23 de septiembre de 2008

hacia el cielo


Tanto el cielo como el infierno están en la tierra, ahora mismo, y la mayoría de las veces somos nosotros mismos –nuestra voluntad- los que podemos estar sacando el billete para uno o para otro sitio.

Si “en sobre raíces” decía que no somos como árboles anclados al terreno en el que se plantaron, para vivir pasivamente aunque corra cada día savia nueva por su interior, también recuerdo lo que copié de Susana Tamaro, de su libro Donde el corazón te lleve, en cuanto a que un árbol ha de guardar un perfecto equilibrio entre el tamaño de sus raíces y el de su copa para sostenerse y poder fructificar.

Hoy he ido a visitar a mi madre, a la que no veía desde antes de mi cumpleaños. Al salir de su casa he tomado una foto de tres palmeras a las que he visto crecer desde que mi familia se trasladó a vivir a ese paseo hace 42 años. Decir que han crecido el doble sería aventurado porque yo era un crío y hasta lo pequeño era más grande, y porque no sé cuánto puede aumentar en altura una palmera en tantos años. A lo mejor, incluso, lo han hecho más de lo que imagino… pero lo que sí es seguro es que lo han hecho y que se yerguen hacia el cielo.

Ha sido una fotografía de ésas que sacas por sacar entre decenas más, que de mil malas se consiguen diez mediocres y dos buenas. Ésta ni siquiera es mediocre, hecha a contraluz y sin buscar el mejor ángulo, con el antiestético carenero al fondo estropeándola. Pero, cuando las he descargado en el ordenador al llegar a casa, visualizándolas, me he quedado con la parte menos prosaica de esa mala foto.

Si no quisiera ser nunca, como ya dije, un mayestático árbol, condenado a vivir inerme para cambiar hasta de hábitat, sí que me gustaría ir siempre hacia arriba, a la busca de ese cielo, en este caso metafórico porque hablo del crecimiento interior, aunque mis pies pisen siempre tierra para no confundirlo con otros paraísos artificiales.

Sin embargo, aún ha sido más importante reafirmarme en que ese continuo ascenso es volitivo; un acto que depende sólo de mi voluntad y de nada ni de nadie más., sean cuales sean las circunstancias que me toque vivir. Que todo depende de cómo se asume cada acontecimiento, cada instante vivido, por buenos o malos que sean. Que el infierno es encerrarse en uno mismo, aislarse de la realidad, y no aprender lo que se nos enseña cada día, malviviendo sin querer mirar el mañana con ilusión y haciendo crecer cada día la parte amarga un poco más, sin querer admitir que en nuestro interior están ya muchas de las respuestas que necesitamos para seguir creciendo cada día un poco más.

Tres palmeras, una mala foto y qué conclusiones saca uno si se detiene a pensar un poco… Y no me gusta creer en esas señales que llaman, por llamarlas de alguna manera, esotéricas; pero no es menos cierto que llevaba casi un mes de punta con toda la familia -apenas algún telefonazo- por algo que sucedió de cara a mi aniversario. Sin embargo, en este momento pienso que nunca hay mal que por bien no venga, desmenuzando sobre actitudes y acontecimientos, cuando hasta hace un rato todavía no terminaba de asimilar lo que pasó aquel día y aún me quedaban rastros de mala baba con ellos, que es lo peor que puede instalarse en el corazón o en la razón para seguir mirando al frente.

Sin que se lo propusieran, gracias y a pesar de ellos, fue el cumpleaños más feliz que he tenido en muchos años sólo con oír durante horas su voz. Si hubiera tenido una celebración familiar, como habría sido de pura lógica, no podría hoy agradecerle al destino que me hiciera pasar aquella noche en el cielo.

© P.F.Roldán

M People:One Night In Heaven

22 de septiembre de 2008

vida tras la muerte


Desde 1994 soy donante de órganos. Ya lo era de sangre unos años antes, pero me dijeron que pertenezco al grupo más raro (AB negativo) con lo que no hay muchas posibilidades de ser llamado.

Fue una decisión firme desde que lo pensé, aunque algo meditada en cuanto a que sé como piensan la mayoría de los deudos si ocurre que tomas piola de este mundo y no lo has dejado bien claro: que pasan de avisar a quien competa o se niegan si no se puede demostrar fehacientemente la voluntad del donante. Por eso siempre llevo mi carné de donante encima, como llevo el de conducir o el DNI.

La verdad es que ocurrió de una forma un tanto peculiar si analizo las circunstancias.

Por aquel entonces ya llevaba 14 años junto a mi ex pareja, pero en los dos últimos no viajábamos juntos como antes. Nuestro último viaje fue el de India y, mientras que a mí aquella experiencia fue de un aprendizaje interior tremendo, a él le traumatizó por completo. Regresó asqueado de los olores, de la suciedad, de la miseria, de las heces de las vacas sagradas por las calles… y se decantó por el turismo, sin mí, a las capitales y grandes ciudades europeas y norteamericanas, en las que descubrió –si alguna vez la había ignorado- su adicción irrefrenable al sexo con extraños.

Cuando amas a alguien, y aunque pueda ser considerado un amor enfermizo (esto es tema para otro post), aceptas y respetas al otro. Yo me decía que total eran treinta o cuarenta días de verano, pero que regresaba a mí hasta el año siguiente en el que reiniciaría su periplo, vete a saber dónde: Berlín, San Francisco, Nueva York, Londres, Ámsterdam, París, Montreal,… En el 93, y aunque él aseguraba que no hacía apenas nada y siempre con todas las precauciones, decidí hacerme las primeras pruebas de VIH ya que él era reacio a hospitales y jeringuillas. Yo no. Y mucho menos cuando, sin comerlo ni beberlo, podía estar exponiéndome a coger algo, aunque desde que empezaran sus correrías ya no hubo nunca más sexo “a pelo” como antes. Pese a eso, nunca se sabe…

Cada año esperaba, con absoluta serenidad, un tiempo prudencial de cuatro meses desde sus regresos (a partir de los 90 días ya se sabe si sí o si no) y me hacía las analíticas; y, sinceramente, siempre fui a recogerlas sin ningún miedo. Uno que es coherente desde siempre sabe que quien juega con fuego puede quemarse, así que iba con la mente bien lúcida a por ellas, asumiendo que cualquiera que fuera el resultado nada podría cambiarlo pero sí seguir viviendo con dignidad, de una u otra manera, y tomar las oportunas medidas en el sentido que fuera.
Desde entonces, y aunque rompimos en 2002, no he perdido la costumbre de incluir en mis chequeos anuales las pruebas de serología; incluso aunque haya estado hasta más de dos años y medio sin relaciones. Ya que han de sacarte tres tubitos de sangre ¿qué más da que haya un cuarto una vez que la aguja ya está en tu vena? Recogí las últimas el pasado abril, pero me las he vuelto a repetir el 4 de septiembre; justo cuatro meses después de mi último roce y aunque no se llegara a consumar nada porque no había química emocional para que la hubiera sexual. Uno que es así.

A lo que iba. Fue después de la segunda vez que me dieron los resultados cuando tomé la decisión de lo de ser donante. Tenía entonces 42 años y la misma salud de hierro que sigo teniendo con 56, porque de lo que hoy te cuides depende la calidad de vida que se tenga mañana, y aunque la genética también tenga parte en ello.

Pensé que estaba sano y que viajaba constantemente en coche, autobuses, trenes y aviones por motivos de trabajo, con lo cual estaba más expuesto a un accidente que cualquier otro que llevara una vida más sedentaria. Bueno; en el caso de sufrirlo de avión poco se podría haber aprovechado de mí después de ver la espantosa tragedia de Barajas. Pero en eso no piensas cuando decides que quieres seguir siendo útil hasta después de muerto y parodiando el dicho, “lo que se han de comer los gusanos que ayude a los humanos”.

No sé que se podrá utilizar de mí, pero, sea lo que sea, espero de corazón que a alguien pueda servirle algo de lo que tengo. Cuando ves que hay colas de personas desesperadas esperando un riñón, un hígado, un corazón o una simple córnea, te pones en su lugar y piensas que desearías que haya quien pudiera salvarte de ese calvario. Y como dicen en Valencia: pensat i fet.

Así que –aparte de las creencias de cada cual- sí que hay vida después de la muerte cuando tú puedes dársela a otros. Es todo lo que hay que pensar como única razón para hacerse donante.

© P.F.Roldán

KJ-52:Life After Death

21 de septiembre de 2008

estamos en fiestas... y una ausencia



Anteayer se dio el pistoletazo para el comienzo de la XIX edición de las Fiestas de Carthagineses y Romanos con el pregón desde la balconada del Palacio Consistorial.

Este año hay una ausencia. Se nos ha ido Rosa Juaneda, fundadora de las fiestas cuando fue concejala en el Ayuntamiento de Cartagena, antes de ser elegida para diputada a Cortes por la Región de Murcia. Quiso que esta ciudad conmemorara su Historia con unas celebraciones singulares, con suma rigurosidad y fidelidad histórica, que recrearan desde la llegada de los carthagineses, su fundación como Kart-Hadast, las bodas de Aníbal y la ibera Himilce, el Oráculo de la diosa Tanit y la conquista de Escipión para convertirla en Carthago Nova. Y así ha sido.

Poco se han llevado ella y Blanca, que eran de la misma edad. Amigas y compañeras de fatigas, juntas con, la entonces también concejala y ahora diputada regional, Teresa Rosique, lo mismo se subían encima y se ataban a una excavadora que los ladrilleros metían en los yacimientos de El Molinete, hasta que venía la policía local y echaba a los obreros, que igual colaboraban en el nacimiento de estas fiestas que, año a año, han ido ganando en todos los sentidos hasta convertirse de Interés Turístico Nacional, y para las que hay ya un expediente en marcha para solicitar el Internacional.

