23 de enero de 2009

no se ha hecho esperar

Fuente de la foto: Pool, Washington 20/01/09 (publicada en los medios de comunicación)

Si el día 20 Washington se volcaba, lleno de júbilo y esperanza, en el juramento de Obama como presidente, éste no ha tardado ni 48 horas en empezar a cumplir sus promesas electorales –que a ver si van aprendiendo todos los zánganos que tenemos por aquí, sean del color que sean, que le dan mucho al lilili para hacer poco lalala cuando ya tienen el sillón asegurado-.

Las primeras medidas:
-Cerrar la cárcel de Guantánamo.
-Sacar a las tropas de Irak.
-Prohibir los interrogatorios con torturas y malos tratos a presos.

Si bien es una alegría que por fin se restablezca el Derecho Internacional que tanto infringió Bush, hasta el punto de conculcar la propia Constitución norteamericana, y desoyendo incluso las continuas protestas de sus aliados occidentales y el NO a la Guerra que clamó más de medio mundo, es triste comprobar como, en los foros de debate de la prensa, la ultraderecha española, fiel a Aznar –a quien por cierto Bush ni invitó a la recepción de su despedida, quizás porque ya no le es el “amigo” útil que necesitó para embarcarnos en sus batallitas-, esa derecha recalcitrante, digo, agazapada en el PP –a falta de otro espacio en el que enrolarse en el arco político- se vuelve de repente antinorteamericana y le dedica los insultos más soeces. (Sólo hay que asomarse a los comentarios de los lectores del diario La Verdad de Murcia para comprobarlo.)

¿Será porque es negro? ¿Porque tiene un talante –palabra que les repatea- más democrático y ético que Bush? ¿Porque a lo mejor Aznar ya no puede practicar “texano”?...

Lo cierto es que, aunque no dejará de ser un presidente que involuntariamente se verá limitado por la dinámica típica estadounidense, en la que chocan los valores tal y como los concebimos en Europa con una estúpida moral que puede acabar con carreras por un lío de faldas, Obama representa, hoy por hoy, la esperanza para millones de personas, y no sólo de su país sino de todo el mundo, y de quien debieran de aprender muchos de nuestros politicastros, más aferrados a la poltrona que dedicados al servicio por los ciudadanos y convirtiendo sus programas en papel mojado que siempre incumplen casi en su totalidad.

Acaba de estrenar su legislatura. Siempre se dice que hay que dar cien días de confianza para ver como respira un político, sobre todo cuando es su primer mandato; pero lo que este hombre ha demostrado es que, en tan sólo dos días y nada más estrenar el Despacho Oval, cumple con lo que dice, y eso ya es mucho para empezar.

Es bochornoso que a los que no tragábamos la política de Bush, ni a él mismo y su discurso, ahora esa gente de la que antes hablaba nos llame “yankees conversos” porque nos gusta el carisma de Obama y que actúe como se esperaba de él, y aunque haya que aguardar para ver si hace –o le dejan hacer- el resto de todo lo que prometió durante su campaña. De momento, y nada sorpresivamente en una persona que ha sabido transmitir confianza, ha echado a andar en la presidencia con paso firme.

Lo de Guantánamo no ha dejado de parecerse a Auschwitz, aunque no haya hornos crematorios. La justicia no se imparte de ese modo tan cruel y vejatorio en los Estados de Derecho con Constituciones democráticas, Tribunales, jueces y fiscales… ¿Qué diferencia hay entre esa cárcel en territorio cubano y las de Milosevic en Bosnia, si se violan los Derechos Humanos igualmente? Pero a ver quién tiene lo que hay que tener para sentar a Bush en La Haya, el ex presidente peor valorado en toda la Historia de la gran potencia que se cree, cuando le viene en gana, con derecho a todas las injerencias y tropelías habidas y por haber, y que durante según qué épocas ha demostrado ser una de las más antidemocráticas del mundo civilizado –pena de muerte en vigor en algunos de sus Estados, guerras en Vietnam o Corea, la bomba atómica de Hiroshima, apoyo a Pinochet contra Allende, invasión de la isla de Granada, montaje bélico para usurpar Cuba a España, genocidio de las tribus indias, etc. etc.-, exportando sus productos, tradiciones y su paupérrima cultura, salvo excepciones (por citar entre éstas a Allen o Auster), como una colonización encubierta de sus costumbres, nada envidiables por cierto si tenemos el valor de tragarnos y digerir los Rambo y sus secuelas, en un país donde cualquiera puede tener una arma y pertenecer a la Asociación del Rifle.

