26 de junio de 2009

la verdad absoluta, patrimonio de hipócritas

No tengo ganas de filosofar sobre el destino, la causalidad, la casualidad, el azar, lo empírico o lo racional… No me apetece filosofar sobre nada en este momento. Solo sé que las cosas ocurren sin que tengamos respuestas porque no hay porqués. Suceden y, al suceder, pasan otras que tampoco tienen explicación a priori ni a posteriori. Pasan y ya está. Y nos toca vivirlas desde nuestra conciencia, sólo nuestra por más que algunos personajillos proselitistas quieran aprovecharse de ciertas coyunturas vendiendo sus verdades con apocalípticas visiones, más visionarias que reales.

No creo en la casualidad. No me harto de repetirlo porque todo ocurre sin saber por qué es así y no de otro modo y llamamos casual –porque no podemos explicarlo ni demostrarlo- a lo que posiblemente sea del todo natural. El azar está bien para echar cuatro columnas de bonoloto de tarde en tarde, que las probabilidades de que te toque una de seis está por encima de los trece millones por una, y por eso no puede estar ligado al vivir de cada día. Sería una tortura abandonarnos al azar. El destino es y será siempre una incógnita irresoluble. Lo empírico es falible porque la experiencia acerca de las cosas no impide que éstas den vuelcos insospechados si interfieren elementos imprevistos y la causalidad como ley para que se produzcan determinados efectos no deja de ser en ocasiones una chorrada filosófica, porque, como en lo empírico, no todos los principios de las cosas determinan que al final el efecto sea el esperado en la práctica si entran en juego factores insospechados. Y ¿qué es racional o no? Para unos será una locura o un disparate lo que otros hagan y para los que lo hagan será irracional que no se entienda por qué hacen lo que hacen… Así que muchos acontecimientos serán subjetivos si, como define la Real Academia, subjetivo es todo aquello perteneciente o relativo a nuestro modo de pensar o de sentir, y no al objeto en sí mismo.

Y cada uno somos, pensamos y sentimos de mil (guarismo literario) formas diferentes y según las circunstancias, por lo que dudo que nada ni nadie pueda estar atado y bien atado de por vida a unos parámetros concretos como si las personas fuéramos entidades matemáticamente cuadriculadas. Y la prueba es que creer en esto último es lo que ha dado lugar siempre a los totalitarismos políticos, a la intolerancia de las religiones, a la despiadada crítica social… sin que sus mentores reconozcan jamás que son unos hipócritas, disfrazados con todos los –ismos, porque bien saben que cada ser es un ente individual y que jamás podrán colectivizar las conciencias -si no es a través del fanatismo, del miedo, o de la ignorancia- imponiendo sus ideologías como única verdad absoluta, haciendo sonar su particular campana como si fuéramos los perros de Pavlov. Así tal vez conseguirían gobernar nuestros instintos, pero nunca nuestros pensamientos. Y el que piensa y sabe que siente como siente no se deja llevar por los instintos… A no ser que sea un comodón, un crédulo ignorante, un cobarde o una marioneta.

Cuando a lo largo de la vida experimentamos casi tantos cambios como vida tenemos, y que esos cambios nos hacen reaccionar de diversas maneras según el momento en el que nos encontremos personalmente, sorprendiéndonos incluso a nosotros mismos en que lo que ayer nos pareció una nimiedad hoy nos parezca una tragedia o viceversa ¿cómo establecer unas pautas colectivas para cada situación? ¿Quién puede arrogarse el derecho de decidir por nadie cuando no se participa de su discurso?

No hay filosofía capaz de adaptarse a cada ser humano tomado en singular, no gregariamente. Ante los mismos acontecimientos, por más que muchos estudios se empeñen, siempre habrá diferentes comportamientos. Y si en esos estudios se diagnostican coincidencias es porque se limitan a un determinado número de pruebas iguales para un grupo reducido que, aunque escogido aleatoriamente, no tiene más opciones que las que se les dan… Luego la vida es totalmente diferente cuando salimos de la manada y nos enfrentamos a nuestras propias experiencias, que –por propias- son únicas. Se parecerán a las de otros; serán incluso iguales a las de otros… pero nuestras reacciones serán sólo nuestras, aunque se parezcan a las de otros; incluso aunque sean iguales a las de otros. La diferencia radicará en cómo las sintamos individualmente en nuestro interior y como las demostremos hacia el exterior. Y ahí ningún filósofo podrá penetrar jamás; que, cómo don Quijote decía a Sancho, podrán encadenar nuestros cuerpos pero no nuestros pensamientos.

Y cuando digo filósofo, incluyo a todos esos “cientifistas” cargados de demagogia (llámense psicoanalistas pagados por papá de adolescente gay, periodistas metidos a seudo sociólogos televisivos al servicio de unas siglas, jerarcas religiosos que olvidaron que la Verdad nos hará libres vendiéndonos sus panfletos intolerantes y cargados, pues, de anticristiana repulsa, politicastros que sólo nos utilizarán cuando haya elecciones para chupar después de todos nosotros…); personajes esperpénticos que, poseídos por no sé que verdad absoluta, intentan manipular a las personas para ver si las reintegran a su particular rebaño, amedrentándolas con fuegos eternos, exclusiones sociales, o hecatombes patrias… negándoles el derecho a ser ellas mismas, la libertad de decidir y que se legisle para todos sin exclusiones.

No. No me apetece filosofar. Me siento libre y feliz siendo quien y como soy y, aunque a veces los acontecimientos me sean adversos, sin atender esos rebuznos de quienes se declaran en poder de unas aparentes verdades que un día llegan a enfurecerme y otro me hacen reír con ácido sarcasmo.

No siempre reaccionamos igual.

© P.F.Roldán

Joan Manuel Serrat:lecciones de urbanidad

23 de junio de 2009

qué estúpido es odiar

No he conocido nunca una mayor pérdida de tiempo y de energía que el guardarle rencor a nadie, por más que me haya sentido pateado por la desconsideración de algunos o la falta de respeto de otros. Me habrán podido lastimar y mucho, pero ¿odiar?

¿Qué ganaría de sentir algo así? Nada, si no es más dolor. Y no es que sea un santo de palo al que besar por la peana; es sólo que no entra en mis principios ya que siempre me he dicho que de lo que se siembra se recoge antes o después, y bastante castigo se buscan quienes son incapaces de ser honestos con los demás, preguntándome si sus conciencias les dejarán vivir tranquilos cuando les llegue el momento de la consciencia; y es que nadie se libra de sus actos en carne propia aunque crean salir indemnes –de momento- de sus tropelías. Pensar que así será sólo es fruto de la ignorancia, de la inmadurez o de una estúpida convicción de que están por encima de todos aquellos a quienes humillan de palabra, obra u omisión, porque el futuro les pagará con su propia moneda.

Me dan pena. En el fondo, y tras esa cruel actitud de la que hacen inmisericorde gala, sólo esconden una triste cobardía o un complejo de inferioridad que tratan de superar en piel ajena. Es el sino de los maltratadores natos: su carencia de autoestima. Intentan crecerse ante sí mismos de sus carencias aherrojando a otros con el desprecio a su dignidad, y utilizan armas sutiles -como la indiferencia camuflada de aparentes buenas razones e intenciones- de las que, una vez que ya han hecho mella, se excusan como quien no ha roto un plato, volviendo a ser mansos como corderos para enseñar al poco de nuevo sus colmillos de lobo, una vez que han conseguido camelarte y les has creído como un idiota porque, sobre todo en los sentimientos, nos volvemos ciegos y crédulos, y por tanto vulnerables.

Odiar es una pérdida de tiempo porque nos abstrae de lo que realmente importa, dejando que sean los pensamientos incoherentes del que cree que así ama mejor –perdonando y transigiendo una y otra vez- quienes nos gobiernen; y es una pérdida de energía porque nos absorbe nuestra propia identidad, reduciéndola a la mínima expresión contra nuestra voluntad, en provecho del que ni sabe cómo es la suya, sometiéndonos impotentes al otro y aunque en nuestro interior haya amagos de renegar de esa pérdida de la propia autosuficiencia e incluso de la fe en nosotros mismos.