Esta noche, para desgracia de los festeros, está cayendo un imprevisto aguacero tras un día sin una sola nube, y a lo lejos se escuchan truenos. Es raro que llueva aquí, pero parece que siempre lo hace en el momento más inoportuno.
Si fuera un cursi poeta diría que el cielo llora por Rosa y su ausencia, y seguro que más de uno habrá pensado en lo mismo porque aquí, cuando se nos va la gente buena, nos sale una chispica la vena sentimental. Tanto ella como Blanca fueron homenajeadas en muchas ocasiones por diferentes Tropas y Legiones. Rosa lo iba a ser especialmente este año, como hace cuatro se hiciera con Blanca, porque esta ciudad, tan cainita para según qué cosas, también sabe ser muy agradecida con quienes han luchado por ella.

Sé que se cumplirá el sueño de ambas de que una vez ya restaurado el Teatro romano, en pleno centro de la ciudad, los actos teatralizados abandonen el moderno y desangelado Auditorio del Parque de Torres y se celebren allí, para darle mayor contenido histórico a estas fiestas en un escenario real de la época en la que transcurren.

Este año, los políticos de turno se han negado a ello; aunque tanto la alcaldesa Barreiro como el presidente regional Valcárcel tuvieron la desfachatez –no tiene otro nombre- de ofrecer una cena privada a los participantes de la Med Cup sobre el escenario del Teatro, para causar buena impresión a los organizadores de la regata y que la traigan de nuevo a nuestro Puerto.

Que las Fiestas se celebren en escenarios históricos ya es un clamor popular que crece día a día, sobre todo después de esa cena de marras de la que la gente se hace cruces como si no hubiera mil sitios para haberla organizado, siendo como fue de entrada muy selectamente restringida.
Al menos, ya se ha conseguido que la Federación de Tropas y Legiones pueda salir durante el día del recinto del Campamento, a las afueras, para tomar las calles céntricas y que la fiesta llegue a todos y no se reduzca sólo al reducto nocturno como hasta ahora.

Un último recuerdo hoy para Rosa, que no será el último.
Este año se te echará de menos porque en las dieciocho ocasiones anteriores nunca faltaste a la cita.

© P.F.Roldán

Hans Zimmer & Lisa Gerrad:Gladiator

correo de una buena amiga


De: xxx (xxx@hotmail.com)
Enviado: domingo, 21 de septiembre de 2008 14:05:04
Para: franete

Hola!
Te mando un video raro por el duo que forman estos dos. Me lo ha mandado en un mail xxx hace un rato y cuando he leido los subtitulos de la cancion me he acordado de ti y tus sentimientos por xxx que creo que son de lo mas bonico que he visto en mucho tiempo y por eso te la mando. Que afortunado xxx y que envidia. Bueno envidia no que la envidia es mala (icono con la carita de la lengua fuera) No lo conozco y no puedo decir si te merece o no pero si tu lo quieres seguro sera por algo y no hagas caso de nadie porque nadie esta dentro de ti para opinar lo que es bueno o malo para ti que la gente es corta de entendederas y le da mucho a la mojarra por meter baza aunque ni les va ni les viene asi que oidos sordos y tu a la tuya y si te dicen loco como te dijo xxx pasa de todo. Yo te conozco hace muchos años para pensar que haces locuras y yo no voy a juzgarte nunca porque se de sobra que sentido comun no es lo que te falta.Lo unico que siento es que esteis tan lejos porque si estuvierais mas cerca todo seria mas facil pero te veo tan feliz que parece que lo tuvieras esperandote en el pico esquina (repite el icono de la carita con la lengua fuera) Estas mas enamorado que un tonto de capirote jajaja (icono con la carita del cucurucho y el matasuegras)
Bueno nene que ya sabes que el miercoles te esperamos a cenar. No se te ocurra traer nada que te conozco (icono con la carita guiñando un ojo)
Un besote enorme. XXX
http://www.dailymotion.com/relevance/search/barry%2Bwhite/video/x6lk7_barry-white-luciano-pavarotti-duet_events


Abro el video. La letra dice todo lo que me gustaría decirte algún día.

Es una tía estupenda, ¡qué bicho! Sólo a ella se le podía haber ocurrido acordarse de mí y mandarme ese mail con esta canción. La verdad es que es de esas pocas buenas amistades que tengo aquí; una de esas flores raras de las que tanto hablo y a la que quiero un montón, y de la que me siento orgulloso y afortunado porque siempre ha estado a mi lado desde que nos conocimos, a las verdes y a las maduras.
No es la típica que te dice lo que quieres o necesitas oír; si ha de cantarte las cuarenta en bastos lo hace, pero con tacto, aunque con firmeza. Pero, de igual modo, se alegra con las alegrías de un amigo como si fueran suyas; que lo son porque con los amigos se comparte todo, excepto lo que únicamente reservas para tu pareja.

Por eso siempre he creído que para que una pareja tenga futuro ante todo ha de fomentar la amistad para que la relación vaya creciendo poco a poco, con buenos cimientos, hasta canalizar todo lo demás; eso que guardas exclusivamente para quien ocupa tu corazón.

Tiene razón, aunque no hacía falta que me lo recordara, pero ella es así de madraza. Ni he hecho caso ni lo voy a hacer de cuantos quieran opinar. Algo por otro lado difícil porque de esto solo saben tres amigos muy queridos de nuestro círculo y aunque sólo uno de ellos me dijera “loco” –es su parecer porque, aun siendo amigos, no se tiene por qué pensar igual- mi corazón no atiende a razones cuando está seguro de sus sueños.

La verdad es que el dueto Pavarotti-Barry White queda algo surrealista, pero la canción, (como ya comenté del I will survive) oída tantas veces pero tal vez nunca escuchada como suele pasarnos con las músicas en lenguas foráneas, adquiere otro sentido cuando te empapas de su letra y no puedo negar que habla con frases cortas y sencillas de lo que siento.

(¡Muchas gracias por pensar en mí! Luego te contestaré, bicheja.)

© P.F.Roldán

Pavarotti & Barry White:My first, my last, my everything

20 de septiembre de 2008

lo real, más fantástico que la fantasía


Aunque sigo con Los Pilares de la Tierra –más que nada como lectura nocturna-, me he propuesto la relectura del libro de Galeano, El libro de los abrazos, aunque sea un par de historias, o tres, por día. Es un libro que, por su tamaño, te permite llevarlo a la calle para echarle una ojeada en esos tiempos muertos que tenemos a veces, a la vez que, por ser breves, me evaden un poco de ese cuento de Follet, que, por muy enganchado que me tenga, no deja de tener mil trescientas y pico páginas.

Galeano puede subirte al cielo con la misma facilidad de hacerte descender a los infiernos; unas veces es tierno; otras divertidamente mordaz, pero otras es duramente amargo. De lo que no me cabe duda es que siempre es un narrador nato de lo cotidiano… aunque no lo parezca a primera vista.

El libro de los abrazos no le gusta a mucha gente con la que he comentado sobre él. Quizás no lo entiendan o tal vez, por el contrario, se sientan demasiado identificados como para querer entenderlo, porque, como decía uno de sus críticos alemanes, Hackl, en la contraportada, “Galeano no inventa: descubre. Lo real, es para él, más fantástico que la fantasía”, y a nadie le apetece verse retratado con una crudeza que a la vez raya lo mismo en lo poético que en lo cruel, con lo que nos hace parecer personajes oscuros de ficción de un planeta irreal y que neguemos, a su vez, que eso pueda llegar a ser algo más que literatura, y de la que no gusta… Pero ¿por qué no gusta?

Creo que viene a ser a la Literatura lo que Almodóvar para el Cine, que cuando ves una de sus películas te dices que nada hay más antagónico con la vida real. Sin embargo, debajo de esa crudeza casi surrealista hay historias muy auténticas que él lleva al extremo de rozar casi lo esperpéntico para sacarnos una sonrisa (inolvidable el “riego” de Carmen Maura en La ley del deseo), cuando lo que subyace en ellas es tan posible y probable, que, aunque no nos lo creamos de buenas a primeras, cualquiera podríamos ser un día el protagonista de una de ellas… si es que no lo somos ya, si no de obra sí de pensamiento. ¿Acaso carecemos de secretos inconfesables en lo más profundo de nuestra imaginación? Otra cosa es que los llevemos a cabo… o que carezcamos de esa imaginación para ser completamente humanos. ¿Alguien tiraría la primera piedra siendo capaz de ser sincero?

Como con Galeano, se puede rozar ese cielo del que pasa un rato ameno, hasta divertido; pero cuando recapacitas sobre lo que has visto –o leído, según el caso- te das cuenta de que esas peripecias que parece que no le pueden suceder a nadie, de tan rebuscadas, son tan increíblemente reales que por eso nos parecen producto de las fantasías de gente esnob que buscan triunfar asombrándonos y trasgrediendo con ese ir más allá de lo que nos es usual. Pero, queramos o no, son retazos de este mundo nuestro que, a pesar de que nos neguemos a reconocer en sus obras como algo verosímil, existen; que son historias que les pueden estar sucediendo a otras personas ajenas a nuestro mundo rutinario; que incluso para nosotros no sería de extrañar que fueran reales aunque sólo lo fueran en nuestras mentes.

