21 de agosto de 2008

fluir



Se fluye de tan diversas maneras como formas hay de vivir, pero ante todo fluir. Dejar que la vida transcurra hacia adelante; que todo brote progresivamente a cada paso que damos.

Y nada tan hermoso como fluir con alguien, sabiendo que lo que cada uno aporta contribuye a llenar un mismo espacio. Miro esa fotografía que encabeza el texto y dice más de lo que en éste puedo expresar. Esos dos caños, en los que el agua surte de diferente manera, llenan el mismo estanque porque tienen un mismo fin; un proyecto que les conduce a ser una parte del todo, siendo su nexo el mismo: el agua, como entre dos personas que fluyen juntas el nexo es el sentimiento recíproco…

No llenaron esas aguas el estanque el primer día. Fue el tiempo quien les ayudó a ir creciendo hasta completarse en una realidad compartida. Y así, como con el estanque, pasa con las personas. Se fluye, pero el agua se va reciclando al mismo tiempo para no desbordarse sin mesura y que lo que van aportando permanezca limpio y transparente.

Entre dos que se quieren sucede de igual forma: juntos evolucionan para que, teniendo un destino que decidieron un día inconcreto e inesperado que fuera común, cada nuevo día se renueve ese sentimiento que los une, siendo la esencia que los fusiona la misma… pero cada amanecer el prolegómeno en el que se fundamente un futuro consolidado.

Cómo no, muchas veces intervendrán las razones de la Razón, que suelen avenirse mal con los sentimientos, en principio, sólo porque aquella no se amolda bien a lo que inconscientemente teme. “¿Me estrellaré de nuevo?” “¿Y si pierdo mi libertad?” “¿Será tan sólo un espejismo?”… La Razón siempre quiere meter como Santo Tomás el dedo en la llaga para creer, pruebas tangibles de antemano; pero se olvida muchas veces de que éstas van demostrándose a la par que se va fluyendo y de que el Corazón, que no sabe de matemática pura, también tiene sus razones que ella no entiende a priori.

Cuántos trenes habremos podido perder en esta vida por escuchar sus disquisiciones analíticas, llegando tarde a la estación entretenidos por su afán de tomar precauciones a causa de sus miedos o prejuicios. Y, a veces, parafraseando a El Principito, hay que escuchar al corazón que ve la invisibilidad de lo esencial que no es perceptible para los ojos.

Todo sin prisa, pero sin pausa. Así el estanque se irá llenando a su ritmo… mientras el pulso se nos acelera porque algo nos dice que la vida nos ha cruzado con quién podríamos hacerlo.

© P.F.Roldán

Jorge Drexler: Transporte-Deseo

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