El odio no tiene sentido. Es como una niebla espesa que nos obnubila el raciocinio y los sentidos, haciéndonos perder el norte. Con el odio no hay brújula que sea capaz de señalar un camino. Nos hace sufrir a la vez que hace crecerse al que lo puede provocar porque, aunque sea negativo, es un sentimiento que ellos disfrutan ya que, si no pueden ser amados, saben que no dejan indiferentes. Y el refranero, sabio como siempre, ya dice que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio; lo que viene a ser que nos mostremos indiferentes y que no permitamos que nada de lo que nos hagan nos hiera o, por lo menos, lo demostremos. Y aún más allá: si somos capaces de devolver bien por mal, aunque haya quien nos crea gilipollas, eso acabará doliéndoles más que el daño que experimentaríamos nosotros al dejarnos arrastrar por una animadversión de la que se recrearán mientras nosotros la sufrimos; porque el sufrimiento ajeno que provocan les causa placer ya que les hace sentirse alguien, cuando no son en realidad nada. Así que, si ante esa provocación, respondemos con la generosidad de desearles lo mejor, no sólo anularemos gran parte de nuestro propio dolor sino que desmontaremos en gran medida su ponzoñosa actitud al desconcertarles con la nuestra.

Así, pues, para qué guardar rencor. Lo más positivo es no dejarse arrastrar por él. Nos sentiremos mejor porque tendremos la conciencia en paz, que ya es mucho, y a la vez quizás consigamos que más de uno recapacite sobre sus actos al comprobar que no tienen repercusión. Aunque lo más seguro es que, entonces, en vez de eso, los que lleguen a odiar sean ellos, con lo que acrecentarán su ignominiosa conducta; pero no muy a la larga el sentimiento de culpa será el que haga mella en ellos. Y es que hasta el más vil tiene conciencia, aunque parezca no enterarse… de momento. Pero todo acaba por pasar factura.

© P.F.Roldán

Bebo Valdés y Cigala:Lágrimas negras

19 de junio de 2009

buenos días, tristeza

No he podido dormir esta noche. Caí rendido, por puro agotamiento, bien entrada la mañana y a las tres horas de un sueño desapacible me he despertado con la realidad de su ausencia y su nombre en los labios.

En esos instantes uno se vuelve inconscientemente egoísta y deja de pensar en todo lo demás. Lee de soslayo, casi por obligación rutinaria, la prensa digital. Noticias como la del Airbus 330 y su caja negra –probablemente perdida para siempre-, los trajes valencianos -presuntamente “gürtel”- que nadie justifica en los tribunales, la intolerancia hipócrita de los obispos que tanto debieran callar ateniéndonos a cómo salen pedófilos continuamente de entre sus huestes en muchos países, hasta el último asesinato de ETA, que siempre me producen rabia y náuseas esos pistoleros sanguinarios… Lo que sea deja de tener importancia, aunque la tenga y mucha, cuando perdemos el raciocinio porque el corazón sufre un rapto de amarga tristeza a causa de nuestra realidad y nos hace insolidarios con cuanto nos rodea… y, siendo alguien comprometido, duele más todavía esa amargura que no permite un amago de rebeldía contra ella, dueña y señora de nuestro ánimo aunque sea sólo por un breve lapso.

Voy al baño, empapado de un sudor pegajoso. Las ojeras, el pelo revuelto, la barba de tres días… Quiero sonreír y no puedo. Añoro; deseo; amo… y sólo me encuentro con el rictus desolado de impotencia que me devuelve el espejo. Quiero sobreponerme. Sé que debo hacerlo. Quizás después de un café me despeje y vea más claro… pero termino comprobando que no resulta eficaz.