Todos somos algo en potencia. Desde hombres casi felices, aunque nunca lleguemos a serlo, hasta asesinos, aunque nunca lleguemos a matar; desde machos recalcitrantes de barra de bar, alardeando de ello delante de los amigotes, a travestis carnavalescos. -¿nadie se ha parado a pensar por qué los que más presumen de hombría cuando llega carnaval su disfraz preferido es el de mujer?-. Sólo puedo explicármelo conque hasta en el ser humano más noble, con todos los principios habidos y por haber, o en el más seguro de sí mismo, siempre hay un anhelo oculto, y a veces hasta inconsciente, de trasgredir las normas... aunque nunca nos atreviéramos a hacerlo. Y eso es lo que suelen relatarnos estos autores, para muchos “malditos” o despreciados porque desvelan lo que a quienes les critican les gustaría que siguiera escondido para no tener que reconocer sus debilidades, ni ante sí mismos, y para que los demás ignoren que éstas existen.

La ignorancia siempre da una falsa seguridad… pero la negación de la verdad siempre nos convertirá en seres vulnerables y en eternos inseguros porque antes o después siempre sale a la luz.

© P.F.Roldán

Los Nadies:El Libro de los Abrazos

afuera miedos


Releí no hace mucho El porvenir de mi pasado, de Benedetti. Copié una frase en una cuartilla porque, simple en apariencia, ha sido mi filosofía durante bastantes años:

“En un platillo de la balanza coloco mis odios; en el otro mis amores. Y he llegado a la conclusión de que las cicatrices enseñan; las caricias también.”

Pero, mi experiencia es que el pasado jamás ha de interferir en el porvenir, lastrándonos de tal manera que el futuro sólo sea una prolongación continua de ese tiempo pretérito que no ha de volver.

Siempre he creído que nunca se olvida, y tal vez por eso Neruda decía “qué largo es el olvido”; pero, personalmente, hace tiempo que me propuse que el recuerdo pudiera ser como el contenido de un saco que uno lleva consigo de por vida. Pero ese saco hay dos maneras de llevarlo.

Una, los que lo cargan a su espalda para que no entorpezca el caminar siendo un obstáculo. Muy de vez en cuando uno se detiene, pone ese saco ante sí, lo abre y hurga dentro de él para, como dice Benedetti, revisar cuanto de bueno y malo nos ha acontecido para ver que nos enseñó la experiencia de lo vivido. Y una vez comprobada, se vuelve a echar al hombro para continuar al camino.

Otra, los que se empeñan en llevarlo asido delante de ellos, ante sus piernas, tropezando continuamente con él sin que puedan avanzar mucho porque viven del recuerdo, y sobre todo de los recuerdos que dejaron cicatrices “imposibles de borrar”, como canta el bolero. Estos son los que, anclados a ellos, no pueden mirar hacia delante, haciendo de su futuro una perpetua incertidumbre, acobardados por sus viejas heridas y sus miedos.

Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Quizás se nos olvida detenernos para abrirlo y comprobar que nos hizo tropezar la primera vez. Aun así, prefiero tropezar de nuevo a no hacerlo jamás, porque quien no se cae no se levanta, lo que es, en cierto modo, una buena señal. No lo controlamos todo y eso nos hace, en contra de los que creen que es una debilidad, sumamente humanos.

Quien analiza y racionaliza en exceso su vida es como el que lleva el saco delante. Siempre se estará oponiendo sistemáticamente a que la vida suceda como lo ha de hacer, previniéndose de antemano. No siempre las experiencias pasadas pueden marcar a las que están por venir. Nada en nuestra vida es igual, ni siquiera semejante… sobre todo en lo que a sentimientos se refiere.

De niños aprendimos a que no hay que meter los dedos en un enchufe una vez que lo hicimos y recibimos la descarga. Aprendimos a nadar cuando nos caímos en una piscina y supimos que nos habríamos ahogado si alguien no nos hubiera rescatado a tiempo. Aprendimos muchas cosas, sí. Cosas que estimularon nuestro instinto de supervivencia. Pero lo que tal vez no nos quedó claro es que eso no es aplicable a otros aspectos de la vida. Si el temor al pasado nos inmoviliza en un sillón para no correr el peligro de que nos vuelvan a herir, nunca sabremos si hubiéramos sido heridos o no. Si las posibles nuevas cicatrices pudieron ser caricias.

Quien se encierra en su caparazón por recelo a lo que la vida nos pueda traer de doloroso, está negándose a la vida misma pero hay que seguir aprendiendo de ella. Con cada acierto. Con cada fallo.

Nunca hay que cerrarse la puerta. No me conformo con ganar pequeñas batallas para sobrevivir atrincherado, sino en ganar la guerra; y ésta suele estar ante todo dentro de nosotros mismos. Si no salimos al mundo a pecho descubierto, éste no va a venir a buscarnos a casa, y si no aceptamos el reto de vivir tendremos pasado pero no porvenir…

© P.F.Roldán

Tantas veces oída, tantas veces bailada, pero qué pocos conocemos su letra:
Gloria Gaynor:I Will Survive

17 de septiembre de 2008

la ciudad blanca


No sé qué tiene Lisboa, pero siento una atracción por esa ciudad casi rayana en lo obsesivo. Cuatro veces he estado allí y sé que he de volver.

Me compré hace un par de días una de esas revistas de Historia que suelo casi coleccionar, siempre y cuando sus contenidos me atraigan. Por algunos de mis escritos anteriores queda claro que tanto la Historia como la Arqueología me apasionan, y ésta, en concreto, traía un reportaje muy atrayente sobre el terremoto que la dejó asolada en 1755, y como el marqués de Pombal la reconstruyó prácticamente de la nada, debiéndole su configuración actual desde la misma praça do Comerço, en una cuadrícula perfecta.

En 1988, durante el segundo viaje, derramé más lágrimas que un tonto. Soy así de sentimental a veces. La noche que llegamos fue cuando se incendió el barrio alto del Chiado y, al día siguiente, desde la otra parte de Lisboa, desde el castillo de San Jorge, se veían las espesas humaredas aunque decían que el fuego ya estaba controlado, pero sólo se distinguía a duras penas la iglesia do Carmo, testimonio de aquella otra catástrofe de dos siglos y pico atrás, a la que sólo le quedan, como milagrosamente, las estilizadas nervaduras góticas de las bóvedas, apuntando directamente al cielo porque nunca se restauró su techo.

No es monumental como Roma. No tiene la grandiosidad de París. Pero la vista del Tajo –el llamado Mar de Paja- desde el mirador de santa Lucía; pasear por la Alfama, o el Chiado, ya reconstruido, en donde te puedes tomar un excelente café en compañía de Pessoa, inmortalizado en bronce; los tranvías, el elevador de santa Justa –de Eiffel- para subir al Barrio Alto; ese mito del blanco que pocos edificios conservan, como la torre de Belem o el monasterio de los Jerónimos, santa Engracia, Madre de Dios o el Teatro Nacional Doña María en la praça do Rossío, pero siempre adivinando el blanco luminoso bajo los manchurrones gris sucio de muchas de las viejas fachadas con sus balcones siempre llenos de flores..

Lisboa invita a pasear y a sentarte tranquilamente en cualquier terraza a leer, escribir o, simplemente, a ver pasar a la gente, porque una vez vistos todos sus monumentos –desde la Catedral al Museo Gubelkian (qué exquisita la colección modernista de Lalique)- uno se siente casi como en casa.

Y si es como en casa ¿para qué ir? dirá alguien.
Hay que comprobarlo in situ. La magia de su atmósfera, siempre tan inspiradora, no se puede describir con palabras; produce una paz tan fuera de lo común que te pasarías horas sin moverte de donde hayas decidido tomar asiento… O, por el contrario, te echas a caminar por las callejuelas que llevan a todos sitios y a ninguna parte, sin rumbo, por escondidas escaleras y vericuetos, descubriendo los rincones más insólitos y casi inconcebibles, en los que se vive en la calle, como en cualquier pequeño pueblo de provincias, sin haber sido invadidos por la Lisboa céntrica y señorial.

Como Bruno Ganz, en la película de Tanner, En la ciudad blanca, uno se quedaría en ella y se olvidaría de los relojes y de los calendarios, dejaría de planificar su vida por un tiempo, y se dejaría absorber por su fascinante sosiego.

Lisboa puede verse en dos o tres pateos. Lo que no tiene parangón es vivirla

© P.F.Roldán

Misia:Garras dos Sentidos

trapos sucios


Me confunde, por no decir que me harta, el discurso repetitivo de esta pequeña sociedad burguesa con ínfulas, pacata y endogámica, en la que me muevo por la obligación de tener que coexistir con ella, aunque sea tropezándomela por las calles. Es lo malo de cuando la gente se conoce de toda la vida. Pero nunca mejor dicho que la confianza da asco, porque, sin que realmente yo les importe nada, ese conocimiento les hace tratarte como si fueras uno más de “su” hipotética familia de gentes “de orden” –yo que soy un desclasado, aunque tenga muy arraigados principios que no son los de ellos-, pero es una familiaridad mezquina, con una simpatía hipócrita desplegada para irte sacando cosas sutilmente, como si les importara de corazón cómo van tus cosas. Todo mentira. Después de hablar contigo, correrán a ponerlas de boca en boca, adornadas con comentarios, exageraciones y conclusiones de su propia cosecha.

