30 de mayo de 2010

soñar es gratis… pero puede acabar teniendo un precio

Como bien digo en esa columna de la derecha, donde uno expresa lo que pretende transmitir con este blog, a veces se escribe –entre otras cosas- de sentimientos deseados aunque no sean reales. De lo que quisiéramos sentir hacia alguien y que ese alguien lo hiciera recíproco… si existiera. Te explayas pensando en que nunca se llegará a distinguir cuando son ciertos y cuando sólo un deseo, pero hoy me he dado cuenta de que soñar tiene su precio aunque pensemos que los sueños no nos cuestan nada.

Y tienen su precio porque, de repente, surge alguien de carne y hueso e inocentemente, porque llegas a creer que sabrá discernir la ficción de lo cierto, le das la dirección de este sitio y te lee y acaba conjeturando que tienes el corazón “ocupado”, y no te deja ni la oportunidad de sacarle de su error porque desaparece tal cual llegó, sin pedirte ni una aclaración bien sea por prudencia o porque supone que no le has sido sincero. Ni se para a pensar que si le dejaste leerte es porque no tienes nada que ocultar; que el hecho de dejarle entrar a tu mundo, entreverado de ensoñaciones tan sentidas como las circunstancias reales porque uno siente así siempre, sólo fue para que conociera mejor a quien la vida le había puesto en su camino.

Y te queda un cierto regusto amargo porque, aun no sabiendo de antemano qué podría haber deparado el destino, intuías que era posible la complicidad; que esa persona era especial porque tiene mucho de lo que has estado describiendo y deseando cada vez que pensabas que existía y que llegaría en cualquier momento.

Como siempre, la soledad no me asusta ni la considero una enemiga porque convivo con ella en armonía desde hace años, pero no dejas por ello de anhelar que ese momento ocurra; que lo que has estado deseando -sin desesperarte en la espera- adquiera corporeidad y dejar que nos pueda sorprender con algo que, sin buscarlo, has estado confiando en que se cruzaría contigo en un momento impreciso de tu vida.

Intentas justificarte, que no consolarte, pensando en que no tendría tanto interés cuando no ha querido o no se ha atrevido a sincerarse, preguntar y dialogar. Llegas a decirte que ha sido, tal vez, un espejismo más entre tantos… pero ese regusto acerbo sigue ahí y durará lo que tenga que durar. Y es que, pese a que tampoco dio la cosa para mucho, es innegable que sentiste un hormigueo que rara vez se siente.

Nunca creí que soñar tuviera un precio porque, aunque en los sueños pongamos ilusiones, esperanzas, deseos…, siempre he creído que lo que haya de ser para uno lo acabará siendo antes o después y que si no pudo ser una vez lo será en otra ocasión. Es como esas películas o esos libros en los que el final no es el que esperabas porque el destino, como a un buen director de cine o a un escritor inteligente, le gusta sorprendernos en los desenlaces. No trata de desencantarnos sino de obligarnos a pensar que todo tiene infinitas lecturas y que no siempre son las que imaginábamos.

Y empezaremos de nuevo y sin renunciar a seguir soñando para vivir y, como cuando leemos otro libro o vemos otra película, la lección será que en lugar de adelantarnos al epílogo dejaremos que la vida sea vida y que, como toda historia genial, siga transcurriendo por su cauce que no deja de fluir jamás.

© P.F.Roldán

Joan Manuel Serrat:Para vivir