Su nombre martillea incansable mis oídos. Su ausencia me hiere hasta el punto de tener que ingerir un ansiolítico porque ese corazón revuelto parece querer salirse por la boca, tal es la ansiedad, y hasta maldigo una vez más al maestro que me enseñó la geografía que separa… De nada valen hoy todas las cosas que me he dicho tantas veces porque, aunque intuya que este estado será pasajero, me siento perdido en lo que no puedo evitar en este preciso instante.

Luego. Mañana tal vez. Ahora quiero ser humano también en lo que hiere. Y cuando vuelva a sonreír puede que me parezca una estupidez haber sentido esto, pero necesito ahora llorar mi incapacidad para no sentirlo, como lloro por su lejanía. ¡Está ya tan dentro de mí después de todo este tiempo!

He sabido lo que es estar a su lado; la risa que me ha despertado en todo momento; el ansia por acariciar su piel; su abrazo; su mirada; nuestros planes de futuro… Y no es que me rinda al desasosiego ni a la impaciencia.

Sé que todo volverá a su cauce y seguiré confiando con la esperanza que siempre ha sido mi arma para vivir los avatares que nos desbordan en estas ocasiones… Pero hoy no. Hoy quiero ser todo lo que pueda ser, como siempre; pero en ese todo, todo menos una piedra insensible a lo que también es, y me hace, humano. Y cuando me vuelva a levantar, cosa que, conociéndome, ni por un momento dudo, habré aprendido de nuevo que la vida, por muy positivo que uno quiera ser, o lo sea, tiene que darnos estas indeseadas lecciones, porque a veces las olvidamos, para que sigamos valorando lo que nos mantiene en pie cada día.

© P.F.Roldán

Luis Eduardo Aute:Sin tu latido

17 de junio de 2009

el mundo gira (2)

Valga el post anterior, con la letra de la canción de Jimmy Fontana, como anticipo de éste y como nuevo punto de partida, porque al final, y por mucho que queramos o lo pretendamos, el mundo no se detiene fuera de nosotros. No es un autobús del que podamos apearnos en cualquier parada, sino un viaje que sólo acabará cuando nos llegue la impredecible hora de que siga sin nosotros.

Hablé un día de las espirales y sus centros. Lo convenientes que nos resultan en esas temporadas en las que nos cuesta y necesitamos discernir qué es lo mejor para nosotros, hechos un lío o, por el contrario, desapegados de lo que nos es ajeno. De lo fácil que es sustraerse al exterior y hasta lo cómodo que resulta ese vivir ajeno a casi todo; pero al final te das cuenta de que sólo es válido para una temporada de introspección, y que plantearse una vida propia ignorando todo lo demás llega a ser hasta insano.

Sin tener que ser gregarios, somos seres sociales a pesar de que a veces tratemos de soslayar o desdeñemos lo que sucede cada día, como si no fuera con nosotros; pero nos atañe y nos afecta aunque sea en mayor o menor medida según cada uno y cada acontecimiento. Sólo aquellos que viven contemplándose el ombligo continuamente –algo que he tratado de hacer en estas dos semanas y no he podido- pueden vivir en un seudo limbo de aparente tranquilidad. Pero, sin embargo, creo que cuando se quedan a solas con ellos mismos cada noche el mundo interior se los reconcome. Lo he experimentado en carne propia. Aquello que trataba de convertir en el centro de cada día no era lo suficiente para encontrar una satisfacción que no se acabara quedando tan exigua que me pareciera al final insustancial.

Y es que no podemos circunscribir la vida a nuestro día a día sólo a lo personal cuando alrededor no dejan de pasar cosas. Uno acaba dándose cuenta del empobrecimiento que se produce cuando nos limitamos de esa manera, dentro de una campana de cristal donde nada nos salpica, inmersos en una alegría -más bien aparente-, y que al final es como una cárcel, al principio incluso dorada pero después cárcel a fin de cuentas, porque no deja de ser un sometimiento, inconscientemente solapado, que puede hacernos repetir viejos hábitos y caer en errores ya superados.

