27 de agosto de 2008

donde el corazón te lleve


Hace muchos años que leí el libro de Susana Tamaro, “Donde el corazón te lleve”. Personalmente, de toda su obra ya no hubo otro -ni siquiera "Anima Mundi"- que consiguiera hacerse leer de un tirón por mí, que suelo hacerlo con avidez. Suele pasar con casi toda ópera prima de cualquier escritor contemporáneo. Muy pocos alcanzan en las posteriores novelas esa fluidez narrativa y llena de frescura, que te atrape como la primera, aunque sigan siendo gratas de leer en su mayoría.

Concebida como una especie de epistolario de una abuela a su nieta, va dando pautas, entre los hechos rutinarios que le cuenta, de cómo hacer que el corazón sea el que decida qué camino hay que tomar y que, a pesar de cuantas veces tropecemos, la vida es como una pelea contra el azar.

Leí un tiempo después “La música del azar”, de Auster; uno de mis escritores predilectos del que tú me acabas de descubrir un libro que tiene ya unos años y que no conocía: “El libro de la ilusiones”. Curioso como soy para todo, estuve buscando sinopsis y críticas en internet, y he de leerlo. Pero, ahora, a lo que iba.

“La música del azar” es como una antonimia del libro de la Tamaro. Todo parece conducir a un desenlace que unos hechos concatenados impiden que no sea así, sino que el resultado sea como el albur ya ha decidido.

No puedo negar que todo lo que he ido leyendo de Auster me llena y me remueve, pero nunca he creído ni en el azar ni en la casualidad como algo ajeno a la propia voluntad. Están ahí, indudablemente, pero en nosotros existe nuestro libre albedrío, que es la capacidad de reflexionar y elegir.

Me quedo con los dos últimos párrafos del libro de Tamaro que, textualmente, dicen:

“Cada vez que te sientas extraviada, confusa, piensa en los árboles, recuerda su manera de crecer. Recuerda que un árbol de gran copa y pocas raíces es derribado por la primera ráfaga de viento, en tanto que un árbol con muchas raíces y poca copa apenas deja circular su savia. Raíces y copa han de tener las mismas medidas, has de estar en las cosas y sobre ellas: sólo así podrás ofrecer sombra y reparo, sólo así al llegar la estación apropiada podrás cubrirte de flores y de frutos.
Y luego, cuando ante ti se abran muchos caminos y no sepas cual recorrer, no te metas en uno cualquiera al azar: siéntate y aguarda. Respira con la confiada profundidad con que respiraste el día en que viniste al mundo, sin permitir que nada te distraiga: aguarda y aguarda más aún. Quédate quieta, en silencio, y escucha a tu corazón. Y cuando te hable, levántate y ve donde él te lleve.”

Y, después de tantos años de haberlo leído, al retomarlo y releerlo para copiarlo aquí, me he dado cuenta de que esas palabras se quedaron dentro de mí, y que después de tanto tiempo sentado, aguardando y aguardando, mi corazón me está hablando, puedo escucharle e iré donde él me lleve… para ofrecer mi sombra, dar sosiego y los frutos que la vida ha ido dándome para que los dé a mi vez.

Tuyos son…

© P.F.Roldán

Presuntos Implicados & Pancho Céspedes:Nadie como tú

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