Ese individuo vivirá ahora impasiblemente su lujoso retiro dorado, en su rancho de Texas, “disculpado” de sus desafueros a causa de la tragedia del 11S, en la que ha sustentado estos años su discurso del terror, valiéndose del miedo colectivo de un pueblo que se sintió amenazado dentro de casa, como si al resto del mundo no nos pareciera de una barbarie sin apelativos aquella masacre, y más habiendo sufrido después atentados parecidos “sus compañeros de camino” en la invasión de Irak. ¿O acaso podremos olvidar nuestro 11M, o los ingleses su 7 de julio de 2005 en el Metro londinense?

Bienvenido Obama… mientras no se demuestre lo contrario. De momento, camina con buen pie y de manera firme, cumpliendo lo prometido... mientras Bush será recordado como el "señor de la guerra", el gobernante de la pérdida de los derechos sociales en su país y el incompetente gestor de su Hacienda pública que ha sumido al mundo en un crac similar al de 1929, de imprevisibles consecuencias.

© P.F.Roldán

Varios (Campaña de Barak Obama):Yes we can

Pink:Dear Mr. President

20 de enero de 2009

hay tanto que decir...


Hace once días que no he puesto nada. Demasiadas cosas personales que resolver y, al mismo tiempo, muchas cosas sobre las que escribir. Tantas que, en los pocos ratos libres que he tenido, no he sabido ni por dónde empezar ni en cual centrarme, así que esto, sumado al cansancio y, a la vez, a la rabia que producen ciertos acontecimientos, me ha provocado una especie de letargo mental para abordar cualquiera de ellas antes que hacerlo sin rigurosidad.

Quería escribir sobre el genocidio que está cometiendo Israel con el pueblo palestino con la excusa de defenderse de los ataques terroristas de Hamas, asesinando niños, mujeres y ancianos en una guerra que escandaliza al mundo pero que nadie hace nada por detener, salvo los consabidos mensajes “disuasorios” al Gobierno israelí.
Parece mentira que un pueblo que sufrió el mayor holocausto conocido de la Historia, con más de seis millones de muertos, esté masacrando a civiles indiscriminadamente con el encubierto beneplácito de la mayoría de potencias occidentales, las grandes proveedoras de armas en todos los conflictos bélicos que asolan el planeta.
Las mismas potencias que vuelven la vista hacia otro genocidio más sutil sin derramamiento de sangre, en el que no hace falta tirar una bomba o apretar el gatillo de un arma, como es el embargo económico al que Estados Unidos tiene sometida a Cuba con la excusa de castigar al régimen castrista y que realmente sólo perjudica a la población civil que carece de los bienes más primarios para una subsistencia digna… pero utilizando parte de su territorio soberano, Guantánamo, para tener un campo de concentración, en el que se incumple la Carta de Derechos Humanos.

Quería escribir sobre la salida, por fin, de Bush de la Casa Blanca y de las esperanzas que puede despertar la presidencia de Obama, y no sólo en su país sino en gran parte del mundo. Hay dos guerras activas, provocadas por ese saliente impresentable, que hereda el ya nuevo presidente: Irak y Afganistán, en las que Bush empringó a Gran Bretaña y España con la falacia de unas armas de destrucción masiva que nunca se encontraron.
Hereda también una crisis global que ha endeudado a USA en dos billones de dólares por la mala gestión económica de su predecesor, y que afecta a todo el planeta, haciendo bueno el dicho de que cuando Estados Unidos estornuda los demás nos constipamos; aunque en este caso más bien parece que en vez de un estornudo es todo un catarro y los demás estamos al borde de la neumonía.

