29 de agosto de 2008

y llegó...


Y por fin llegó el día 29. Y soy el primero en felicitarme, agradecido de esta espléndida madurez y por todo lo que la vida me está obsequiando para celebrarlo.

A las 20.55 hará 56 años que llevo dando la murga por estos mundos, y nunca mejor dicho. Soy de los que no me callo ni debajo del agua, o eso dicen muchos de los que me conocen y este blog confirma en cierta manera.
Se me agolpan las cosas en la cabeza. Mi memoria es superlativa. Si no lo sacara acabaría partiéndose en dos como un melón contra el suelo.

Nací bajo el signo de Virgo con el ascendente en Aries, es decir atascado hasta el punto de que no nací. Fui extraído con fórceps porque no había manera de que quisiera salir. Mi abuela materna, a pesar de ser su primer nieto, se pasaba las horas desesperada de ver como ya se retrasaba el parto varios días, aguantando el calor sofocante que en agosto siempre hace en Cartagena, y echando de menos la casa del campo en la que solía veranear la familia a la sombra del enorme turbinto que, espeso, casi techaba él solo el jardín delantero, en el que se olía a jazmín, esperando a que pasara en su carrito-bici el heladero, con sus “chambis” de dos bolas de vainilla en cucuruchos de oblea, casi al atardecer.

Entonces se paría en casa y no se sabía el sexo del neonato hasta que no asomaban los genitales. Eso de las ecografías y la epidural son cosas de ahora. En aquella época se tenían las pasa cintas de la ropa ya preparada vacías, esperando a que se les pusiera o la rosa o la azul celeste, y las madres pasaban las de san amaro en el parto, sobre todo siendo primerizas.

Mi padre como “buen yerno” estaba que trinaba con la suegra de tanto oírla quejarse, nervioso por saber de una vez si lo que venía era el niño que deseaba o una niña, no menos deseada pero con menos ilusión. Ya se sabe cómo son los padres con eso de perpetuar el apellido. Y mi madre que se les iba de compras cada dos por tres, porque cómo le ha gustado callejear, aun sabiendo que podía romper aguas en cualquier momento… como así fue, a doscientos metros de casa, que tuvieron que coger carrerilla. Vamos que, si en vez de atorarme hubiera venido como la mayoría de los niños, casi les nazco en la puerta de Correos.

Mi primera foto casera, con unas complicadas vestimentas de organdí y lazadas por todas partes entre las que sobresalía una medalla del ángel de la guarda, me la hizo mi padre en brazos de la cascarrabias, a la que siempre quise, más que como a una abuela, como una segunda madre. Tanto que fui quien dieciocho años después no me separé de su cama durante días cuando el cáncer ya la había invadido por completo, en una metástasis fulminante, y le cerré los ojos por última vez un 9 de enero.

Nacer y morir. Ambos estuvimos el uno junto al otro en nuestros respectivos tránsitos hacia la vida y hacia la muerte. Los dos acontecimientos más trascendentales de todo ser humano, que ya sabemos que el día que vinimos fue con billete de ida y vuelta.

Estoy feliz. Al contrario que a muchos, no me preocupa la muerte sino saber vivir cada día, y no como si fuera el último, en perpetua jarana, sino como el primero de muchos otros que han de venir si Dios quiere.

© P.F.Roldán

The Beatles:Happy Birthday

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