La búsqueda del sosiego y de la paz interior, no tiene caminos en ningún mapa y cuando voluntariamente nos quedamos en nuestro propio terreno, que no deja de ser una tierra de nadie a pesar de que intentemos convencernos de lo contrario diciéndonos que “es nuestra vida”, “ya es hora de que piense en mí”,… nos dejamos absorber por una especie de inercia, en la que se espera que todo lo demás ruede por sí solo y sin nosotros, lo que no deja de ser un autoengaño porque se acaba cayendo en un estado de inacción al ceñirnos a esperar ciertos acontecimientos en el que encontraremos una mínima parte de esa felicidad ansiada.

Nada es incompatible aunque nos obcequemos en cosas concretas que terminan por empequeñecernos al dejar a un lado todo lo demás. Que como bien dice el refrán “un grano no hace granero, pero ayuda al compañero”. Y si todos los que nos sentimos implicados en algo más allá de nosotros abandonáramos, ni grano, ni granero, y como consecuencia la ruina del molinero.

Al que no se le pase por la cabeza lo de tomarse un tiempo sabático que tire la primera piedra; pero algunos llevamos un estigma en los genes que no podemos obviar y que se acaba revolviendo dentro de nosotros para que volvamos a tomar conciencia de que, poco o mucho, hacemos lo que está en nuestras manos y que eso es lo que le da auténtico sentido a nuestro cada día, sin que entre en contradicción con todo lo demás que nos corre por dentro, por íntimo que sea; por importante que nos parezca.

Ya anticipé el día 2 que tal vez me costara sustraerme a dejar dormido esto. Y si encima los acontecimientos de estas dos semanas me han revuelto a extremos que no sospechaba, y aunque no haya renunciado al gran salto del que hablé, pues con mayor motivo volver a retomarlo, que si dije que mi cabeza era un hervidero, ahora la siento como una olla a presión a punto de saltar por los aires.

¿Contradicción? Más bien creo que debemos experimentar unas cosas para encontrar sentido a otras. Lo nefasto es dejarse caer en una dinámica que no nos llena ni nos lleva a ninguna parte y no ser capaces de superarla. Lo que no significa renunciar a todo lo demás.

© P.F.Roldán

Rosana:Aprendí

el mundo gira


No, sta notte amore
Non ho più pensato ha te
Ho aperto gli occhi
Per guardare intorno a me
E intorno ha me
Girava il mondo come sempre

Gira, il mondo gira
Nello spazio senza fine
Con gli amori appena nati
Con gli amori già finiti
Con la gioia e col dolore
Della gente come me

Un mondo
Soltanto adesso, io ti guardo
Nel tuo silenzio io mi perdo
E sono niente accanto a te

Il mondo
Non si é fermato mai un momento
La notte insegue sempre il giorno
Ed il giorno verrà

Gira, il mondo gira
Nello spazio senza fine
Con gli amori appena nati
Con gli amori già finiti
Con la gioia e col dolore
Della gente come me

Un mondo
Soltanto adesso, io ti guardo
Nel tuo silenzio io mi perdo
E sono niente accanto a te

Il mondo
Non si é fermato mai un momento
La notte insegue sempre il giorno
Ed il giorno verrà

Oh Il mondo

(Fontana,J - Meccia,G - Pes,C)

Jimmy Fontana:Il Mondo (1965)

2 de junio de 2009

por liquidación de temporada...





Se ha cumplido una etapa. Como antaño ciertos periódicos y revistas, aún no sé si habrá una segunda o tercera época de “La Mirada Compartida”. De momento, ésta primera ha llegado a su término y a pesar de que muchas cosas han quedado por decirse, porque siempre hay algo sobre lo que hablar; algo que contar; algo que compartir…
Género, sin duda, queda bastante en la trastienda y por lo único que lo siento es porque sé que hay incondicionales que siempre han esperado algo nuevo, algo más, cuando he estado sin explayarme una temporada… y últimamente no es que me haya prodigado mucho, la verdad, y alguna regañina me he ganado, pero ha sido y es porque tengo la cabeza y el corazón, y por tanto la voluntad, en otro sitio.