Quería escribir, ya a nivel local, de las salidas de tono de la alcaldesa Barreiro, aunque sus acólitos la aplaudan, que culpa a Zapatero de que tiene hasta final de año para ejecutar las obras a las que el Estado ha asignado fondos, previa solicitud de las mismas por los ediles en el poder del gobierno municipal, con las molestias que ello causará a los cartageneros. Zafia excusa partidista para seguir enfrentando a las gentes, cuando la única molestia que tenemos los ciudadanos aquí es ella misma porque en casi catorce años no ha hecho casi nada, salvo “lo que ve la suegra”, y ahora parece que le molesta que le metan prisas, además de que me parece de un cinismo absoluto que una señora que está en su cuarta legislatura y que tiene paralizadas, o con grandes retrasos, obras de envergadura desde ni se sabe cuando, se ponga a realizar proyectos nuevos totalmente innecesarios y que serán caóticos para la vida cotidiana –cómo la remodelación de la calle Real a su antojo, de dudoso por no decir pésimo gusto, vistas otras obras anteriores aprobadas por ella- en vez de destinar fondos para terminar de una vez por todas, por ejemplo, el Auditorio, el Palacio de Deportes o la puesta en valor Anfiteatro romano, en el que no se trabajaba desde hacía casi cinco años, además de acudir a las necesidades de Barrios y Diputaciones del Municipio, que tiene a la playa de Los Urrutias, por poner otro de los ejemplos más sangrantes, hecha una auténtica porquería tercermundista.

Quería hablar, al hilo de la expresión del párrafo anterior, de ese concepto de Tercer Mundo que hemos acuñado las naciones ricas, hoy –por esa crisis- empobrecidos sus ciudadanos de a pie que los políticos siguen viviendo a todo tren de nuestros bolsillos, porque es denigrante que habiendo países en los que la gente muere de desnutrición, en nuestro “Primer Mundo” se destruyan los excedentes de cosechas para que no caigan los precios. Precios que realmente benefician a los intermediarios y no al agricultor, al que se le compra por una miseria para que el valor final en el mercado se haya multiplicado por cantidades astronómicas que pagamos, en doble sentido, los consumidores porque hay que seguir comiendo.

Quería hablar del racismo y la xenofobia que se respiran en todos los ámbitos, sea en la calle, en los periódicos y sus foros, en según que tertulias televisivas, radiofónicas o de conocidos… siendo escandaloso haber llegado hasta leer o escuchar que Israel hace bien en matar a esos “moros de mierda”. Y después nos decimos “civilizados” con la boca llena.

Quería hablar de todos esos insensatos sin capacidad de autocrítica que, por defender a las siglas de su partido, se convierten en cómplices morales –hasta dónde conduce la ignorancia- de políticos acusados de presunta corrupción o incluso ya imputados en delitos de prevaricación, justificándoles por el mero hecho de ser de unas siglas u otras.

Quería hablar de tantas cosas que al final no he hablado de ninguna en estos once días. Cada una de las citadas anteriormente se merecía un comentario en exclusiva porque dan para decir mucho; pero llega un momento en el que te quedas en blanco, con la sangre hirviendo y la cabeza embotada para desarrollar cualquiera de ellas con todo el rigor que se merecen.
Sirva esto como un esbozo, un tanto a vuela pluma, porque no descarto retomar cada tema, uno por uno.

