31 de octubre de 2008

celos


Quien no haya sentido celos alguna vez en su vida que tire la primera piedra. Es casi inevitable que donde hay amor no haya habido celos en algún instante, pero cuando estos se vuelven enfermizos, imaginando y hasta padeciendo fantasmas inexistentes, que tire la segunda piedra quien no haya sufrido como su relación se volvió un infierno y hasta acabó destruyéndose por completo las más de las veces.

Me ha costado encontrar una canción en la que no se ensalcen los celos como un paradigma de que gracias o a través de ellos se ama mucho, cuando la realidad es que son una muestra de desconfianza en quien amamos y el reflejo de nuestras propias inseguridades. Los celos no demuestran amor, sino un afán de posesión del otro a toda costa, a extremos que rayan la neurosis. Y lo perverso es que también hay quien los fomenta porque piensa que si no tienes celos no le amas con intensidad, como si no te importara, porque creen que los celos son una demostración de cuánto se les quiere.

He releído Celos, de Esther Vilar, que no ha sido nunca una literata de mi devoción, pero qué bien los describe en el primer relato de los dos que componen esta novela corta. Cómo una vez que se han sentido celos exacerbados ya parece imposible librarse de ellos aunque nos hayan dejado de dar motivos para sentirlos, y si es que esos motivos existieron alguna vez para llegar a alimentarlos con tanta visceralidad.

Como un mal incurable, nos convierten en seres posesivos traumatizados y en maniacos perseguidores de cualquier indicio, por leve que sea, para seguir alimentando ese cáncer que se nos ha colado dentro, haciéndonos insufribles para quien nos ama porque le hemos perdido todo el respeto a su libertad a causa de las dudas, hasta que, en una metástasis imparable, acaba matando el sentimiento. Registramos sus cajones, los bolsillos de su ropa, olemos sus camisas, buscamos un pelo delator, y hasta podemos convertirnos en tristes detectives controlando cada uno de sus movimientos. ¿Qué clase de amor es el que llega hasta esas cotas de desconfianza? ¿No sería mejor cortar por lo sano si tan seguros estamos de que nos dan motivos suficientes para sentir esos celos?

No. No se cortaría. Cuando los celos se convierten en una enfermedad nos volvemos adictos a ellos; son como una droga emocional que necesitamos como una parte intrínseca de la relación, sin ser conscientes de que la están asesinando día a día, cebándose hasta en el pasado del otro, cuando ni le conocíamos. Los adobamos con escenas patéticas de un mal entendido querer en el que pasamos de desear ser poseedores de alguien al estado más humillante de sometimiento. Despiertan la ira, la desesperación, los reproches, las lágrimas de rabia, las declaraciones paroxísticas de un amor que, aparentemente incondicional, pone condiciones para que sea un amor que no es sano para ninguna de las dos partes…

Los celos separan, nos condenan a perder a quien más amamos y que fue el que más nos amó tal vez. Dejan cicatrices para futuras relaciones. Ya no se puede vivir sin sentirlos y hay quien, por no poder vivir, puede hasta matar en un ataque de furia a causa de ellos.

Aspiro a creer en quien amo sin fisuras, y que ese amor dure lo que haya de durar. Si llegan las dudas, nada mejor que hablar y comunicarse antes que volverse un paranoico. Si no hay respuestas veraces y creíbles, mejor dejarlo estar, sin volver la vista atrás antes de que los celos se apoderen de uno y nos transformen en hombres amargados. No se puede ser feliz en un estado de permanente incertidumbre ni podemos retener a nadie contra su voluntad, y los celos y sus manifestaciones suelen ser el arma incontrolable que se utiliza para esos fines, aliados con el chantaje emocional.

Si no hubo motivos habremos destrozado un buen amor. Si los hubo ¿qué lograríamos intentando imponernos cuando quizás fuimos los causantes del hastío que llevó al otro a darnos los motivos para sentirlos? Y si no los dimos ¿de qué serviría luchar contra la naturaleza del otro, que difícilmente cambiará, en vez de asumirlo como es si queremos seguir a su lado?

La eternidad absoluta no existe entre las personas, aunque sea el estado deseable al que siempre querríamos llegar, e indudablemente nada hay imposible. Pero el amor es eterno mientras dura de mutuo acuerdo y ambos se aceptan como son. Los celos son el veneno que irá convirtiendo en piedra el corazón del otro y lo acabará por alejar inexorablemente de nosotros y para siempre, dejándonos tras de sí su desprecio… Lo terrible es que el celoso, transformado ya en un sufridor masoquista, hará de ese desprecio la palma gloriosa de su, teóricamente, martirizada vida.

Y es que los celos también ciegan, hasta el extremo de obnubilar nuestro raciocinio, haciéndonos perder nuestra capacidad de autocrítica y con ella nuestra dignidad.

© P.F.Roldán

Gotan Project:Celos

27 de octubre de 2008

"el árbol del amor"


Cuando éramos críos, despertando a la pubertad, teníamos –entre nuestro juegos- trepar hasta lo más alto de un árbol de los jardines de enfrente de casa. Era uno de los tantos ficus gomina que abundan en la ciudad, y que ahora, cuando lo veo, pienso en lo inconsciente que se es a ciertas edades –han transcurrido más de cuarenta años- jugándonos el pellejo porque no teníamos entonces esos miedos que desarrolla el instinto de conservación con el paso de los años .

Era la edad del despertar a los primeros sentimientos y las subidas de adrenalina y testosterona propias de la adolescencia, y aquel ficus se convirtió en algo más que en un juguete en el que emular a Tarzán.

La pandilla que formábamos la chiquillería en nuestra calle era numerosa y, en un momento indeterminado, empezamos a tontear unos con otras con la ingenuidad de una época, los años sesenta, en la que poco por no decir nada sabíamos de muchas cosas como saben los críos de ahora con menos edad, infinitamente más precoces de lo que lo éramos nosotros. Eran los tiempos de la Formación del Espíritu Nacional, la obligada FEN; asignatura en la que se esmeraban en inculcarnos con más ahínco en los colegios de religiosos, en los que empezábamos la mañana formados por cursos en el patio cantando el “Montañas Nevadas” y la salida con el “Cara al sol”.

Nuestros “tonteos” hicieron que se despertaran rivalidades, y así surgió el juego de dibujar corazones con nuestros nombres y el de la niña que nos sorbía el seso, del sexo lo ignorábamos todo, y clavar los papelillos con chinchetas en la copa del árbol, y arrancar los del que nos intentaba pisar el terreno, y nos dio por llamarlo “el árbol del amor” ¡Cuánta cursilería produce a veces la inocencia!

Hasta despierta la sonrisa hoy pensar en cómo eran nuestros entretenimientos cuando no nos enfrascábamos en largas partidas de canicas, sobre todo de gua; en el marro, o en partidillos de fútbol en la explanada de la rosaleda que arropaba a la estatua de Colón –hoy cambiada de ubicación-, hasta que nuestros padres empezaron a comprarnos bicicletas y era un orgullo pasear, sentada en la barra, a la niña que nos gustaba, si es que nos correspondía, despertando envidias y alguna que otra reyerta infantil a causa de los celos, de los que, como secuela, tengo cuatro puntos en la rodilla derecha y que exhibí orgullosamente delante de aquella tropa como una herida de una batalla ganada.