Y ese lugar en el que sigo estando, porque, al contrario de uno de los títulos de Leavitt, es un lugar en el que sí estuve, estoy y quiero seguir permaneciendo -y perteneciendo a él-, me lleva a centrarme más en otras cosas y cerrar esta etapa para ir dando cancha a lo que, poco a poco, se ha ido abriendo ante y dentro de mí. Y no es que haya incompatibilidad en principio, sino que –a la vista de esa escasa prodigalidad en los últimos tres meses (abril, por ejemplo, se quedó en blanco)- me doy cuenta de que deseo y necesito dedicarme más a esa otra parte de mi vida que estar pendiente de si hace tanto o cuánto que no escribo nada por aquí.

No dudo de lo que va a costarme no soltar alguna de estas parrafadas en alguna ocasión porque mi cabeza siempre es como un hervidero, pero, por otra parte, cuando se empieza a tomar según qué cosas casi como una obligación se puede caer en la falta de espontaneidad, y esto conducirnos a escribir de relleno “por cumplir”. No voy a negar tampoco que puede darme un día la ventolera y colgar por aquí algo de lo que escribo, porque escribir sigo escribiendo y mucho; pero al igual que no lo niego tampoco lo aseguro. Lleva su tiempo encontrar una foto adecuada para el texto o buscar la música apropiada para ese texto o para la fotografía que lo encabeza… Y, como ya he dicho más de una vez, no creo en el tiempo como unidad de medida sino como un totum revolutum, ese cajón de sastre que es la vida de cada día y en el que podemos encontrar de todo, desde lo más inimaginable a lo más esperado… y, entre lo menos sospechado, tal vez un pequeño tesoro ante el que detenerse y disfrutarlo sin que nada nos distraiga. O que lo que nos distraiga sea tan inesperado como él.

Nunca me ha gustado la palabra “adiós”, incluso aunque intuya muchas veces que al decir “hasta luego”, que lo prefiero, es más que improbable que se dé el reencuentro en ese luego que indica una cierta inmediatez. Pero, quién puede predecir nada… La edad vivida me ha enseñado que el digo de ayer puede convertirse mañana en diego; que nada hay eterno; que los deseos de hoy pueden ser humo cuando menos lo esperamos… Sin embargo, también he aprendido que hay que vivir intensamente cuanto nos llega y mientras dure; que eso nos puede transformar bastantes hábitos y a pesar de que no se nos comprenda; que hasta la geografía se queda pequeña, casi reducida a un atlas escolar, en el que las fronteras, como cantaba Rosa León, se reducen a puntos y rayas; o al “no soy de aquí, ni soy de allá” de Facundo Cabral… y aunque, posiblemente, un día tuviéramos que recordar el tango “Volver”… Pero, hoy es hoy mirando a mañana, y mañana a pasado mañana, no a dentro de veinte años.

No voy a ahondar ni abundar en explicaciones para tratar de ser entendido. Cuantos me conocen o han leído los 170 comentarios de este blog saben o pueden deducir que si algo me perturba es el inmovilismo, el acomodarme o atarme a lo material que haya podido conseguir hasta el día de hoy, el detener el ansia de vivir por miedo a lo desconocido… Ya era así cuando me fui durante seis meses a Méjico a los 22, cuando a los 28 decidí vivir veintitrés años en Valencia, o cuando regresé aquí hace cinco y medio… y sigo siendo el mismo treinta y cuatro años después de aquella primera vez. Nada me detiene cuando creo en lo que hago, y asumo las consecuencias de mis decisiones para bien y para mal, sin sentir jamás nostalgia o arrepentimiento según el caso.

Y no sé todavía cuándo daré el gran salto –no miro calendarios por esa misma aversión al tiempo encerrado en cuadrículas o relojes-, pero me voy preparando para darlo… y me da lo mismo que abajo no haya red…

© P.F.Roldán

Joan Manuel Serrat:Vagabundear