Es vergonzoso que nos creamos superiores porque tenemos una renta per cápita más alta que muchos países y más productos de consumo a nuestro alcance, y vergonzante es que los que tienen conciencia de tantos despropósitos e injusticias se callen por comodidad o cobardía... pero estoy más que seguro, completamente convencido, de que si a esos que se consideran seres de una raza privilegiada y superior les hiciéramos un test o una encuesta sobre civismo y cultura, entre estos ciudadanos “de primera” muchos habrían de volver a estudiar Primaria en el colegio, remachándoles sobre todo en la asignatura de Ética, con la obligatoriedad de pasar examen cada año de sus vidas para que no se olviden de que los principios morales no son de quita y pon, según pinten los intereses particulares, o las ideologías extremas, sean religiosas o políticas, más próximas a un fundamentalismo radical y trasnochado que a la realidad del siglo XXI.

© P.F.Roldán

Mercedes Sosa & Horacio Guarany:Si se calla el cantor

9 de enero de 2009

la credibilidad

Decir hoy en día que alguien nos transmite credibilidad es casi como decir que hemos dado con una flor rara, siempre desde la generalización de hablar de las personas como masa de gentes diversas y no de cada individualidad porque, como en todo, hay excepciones. Y es que vivimos, por otra parte, tiempos en los que, como santo Tomás, hay que meter el dedo en la llaga para creer de tan desencantados y llenos de prejuicios nos han dejado en demasiadas ocasiones. Tanto que hasta nos cuesta más de un esfuerzo llegar a confiar en que sea real la credibilidad de otros, con lo que ésta es una cualidad si no denostada, sí infravalorada por la suspicacia, porque gato escaldado hasta del agua fría huye.

La credibilidad, como tal, es una virtud constante y casi innata. No es algo que ahora se pone en práctica, y luego no, a mera conveniencia. Es un estado permanente del carácter que nada tiene que ver con la verdad y la mentira sujetas a vaivenes de estados de ánimo o de buscar el propio provecho, sino con la honestidad, la sinceridad y la coherencia personal permanentes para actuar siempre pensando en los demás, sin dejar que se antepongan nuestros propios intereses sino lo que es bueno o mejor para quienes tratamos o dependen de nosotros, o por lo que trabajamos o luchamos. E incluso aunque la mayoría de las veces nos suponga soportar estoicamente la inquina, y hasta el desafío, de los que prefieren vivir del engaño, porque la honestidad de unos les desmonta y desenmascara. ¿Cuántos políticos nos dan credibilidad, por ejemplo, cuando lo que sólo andan buscando es vivir del cuento, aprovechando las prebendas de sus cargos? Pocos.

Alguien transmite credibilidad cuando se pone en la piel de esos otros que le necesitan de una u otra forma y se descalza de sus zapatos para colocarse en los de los ellos, procurando el bien común, o el de cada individuo en particular, aun a pesar de que nuestro lado oscuro -que todos lo tenemos- nos diga, sin fuste, que estamos saliendo perjudicados en ese momento o que los otros no van a valorar nuestras buenas intenciones para con ellos.

La credibilidad no busca reconocimientos ni agradecimientos, por eso es una cualidad más que rara en una sociedad que, de cada vez más, sólo parece buscar parabienes o sacar tajada de según qué situaciones. Y es que la credibilidad nace desde el desprendimiento, libre de ataduras materiales y de prejuicios de cualquier especie, y es servicial sin ser servil. Simplemente tiene como objetivo la veracidad y la honestidad en todos y cada uno de sus actos, sin importarle que las consecuencias no redunden en la autosatisfacción o en el aplauso ajeno sino que su finalidad sea la entrega desinteresada que no espera nada a cambio. Las recompensas son intangibles y exentas de soberbia:
una, que los demás crean en nosotros siempre porque saben que nunca les defraudaremos en ningún aspecto y, otra, poder dormir cada noche con la conciencia tranquila de haber obrado de acuerdo a nuestros principios.

Encuentro un ejemplo prosaico pero sencillo: mi dilatada experiencia como comercial, habiendo ocupado puestos en todos los estratos –desde la dura venta a puerta fría a la dirección comercial, y hasta la gerencia de Empresa-, que me ha demostrado sobradamente que cuando uno trabaja pensando en lo que será más beneficioso para el cliente, y no para el propio bolsillo, a la larga ha ganado más que aquel que, avasallando para embolsarse fácilmente lo instantáneo, buscó el pan para hoy sin pensar en mañana.