Cuatro décadas largas después, el árbol sigue en el mismo sitio pero ya no se juega en la calle como entonces. Ahora, los que tienen la edad que teníamos nosotros, se pasan las horas conversando a través del ordenador o del móvil, quedando para salir un rato a cualquier centro comercial que tenga una hamburguesería.

Verlo ahí me ha evocado siempre aquel tiempo; pero ahora sucede, sin que pueda ser comparable, que cuando veo tu cuerpo recostado contra su tronco, siento dentro de mí como si pudiera regresar a aquella edad de la inocencia pero con todo el equipaje que en sentimientos y experiencia me han dado los años.

Vete a saber qué fue de aquella primera bici, pero hoy la he añorado.

© P.F.Roldán

Mercedes Ferrer:el árbol de la magia

26 de octubre de 2008

Catedral de Cartagena: la historia manipulada


El periódico La Verdad publica hoy una noticia llena de imprecisiones y falacias, con el título "¿Quién se acuerda de la catedral Vieja?"
http://www.laverdad.es/murcia/20081026/cartagena/quien-acuerda-catedral-vieja-20081026.html

Pues, muy señores míos periodistas pro-régimen centralizador: toda Cartagena recuerda su Catedral, menos nuetros políticos, aunque eso desde Murcia no les interese ni saberlo. Y a grandes rasgos comento la noticia desmintiendo algunas de esas imprecisiones, por no llamarlas manipulaciones.

El Obispo Reig Plá, la antítesis del obispo Ureña que lamía los zapatos de los políticos (porque ya hizo sabernos a los patrimonialistas que nos reuníamos con él que siempre estaría donde estuvieran el poder y el dinero), ya se lo pidió a la alcaldesa Barreiro en la última entrega de la onza de oro a la Virgen de la Caridad, el pasado mes de marzo.

La catedral NO ESTA EN UN ENTORNO BIC, como ustedes apuntan, EL QUE ESTÁ EN EL ENTORNO DE LA CATEDRAL es el teattro romano, descubierto hace dos décadas, así que eso es una pura falacia desinformativa. La catedral ES POR SI SOLA BIC DESDE 1931, RATIFICADO EN 1972, y así consta también en documentos de la CARM. Está incluida en el Plan Nacional de Catedrales devastadas por la Guerra Civil desde que se creó ese plan y el mismo Director de Bellas Artes del Ministerio de Cultura recalca que las administarciones local y regional no han solicitado nunca ni desde la Dirección regional de Cultura, ni desde la Consejería de ídem ni desde el ayuntamiento de CT ni un duro antes ni un euro ahora para su rehabilitación.

Monseñor Reig Plá fue contundente con la alcaldesa pidiéndole "una revolución pacífica para que los cartageneros recuperáramos con la restauración de la Catedral nuestra historia además de nuestro patrimonio·", pero aquí se hace lo que dice doña Pilar, siguiendo los dictados de Murcia, aunque se lo pida su obispo.

Está claro que si se recupera la catedral según el Derecho Canónico el Obispo ha de volver a su sede que es la de Cartagena y eso al gobierno regional, ávido de centralizar, no le interesa por eso no se pide el dinero al Ministerio y las prioridades de la señora concejala Montero de arreglar sólo las capillas es la consigna para no recuperarla, haciendo oídos sordos a la petición del mismísimo obispo de la Carthaginensis in Hispania.
Murcia siempre ha deseado por lo bajini que se la nombre diócesis (ya manipuló los folletos de la exposición Huellas para extranjeros en ese sentido, aunque se cuidaron muy mucho de hacerlo con los redactados en cartellano)y rehabilitar este templo le quitaría definitivamente esa opción teniendo en cuenta la amistad de Valcárcel con Mendoza, el rector de la Universidad católica (UCAM), el nuevo ladrillero de a 4,8 euros el metro de terrenos de Defensa para hacer dúplex, que a su vez es amiguísimo del Papa Ratzinger al que trajo al año santo caravaqueño cuando sólo era cardenal.

Cartagena nunca ha dejado de ser SEDE DE LA DIOCESIS otra cosa es que el obispo no resida en la ciudad por la ruina de su Iglesia Madre, de la que es cabeza y pastor. De hecho tiene, según ese mismo Derecho Canónico, LA OBLIGACIÓN de celebrar aquí, EN SU DIÓCESIS, los funerales de Estado, aunque sea en la sustituta Santa María de Gracia, y no en Murcia. Así se hizo cuando la misa por las víctimas del 11M, por la muerte de Juan Pablo II o la proclamación de Benedicto XVI.

Mienten más que hablan los políticos y su prensa amarillista. Moneo no ha actuado en la catedral sino contra la catedral al hacer un túnel que ha presuntamente pejudicado su subsuelo porque las noticias sobre los hallazgos arqueológicos del mismo o han sido nulas por parte de los arqueólogos o contradictorias. Se puede leer en las hemerotecas. Ruiz Valderas no había encontrado nada. Moneo decía que en el último tramo del túnel se podrían ver unas catacumbas, que ya databa un viajero alemán que las visitó en 1929, Friedrich Christiansen, según documento publicado por la misma CARM, en el Instituto Cervantes

http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/35761674545043276754491/023654_0062.pdf

Todo lo que se ha dicho y hecho sobre la catedral en los ultimos 13 años es un puro montaje y un expolio. ¿Quién robó, SI ROBÓ, las rejas de las capillas del lado norte (que algunos dicen haber visto en un chalé privado) y el púlpito de Beltrí cuando Azagra cedió la catedral al Ayuntamiento por unos años para uso público? Que no se rehabilite la Catedral de Cartagena tiene un claro trasfondo político, como lo ha tenido el lío del Obispo y Mendoza con la UCAM, y que los ha llevado a los tribunales vaticanos; pero de eso no trasciende nada, o muy sesgado, al ciudadano cartagenero, y, encima la concesión municipal a Mendoza de esas licencias de obras para los dúplex en unos terrenos que adquirió a Defensa por cuatro perras y que a saber en cuanto venderá, siendo un pelotazo urbanístico de no te menees ¿Así le resarcen de la pérdida del prometido CIM sobre el que hizo valer sus derechos la UPCT, ya que se le había concedido primero a la Politécnica el antiguo Penal de Carlos III?

Pero parece que el cartagenero ya no se escandaliza de nada acostumbrado a todas estas presuntas corruptelas. Nos hemos vuelto pasivos y pasotas y, desencantados, nos abstenemos en las elecciones con un 48% de no participación y así nos va. SIENDO DIÓCESIS, NO TENEMOS CATEDRAL PORQUE NO LE INTERESA AL PODER POLITICO.

Para ejemplo contrario, la Catedral de León. En su subsuelo, en la cripta, se encontraron gran parte de las termas romanas que se están recuperando para hacerlas visitables. ¿Qué sería entorno BIC: la Catedral o esas termas? LA RESPUESTA ES OBVIA. Menos aquí, que más de una nos toma por tontos, intentando manipularnos, aunque no lo seamos tanto como se cree. En Cartagena, y lo sabemos aunque seamos tan desidiosos que no lo evitamos,, nos sobran políticos incultos, ladrilleros y destructores de Patrimonio, sea por obra, sea por omisión.