Me aturden. Personas a las que hace siglos que no veo, pero que oyen tu nombre o tu apellido y se lanzan a saco, aunque se nos hayan desdibujado las caras después de tantos años. Otras con las que apenas si me he vuelto a tratar desde mi regreso aquí, porque han cambiado nuestras respectivas vidas, sea en lo ideológico, sea en lo personal. Lo mismo les da interrogar por la familia que por mí mismo, hasta el punto que, de tan hastiado, me ha dado por practicar aquel refrán que hace años me enseñara mi abuelo materno de “al que quiera saber, mentiras con él” o el tópico “tú como los gallegos, a una pregunta responde con otra”; lo que por otra parte es indicativo, para que te den consejos así, de que el chafardero de aquí ha sido desde siempre un espécimen típico y frecuente, casi endémico, y que para no parecer impertinentes e indiscretos, porque ante todo hay que guardar las formas, aunque lo son y lo son aún más porque para sonsacarte intercalan en el interrogatorio historias o anécdotas de terceras personas, algo que les da pie para formular nuevas preguntas…y que escucho con resignación porque no me interesan los entresijos ajenos como no me gusta airear los míos.

La diferencia que se percibe cuando alguien tiene un sincero interés por las cosas particulares de uno de esos otros, es que estos utilizan un lenguaje casi escabroso para hurgar en lo más íntimo. Y lo curioso es que me consta que en el fondo no hay maldad manifiesta; sólo quieren saber. Tener algo nuevo que contar en sus tertulias del Club de Regatas o del Casino para matar las horas “poniendo al día” al que las quiera escuchar para combatir sus tediosas tardes. No, no es maldad, sólo pura frivolidad, pero, sin dudarlo, igual de dañina.

Sales a pasear tranquilamente y es que nunca falla. Siempre te encuentras con algunos de estos peripatéticos desocupados, a la caza del ingenuo de turno que necesite desahogarse. Es como una epidemia de correveidiles.

Suelen empezar adulándote “Hay que ver, estás como siempre…” y después, con cara de compasión para ganarse tu confianza, lo mucho que sintieron la muerte de tu hermana, y detrás un “Vi a tu madre anteayer en misa… la pobre, con lo que ha tenido que sufrir y sus piernas tan mal y que voluntad de hierro para no dejar de ir…”, acto seguido viene lo de “¿Y quién se ocupa de ella? porque la veo siempre con tu hermana pequeña… ¿Va todo bien con el resto de los hermanos?... porque –te excluyen, claro- nunca los veo con ella”
Pones cara de póker. “Sí, claro, pero es que es la que vive con ella”… “¡Ah! Que tú no vives con ella ¿y eso?... claro a tu edad te gustará vivir solo”… Mueca paciente de asentimiento por mi parte… “Pero ¿sigues soltero, no?... ¡Ay, hijo! Como tu tío, que se casó pasados los cincuenta”.
Uy, uy, uy… Arenas movedizas a la vista. Ahí puedes decir cualquier cosa que suene medio verosímil, pero seguirán implacables. “Tú no te preocupes, que una chica buena siempre puede salirte en cualquier momento aunque ya seas muy mayor”…
Ya está. Si no lo sueltan para ver por donde sales, revientan. Se huele ya a ciénaga.
Sí, sí… en eso estoy pensando yo, te dices para tus adentros, pero de cara a la galería cambias de tercio por donde más les duele que es devolverles con la misma moneda, preguntando. “¿Y que ha sido de tu hijo menganito?”... Ahora la cara de póker es del otro. “Es que como hace siglos que no lo veo…” y ni me importa, para ser sincero.
Al hijo todo el mundo lo lleva en lenguas… no me interesa en absoluto el por qué, pero ya otro te comentó que hace años, sin más, desapareció del mapa…
Contestan algo casi ininteligible a media voz y vuelven a contraatacar. “Sí, sí… está muy bien… ¿tu hermano se separó no?... pobre chica su mujer, con lo guapa y buena que parece… Y esas criaturas… Es que me han dicho que se ha liado con…. con… bueno, ya me entiendes…” Y te sale un “Pues no, no te entiendo.”
Y casi susurrando y con mucho énfasis te sueltan una animalada… Haces como que miras el reloj con cara de apuro. Sacas la mejor de tus sonrisas. “¡Vaya! Qué lástima, con lo a gusto que estoy charlando contigo, pero me esperan a tomar un café y ya voy con retraso. Seguimos en otro rato de estos. Encantado de verte. Hasta pronto”
Y sin darle tiempo a reaccionar, sales a escape como alma a quien llevara el diablo, calle Mayor abajo, aunque no te espera ni el lucero del alba. Y a lo lejos te llega un “Dale recuerdos a tu madreeeee…”
¿Pero no ha dicho que la vio hace dos días?

Podría haberle contado que los hermanos nos llevamos a matar; que la que cazó a mi hermano es una víbora; que mi ex cuñada era más vaga y trasto inútil que Homer Simpson; que no me casé porque me dejé a mi novia por un chico hace muchos años; que vivo solo porque a mi madre la quiero un montón pero es insoportable pasar más de 20 minutos con ella y llevo muchos años así, con una paz que envidiarían; que mi hermana pequeña, que aspira a ser la heredera universal, no me descuartiza porque tienen el congelador hasta los topes, además de quedarte con las ganas de soltarles el exabrupto: “vivo solo porque me sale de los huevos ¿algo que objetar?”… Pero uno es comedido, se traga el mal genio y trata de ser educado, a pesar de todo y aun cuando no lo merezcan.

Y es que, además, los trapos sucios se lavan en casa.

© P.F.Roldán

Manu Chao:Mentira

16 de septiembre de 2008

pienso en ti


Cada día, en cada momento, estás en mis pensamientos. No hay mañana en la que, al despertar, no sea tu nombre la primera palabra que sale de mis labios. No hay noche en la que, al conciliar por fin el sueño, no sea tu imagen la última que me viene a la cabeza, quedándome dormido como un bendito entonces.

Eres mi paz, eres mi sosiego. Si supiera que no estás ahí -no lo concibo- mi vida se tornaría gris, por mucha alegría que mostrara mi sonrisa, porque desde que nuestros caminos se cruzaron todo tiene otro significado, que hasta el amanecer de cada día me parece diferente, aunque lo haga nublado, y esta luna llena que en una hora iluminará el cielo me parece más blanca que nunca, y sé que ambos la miramos al unísono aunque separados desde donde estamos. En la distancia, brilla para los dos, única.

¿No te llega como el eco el “te quiero” que le digo para que a su vez ella te lo transmita? Mi voz viaja hacia ti a la velocidad de la luz, esa luna mensajera.

Vengo de ver un anochecer, como otros muchos, sobre los tejados de la ciudad; pero me parece tan distinto a todos los que antes vi… porque anochece a la vez, tanto aquí como allí, al igual que cada día nos alumbra y nos da su vital calor el mismo sol.

Puede que entre tu cuerpo y el mío se interpongan ahora los kilómetros pero, además de muchos momentos de confianza, ternura y confidencias, compartimos ya también todas esas cosas qué inequívocamente son las mismas para los dos cada día.

Pienso en ti a todas horas.
Se me acelera de emoción la sangre, mis sienes latiendo a ciento cuatro pulsaciones por minuto, cuando mi imaginación echa a volar y te presiente cercano.
Cambiaré de hoja el calendario y el pulso se disparará de nuevo, soñando en el deseado encuentro, como echa a correr cuando miro tu rostro en las fotografías y leo cada palabra tuya mientras escucho a Loreena McKennit para aproximarte aún más a mi corazón.

No existen ya las noches oscuras del alma desde que estás en mi vida, sino esas otras, en las que sueño que veremos muchas lunas llenas y atardeceres espléndidos… Y algún día –otro de mis sueños para compartir contigo y si tú quisieras- desde la Alhambra, después de haber esquiado juntos en Sierra Nevada… y Granada, que es una de las ciudades que más amo y a la que siempre he viajado solo en muchas ocasiones, me verá por fin sonreír junto al que quiero querer hasta donde nos deje nuestro destino.

© P.F.Roldán

Loreena McKennitt:The Dark Night of the Soul

Lorenna McKennitt:Nights from the Alhambra

viajar como viajero

Blanca, yo y acueducto... aún no sabía lo que era viajar y no "turismear", pero fue un hermoso viaje
con Esther en México, seis meses de cooperante
no estoy para muchas risas en Viella después de haberme pasado el día subiendo y bajando pistas en Baqueira
manda huevos, que dice mi paisano, hasta en Figueras me tienes que sacar como si no hubiera postales del Museo Dalí
tú dale que te pego a la cámara, por mucha Roma y Panteón que quieras, no me gusta salir posando
ni Loira, ni castillo de Chambord, ni aunque sea mi cumple... qué ganas de inmortalizar el viaje
si no me fotografías junto a la gárgola, te da el siroco...aunque te ponga cara de perro pachón
por mucho Versalles que sea, ¿no sabes a estas alturas que poso de mala gana?
yo y mi amor a las "piedras", en Éfeso, por eso me dejo fotografiar
¡qué pasada Capadocia! Ahí sí que me salía la sonrisa del fondo del alma en mitad del monte

sonrío porque es mi cumpleaños, en Estambul, aunque no me sale con muchas ganas con tanto "ponte aquí, un poco más allá, que no sale santa Sofia" Arghhhh
en Jaipur con un orfebre hindú. Disfruté conversando. Éstas son las que me gustan: las que me coges desprevenido
¿por qué me fotografías en un templo haciendo que te llamen la atención?
"obligado" salir con el Taj Mahal al fondo, si no, otro berrinche del turista fotógrafo
en Jordania, foto que a la fuerza ahorcan
en Petra y te molestas porque evito mirar al objetivo en plan superstar; y encima me sacas de pena, porque vuelvo de India con 12 kg menos



Salvo rara excepción, todas esas fotos, y hay centenares más, son la prueba de lo que para mí es la diferencia entre turista y viajero. No me sale natural la sonrisa, si es que me sale, cuando se empeñan en que pose para la posteridad, dejando constancia que se estuvo en ciertos sitios. Prefiero que si han de fotografiarme no me dé cuenta. Otra cosa muy distinta son las fotos cuando estás de fiesta o de juerga con los amigos.