Cuando un cliente comprueba que has mirado por él y no por engrosar tus arcas a su costa, siempre es un cliente satisfecho, y en consecuencia agradecido, que te recomendará a otros y probablemente te traerá uno o varios amigos y conocidos porque le has dado motivos para que crea en ti. Cuando, por el contrario –cosa que he visto en los llamados vendedores agresivos y en las empresas que, sin escrúpulos, forman a sus comerciales en esa venta agresiva e irrespetuosa- sólo se pretende ganar dinero fácil colando sus productos con calzador, puede que hayan ganado varias veces al principio, pero, antes o después, la insatisfacción posterior de quienes se dejaron embaucar hizo que estos hablaran mal de ellos, haciéndoles perder decenas de potenciales clientes.

Sí. Buscaron el pan para hoy pero sin ver que al final era hambre para mañana, así que no es raro, y más en estos tiempos de crisis, que quien no supo hacer las cosas con credibilidad se vea forzado a cerrar el chiringuito; mientras que quienes fueron leales y honestos con su clientela puede que vivan con alguna estrechez la misma crisis global que atravesamos, pero no les faltará quien siga acudiendo a requerir de sus servicios. No es de extrañar que, sobre todo en el sector inmobiliario, hoy estén en quiebra infinidad de negocios que fundamentaron su política en hacer dinero rápido y fácil a cualquier precio sin prever las consecuencias, lo que hoy les pasa factura.

La credibilidad pues, no es “saber venderse”, y mucho menos con artimañas, sino que los demás sepan que “lo que compran” es lo que verdaderamente necesitan. Si cada persona es un mundo, sus necesidades, por tanto, también son diferentes.

Y aplicado al terreno de las relaciones personales es, pues, una incongruencia querer caerle bien a todo el mundo por narices o enamorar a cualquiera por las buenas y con empecinamiento, forzando las situaciones. Habrá quien encuentre en nosotros lo que busca o espera, y quien no. Sin embargo, quien transmite credibilidad –que tiene como una de sus cualidades el respeto- puede que no enamore o no encandile a todo lo que se mueve, pero verá recompensada su honestidad con algún que otro buen amigo que confiará plenamente en él. ¿No es ya todo un regalo?

Porque la credibilidad es a la persona como la clave a una bóveda, a la que si le falta se derrumba. Así, quien no es creíble pierde toda su consistencia ante los demás, con lo que le será muy difícil establecer cualquier tipo de relación ya que, de antemano, ésta estará abocada a su autodestrucción antes o después al no existir la posibilidad de establecer el más estrecho vínculo perdurable, sea de la clase que sea.

© P.F.Roldán

Billy Joel:Honesty

5 de enero de 2009

y supe que no hay edad

Cuando yo ya era tú aún no eras, pero desde siempre fuimos.

Fue el destino quien te trajo a mí cuando yo sólo era un yo solo sin ti, para que, siendo dos, el tiempo nos hiciera uno, alentando el afán de crecer al unísono, aun siendo diferentes y sin renunciar a esa diferencia que por igual nos enriquece. Si tú me inundas con tu alegría, yo con el sosiego en el que ella crece. Si mi cuerpo te da cobijo, tus brazos el calor con que me envuelves.

Juntos vemos pasar los días los meses, las estaciones. Del rayo con mi altura te protejo, de los depredadores con tus espinas me proteges. El mismo alimento comemos y, aunque nuestros frutos sean diferentes, a la vez maduramos y compartimos. Tú con tus dones y yo con los míos somos un todo indisoluble que, aunque heterogéneo, ellos, complementándose, nos vuelven únicos ante quienes nos contemplan. Sin ti podría haberme alzado en mayestática pero árida y recia madurez. Sin mí podrías haber crecido en libre pero solitaria belleza, y ambos habríamos sido igualmente admirados en nuestra individualidad. Pero, unidos, sus miradas no pueden disociarnos y por ti mi madurez se transforma espléndida y tu belleza alcanza la más hermosa madurez.