Así que ¡VÁYASE SEÑORA BARREIRO, VÁYASE! a menos que haga como Rita Barberá hizo en Valencia. Enfréntese al Sr. Valcárcel y a su gobierno regional como ella hizo con Zaplana cuando era presidente de la Generalitat para sacar adelante el proyecto de la Ciudad de las Ciencias, que él despreciaba porque era herencia de los socialistas; pero ella que era entonces y sigue siendo una alcaldesa de verdad y vela por los intereses de quienes la votan nunca se dejará pisar el cuello ni por los suyos si lo que hace es por el bien de la ciudad que gobierna. Tome ejemplo... y decida. ¡Con Cartagena y los cartageneros o largo de aquí!

© P.F.Roldán

Massenet:Meditation from Thais

23 de octubre de 2008

las Salinas de Marchamalo


Como un pequeño reducto natural, ahí están las salinas, entre las urbanizaciones de Playa Honda y el comienzo de La Manga. Pertenecen a uno de los señores cartageneros del ladrillo y aunque desde el Gobierno central se ha ganado toda la línea de playa junto a ellas, en la zona de Playa Paraíso, paralizando edificios a medio construir, su destino es incierto pues mucho se ha especulado reiteradamente si los terrenos que ocupan se recalificarían o no para añadirle más cemento al ya casi defenestrado Mar Menor. A este paso el Mar Muerto español.

En una región como ésta, que se salta ZEPAS, como La Zerrichera; en la que la Unión Europea tuvo que poner freno a la desmesura urbanística del ex consejero Marqués para salvar el Parque Natural de Calblanque; en la que está en proyecto -con algo más que el beneplácito del presidente Valcárcel- La Marina de Cope, partiendo en dos el espacio protegido del Parque Regional de Cabo Cope-Puntas de Calnegre, que la misma Comunidad Autónoma en su web Región de Murcia Digital define como espacio único de esta manera:

“El Parque Regional de Cabo Cope y Puntas de Calnegre se sitúa en el Sur de la Región de Murcia. Su vertiente litoral, bañada por las aguas del Mar Mediterráneo, se extiende a lo largo de más de 17 km., con una superficie de 1.032,21 Has sobre tierras de Águilas y Lorca. Los límites naturales quedan definidos por Calabardina, al Sur; Puntas de Calnegre al Noroeste y el Lomo de Bas, que constituye la barrera Norte del Parque, quedando el flanco Este bañado por el mar. Cabo Cope ha sido designado Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), y junto con Puntas de Calnegre han sido propuestos como Lugar de Importancia Comunitaria (LIC ) para formar parte de la Red Natura 2000.” http://www.regmurcia.com/servlet/s.Sl?sit=c,365,m,1039&r=ReP-3284-DETALLE_REPORTAJESPADRE

Si después de leer estas contradicciones -¿protección sí o no?- no es para mal pensar que las Salinas de Marchamalo puedan tener los días contados… que ya veremos también qué pasa con Lo Poyo antes o después, paralizado poco antes de las últimas municipales de 2007, como se paralizó La Zerrichera, que, ahora, “por un error judicial” vuelve a encontrarse de nuevo en peligro… Y, encima, si defiendes nuestro litoral, los más extremistas prosélitos del PP murciano te dicen de todo menos “bonito”. Que si estás en contra del progreso de la región, que si estás en contra por ser un proyecto del Partido Popular, que si los de ANSE son unos “ecologetas” rojos y vividores … que… que… que la realidad es que a esos palmeros del ladrillo les importa un cuerno que se enriquezcan media docena de personajillos a costa de destruir la poca riqueza medioambiental que nos queda, aunque no saquen un euro personalmente, sólo porque es un plan de su Partido, que para más inri tiene alrededor de una veintena de cargos públicos en la región imputados por delitos contra el medio ambiente, y alguno de sus alcaldes ya ha conocido lo que es una cárcel por dentro, y no sólo de visita protocolaria de una mañana.

Las Salinas de Marchamalo daban auténtica lástima en primavera. Se estaban desecando porque no les entraba el agua del Mar Menor por sus vías naturales, obstruidas por vete a saber qué, porque explicaciones no dan ni una, algo que solventaron sobre la marcha bien entrado junio. Pero ¿la solución llegó porque La Manga se llena en verano y hay que dar una imagen de cara al turismo? ¿O por el contrario, no hay que ser tan cizañero –según ellos- y quedarnos quietos a verlas venir?

La próxima primavera lo comprobaremos, como venimos haciéndolo con la playa de Los Urrutias que, año tras año, está siempre sucia por los vertidos incontrolados de la Rambla de El Albujón, en la que vierte sus aguas la depuradora de Los Alcázares, mientras los políticos de uno y otro municipio (Punta Brava y Los Urrutias es Cartagena) se tiran unos a otros la patata caliente, aunque apeste a peces muertos y algas putrefactas, para acabar culpando a la Demarcación de Costas, del Ministerio de Medio Ambiente, cuando ya se han dicho de todo entre ellos… pero ahí sigue todo igual desde ni se sabe.

Destrozaron La Manga en los años setenta. Nada que ver la publicidad que se hacía en aquella época, incluso rodando varias películas del rancio cine español del fin de la etapa franquista, con el monstruo que hemos heredado. Se sigue construyendo en toda la zona sin respeto a la línea marítimo-terrestre o en el mismo cantil de los cortados que dan al mar.

Si el eslogan de los 60 era “Spain is different”, hoy habría que decir que la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia is not different a una Marbella malaya, porque ya está comprobado que aquí todo es posible cuando se trata de hormigonar, sin recapacitar en lo que dejaremos a los que vengan después de nosotros. Que lo que ahora parece pan para hoy, será hambre para mañana.

© P.F.Roldán

Green Peace - New Radicals:You Get What You Give

18 de octubre de 2008

comunicación


El mundo es grande para recorrerlo, pero qué pequeño se ha vuelto para comunicarse con los demás desde que tenemos el ordenador en casa. Pero ¿solemos comunicarnos?

En la última década, Internet nos ha acercado a todo el planeta, y no sólo para buscar o adquirir nuevos conocimientos. Messenger se ha vuelto, al igual que el móvil, en el sustituto de la correspondencia de otros tiempos. Ahora lo mismo tienes un amigo en Grecia que en Uruguay con los que hablas a través del msn o enviando un mail o un sms; incluso verte a miles de kilómetros de distancia con tan sólo conectar la webcam.

Pero, como escribí en “basura informática”, cuánta de esta gente se queda por el camino porque a la vez que un gran medio de comunicación, también se ha convertido en un contenedor repleto de mentiras. La red de redes desinhibe tanto que muchos no se resisten a fabular sobre sus vidas como no lo harían en un cara a cara, al que temen y ante el que se rajan a la hora de la verdad para no ser descubiertos en la tela de araña que han tejido durante un tiempo. El que ha durado la credulidad de su lector.
Por eso me preguntaba antes si realmente solemos comunicarnos o muchas veces tan sólo esta tecnología, impensable no hace tanto, es un vehículo para fantasear y, por tanto, el otro interlocutor, con toda su buena fe, acaba siendo nada más que el receptor de historias, las más de las veces insípidas si no llenas de calculado doblez, que nada tienen que ver con la realidad.

Con muy pocos contactos, de tantos como se hacen, me acabo quedando después de todo, porque hay quien entiende la comunicación como un blablabla sin fuste, o como un libro de cuentos -como los de Calleja- o con guiones del peor cine de serie B, porque no existe la C, cuando es la base fundamental para conocer de verdad a los demás y compartir con ellos desde lo más nimio a lo más importante de cómo somos y lo que nos sucede. ¿Cómo establecer una relación, del tipo que sea, si no existe honestidad a la hora de hablar con otros?