Nunca me han gustado los viajes organizados. Me recuerdan a esos turistas japoneses, cámara en ristre, venga flashes, que en medio día se recorren con visitas guiadas y a toda pastilla los lugares más emblemáticos de las ciudades a las que los llevan. Y en 15 días se hacen un recorrido infernal desde Barcelona a Sevilla, pasando por Granada hacia Madrid, y una vez allí, en lo que les queda de estancia, se los llevan a Ávila, La Granja de San Ildefonso, Segovia y Toledo. Y, al final, regresan a su país sin haber conocido el que han visitado y con fotografías que podrían ahorrarse comprando postales.

Mi espíritu es aventurero en el sentido menos peyorativo de la palabra. Me gusta ir a la mía y detenerme en los sitios el tiempo que haga falta, sin prisas, intentando conocer a la gente, su cultura y sus costumbres. Sacar, como por ejemplo hice en el viaje a India, un billete de ida a Nueva Delhi con regreso desde Calcuta 35 días después y sin saber ni donde me alojaré ni cuanto me detendré en cada lugar, qué recuerdo imborrable el desierto de Thar con la fortaleza medieval de Jaisalmer a 40 kilómetros de Pakistán, y qué gozada que ni un turista porque queda fuera de toda ruta, y después, al regreso, hacer parada en Jordania 3 días para cumplir el sueño de visitar la recóndita Petra.
Es indescriptible el placer de coger el coche y recorrerse a tu aire Italia, Francia o Portugal, y, aunque sepas qué sitios son de obligada visita por típicos y tópicos en viajes así (Florencia, Roma, Venecia, París o Lisboa - bueno, Lisboa es punto y aparte porque siempre me emociona volver-), dejar que la intuición te guíe para salirte de la ruta, qué sorpresa Spoletto en Italia, y conocer sitios poco frecuentados, que posiblemente no vengan ni en las guías, pero en los que encuentras algo tremendamente hermoso.

Mi primer viaje lo hice con Blanca a Segovia, Toledo y Granada con 18 años. Ya nos gustaban “las piedras”, como llamábamos a los monumentos. Luego ya empecé a viajar, lo que es viajar, a los 22 años, con una prolongada estancia de seis meses en México, y desde entonces, visité Turquía en el mismo plan de dejarme llevar por el instinto, con un exiguo equipaje en la mochila, y llegué hasta Capadocia, de donde jamás podré olvidar las casas y templos excavados en la roca de Nevsehir, o los giróvagos de Konya camino hacia allá.

Me gusta fotografiar, siempre en diapositivas con mi vieja réflex, a la gente, con su consentimiento por supuesto; sus mercados llenos de colorido y olores a especias; esas calles por donde nadie, en lo que se dice “su sano juicio”, se metería nunca;… es decir, todo aquello que las postales nunca sacan. Pero si algo me hace perder la noción del tiempo y a la vez ganar en conocimiento es conversar en mi casi macarrónico inglés, similar y a veces peor al de ellos, el tiempo que haga falta; dejarme invitar a un té o ser yo quien les invite a un café, y establecer la tertulia con la confianza del que no se siente extranjero en ningún lugar. Hay quien me ha dicho que estoy loco; que no se explican como no me han dado nunca “un palo”; que qué saco con visitar, por ejemplo, los mortuorios hindúes del templo de la diosa Kali en Calcuta… De todo he aprendido, pero sobre todo a darme cuenta de que nuestra filosofía occidental cada vez está más deshumanizada e imbuida por un afán de poseer más y más que raya en lo antinatural.

Las pocas fotografías en las que yo salgo fueron tomadas por los que venían a esos viajes conmigo, y de los que alguna vez me llegué a separar concertando un punto de encuentro para una o dos semanas después porque no compartíamos la misma visión de lo que es turismo y de lo que es viaje. No es raro que salga en esas pocas fotos con la sonrisa forzada porque no me gusta posar delante de un buda o de una mezquita, que es como querer probar que se ha estado allí, cuando lo que estoy deseando es perderme en el bullicio de las calles, efervescentes de mercachifles, compradores y paseantes. Así que salgo en ellas con cara casi de circunstancias, sea con Santa Sofía en Estambul, al fondo; sea incluso en Nôtre Dame, en París, o en Lisboa. Creo que las únicas en las que salgo sonriente de verdad son las que me hice con Blanca, porque era mi primera salida de casa, y en la del Museo Nacional de México con Esther, una buena amiga que creo que me tomó mucho afecto por ser hija de españoles exiliados y siempre me preguntaba por cosas de España, porque nunca había tenido oportunidad de venir.

He celebrado muchos cumpleaños por ahí. En Blois, en donde invité a la compañía a cenar en un restaurante tunecino a la vuelta de la excursión por los castillos del Loira; en Petra, con merienda cena horas después en un chiringuito a orillas del Mar Muerto; en Estambul, a conformarse con unos helados que volvemos a la cuarta pregunta después de 28 días de correrías por Anatolia; en Lisboa; en Venecia… Cosas de que las vacaciones siempre nos las dieran de mitad de julio hasta finales de agosto, y que aprovechaba desde el primer día hasta el último.

Si hay una película que siempre me ha traído a la cabeza la diferencia entre lo que concibo entre ser un turista y un viajero es la traslacion de la novela de Bowles por Bertolucci, El cielo protector. Y, desde hace unos años en los que las circunstancias me han impedido, de momento confío, aquellos viajes tan largos, he aprendido a viajar, como decían que hizo Verne a lo largo de su vida, con la imaginación, con los libros, o mirando las viejas diapositivas de mis viajes, ya algo lejanos en el tiempo. No es lo mismo, dirán algunos, pero a falta de pan ya se sabe. Es otra forma de llenar el alma de todo lo que nos da un aliciente para amar este planeta y salir, aunque sea mentalmente, de nuestro pequeño hábitat.

Algún día iré a Nueva Zelanda. Es uno de mis sueños desde que estuve en su pabellón en la Expo sevillana del 92 (ya ha llovido desde entonces) y tuve ocasión de ver y hablar con maoríes, ver sus danzas y sus audiovisuales de un país que parece el paraíso en la tierra; y –como ya dije- nunca me gusta renunciar a ellos. Pequeños o grandes, a los sueños siempre hay que darles la oportunidad de que se puedan hacer realidad cualquier día, sin importar ni el tiempo ni las distancias. Petra, con la que soñaba desde hacía muchísimos años, es la prueba.

Todo es posible cuando lo alimentamos como una ilusión dentro de nuestro corazón y nos sentimos capaces para llevarla a cabo antes o después.

© P.F.Roldán

Ryuichi Sakamoto:World Citizen

14 de septiembre de 2008

un rincón entrañable



Enclavado en el antiguo barrio de pescadores, ya inexistente, el callejón de la Soledad fue uno de mis lugares preferidos para pasar los ratos que hacía pellas en el colegio, o al menos paso obligado para subir aquellas tardes de transgresión al nada frecuentado castillo “de los patos”, que era como popularmente se motejaba, y aún mucha gente la llama así, a la Alcazaba.

Capilla cubierta, en un pequeño recoveco, con un sencillo altar en el que desde siempre he visto, aun hoy, algún recipiente –aunque fuera un tarro de cristal de café soluble- con flores frescas y algunos velones; incluso bolsas de plástico de supermercado colgando, que por cierto respeto a quienes las ponen nunca he curioseado. Recuerdos tengo de los exvotos de cera que colgaban a ambos lados del cuadro de la Virgen. De pequeño, me imponían un temeroso respeto, hasta creo que morboso, aquellas menudas piernas, manos, brazos, e incluso cabezas, con minúsculas lazadas de cinta de raso con las que las enganchaban a las escarpias. Ya no hay… ¿O estarán en esas bolsas que antes mencionaba?

El descubrimiento del Teatro Romano y de la muralla bizantina ha desfigurado la calle, en la que permanece exclusivamente la capilla del siglo XVIII, hoy apuntalada esperando su ya aprobada restauración, como mudo testigo de antiguas tradiciones y acontecimientos, como nos contara Federico Casal, en 1947.

Quiero hacer un inciso para hablar de Casal, porque cronista de la ciudad varias décadas, en 1936 logró rescatar –no sin tener que argumentar como buen historiador- la imagen bizantina de la Virgen del Rosell, la más antigua que se venera en la región, y las de los Cuatro Santos, dieciochescos, de Salzillo, cuando fue asaltada la Catedral, sin que el hombre pudiera hacer más por salvar de las llamas el resto de la imaginería que atesoraba Cartagena.

También de mi infancia, guardo el recuerdo de cómo el sábado santo las humildes gentes del barrio, que mantenían a duras penas la conservación de la capilla, descolgaban el cuadro y levantaban un altarcito con guirnaldas de flores en la Cuesta de la Baronesa, casi en la esquina con la calle del Cañón, en honor de la Soledad de los Pobres que procesionaba aquella tarde. En una época de extrema pobreza como aquella aún se hacían rogativas esperando que el cielo les ayudara a través de la misericordia de los más favorecidos que ellos.
Casi todos los vecinos sacaban añosas y medio desvencijadas sillas de su casa para ver el paso de “su Virgen”. Algo que con los años, desaparecida también esa tradición, una mujer del barrio, lotera callejera, apodada “la Pelela”, una institución porque no había en la ciudad quien no la conociera, convertiría en lucrativo negocio durante toda la Semana Santa, sin que pudieran con ella ni munícipes ni los concesionarios de las sillas para ver las procesiones. Mujer de armas tomar, la Cuesta de la Baronesa era “de ella”, su incuestionable feudo.

Copio textualmente, por curioso y porque nada de aquel tiempo que describe Casal ha llegado hasta hoy, lo que publicó en el diario El Noticiero, en marzo de 1947:


"La Fiesta de la Cruz.- El día 3 de mayo, festividad de la Invención de la Santa Cruz, se celebraba en Cartagena la tradicional y popular "Fiesta de la Cruz", especialmente en el Barrio llamado de los Pescadores y, en muchas calles de los Barrios altos y de los bajos.
Consistía esta fiesta, en colocar en la habitación más espaciosa, una gran mesa a guisa de altar, muy bien adornada con luces y flores. Colgada en la pared, la Santa Cruz, rodeada de pendientes, sortijas, collares, rosarios, encajes y pañuelos bordados.
Asistían las Mayas, ataviadas de lujosos corpiños y sayas, luciendo ajorcas, abalorios y toda clase de perendengues. La moza más guapa o rica del barrio era elegida Presidenta y ocupaba el trono, un gran sillón cubierto con un vistoso mantón de Manila o japonés, colocado sobre una mesa rodeada de flores. Las Mayas, fueron prohibidas por R.O. de 21 de Abril de 1769.
En la habitación donde se ponía la Cruz, se cantaba, se bailaba y se bebía.
Desaparecidas Las Mayas, decayó la fiesta, quedando reducida a una simple cruz más o menos adornada con flores de trapo o papel. En las casas ricas, las cruces estaban espléndidamente adornadas y también se bailaba y bebía de lo caro.
En 1793, vivía en la calleja de N.P. Jesús Nazareno, un sujeto llamado Juan Llavador. Hizo en la rinconada de ella un altar con la imagen de la Soledad y los atributos de la Pasión, en el que se estuvo diciendo misa todos los domingos hasta que, en 1820 la suprimieron los revolucionarios de Riego, pero respetaron el altar. La calle tomó el nombre de calle de La Soledad que todavía conserva.
En esta estrecha calleja, desde que se instaló el altar, comenzó a celebrarse la Fiesta de la Cruz, y se celebra todavía durante siete días, adornándola con guirnaldas y cadenetas de papel de colores, banderas, colgaduras y alumbrado en los balcones. A esta fiesta se la llama ahora Verbena de la Cruz; se pide limosna con una bandeja, se baila y se divierte la gente.
Es la única verbena que perdura. El Altar y la Virgen fueron destruidos en 1936, y se restableció en 1940 haciendo un modesto altar y colocando en él un cuadro de la Virgen de la Soledad pintado por el laureado artista Sr. Portela."


Ni Mayas, ni verbenas, ni cruces de mayo quedan ya en un barrio que ha sido desalojado casi por completo para mayor gloria del Teatro Romano, y aunque la Catedral, que se asienta en parte de la cávea de aquél, siga en ruinas setenta años después de ser devastada por un bombardeo de los “nacionales”.

© P.F.Roldán

Katia Ricciarelli & Lucia Valentini:Stabat Mater (Pergolesi)

la sabiduría del destino


Cuando sólo se ha estado enamorado una vez en toda la vida durante más de veinte años, con absoluta lealtad incluso en todos los altibajos que son consustanciales a tan larga convivencia, se llega a pensar en los años siguientes a la ruptura que difícilmente surgirá quien nos vuelva a despertar algo que nos remueva de nuevo, aunque siempre se hable de esperanza y confianza en el futuro que, por muy optimista que se sea, puede más el realismo de saber que los trenes de tan largo recorrido son muy escasos y no todos llevan la dirección de tu destino.

Siendo como soy nada enamoradizo, y mucho menos promiscuo, vas cerrando, sin ser de piedra pero sí coherente, infinidad de puertas durante años. Si el primero, tras la separación, resulta difícil porque la soledad forzosa duele –aunque fuera uno mismo el que pusiera fin a todo-, y más si te vas amando mucho, no es menos cierto que esa soledad se va convirtiendo en una aliada que te hace discernir si quien llama a tu corazón tiene lo que ha de tener para volver a comprometerse. Y así han ido transcurriendo las horas y los días, las semanas, los meses y los años sin sentir que vivir de esta manera fuera como una carga insoportable. La soledad no es mala compañera. Lo que sí es nefasto es sentirse solo en compañía.

Y ocasiones nunca faltan. Para qué vamos a engañarnos. Ante mí han pasado muchas, que siempre hay quien está dispuesto aunque sea para compartir una sola noche de sexo desaforado y desenfrenado, pero ¡qué vacío se queda uno después! Lo experimenté tantas veces antes de enamorarme la primera vez… Por eso he tratado de evitar después esas correrías, habitualmente nocturnas, a las que no me hubiera negado treinta años atrás, cuando la genitalidad se anteponía a todo. Pero no me he inmutado y he preferido esperar, sin desesperación ni ansiedades, a que el destino pudiera un día volver a cruzar caminos; a que pudiera aparecer una persona buena con la que fuera posible compartir la vida.

Poco, casi nada, me he prodigado en estos seis últimos años en ese aspecto. Puedo contar con los dedos de una mano quienes han sabido de mi piel en este tiempo y sólo una vez estuve en un tris de pensar que podía ser que hubiera un no sé qué más. Existía cierta chispa, pero faltaba lo esencial: que además de sexo hubiera complicidad para esas otras horas en las que quieres compartir algo más que sólo fluidos.

Sé que otros creerán anómalo por inusual que a mí nunca me hayan dado buena espina las relaciones que comienzan en la cama para intentar luego consolidarlas. Siempre he pensado que duran lo que dura el primer apasionamiento y luego languidecen solas sin visos de futuro; y siendo mi carácter pura dicotomía porque disfruto a tope con el buen sexo, a la vez soy lo que daría en llamar un romántico analítico, es decir, poco dado a la verborrea amatoria sin ton ni son, sino a hablar de sentimientos cuando sé con quien podría hacerlo porque la chispa ha encendido la hoguera y en ésta hay de todo lo anhelado con otro, además del revolcón, por lo que me cuido muy mucho de caer en las redes quienes sólo van buscando un aquí te pillo y si te vi ni me acuerdo.

He dejado que la vida utilice mi verbo preferido: fluir, pero sin renunciar ya a los principios en los que la he ido fundamentando a lo largo de las edades vividas.

Sin embargo, el destino es sabio y un día sucede. En el que menos lo esperas, una ilusión nueva, diferente a todas las que se pudieron vivir antes, porque nada en los sentimientos es comparable, te llena de arriba abajo, sacudiéndote el corazón con una alegría que tiene más fuerza que mil taquicardias, y sin haber ni rozado siquiera la piel ajena. Ese día te das cuenta de que lo que pudo hasta parecer cursi serías capaz de hacerlo tuyo, como los versos que Shakespeare puso en labios de Romeo para decirle a Julieta que por un tesoro así se convertiría en piloto para arriesgarse a cruzar el océano si ese tesoro estuviera en la más alejada orilla… y ni la había besado.

Cuando uno se enamora dejan de existir las fronteras que separan, los procelosos mares, los inmensos continentes, y el mundo se hace cada vez más pequeño cuanto más se ensancha el corazón que otro hace latir como nunca lo había hecho antes.

© P.F.Roldán

Elvis Presley:Love Me Tender

13 de septiembre de 2008

nunca renuncies a un sueño



No me rindo. No te rindas.

Lo que hoy puede enturbiar nuestros pensamientos hasta aferrarse al fondo del alma es sólo un estado de ánimo pasajero, creado casi siempre por la gente de nuestro entorno: amigos excesivamente bienintencionados, gente casi desconocida que opina porque guarda viejos rencores, compañeros de trabajo envidiosos por ineptos,… pero que sirven como nadie a la diosa Duda, sumiéndonos en ella y paralizándonos y acobardándonos para actuar en cualquier sentido, encerrándonos bajo siete llaves a la experiencia magnífica de vivir sin miedos.

No consintamos que todos aquellos nos conviertan en nuestros propios enemigos para hacer realidad nuestros sueños. Ellos no sólo se conforman con vivir sus vidas, anodinas casi siempre, sino que tienen que asesorar, agriar, hundir las nuestras… aunque se crean con la obligación de ponernos, innecesaria o maliciosamente, en guardia.

Nuestro futuro es nuestro, no de ellos. Hay que convertirlos en espectadores de nuestra felicidad, no en protagonistas de la tristeza que nos han provocado. Los unos porque se sentirán útiles y satisfechos prestándonos su hombro para que lloremos sobre él nuestras penas; los otros porque se congratularán con ellas como venganza.

Nunca hay que renunciar a los sueños que nos hicieron felices hasta que empezaron a intervenir esas mareas extrañas; hemos de comprobar si son posibles o no por nosotros mismos, no por lo que desde fuera nos transmiten los que no saben nada de nada. Dejar que los sueños pasen de largo son todo excusas, miedos, cobardías, incertidumbres… y nos dejan alelados, incapaces de dar un solo paso para comprobar que lo que pudimos llegar a ser o tener era en verdad lo que el destino nos deparaba.

