26 de agosto de 2008

san Isidoro


Tengo mis personajes históricos preferidos, como todo el mundo, pero si hay uno que me llama poderosamente la atención es san Isidoro porque su vida es tan polifásica que hasta después de muerto siguió su periplo.

Nacido en Cartagena, fue uno de los hermanos que llamamos nuestros Cuatro Santos (con Florentina, Leandro y Fulgencio), y tuvo que salir a escape de aquí con toda su familia cuando los bizantinos, aliados de Atanagildo, entraron en la Península y nos rebautizaron como Cartago Spartaria, capital de la provincia del Imperio de Oriente en occidente.
Su padre, el duque Severiano, leal al rey Agila, decidió emigrar a Sevilla, en donde primero Leandro y luego, como su sucesor, Isidoro, fueron Arzobispos de la Archidiócesis Hispalense; de ahí que siempre se le apode y se le conozca como San Isidoro de Sevilla, en la que desarrolló toda la sabiduría que nos ha transmitido, precursor de lo que ahora llamamos enciclopedias ya que en su obra más importante, extensa y conocida, las Etimologías, intentó compendiar todo el saber de su época en veinte libros.

Y como no se podía estar quieto, organiza el IV Concilio de Toledo y desde ahí impulsa una unificación no sólo litúrgica sino también política de Hispania, porque debió de pensar el hombre, en su ancianidad, que estaba ya bien de la ignorancia y belicismo que los invasores bárbaros, sus propios ancestros godos y visigodos, habían inoculado a la mucho más culta sociedad hispanorromana que les había precedido. Y, como no en vano, su otra hermana, Teodosia, primera mujer del rey Leovigildo, era la madre del rey Recaredo eso le supuso jugar con ventaja para matar dos pájaros de un tiro: erradicar el arrianismo y formular las primeras tesis acerca de que el poder real emanaba de la Divinidad, no de los hombres, con lo que confería un poder dinástico a las monarquía, que hasta entonces se mataban unos a otros por ocupar el trono. Y vaya si lo hizo bien Isidoro que hasta Quevedo dijo, para completar el cuadro, que de la prole del Duque Severiano descienden todos los Reyes de España.

Y vuelve a su Archidiócesis el santo varón y se muere en Sevilla, después de una intensa y larga vida, casi a mediados del siglo VII. Pero, como ni muerto parecía que podía asentarse en un mismo lugar, llega el rey Fernando I cuatro siglos después, somete a vasallaje al rey de la taifa sevillana, al-Mutamid, y se lleva los restos de San Isidoro a León, donde desde entonces descansa, en la Real Colegiata-Basílica que lleva su nombre; pero aún seguiría viajando un poco más, aunque fuera tan sólo una pequeña parte de él para completar su periplo, ya que si bien en vida nunca regresó a esta tierra que le vio nacer como sí hiciera su hermano san Fulgencio, que fue dos veces Obispo aquí, regresó Isidoro en minúscula reliquia para descansar en la catedral de la Diócesis Carthaginense, junto a las de sus otros dos hermanos y su hermana Florentina; otra que tal en cuanto a lo de estarse quieta que, abadesa benedictina en Écija, nada de quedarse mirando al techo en el refectorio y se dedicó a fundar más de cuarenta conventos. Vaya genes los que les legó su padre Severiano, porque salieron muy santos pero a la vez, y con perdón, lo que vulgarmente llamamos culos de mal asiento; porque también el hermano mayor, san Leandro, se fue hasta Constantinopla cuando fue desterrado por su cuñado Leovigildo, -mientras éste vivió no pisó Sevilla de nuevo- al que le tuvo que sentar como a cuerno quemado que le convirtiera a su hijo Hermenegildo al catolicismo y éste le montara una guerra, que terminó con la decapitación del hijo díscolo porque no quería ser arriano. ¡Qué tiempos, Señor!

Pero, el que me sigue entusiasmando inevitablemente es Isidoro pues, además de toda su sapiencia, algo debió de remover por esos Cielos porque no se conformó conque en el siglo XVIII lo nombraran Doctor de la Iglesia, que ya es después de que te canonicen dos siglos antes, sino que desde no hace mucho se le ha nombrado también Patrón de Internet, por la que pululamos millones y millones de habitantes del planeta. Así que ¿cómo no me va admirar un santo cartagenero del siglo VI, de origen visigodo, que fue Arzobispo de Sevilla, que escribió tanto o más que un internauta poseso por su ordenador, que tiene repartido su cuerpo entre León y la Diócesis de Cartagena… y al que puedo darle la vara si me falla el navegador?

Si él aprovechó la ventaja en Toledo con su sobrino ¿no lo voy a hacer yo con un paisano con tanta influencia?

© P.F.Roldán

Documentación Láser:Colegiata San Isidoro de León

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