Lo impactante del caso es que la mayoría de veces nos creemos lo que nos cuentan y todavía tiene un pase cuando nos reímos de sus gracias, si las hay, pero ¿y cuando nos condolemos con sus penas, al final más falsas que aquellos duros de Cádiz del tanguillo?

Hablar con otro no es soltar la retahíla de los fantasmas interiores, a los que se encubre con falsedades, rehuyéndolos, porque no se sabe encauzarlos hacia el lado positivo, cuando conversar es crear complicidad al poner en común todo lo que nos alegra, lo que nos inquieta, lo que nos entristece, lo que nos hace soñar o maldecir incluso, si fuera el caso.

Cada día creo menos en muchos de estos “conocimientos” que hacemos por vía informática, aunque es innegable que a veces te llevas la gran sorpresa de que surja algo grato porque si tú te muestras tal como eres puede que todo dé un viraje inesperado, aunque sea en excepcionales ocasiones. Y es que de cada uno que realmente merece la pena y con el que se establece una auténtica amistad, son centenares los que resultan un verdadero fraude por mucho que te laman el oído con palabras bonitas o con penurias de cualquier índole. Como dice el refrán “el agua clara y el chocolate espeso”, y todo lo que se salga de la mínima veracidad carece de sentido para mantener lo que no se sostiene ni por sí solo. Por eso mi messenger vuelve a ser limpiado, como de costumbre, tras un tiempo de esperar el santo advenimiento sin que éste llegue a materializarse en una auténtica comunicación.

Esa complicidad se hace real cuando somos capaces de ser sinceros y compartir, siempre compartir nuestras verdades, para que el otro sepa quienes somos si es que realmente queremos ir más lejos de unos ratos de cháchara llenos de contradicciones, porque esto no es fundamento para futuro de ninguna clase; ni siquiera para continuar mañana. Pero la mayoría creen que enseñar la parte bonita, aunque sea inventada, granjeará más simpatías y no se dan cuenta de que mantener una mentira es demasiado complicado a la larga, e incluso no muy a la corta. Si uno se dedica a distorsionar su propia realidad ¿qué se puede esperar de él para una realidad en común? Sólo conseguirá ir cerrándose puerta tras puerta cada vez que sea descubierto, que ya se sabe aquello de que “las mentiras tienen las patas cortas”.

Personalmente, esa gente tan previsible en sus empanadas mentales, no me interesa. Puede resultar hasta más gratificante hablar del tiempo con la panadera o el carnicero de siempre que perder el tiempo con quien nunca ha sido ni será sincero ni contigo ni con nadie porque ni lo son con ellos mismos.

© P.F.Roldán

Mina & A. Lupo:Parole parole

10 de octubre de 2008

yo confieso...


No me gustan los confesores. Me gustan los confesionarios vacíos como objetos ornamentales de cualquier iglesia, al igual que columnas, gárgolas o retablos.

Cuando me confieso lo hago ante mí mismo -porque al Dios a quien rindo cuentas está dentro de cada hombre y conoce perfectamente los entresijos de nuestras conciencias- o ante los hombres -porque son quienes han de conocerme y aceptarme o soportarme cada día- sin que mis creencias se vean menoscabadas por no aceptar esa manipulación secular de una Iglesia jerarquizada de que sólo un hombre revestido de sotana y estola es el único que puede atar y desatar nada. Una Iglesia que, farisaicamente según le ha convenido a lo largo de los siglos, ha reinterpretado el mensaje primigenio que le fue dado una vez que fue elevada a religión oficial de un Imperio, y así hasta nuestros días, sin que fuera fiel en muchas ocasiones a los principios fundamentales de ese mensaje, desvirtuándolo ávida de un poder que ha sabido sustentar fundamentalmente en la utilización ladina de las conciencias, imbuyéndolas de prejuicios e intolerancia so pena de terroríficas y apocalípticas llamas.

Creo. Soy creyente pero no imbécil para ser crédulo en las maniobras de ciertos hombres que se creen por encima del bien y del mal, y por encima de los demás sólo por sus pomposas púrpuras, mitras y báculos, desleales a quien representan porque ese boato nada tiene que ver con la pobreza que les pidió mientras miles de personas mueren de inanición en el tercer mundo. Ya no cabría hablar de todo lo que se ha atesorado en centenares de siglos pretéritos porque, aunque de ellos nominalmente, ha pasado a ser un Patrimonio cultural de todos. Pero a día de hoy sólo con lo que cuesta el vestuario de un solo cardenal, para ostentación de una indigna dignidad ¿cuántas bocas podrían ser alimentadas en las hambrunas de Etiopía? Y después de esa falacia ¿he de ir a que esos mismos y sus prosélitos me juzguen según sus códigos?

Pero, a pesar de ellos, creo porque me han hecho creer mucho más firmemente los que admiten no creer pero tienen un corazón que se les sale de grande. Estos son quienes de verdad me han evangelizado. Los que sin fe en ese Dios terrible que los otros predican, son capaces de compartir cuanto tienen, entregarse a los demás y luchar por lo que es justo, sin esperar recompensa alguna si no es la de un mundo mejor para todos. Y gracias a ellos, además de en otros principios:

- Creo en los hombres sin que hayan hecho mella en mí los desatinos y desafueros de algunos de ellos.
- Creo en la honestidad que nos hace ser sinceros y leales.
- Creo en la reciprocidad que nos hace constantes en los sentimientos y fieles en la complicidad, aunque no esté hisopada por presuntos iluminados.
- Creo en la libertad de los demás y la respeto como deseo ser respetado en la mía, sin que ello signifique ni frialdad ni desamor, sino pura generosidad.
- Creo en que sólo se ama bien cuando uno ha aprendido a quererse a sí mismo, siendo la verdad el único medio de comunicarse para construir un futuro mejor.
- Creo en la tolerancia a toda forma de ser y pensar que no sea perjudicial para ningún ser humano.
- Creo en que se nos da lo que damos. El hombre bueno y justo recibirá bondad y el injusto será pagado con su misma moneda.
- Creo en la igualdad de los hombres por Derecho natural, sin que catecismos o Constituciones me lo tengan que decir.

Por eso:
- Aborrezco las guerras y a los que se enriquecen a costa de ellas, rearmando por igual a los contendientes, o interviniendo para sacar tajada.
- Aborrezco a los especuladores que amasan fortunas fáciles a costa de la pobreza de otros.
- Aborrezco a los que mienten para conservar privilegios.
- Aborrezco a los falsos profetas que, con hipocresía, condenan todo lo que no se ajuste a sus propias normas que ellos mismos incumplen.
- Aborrezco a los que se hacen con el poder y no lo ejercen con justicia.
- Aborrezco a quienes juegan con los sentimientos ajenos.
- Aborrezco a quienes humillan y maltratan a sus semejantes, incapaces de amar a su prójimo como a sí mismos.
- Aborrezco a los que aherrojan y venden sus conciencias, por temor o por interés, a todos los anteriores, que me condenarán por aborrecerles, pero sobre todo por no tenerles ni miedo ni un respeto que no merecen.

© P.F.Roldán

León Gieco:Sólo le pido a Dios

9 de octubre de 2008

el hombre semitransparente



Érase una vez un hombre con los pies en la tierra. Pero, como tantos, rodeado de algunos cuentistas falaces; mas él tan sólo era un hombre cabal, normal y corriente de los que hay a montones. Si en algo se diferenciaba de muchos es que quizás era algo más feliz que otros porque su vida no estaba marcada por los pesares y tristezas con los que suele ponernos a prueba el devenir diario, y que algunos son incapaces de superar si no es a pastillazos de prozac y ansiolíticos.

No es que se inhibiera de todo lo que le sucedía, porque a fin de cuentas era eso: un hombre. Pero, por el contrario y al revés que otros, había aprendido que vivir consigo mismo era lo único que tenía de verdad y no estaba dispuesto a desperdiciar ni un solo segundo de su existencia en amargarse sus horas por causa de nada ni de nadie… y, por más que su corazón se le intentara rebelar e írsele en ello alguna que otra rara vez.

Si alguien le abandonaba, superaba rápidamente el tiempo de duelo porque, se decía, para qué alargarlo y regodearse en lo que ya no tendría futuro. “Un clavo saca a otro clavo”, y miraba hacia delante consciente de que el mundo estaba lleno de personas que sabrían valorarlo un día en su justa medida y él, que mucho antes nunca había confiando demasiado en sí mismo, había llegado a ser consciente de su valía... Más perdía quien lo había dejado, porque a ver dónde iba a encontrar quien le diera todo lo que él le dio y le podría haber seguido dando. A ver quien estaría dispuesto a derrochar mayores pruebas de amor sin esperar, y mucho menos exigir, contraprestaciones cuando él tan sólo esperaba la lógica reciprocidad… pero se había inmunizado con la indiferencia a esas jugadas de otros y tampoco era ni se sentía responsable de la ceguera, de la cerrazón, de la estupidez o de la ignorancia de aquellos falsarios y farsantes, así que los dejaba vivir en paz, tranquilos en su artificial y vacua autosuficiencia, o en su amoral falta de ética, y sin pedirles explicaciones. Respetarles en sus contradictorios dobleces era una prueba más de hasta dónde podía quererles… o haberles querido. Algún día serían conscientes de cuánto habían perdido; quizás hasta la posibilidad de ser felices...

Sentía lástima por aquellos otros que, carentes de autoestima y ante situaciones así, dramatizaban y se arrastraban. De quienes se negaban a aceptar que el amor es cosa de dos y que nunca se han de imponer los propios sentimientos ni razonamientos a la fuerza si no se quiere ser aún más rechazado y derrotado. De los que se humillaban llorosos hasta la autonegación, el chantaje emocional y el sometimiento a quienes les despreciaban; y que vagaban como almas en pena, poniéndoles las cabezas como bombos a los amigos y conocidos, repitiendo hasta la saciedad sus males y hartando a unos y a otros. Sabía que no plegarse a esos recursos –despreciables para él- y, por el contrario, derrochar comprensión y generosidad eran algo que desmontaba a su agresor emocional y le convertían en vencedor moral indiscutible del juego del otro que, desconcertado ante su actitud, ya no podría considerarse jamás el ganador.

Y no es que a él no le doliera, porque era un hombre y eso siempre duele, sobre todo cuando llegaba enseguida, hecha la luz tras los primeros instantes de anonadamiento, el duro e inexorable momento de la certeza:
sentir que sólo había sido el juguete, el capricho momentáneo de alguien compulsivo y veleidoso, después de haber escuchado hermosas palabras, que ya alcanzaba a comprender que siempre estuvieron vacías aunque antes las creyera porque se desplegaron con tantas dotes de persuasión que pusieron el cielo a su alcance para arrebatárselo sin escrúpulos, toda vez que él no solía tomarse nada a la ligera, y menos en las cosas del corazón… pero había caído. ¿Quién no habría caído si hasta Ulises se ató al mástil de su nave para escuchar los cantos de las sirenas y no sucumbir a ellos?

De todas formas, nada era una pérdida sino una lección más que añadir a las enseñanzas del pasado que le habían convencido de que esas cosas se dirimen con uno mismo, a solas, y que antes o después –mejor antes- tendría que saber volar solo de nuevo sin dependencias dañinas para su espíritu, cada día más tolerante con la cruel irresponsabilidad de los que se tomaban el corazón de los demás como un juego, sin percatarse, o tal vez sí, de que podían estar destrozando una vida sin que les importara lo más mínimo, objetando -con paupérrimos argumentos- excusas banales y poco o nada creíbles. ¡Tristes infelices!, pensaba para sus adentros… y los olvidaba, que es la forma más incruenta de matar a quien seguiría viviendo sin aprender nunca a vivir. Por esto, tampoco albergaba rencores -qué pérdida de energía, pensaba sin compadecerles- porque bastante tenían con tener que soportarse a sí mismos en soledad.

Pero es que en cada cosa de su vida obraba igual. Para los demás era como si nadara a contracorriente, pero el conocía en toda ocasión su rumbo y sus metas. Por poner un ejemplo, si en su trabajo le ponían la proa, no dudaba en dejarlo sin temores por el día de mañana, porque el pan se gana el cualquier sitio, ni aspavientos extemporáneos que le requemaran la sangre cuando ya sabía que no habría remedio posible para volver a la normalidad, y aunque muchos le criticaran su atrevimiento desde la pobre óptica de los que se habían amarrado a un sillón sólo para asegurarse la subsistencia, aunque ni les gustara lo que hacían ni trabajasen para vivir sino que vivían para trabajar, llevando una existencia gris y sin alicientes, y pisoteados mil veces encima.

El hombre, de esta manera, se había acabado transformando en un ser semitransparente, arrojando fuera de sí toda negatividad por lo que muy pocas cosas podían herirle; sin embargo, no por ello dejaba de estar inmerso en el mundo en el que le había tocado coexistir con aquellos malabaristas de sentimientos y triviales cleptómanos de la dignidad ajena. Con lo que, nunca indiferente a cuanto le rodeaba, no se dejaba asolar por la estulticia, la depresión o la abulia como los que no tenían el arrojo de enfrentarse a los problemas con los que la vida no se privaba en dar cada día la vara una y otra vez.

Su mitad negativa se había ido volatilizando con el paso del tiempo, dejando pasar de largo por su oquedad todo lo que a los demás les constreñía el alma. Su otra mitad se había robustecido cada vez más -como un metal noble, de indeleble fortaleza- con lo que podía resistir los embates de esa vida sin que hicieran mella en él nada más que lo suficiente y preciso para enseguida seguir viviendo en el equilibrio que tantos años le había costado lograr.

Sólo tenía un secreto: no perder la fe en sí mismo. Mientras siguiera creyendo en él siempre quedaría alguien en su mundo que llegaría a creerle. Todo lo demás era, a fin de cuentas, meramente circunstancial por muy intenso e importante que hubiera llegado a ser, o aparentar serlo, y no merecía perder ni un segundo de su aliento en ello. Miraba hacia el porvenir y era un hombre libre entre tanto esclavo de propias cobardías, inseguridades o egocentrismos; cosas que a él ya no lograban inflingirle sino un leve y muy pasajero dolor del que, raudo, se recuperaba para proseguir su camino.

Alguien podría llegar a pensar que se había convertido en una solitaria, fría y áspera roca, carente de sentimientos; pero nada más lejos de la realidad. Nunca sería capaz de dejar de confiar en los demás seres humanos ni jamás los mediría con el mismo rasero porque ante todo creía en la individualidad de cada uno de ellos, por muy gregarios que pudieran parecer a primera vista… Pero ¿acaso merecía la pena querer y luchar para ser querido por quien, por no querer, no se quería ni a sí mismo?