Nunca dejé de escuchar a nadie, pero actué según mi corazón y mi voluntad, y puedo asegurar que pocas veces no se hicieron realidad; al menos en mi caso. De haberme contenido no habría ido a India, no habría vivido en Valencia aquellos 23 años, no habría conocido la felicidad de querer y ser querido, no habría estado junto a Blanca sus últimos tres meses de vida...

Con la mente obcecada por los problemas rutinarios de cada día es difícil decidir, y más cuando desde todas partes nos llegan esos mensajes de alerta que aún nos hacen más indecisos y medrosos.

No renuncio ni renunciaré jamás a mis sueños. Al menos, intentaré siempre comprobar por mí mismo que pueden ser o no reales, y que el destino diga la última palabra, pero nunca me dejaré atrapar en la tela de araña de las dudas y de los consejos estériles, por muy voluntariosos que pretendan ser “por nuestro bien”.

Un sueño suele ser un regalo del cielo, que nos lo pone al alcance de la mano para que tengamos oportunidades de encontrar la alegría de vivir. No son espejismos. Si todos los que se pierden en un desierto a la vista de un oasis pensaran que es eso, un espejismo, y siguieran de largo, acabarían muriendo de sed al poco.

No renunciemos jamás a un solo sueño. La misma vida nos dirá si era, es o será posible, pero si adelantamos acontecimientos, acabaremos cómo náufragos en ella y nadie vendrá entonces a rescatarnos de nuestra balsa, que se llama soledad. Ni siquiera los bienintencionados que nos hicieron dar marcha atrás cuando ya teníamos preparado el equipaje.

© P.F.Roldán

Rosana Arbelo:Sin Miedo

¿sequía?


Hay días en los que se está en blanco. Sin saber muy bien a qué se debe, porque siempre hay cosas que decir o contar, no sale nada, aunque se pase uno horas delante del ordenador; y aunque se lleve el bloc y el bolígrafo a la cama… Este amanecer es uno de esos momentos.

En ocasiones pienso que más que sequía es que hay tanto amontonado dentro del cerebro que unas cosas no dejan salir a otras, bloqueándolo.

Tratas de buscar algo de inspiración; abres las carpetas de imágenes; los archivos de texto en los que se pierden, entre tantos documentos, algunas frases inconexas, pero que resultaron sugerentes como para retomarlas como punto de partida para desarrollar algún día una idea, una vivencia, un pensamiento, un sueño… Buscas en diversos sitios de internet. Tratas de recordar historias pasadas… Y nada. No sale nada.

En otras ocasiones pienso que más que sequía es que uno tiene la cabeza puesta en otras cosas, en alguien concreto las más de las veces, y no sabes o no te atreves a expresarte. O te desborda lo que sientes o no es algo para escribirlo, para que sea vox pópuli eso que estás pensando; algo que sólo debe quedar entre dos.

Recuerdo cuando hace poco menos de un par de años, un fin de semana, se me estropeó parte de la placa de este pc y tuve que echar mano del viejo para remediar lo que éste tenía escacharrado, aunque el otro era ya un trasto desechado, por lento y obsoleto, además de tener el ventilador sujeto con cinta aislante. Ni idea de lo que tendría que hacer para transferir archivos después, pero siempre me lanzo porque de perdidos al río. Qué lío de cables y que aparatosidad tener ese muerto por partida doble al lado, pero uno hizo las veces del otro y al final logré trabajar, que a ver quien te arregla una avería de ese calibre un domingo -casi tres semanas les llevó después el apaño- y la cabeza me bullía demasiado como para esperar hasta llevarlo a reparar.

No soy muy ducho en según que cosas, a pesar de que me maneje bien en bastantes, pero cómo se espabila ante lo perentorio de dar forma a lo que pugna por salir y ni el papel ni el boli te dan la agilidad del Word. Así que me puse manos a la obra, y un cable por aquí, el módem por allá y venga a reconectar cosas, y por la noche había terminado uno de mis más sentidos relatos que ya he publicado aquí: El despertar.
Y hoy, que el cacharro éste no me da problemas, me quedo más seco que la mojama porque no puedo decir lo que quisiera decir. Sólo sé que estaba plácidamente dormido; que soñaba; que de pronto, alrededor de las 6, me he despertado empapado en sudor; que, a pesar de venirme corriendo a escribir, no puedo recordar mi sueño, o sí, pero no sé cómo darle la forma adecuada aunque sepa quién estaba en él.

Ya no he podido pegar ojo otra vez, así que llevo dos horas de sequía absoluta. Bueno, o no tanto si lo resumo en dos palabras:

Estoy enamorado.

© P.F.Roldán

Loreena McKennitt:Santiago

12 de septiembre de 2008

cada cosa a su debido tiempo



Me había propuesto empezar anoche a leer El libro de las ilusiones, de Auster. Siendo un auténtico aficionado a su literatura, no lo conocía, pero él me lo descubrió y recomendó.

De repente, supe que no era el momento propicio. Demasiadas ilusiones reales dentro de mi corazón para coger un libro que en su título hablaba de ellas, justo cuando no estaba en lo más boyante por los avatares inesperados que a veces nos sacuden el fondo de las entrañas.

Así que me decidí por algo totalmente diferente. Los pilares de la tierra, tan voluminoso y tan sumamente elogiado durante tanto tiempo y por tanta gente que sentía cierto repelús a empezarlo. Algo que también me sucedió en su día con otros libros casi recién salidos de la imprenta. Siempre siento algo de aversión, confieso que casi siempre infundada aunque haya excepciones, por los llamados best-seller porque después me los cepillo en un pispás como lector empedernido que soy, si consiguen engancharme en las primeras veinte páginas.

Anoche no era la noche de Auster. Demasiadas emociones contenidas y sin oportunidad de expresarlas. Y mr. Paul necesita otros ánimos para abordarlo, que el tipo no es fácil en lo que dice como para andar con carrerillas o no te enteras de nada; que todavía recuerdo cuando leí La invención de la soledad y me volvía loco si dejaba dos o tres días sin abrir el libro, al contrario que con El país de las últimas cosas, que se dejó leer fluidamente.

Con Los pilares te pones una musiquilla Feng-shui bajita, y cuando te das cuenta llevas casi setenta páginas al coleto, como ayer. Con Auster, yo por lo menos, necesito aislarme aunque haya gente, y ni música ni ruidos existen aunque los haya; nada más hay que dejar que la cabeza vuele. Sólo él ocupa el espacio y lo demás es superfluo. Y no lo estoy mitificando. Es como creo que yo necesito leerlo y cuando más lo he disfrutado ha sido en los viajes largos, esos en los que se te hace pesadamente eterno el paisaje. Sobre todo en los desplazamientos en tren en los que todo pasa a una velocidad vertiginosa y mareante a través de la ventanilla.

Cada cosa tiene su momento. Todo es saber aguardarlo y no intentar que las cosas salgan forzadas. No sólo no se disfrutan, sino que pueden llegar a convertirse en algo asfixiante; en este caso aunque me muera de ganas por leer el Libro de la ilusiones. Sobre todo porque a él le debo el hallazgo, y todo lo que de él provenga me llena el corazón de satisfacciones insospechadas.


PS(12-09-2008 : 14.42) / Completamente enganchado a Los Pilares de la Tierra. En dos noches 259 páginas (lo que hacen el insomnio y una magnífica historia);esto reafirma mi comentario de arriba acerca de que a veces mis reticencias a los libros de excesivo éxito pueden ser infundadas.

© P.F.Roldán

Tom Waits:You're Innocent When You Dream (Christmas tale by Paul Auster - Smoke)

11 de septiembre de 2008

asquerosamente positivo


No lo puedo evitar. Debo de tener un gen por ahí escondido, no sé dónde y si es que existe, que me hace no perder jamás la esperanza ni la confianza… aunque la vida se empeñe en darme mil bofetadas.

Siento que duelen cuando las recibo, para qué negarlo, pero a veces uno se expone a recibirlas por ser excesivamente sincero y transparente; algo de lo que no me arrepentiré jamás. Prefiero ser así que andarme con dobleces y mentiras para conseguir lo que otros conseguirían desplegando actitudes artificiales y engañando, y engañándose sobre todo, sobre su propia vida. Cuando los demás se den cuenta de quién tienen delante dejarán de dármelas, y si no son capaces o son tontos o están ciegos, porque, sin ser ni pretender ser presuntuoso, no hay maldad en cuanto digo o hago.

Me enseñaron desde bien pequeño que con la verdad se llega a todas partes, y si la verdad va acompañada del respeto a los demás, que hay quien confunde ser sincero con ser insultante, pues ya es que se llega seguro.

El rencor, las falsas excusas, no mirar de frente a los ojos de los demás, no asumir los errores propios y ajenos, juzgar a los demás, jugar a ser Jekyll y Hide,… ¿a que conduciría? Yo no podría dormir tranquilo ni sonreír al día siguiente, ni cada día.

Lágrimas se derraman, y muchas. Uno no deja de ser humano; pero tampoco me avergüenzan ni reniego de ellas. Son también la señal de que tengo sentimientos para entregar a quien quiero. Y, además, recuerdo la última frase del primer texto que publiqué en este blog:
“¿Quién podría valorar con justicia una sonrisa si nunca supo lo que es una lágrima?”

Pero nunca dejar que la sonrisa se pierda porque, además de que cuesta recuperarla, la valoro como lo mejor que uno tiene para hacer felices a los demás, empezando por uno mismo.