No se quién dijo que el amor tenía edad, ni quién que no sería posible siendo desiguales, pero si nos viera fundidos en este abrazo quizás comprendería que, mientras vivamos, la vida y su caprichoso azar, que se empeñaron en unirnos, nos harán cada día más inseparables y que aunque yo muera mi tronco seguirá siendo tu guía para elevarte por encima de todas las cabezas, aunque yo ya no estuviera, hasta que el destino me sustituyera y te pusiera otro al que abrazarte. Pero, para entonces, lo que nos dimos a mí me habrá dejado irme lleno de gozo gracias a tu amor y a ti te habrá dado una felicidad que en solitario nunca habrías disfrutado sin el mío.

No. El amor recíproco no conoce de edades ni de otros prejuicios, tan arraigados por nuestra educación que establece unos parámetros predeterminados. Es o no es, pero, cuando es, se lleva tan adentro que no puede explicarse sino con la silenciosa manifestación exterior -que reflejan las miradas mutuas de dos que se aman- de que ha sido y seguirá siendo posible… aunque para muchos todavía nos resulte “políticamente incorrecto” seguir los dictados del propio corazón en contra de la razón colectiva.

© P.F.Roldán

Noa & Serrat: Es caprichoso el azar

3 de enero de 2009

sin techo: cuento amargo de Navidad

Marta tiene 77 años. Ya no recuerda ni el tiempo que lleva sola, esperando pacientemente un final que no llega todavía, aunque lo que sí sabe que está al llegar es la ejecución de desahucio en un par de días porque la casa de renta antigua en la que vive desde que nació es una ruina. Desde hace meses no puede entrar a la cocina porque se vinieron abajo las colañas, destrozando todo lo que encontraron a su paso, dejándola a cielo abierto. Ya no le angustia no saber que será de ella cuando llegue ese momento, porque, aunque no le han ofrecido alternativas y con su mísera pensión de huérfana de guerra apenas si llega a mitad de mes, no tiene ni ilusiones y ni, mucho menos, ganas de vivir. Está agotada de pasar hambre, frío y otras mil penurias.

En los últimos años, desde que murió su madre –todo lo que le quedaba y por la que dejó pasar su vida de largo-, ha ido malvendiendo los pocos muebles y enseres que todavía tenían algún valor y, afectada por el síndrome de Diógenes, los ha ido sustituyendo por cosas inútiles, rotas, inservibles, deshechos ajenos que ha ido recogiendo en los contenedores de basura para sentirse rodeada de objetos que, a su vez, ocultaran las manchas amarillentas de las paredes –unas de humedad, otras formando un cerco alrededor del espacio vacío que antes ocuparan cuadros o un espejo-.

Sólo conserva parte del dormitorio art decó que le regalaron sus padres cuando cumplió 15 años, en la única habitación en la que ha dejado pasar la vida. En la que come, duerme y hasta hace sus necesidades muchas veces. Una cama medio desvencijada, con un colchón relleno de lana que hace tiempo que ni mulle, y en la que campan por sus respetos media docena de gatos callejeros que ha ido amadrinando en sus correrías por los basureros, sobre un hatajo revuelto de mantas viejas y roídas; una mesilla que cojea y en la que guarda un orinal para esas noches en las que hace tanto frío que, aunque se acuesta vestida, ni va al exiguo retrete de piezas de loza blanca desportilladas y que por no tener, ni tiene ducha. Su aseo, que ha descuidado en los últimos tiempos, lo hacía en el aguamanil, que en su día tuvo una bonita jarra de porcelana pintada con rameados color pastel, y que ahora, muy de tarde en tarde, llena con agua que se baja del grifo que hay en el terrado en una botella de plástico.