© P.F.Roldán

Luz Casal:No Me Importa Nada

el hombre semitransparente

8 de octubre de 2008

cinco días en León




Y me dio el siroco y me fui a León el 24 del pasado septiembre. Un siroco que ya estaba programado, como buen virgo, desde la primera semana de ese mes pero, para ser fiel a mi manera de viajar, al albur y aunque en principio el motivo de ir no era un viaje en sí, aunque después se compaginara todo. Sólo estaban programadas las reservas del transporte porque es lo único que no hay que dejar para el último momento, y menos siendo puente aquí ese fin de semana por las fiestas de cartagineses y romanos.

Hacía tres años que no salía, desde que me escapé a “mi” Granada por última vez, y, como siempre, billetes de ida cerrados y los de vuelta abiertos porque no sabía que tiempo me podía llevar lo que me empujaba hasta allí.

Y empezó siendo un viaje de esos que parecen una pequeña odisea. Sales de aquí a medianoche; te tienes que esperar en la Estación Sur de Madrid tres horas desde las 6.30 para enlazar con el bus a León a las 9.30, y llegada allí a las 13.45, habiendo memorizado en un callejero de Internet las dos avenidas y un par de calles que separan la Estación de Autobuses leonesa del Barrio Húmedo, el puro centro antiguo.

En el hostal en el que me alojé el primer día me dieron un callejero que utilicé sólo aquella primera tarde-noche. Al día siguiente me movía ya como pez en el agua como si hubiera estado allí infinidad de veces. La ciudad me llevaba, aunque la verdad es que es una ciudad “fácil” de recorrer. Siempre tienes como referencia las torres de la Catedral o de San Isidoro, que prácticamente se ven desde cualquier lugar; o las plazas de santo Domingo y de la Inmaculada, de las que irradian las calles del casco histórico o las principales avenidas del Ensanche, respectivamente.

La pequeña odisea –eso es un viaje- continuó a la mañana siguiente de llegar. Entre que está en la ruta jacobea y que, para mi sorpresa, aquel sábado comenzaban las Fiestas de San Froilán, no disponían de habitaciones libres para el viernes y el sábado, y si no llega a ser porque el dueño del San Martín que, muy amable, hizo un par de llamadas y me encontró alojamiento para las tres noches restantes en otro hostal, me habría visto durmiendo en los soportales de la Plaza Mayor.

Primero hice lo que realmente me había llevado a León: el trabajo. Así que empecé por meterme en la Oficina de Empleo y en cada ETT que me salía al paso, pero no me di un respiro, incluso comiendo a deshoras, porque no todos los días se hace uno casi 1.400km, entre ir y volver, e hice de todo. Desde mirar lo del curro hasta visitar los lugares más emblemáticos (Catedral, San Isidoro, San Marcos,…y luego “perderme” por la callejuelas del barrio viejo, después de circunvalar toda la muralla romana) o pasear el sábado junto al río y sentarme a leer en el frondoso Parque de la Condesa de Sagasta como descanso al kilometraje a pie y sin tregua al que te sometes cuando sales de viaje sin rumbo preestablecido y te quedan horas, aparentemente, muertas. Y el domingo por la tarde al MUSAC, escondido detrás de la Junta de Castilla y León y el edificio Europa.

La cámara, cómo no –pero esta vez la digital compacta sustituyendo a la réflex- siempre a mano, que acabas volviéndote loco con cada cosa que ves; tanto que cuando las descargué a mi regreso en el ordenador tenía la friolera de 868 fotografías. De todo hice porque es un lugar que se presta, pero aún más de las Fiestas, que me resultaron insólitas de tan diferentes a las mediterráneas, aunque el bullicio en las calles sea como en todas partes. Un continuo hervidero de gente arriba y abajo.

Por qué elegí ese fin de semana y no otro no lo sé, pero –escéptico como soy con el con el azar- tuve la fortuna el fin de semana de sumergirme en la fiesta y retratar a gentes venidas de toda la provincia para san Froilán. Aunque es que allí es casi imposible sustraerse a tomar también fotos de los monumentos que encuentras en cualquier postal, porque en León ejercen un atractivo especial.

Imagino que no siempre se tiene la oportunidad de fotografiar el patio del Palacio de los Guzmanes con la muestra que, durante el sábado y el domingo, expusieron de arreglos florales; o la misa mayor en la Catedral, con toda la parafernalia de autoridades escoltadas por maceros a la antigua usanza; o los grupos de folclore con la Casa Botines como fondo y el desfile de Pendones y carretas de todas las comarcas por la calle Ancha hasta la Iglesia de Santa María del Camino, donde en su alrededores había una mini feria de alimentos (avellanas, obleas, pan…) además de casetas en las que degustar buen vino, morcillas y otras tapas. Si a eso añado que, además, tuve unos días de un sol espléndido, mientras que aquí –en Cartagena- no dejó de llover a cántaros, se agradece tanta luz y procuras, en la mayoría de la ocasiones, coger esos ángulos que sólo tu ojo capta en ese momento. Como comentaba en el post “viajar como viajero”, no soy muy amigo de andar con la cámara para llevarme un recuerdo de los topicazos que todos conocemos, pero aún así fue imposible no hacerlo… aunque de improviso descubrías aquí una gárgola, allá una escultura que muchos mirarían hasta con cierta aversión, una fachada modernista llena de flores en todos sus balcones…

Y para completar el I Encuentro de gaitas del País Llïonés, algo insólito en directo para mí, o el XXV certamen de Conciertos de órgano en la Catedral por las noches. ¡Cómo suena la música allí dentro!

Y es que la Catedral de León es más que una catedral gótica como hay tantas. No puedo dejar de copiar lo que dijo de ella Juan XXIII cuando la visitó, y que recoge Isabel Belmonte en el apéndice de la edición especial de Los Pilares de la Tierra, que ya he terminado:

“La catedral de León es más vidrio que piedra, más luz que vidrio, más espíritu que luz”.

Escuchando los sonidos del órgano, en semi penumbra, las inmensas vidrieras filtrando la luz artificial que por la noche ilumina toda esa joya única, uno –entornando los ojos- parece que puede transportarse a la Baja Edad media, aunque las músicas fueran diferentes, y sentir, como los habitantes del Kingsbridge de Follet, lo mismo que tuvieron que sentir los primeros leoneses -a los que imagino absortos y boquiabiertos- al entrar por vez primera en ella ante esa maravilla de vitrales.

El lunes 30 crucé el río Bernesga, dando un pequeño último paseo por los jardines de Papalaguinda hasta la pasarela peatonal, no sin cierta dosis de melancolía, cuando fui a coger el autocar de las 11.30 Y cuando veintitrés horas después llegué a casa, a pesar de estar molido por la espera y el trasbordo en Madrid, y los kilómetros, sin deshacer el equipaje, encendí esto y me dispuse a pasar las fotos de la cámara para cerciorarme de que esos cinco días eran un sueño, pero hecho realidad.

Y luego hay quien se extraña de que me quiera ir allí, aun dejando mi Mediterráneo.

© P.F.Roldán

Eduardo Paniagua:Cantigas de Santa María

3 de octubre de 2008

Feng Shui



Hace diez años una amiga valenciana me regaló por mi cumpleaños un libro sobre Feng Shui, y he de volver a sacar a colación mi sexto sentido, porque cómo, sin conocer nada acerca de él, había ido durante años practicándolo en cada casa que tuve y en cada trabajo. Para la mente, o lo que se ha dado en llamar Inteligencia Emocional, tardé algo en adiestrarla para que aprendiera a prescindir de todo lo superfluo que nos daña… pero todo acaba por llegar, y llegó en su justo momento.

Para los incrédulos y los escépticos he de decir que en mis diferentes hogares, porque eso fueron, y éste actual también lo es, nunca me sentí incómodo y la gente que venía a casa –ahora no socializo tanto en esta ciudad- decía que se respiraba mucha paz en ellos, hasta el punto de que nuestras cenas se convertían en agradables veladas interminables casi hasta el amanecer. Sin saberlo, hasta que empecé a leer el libro, había escogido plantas adecuadas y desechado acertadamente otras; la orientación de los muebles y la elección de las habitaciones para sus diferentes usos era la correcta; los colores elegidos y los objetos armonizaban entre sí para que los cinco elementos (madera, fuego, tierra, metal y agua) hicieran fluir el Chi -lo que en occidente llamaríamos fuerza vital- con serena suavidad y libremente, evitando su estancamiento que habría producido, según el Feng Shui, un perturbador ambiente, carente de equilibrio.

En el trabajo sucedió otro tanto. Cuando me fui a Valencia, con una mano delante y otra detrás, nadie habría apostado a que llegaría a prosperar tanto como para tener mi propia Empresa. Había un no sé qué que siempre me llevaba a situar mi mesa de trabajo y mis cosas de una forma concreta, y en cuanto lo hacía –y no era una jugarreta de mi mente- notaba como todo fluía solo, cosa que no sucedía si no adoptaba esas medidas porque mi trabajo lo desempeñaba igual de eficazmente como persona metódica y perfeccionista que soy. La prueba de la bondad de esos cambios es como ascendía dentro de las Empresas en pocos meses, hasta alcanzar puestos de responsabilidad, y como llegué a lo más alto de mi profesión con el transcurrir del tiempo. Y esas cosas no son fruto del azar o de “la suerte”, sino de aptitudes, pero sobre todo de actitudes.

Esta noche otra amiga -cartagenera ésta- me ha regalado un CD de música Feng Shui. Me ha dicho que, aunque hubiera pasado poco más de un mes desde mi cumpleaños, no nos habíamos visto todavía y “me debía” un regalo, pero que no sabía qué, porque no es de las que regalan lo que a ellos les gusta sino que piensan en quien recibe el regalo -lo que suele poner a muchos en aprietos y acaban comprando cualquier inutilidad, a veces cara pero inútil, por quedar bien- pero que le ha dado el punto con ese CD. Una corazonada de que seguro que iba con mi carácter. Y, sinceramente, ha acertado.

Me gusta toda la música en general. Es algo que se puede constatar viendo lo ecléctico que soy cuando añado temas detrás de cada post de este blog… pero ha sido una grata sorpresa que eligiera Feng Shui en vez de otra, aunque se lo habría agradecido igual, porque es señal de que en el fondo me conoce bien como sólo te conocen los amigos. Y es que el Feng Shui no es sólo un manual de “decoración a la china” como muchos lo adoptan, sino una actitud vital que procuro vivir en mi día a día. Quizás ya por eso muy pocas cosas me sobresaltan o me pueden sacar de quicio si no son las injusticias de cualquier índole, que me enervan hasta exasperarme. Tal vez también por eso he ganado aún más, porque ya de mi viaje a India traje el chip cambiado, en respeto a cuanto me rodea empezando por las personas y la naturaleza, y si algo trata de disturbar mi paz interior –extraña habilidad de ociosos y algunos descerebrados-, intento zanjar lo antes posible el asunto, aunque sea por las bravas porque más vale ponerse una vez rojo que cien amarillo, antes de caer en el error, o la trampa, de entrar al trapo.

Esa actitud vital del Feng Shui es una forma de ver la vida desde la armonía, rodeándonos de ella y viviéndola interiormente. Es dejar que los sentidos dejen de ser instintivos para, como comenté tiempo atrás, incentivar sus facultades. Saborear en vez de engullir, mirar en vez de ver, y aprender también desde el silencio escuchando, en vez de oír, los sonidos naturales que nos rodean. La noche, al igual que los espacios naturales libres de la presencia humana, es maestra en esos sonidos, cuando los hombres dejamos de emitir ruidos desagradables con los mil artilugios que poseemos.

Ya no practico Tai Chi desde que estoy aquí, que es como una parte más de esa actitud Feng para el cuerpo. También es verdad que desde mi regreso he dejado de hacer muchas cosas en estos últimos años para implicarme en otras que me han parecido más urgentes o prioritarias porque la pasividad de la gente me empuja a la acción, que no sé estarme quieto; pero, como siempre, cuando llego a casa siento que no es un piso, sino mi hogar como una prolongación de mí mismo, y que es abrir la puerta y me vuelvo a llenar del sosiego que pierdo con el trasiego diario, correteando de aquí para allá.

Como antes de que me regalaran aquel libro, no pienso en cómo voy a situar lo que hay a mi alrededor ni en como voy a actuar ante cada situación, por adversa incluso que sea.

Sólo hay que fluir en paz con uno mismo y transmitir esa paz a cuanto nos rodea.

© P.F.Roldán

The Blue Cliff Ensemble:Feng Shui - Music for Balance & Harmony

2 de octubre de 2008

la venganza de Orlando furioso


¡Qué malo es el despecho! Y qué cierto debe de ser eso que dicen de que la venganza es un plato que los rencorosos sin autoestima sirven frío.

Hace mucho tiempo que dejé esos defectos atrás: el sentirme despechado y el guardar rencor hacia nadie, así que, por muy fríos que sirvan sus postres esas gentecillas, no me afectan, aunque las consecuencias que provocan lleguen a ser hasta dolorosas… pero es un dolor llevadero porque no soy la cabeza de quien realmente dañan, que es la de quienes escuchan sus chismes y les creen, aunque de rebote me salpiquen a mí. Tampoco soy responsable de las actitudes de los crédulos y mucho menos les pido explicaciones. Ellos son quienes han de discernir por sí mismos y saber quién es trigo limpio y quién no, y obrar en consecuencia.

Hay quien no ha madurado lo suficiente para no saber aceptar un “no” por respuesta y respetar al otro. Se dedican primero a bombardearte a correos y mensajes que van subiendo de tono hasta hacerse insultantes. Se inmiscuyen hasta en tu vida privada, haciendo comentarios soeces y fuera de tono. Luego, cuando ya no entras en su juego al no responderles, hacen mutis por el foro una larga temporada hasta que pasado un tiempo, el que ellos consideran prudencial, vuelven a la carga contándote de nuevo batallitas como si nada hubiera pasado. Tratas de ser amable, pero se dan cuenta que no hay donde rascar y ya el silencio es total. A partir de ahí sólo esperan la ocasión para caer como buitres sobre su presunta presa y cebarse con ella a través de terceros.

Sería cínico si no reconociera que no me da igual, aunque a estas alturas de mi vida no me afecte como pudo hacerlo hace muchos años, cuando era vulnerable. Pero eso no evita que sea consciente de que no dudarán en despedazarte sin piedad y no muy en el fondo sé cuánto daño pueden ocasionar esas mentes pequeñas y mezquinas si se enteran de que tienes la oportunidad de ser feliz sin ellos.