Lo dicho. Creo que soy “asquerosamente” positivo, pero antes o después eso me abre puertas que se cerraron o que jamás estuvieron abiertas. Y es que cuando tú has abierto las tuyas, dejando tu corazón al descubierto, enseñando las verdades que encierra (lealtad, sinceridad, incondicionalidad, alegría,… vida en suma) y a las que has llegado tras muchos años de batallar con infinidad de defectos, prejuicios, actitudes soberbias… ¿quién puede caer en la necedad de despreciar todo aquello, renunciando a ser feliz cuando le estás ofreciendo el mundo entre tus manos? Tras lo vivido, he comprobado que sólo los que siguen sin aceptarse con sus defectos, sus prejuicios, su soberbia… ni que otros les acepten tal y como son… hasta que un día la vida, cuando puede que ya sea muy tarde, les diga “estúpidos, tuvisteis la felicidad a vuestro alcance y renegasteis de ella por cobardía” y como en el tango Volver vivirán eternamente aferrados a un viejo recuerdo… si no deciden dar marcha atrás antes de que las nieves del tiempo les sepulten con él.

Pese a todo, sé que no podemos agradar ni complacer a todos. Y mucho menos a los que se niegan a mirar de frente la verdad, revolcándose en su lodazal de tristezas, del que no quieren salir por no enfrentarse con la realidad de vivir. Y es que vivir es un acto de constante valentía para aceptar el reto que se nos propone a cada segundo, con cada respiro, con cada latido del corazón.

Pero llegar a ser valientes es el resultado de un constante ejercicio de autocrítica reflexiva que nos conduzca a ello. Quien no es capaz, se refugia en actitudes extremas y hasta autodestructivas; subterfugios para no encarar el difícil camino de la vida con lucidez. Es como quien se hace adicto a la cocaína para disfrazar su incompetencia para afrontar su cotidianeidad, con todo lo bueno y lo malo que ésta tiene, viviendo en un mundo irreal para no ver con consciencia su propia realidad.

He llegado a un punto en mi vida en el que, sin saberlo todo porque no soy un dios ni lo seré jamás, si sé que el que quiere pescado ha de mojarse el culo y no esperar a que le traigan la lubina ya cocinada. Vivimos en un mundo al revés. Todos quieren llegar a gourmet si haber sido cocinero, y habiendo sido antes pinche. Y vivir no es algo que se aprende por ciencia infusa, sino una sucesión de etapas en las que hemos de encontrarnos con nosotros mismos.

Sabré esperar a quien ande rezagado en el arte de vivir por las circunstancias puntuales de su vida; porque sé que llegará y ya dijo mi detestado Pablo lo único en lo que le doy la razón: el amor todo lo puede.

© P.F.Roldán

Estrella Morente - Almodovar:Volver
PinkFloyd:Fearless

10 de septiembre de 2008

amor de eternidad


Creo en ti:
tú eres diferente.

Bajo tu frente que he coronado
de adelfas y de rosas
–como semidiós homérico redivivo
para mí, flor no de un día,
yo, para tu corazón, perenne,
pero que marchitaría entre espinas
si te supiera ausente
para siempre–,
tus ojos como de ónice negro
y tu voz, ahora tímida,
ahora sonriente,
que hasta hoy
me rescataba del olvido
de los que deberían quererme,
y del insomnio recidivo
de quien eligió la soledad,
sin miedo y coherente,
ante las hienas que devoran
sólo carne cuando anochece.

Pero, ahuyentando la tristeza,
obvia naturaleza humana,
de pronto, por un instante,
efímera duda,
me siento a mi suerte,
tras entregarte los triunfos
que, aun sin verte,
mi amor ha erigido
para tu gloria;
y qué rápidas parecen
querer irse secando
las guirnaldas que entretejí
para tus sienes...

De todo, en nada,
de repente, parece
quisieras ser nadie
y yo menos;
y renegar del futuro
que soñamos tantos días
mientras el alma palidece
pensando sinsentidos
como que ya no desearías reposar
tu cabeza sobre mi vientre
–ciego estoy de amor–,
ni pisar sobre los laureles
que a tu paso desparramé
en honor a ti,...
mientras que ahora,
-como invisibles dardos,
que no me hieren,
tus silencios,
se asemejan a desdenes-
sabiéndome vivo,
vivo esperando tu palabra
que me rescate de esta sombra
del antiguo desencanto;
a ti que has sembrado alegría
en este corazón
de hombre bueno
que ya había arrojado,
bendito olvido, de su mente
los infames vaivenes
de quienes juegan con la vida.


Te seguiré esperando,
frondoso mi amor crece,
tejiendo y destejiendo horas,
en la infinita calma
del que sabe
que, desde que te conoció,
te llegará a amar eternamente.

© P.F.Roldán

Presuntos Implicados:Esperaré

8 de septiembre de 2008

a las 5 de la tarde


Desde bien pequeño mi padre me llevaba a las corridas de toros, a las que él era muy aficionado, escribiendo también luego las críticas taurinas en una revista de tirada mensual que editaba la Marina.

Buen dibujante, a plumilla solía dibujar escenas de tauromaquia principalmente, aparte de algunas marinas, que eso lo llevaba en la sangre y en su profesión. También estaba suscripto a una revista de la que no recuerdo el nombre -¿Sol y Sombra, puede ser?-, además de tener el Cossío y otros libros más simples, pero muy completos para iniciarse, como Los Toros, de Martínez Salvatierra.

Mi padre acabó hartándose de llevarme a la Plaza. Cuando no cogía una insolación, me pasaba la corrida tapándome los ojos con las manos, revuelto el estómago hasta el vómito en pleno graderío. Odiaba aquel espectáculo sangriento. No conocía el significado de “crueldad”, pero algo se rebelaba dentro de mí y salía afuera en aquellas bascas que al pobre le amargaban la tarde.

Era inútil que se cansara explicándome cada lance; que si esa verónica, que si ese natural; que me hablara de las faenas de Bienvenida, el Litri, Ostos, el Viti o Dominguín, o denostara al Cordobés del que decía que “ni eso es toreo ni nada que se le parezca”. Purista él. Y yo sólo queriendo que aquello terminara lo antes posible y volver a casa.

A los 8 años terminó el martirio y ya sólo muchos años después, y por reconciliarme con él que no andaban las cosas muy bien entre nosotros a finales de los 70, le invité a la Feria murciana de septiembre a ver al paisano Ortega Cano, ídolo de masas en aquella época. La náusea fue la misma que 20 años antes. Pero, estoico, aguanté los “6 toros 6” solo por verle la cara de satisfacción porque hacía años que no iba a una corrida una vez clausurado el coso cartagenero que amenazaba ruina. No dejé de mirar a todos los lados del tendido, sobre todo al reloj, pero, para que no se le aguara la tarde, a veces le coreaba alguna muestra de aprobación. Era un aficionado de los que sabían y ni pitaba ni gruñía, como otros que se quedaban afónicos en el tercio de varas por ejemplo.

A mí tanto se me daba. Era como si, estando allí, no estuviera. Él, más absorto en las faenas que pendiente de mí, soltaba aquello de “ya verás; no hay quinto malo”, pero era como si lo dijera para sí mismo. Supongo que no ignoraba que si estaba allí era por complacerle, no porque me interesara lo más mínimo el espectáculo, que ya era para entonces consciente de la palabra crueldad.

En mi fuero interno admiraba al torero capaz de enfrentarse a un morlaco unas tres veces más grande que él y de casi 500 kilos, jugándose el pellejo como un gladiador en el Coliseo –otra aberración- hace casi dos mil años. En mi fuero interno también, admiraba al toro que arremetía buscando al hombre aunque siguiera siempre el curso del trapo, fuera capote o muleta. Pero siempre, salvo alguna contada excepción, el animal llevaba todas las de perder. Y no es que me gustara tampoco que corneara a su verdugo, pero era un cara a cara que podía desembocar en eso. De todas formas, procuraba no mirar.

Para mi padre, el nacer yo un 29 de agosto, fue interpretado casi como una señal de que yo sería aficionado a la “fiesta” como él. Justo cinco años antes el miura Islero, en la plaza de Linares, había cogido un 28 de agosto a Manolete, que murió en la madrugada siguiente. Cuántas veces me repitió la anécdota del que durante años fue su ídolo taurino… Pero nada más lejos de la realidad. Creo que fui frustrante para él: ni taurino, ni marino, aborreciendo las matemáticas y prácticamente todo lo que a él le entusiasmaba… excepto la cercanía de la mar, pero hasta esto desde otra perspectiva.

No hago proselitismo furibundo y radical de la anti-tauromaquia, como no lo hago de mis creencias o militancias, porque no conduce a ninguna parte discutir con las sinrazones de gente obcecada e intransigente, aunque estampo mi rúbrica, si es preciso, en donde haya que firmar, como firmo en Amnistía Internacional para que no lapiden a una mujer nigeriana o a una saudita. Nadie tiene derechos sobre la vida de nadie, personas o animales; ni por credos ni por diversión. Y si rechazo de plano es porque si amas la naturaleza y todo lo que habita vivo en ella, es inconcebible permanecer impasible ante el sacrificio, supuestamente festivo, de un animal. Como terrible es que se aplique la pena de muerte a nadie por mucho daño que haya hecho. Quien mata se convierte en verdugo de otro verdugo, y al final quien a hierro mata a hierro muere y nada les diferencia en su avidez de sangre ajena, ni con la excusa de las leyes que no tienen por qué ser moralmente lícitas.

© P.F.Roldán

Macaco (Bebe, Drexler, Carmona, Estopa...):Mama Tierra