25 de agosto de 2008

sentir los sentidos


No amenaza lluvia. Aquí llueve muy poco aunque cuando lo hace sea en trombas que anegan grandes áreas de la ciudad, buscando las aguas, que no pueden contener las pocas ramblas que se conservaron, una salida al mar.

Estas inundaciones, que suelen ser casi recidivas en otoño cuando se nos pone encima la temida “gota fría”, son la consecuencia de haberle ido ganando terreno al mar durante siglos. De ser una pequeña península con un exiguo istmo, casi una isla, con un mar interior que se fue desecando para que la ciudad creciera, primero en un gran almarjal y ahora ya tierra firme por debajo del nivel del mar en muchas zonas, las lluvias intensas acaban por buscar sus antiguos cauces naturales hasta abrirse paso a la bahía porque la muralla, que mandara construir Carlos III alrededor del Arsenal, hace de parapeto para que pudieran desembocar también en el pequeño mar de Mandarache, lo poco que queda de aquel viejo mar interior, conservado por pura estrategia para resguardar, más si cabe, a la Armada.

Hoy no lloverá, al menos con esa intensidad. A lo sumo un breve chispeo de alguna pasajera nube negra que, procedente del sur y cargada con arena del desierto, sólo descargará agua embarrada, poniéndolo todo hecho un asco de color rojizo, que pringa la ropa tendida hasta el punto de que ni la lejía puede con las manchas. Pero el sol asoma cada dos por tres y, poco a poco, se va despejando el cielo. Los cartageneros sabemos que si las cimas de los montes Roldán y La Muela “no tienen boina” no cae ni gota.

Me gusta la lluvia, casi tanto como el sol, pero si no se prolonga demasiados días. Oír su repiquetear en las claraboyas y verla contra los cristales de ventanas y balcones; sentir, cuando ya ha pasado, el olor que emana el asfalto mientras se seca y el frescor y el aire limpio que nos deja en una ciudad habitualmente calurosa.

¡Qué regalo el de los sentidos! Nos alertan, nos hacen admirar, nos ayudan a expresar… pero donde alcanzan su cénit es en el amor, porque los cinco se confabulan para actuar en perfecta sincronía.

Verte en sus ojos; tocar su piel y gustar de ella después de que te invada su aroma; oír su voz;… y la Razón que se rinde ante la evidencia que ha intentado inculcarle pacientemente el corazón durante días, semanas, meses... para acabar comprendiendo que quien está allí, lo está porque nos llena el alma… y el sol parece que sale hasta en plena noche.

© P.F.Roldán

Ryuichi Sakamoto:Tango

No hay comentarios: