos ratos en los que se necesita un poco de relax al final del día.

Hay quien dice que tengo buena mano con ellas. Yo sólo pienso que me devuelven el cariño con el que las he tratado… aunque alguna vez el estrés de la rutina diaria me haya hecho dejarme un poco con ellas, nunca tanto como para que hayan podido sentirse abandonadas. En todo momento he sido consciente de que era una desinteresada interrelación y en esas horas en las que uno regresa a una casa vacía, por muchos muebles y trastos que se tengan, los diversos aromas que exhalan han llenado los sentidos; se descubre un brote nuevo; arrancas las malas hierbas parásitas y las limpias de las hojas que se secaron… y disfrutas de su compañía desde su silente naturaleza.

Si en todo lo que hacemos, si en todo lo que sentimos, ponemos todo el amor que llevamos dentro, no hay duda de que se nos corresponderá con creces sin que sea necesario pedir, porque aquél, si es profundo y sincero, nunca hará nada esperando a cambio... Hará simple e incondicionalmente tanto lo pequeño como lo más grande, que quien no es capaz de hacer lo más sencillo nunca hará lo grande tampoco. Como canta Drexler “cada uno da lo que recibe; cada uno recibe lo que da…” Es sólo la vida quien se encargará de recompensar lo que se dé sin interés.

Y el amor es generoso en grado sumo y se entrega sin aguardar contraprestaciones... Por eso lo reconocemos y sentimos que es amor.

© P.F.Roldán

K.D.Lang:Love Is Everything

No hay comentarios: