24 de agosto de 2008

la hora violeta


Me acodo en la barandilla de uno de mis balcones. Hay una luz especial de difícil descripción tal es la gama de tonos violáceos que inunda el cielo vespertino; y, aunque nada tenga que ver, me ha venido a la cabeza el título de la novela que escribiera Monserrat Roig, que leí en Valencia y en catalán antes de que ella nos dejara con sólo 45 años. ¿Por qué se empeña el destino en arrebatarnos, despiadado, a gentes que están empezando a vivir una espléndida madurez, dándonos todo lo que llevan dentro?

No creo que existan realmente las crisis de los cuarenta ni de los cincuenta años. Tengo más que sobrepasadas ambas supuestas críticas edades y me siento hace mucho en el mejor momento de mi vida. No es, pienso entonces, una epidemia generalizada, y menos, pues, una pandemia que llene consultas de psicólogos y psiquiatras. Sólo es el síndrome de “Peter Pan” que, como el Dr. Kiley escribió hace un cuarto de siglo, padecen ciertos y pocos sujetos – en su mayoría masculinos- que no maduran socialmente, anclados en una infancia que no les deja madurar.
Se rebelan contra todo y contra todos, siendo la empatía la mayor de sus carencias al persistir en ellos el narcisismo de una niñez en la que fueron consentidos o no tuvieron a nadie que les encauzara para crecer como a todos; con lo que no aceptan ningún tipo de compromiso o de responsabilidades adultas, ya que se niegan al envejecimiento y esto es lo que les hace entrar en crisis a la primera cana o arruga y, de rebote, en un comportamiento esquizoide, en los que la cólera, la agresividad y la falta de entrega afectiva acaba sumiéndoles en depresiones y episodios de angustia y ansiedad.
Sufrí, y no es un recurso literario, tan de cerca la situación que no me cuesta mucho distinguirles.

Y, sin embargo, ahora voy a contradecirme en cierto modo.
No es una epidemia, pero corremos el riesgo de que lleguemos a conocerla como tal.

El invento de la “metrosexualidad” me ha hecho conocer a gente que ya, sin llegar aún a la treintena, te hablan de liposucciones, del botox, de una marca de calzoncillos que levantan las nalgas, o de camisetas de lycra que realzan los pectorales y bíceps que machacan en el gimnasio. Después intentas hablar con ellos de cualquier otro tema y se quedan en blanco, excepto si les nombras a Madonna, tal es su culto al cuerpo que no dan más de sí. Son ya otros “Peter Pan” en potencia y me pregunto qué será de ellos cuando lleguen a la edad de ser personas por fin y no vivan sólo del alarde de su apariencia actual, de dudoso futuro en el que ya no tengan el aplauso de los que ahora les jalean por su fugaz belleza. Una vez marchita ésta ¿podrán superarlo?

Respeto sus decisiones porque es su vida y son sus cuerpos pero no dejo de sentir cierta lástima porque ¿serán capaces de apreciar, siquiera, esta hora violeta que, además de hermosa, me hace pensar en la mirada compartida de este instante?

Estás en mi pensamiento. En esos breves minutos que ha durado te he sentido como si estuvieras a mi lado, en silencio, sólo roto por bandadas de gaviotas que sobrevuelan los tejados, graznando como plañideras en busca de alimento.

© P.F.Roldán

Mozart:Eine kleine Nachtmusik-Romance Andante

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