Nunca me ha fallado el sexto sentido, y aunque las apariencias puedan llevar a engaño a los demás. No sé cómo se ha desarrollado tanto, pero ahí está y, sin proponérmelo y entre otras cosas, reconozco muy bien a esos maliciosos empedernidos, cuándo y cómo actúan, y lo peor para ellos es que nunca lograrán la más mínima felicidad, por muchas vidas que intenten destrozar, porque los demás podremos empezar de nuevo, pero ellos no asumen que tienen un grave problema del que nunca se liberarán: creerse el ombligo del mundo para no querer encarar un rechazo porque no son quienes tú esperabas… y arrastran, según te contaron, otros rechazos detrás antes que el tuyo. ¿No son capaces de preguntarse por qué nadie acaba aceptándoles en cuanto los ven venir?

El odio y la envidia les reconcomen tanto que su mayor disfrute, aunque sea fugaz, es vengarse de ti, antes o después y de la manera que esté a su alcance. Acaban viviendo, amargados, sólo para eso en cuanto tienen la menor oportunidad. Triste pero cierto. Queda mucho trastornado por este mundo que, incapaz de construir su vida, se dedica a intentar desmontar la de los demás.

No me dan pena, ni siquiera lástima. Sólo me producen un asco lleno de indiferencia porque ya viven en su infierno particular que ellos mismos avivan cada día. Quienes me entristecen son los que les escuchan y dejan de creer en ti por causa de alguien que, melifluamente, se gana su confianza como un día también hicieron contigo, porque son de los que "disparan a todo lo que se mueve" con tal de conseguir algo para llenar el vacío de sus vidas, y sólo cabe esperar que quienes les escucharon no acaben atrapados en sus redes para acabar, al final, intentando deshacerse de esa tela de araña cuando ya sea tarde. Porque, como el Orlando furioso, esas mentes enfermizas y retorcidas harían cualquier cosa por impedir que su pretendida Angélica, aunque les ignore completamente -enamorada de otro- acabe en brazos de su verdadero amado. Lo malo es que esta vida ni es el poema de Ariosto ni la ópera de Vivaldi con un Orlando arrepentido. No hay estatua a la que besar para deshacer el maleficio que ya han provocado desde la negrura de sus corazones esa ralea de gentes que nunca conocerán los verdaderos sentimientos. Sólo cabe esperar que algún día se haga la luz en quienes les prestaron oídos.

Pese a esos revanchistas sin escrúpulos, y a su pesar, sigo viviendo en paz conmigo mismo y seguro de lo que hay dentro de mí porque ante todo sé quien y como soy. Puede que hayan logrado sus propósitos de herirme volviendo a inmiscuirse en mi vida, tras un largo periodo silente, pero nunca quedarán cicatrices cuando sabes de quien proceden los dardos envenenados. Y es que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio… ni aunque hayan destrozado gratuitamente -por el placer de la venganza- una etapa de tu existencia. Triste es la de ellos que huyeron a Madrid desde su pueblo, pero, vuelta a Kavafis, ya arruinaron su vida antes así que ruinosa será siempre en cualquier lugar de la tierra al que fueren.

Nada de eso produce cambios en mí; ni siquiera un penoso victimismo. Evoluciono como una persona madura que deja fluir la vida sabiendo que al final ésta pone a cada uno en su sitio, y que tengo el corazón lo suficientemente grande como para no cerrarlo y la razón lo suficientemente lúcida como para saber quien fue el engatusado con artificios y confiar serena y pacientemente en su discernimiento.

La paciencia es la virtud de los que no se desesperan... y me sobra a raudales.

© P.F.Roldán

Marilyn Horne:Orlando furioso (Nel profondo cieco mondo) - Vivaldi

llegó la hora




Hay ocasiones en las que se ha de decidir qué hacer con la propia vida de una forma contundente, sin dar lugar a cavilaciones ni a dudas.

Así fue cuando en 2003 decidí venderlo todo en Valencia para regresar aquí y estar al lado de Blanca y así se me plantea ahora. ¿Será casualidad, en la que nunca creo, que la Virgen Blanca presida el parteluz del pórtico principal de su catedral? Sólo sé que allí vive el que quiero y que, pase lo que haya de pasar, ha llegado el momento de dejar todo esto para tomar un nuevo rumbo. No tengo miedos de ninguna especie. Siempre he sabido seguir los impulsos del corazón cuando estos han madurado y la razón ya entra también, por fin, en juego para hacer las maletas.

No hay caminos equivocados, aunque las circunstancias del momento así nos lo quieran hacer ver muchas veces como sombrías agoreras.
Cuando uno está seguro de sus sueños, hay que ser coherentes e ir en pos de ellos. Y si se convirtieran en pesadillas, saber encararlas y aprender a sortearlas porque una mala noche la tiene cualquiera y hay que seguir viviendo con todas las consecuencias para que los sueños no nos abandonen nunca.
Lo único importante es, lo dije y lo mantengo, no renunciar nunca a ellos.

Así pues, y aunque parezcan decisiones drásticas, uno ha de seguir su camino sin añoranzas ni melancolías de lo que deja atrás, aunque no nos sea del todo indiferente lo que abandonamos. Porque en definitiva hay que mirar hacia delante y nuestro equipaje real somos nosotros mismos, y con nosotros vamos donde haya que ir.

Quien emprende su camino huyendo, como Kavafis decía en su poema Las ciudades, está condenado al fracaso porque seguirá siendo el que destrozó su vida en otros lugares y eso no podrá cambiarlo por muy trashumante que se vuelva. Mas, quien se dirige a otro lugar lleno de confianza en sí mismo, sin aprensiones a lo que pueda acontecer, no habrá avatares que puedan derrotarlo, por muy desafortunados que estos pudieran ser. El que está en paz consigo mismo y sabe darse a los demás con generosidad puede habitar en cualquier lugar del mundo.

También allí he encontrado el sitio idóneo para leer a Auster. De hecho empecé este fin de semana El libro de las ilusiones, junto al río Bernesga, bajo los frondosos árboles y sólo oyendo el rumor del agua y la caída contra el suelo de alguna castaña seca.

Estos casi cinco días he respirado paz, paseando parsimoniosamente para ir empapándome de ella, por una ciudad que ya me conozco como la palma de mi mano. Una ciudad en la que la gente es amable, aunque por estas latitudes me sigan llamando loco porque dicen que allí son secos y cerrados, y que está –me insisten- en la quinta puñeta, como si esto no estuviera en la quinta puñeta visto desde allí. Que si el clima; que aquí estamos por las noches a 18º de promedio y allí a 5º... ¿No dependerá también todo eso del talante de cómo uno vaya por la vida?

No me va a detener nadie. Nada puede hacerme cambiar de opinión. Ni siquiera el llegar a pensar que pueda encontrarme solo, porque uno nunca lo está cuando se quiere lo suficiente como para no estarlo. Cuando la soledad oprime es sólo la consecuencia de no soportarse uno mismo a solas.

Volviendo a Susana Tamaro, he esperado pacientemente estos últimos cinco años, pero ahora ya ha llegado la hora exacta e inequívoca de ir donde el corazón me lleve… y, pase lo que pase, precisamente este tiempo de espera me ha enseñado a que la soledad no existe para los que viven de verdad, sea cual sea el lugar en que se hallen…

Y estoy pletórico de vida.

© P.F.Roldán

Björk:It's in our hands