30 de agosto de 2008

gritar a los cuatro vientos



Cuando uno está exultantemente feliz se dice aquello de que uno lo gritaría a los cuatro vientos. Que lo sepan hasta los peces del fondo del mar y que hasta el eco de las montañas lo repita hasta el último rincón.

Cuando uno está feliz y lo vive con magnífica serena alegría, sin dejar de ser exultante, no es necesario gritar nada. La mirada lo dirá todo a quienes de verdad te quieren y por eso sabrán ver en ese inusual brillo de los ojos; y los demás, que lo vean o no, es algo que trae sin cuidado.
En esos momentos basta y sobra conque lo sepan el tú y el yo –“qué alegría vivir en los pronombres”-, y que sea el tiempo el que vaya delatándolo. Que ya no hay nadie que pueda usurpar el lugar que ocupa cada uno en el corazón del otro. Que esos corazones laten al mismo ritmo en ambos.

Ha empezado, pues, el proceso que del previo conocimiento lleva al enamoramiento y al primer “te quiero”. Irán pasando las horas y los días, quizás las semanas hasta el primer “te amo”. Y a partir de ahí, valga el prosaico símil, será como una vuelta ciclista en que cada etapa tendrá su propia circunstancia. Días de dura escalada de montaña, días de fácil terreno llano; instantes de sprint; etapas de descanso… pero, en este caso, ambos saben que van a la par en cada una de ellas y que la meta es la misma y que la cruzarán a la vez.

Mudos, ciegos y sordos a la razones o sinrazones de quienes les rodean, han emprendido un camino común con disposición a recorrerlo juntos y nada los podrá desviar de él una vez reafirmados en que eso es lo que desean.

En ese instante el eco es libre de reverberar la verdad a todo lo largo y ancho del planeta. Ellos nunca se escondieron de nadie ni por nada, pero no fueron alardeando de sus sentimientos porque les bastaba con encontrarse en el otro, sin haber renunciado a su libertad ni verse en la tesitura de dejar de ser en ningún momento quienes fueron antes y seguirán siendo el resto de sus vidas… sólo que ahora las comparten desde la libre elección de salir al encuentro del verdadero y sensato amor… aunque puedan perder la cabeza cuando se sumerjan el uno en el otro y vuelen lejos de lo terrenal para ascender al séptimo cielo, porque, siendo humanos, el amor les dará el privilegio de que puedan sentirse como dioses cuando se fundan en uno solo en todos esos íntimos instantes en los nadie más tiene cabida.

© P.F.Roldán

Enya & Lorena Mckennit:Highlander

Jorge Drexler:Eco

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