Pero su pequeño tesoro está en la coqueta de espejo ovalado, cuyo azogue muestra infinidad de manchas negras allí donde el tiempo lo oxidó, y sobre la que ya no está el juego de peines y cepillos para el pelo con empuñaduras de alpaca y que, de niña, siempre creyó de plata. La banqueta acabó en una almoneda, pero con el tocador no encontró valor para desprenderse de él, aunque se lo pagaban mejor. En sus dos cajones laterales, que nunca abre, se acumulan multitud de objetos sin objeto: horquillas herrumbrosas que ya no usa, algunas barras de labios gastadas, medias con carreras, bisutería sin valor enredada entre sí en un informe montón… Pero en el cajón central, que abre –nostálgica- de vez en cuando, guarda lo único que aún le ata al mundo que fue y ya no es nada más que en su recuerdo. Algunas fotos viejas con sus padres; otra de un chico, con fino y cuidado bigote, que la pretendió hace ya tantos años que si no lee la escasa docena de cartas que hay bajo ella ni sabría decir la fecha exacta. Una flor de raso y tul, de un rosa ya desvaído, que le regaló su madre y que sólo usó una vez, como tocado, en la boda de una amiga hace ya tantos años…”¿qué habrá sido de Manolita?”…; un par de postales que su único hermano envió al llegar a México, y del que después nunca supieron más, junto a un marquito de calamina labrada con una estampa de un san José de la Montaña, al que siempre le tuvieron especial veneración en la casa. Una vieja polvera de plata, envuelta en papel de seda, con la tapa esmaltada en negro y filigranas en forma de greca, rodeando un ramillete de flores en el centro; el rosario de nácar de su primera comunión, del que perdió el crucifijo; un frasquito sin colonia, de Maderas de Oriente, con un palito dentro y que, cuando destapa alguna vez y cierra los ojos, le evocan a su madre porque, aun vacío, aún exhala cierto aroma… Saca todo ahora con mimo, mientras unas lágrimas resbalan mejilla abajo por primera vez en mucho tiempo.

Es lo único que se llevará de esta casa cuando la obliguen a dejarla y vaya donde vaya, aunque sea a deambular por la ciudad y encontrar refugio en cualquier portal abierto cuando llegue la noche. Es cuanto le queda de su pasado y ocupará poco espacio en las dos bolsas de plástico del supermercado que ya ha preparado con un par de vestidos viejos, una rebeca ajada que clarea en las coderas, una pequeña manta -retal de otra más grande-, y poco más salvo lo puesto. Mira por penúltima vez a través de la ventana desde la que nunca más volverá a ver dentro de unos días lo que ha visto desde que tuvo uso de razón, pero tampoco quiere recordarlo. Sólo piensa que la coqueta, a lo único que ha vivido aferrada su memoria, también se quedará atrás. Abajo hay un hombre de mediana edad, hurgando con un palo en el contenedor.

Los gatos se sabrán buscar la vida como se la buscaban antes de que los recogiera. Seguro que mejor que ella que no tiene a nadie en este mundo, ni familia ni amistades, y que la única visita que ha recibido en muchos años es la de los técnicos municipales que han declarado la ruina del inmueble y la del funcionario que le entregó la carta de desalojo forzoso. Ni siquiera ha aparecido nadie de los servicios sociales para encontrar remedio a su situación. Tampoco ningún vecino de los edificios colindantes. Sabe que tiene fama de huraña y que muchos la tachan de loca por vivir en esas condiciones, y que incluso alguna vez han amenazado con denunciarla por los malos olores que salen de la casa... pero ninguno ha encontrado ni un poco de compasión por ella, ni aunque sea en vísperas de Navidad.

Quisiera morirse porque a nadie le importaría, ni siquiera a ella misma ya. Sólo una escueta nota en el periódico local la descubrirá al mundo, que hoy la ignora, por un día: “Hallada una indigente muerta, de entre 70 y 80 años, en los Jardines del Real. El servicio médico que acudió ante el aviso de un ciudadano que la encontró mientras paseaba a su perro nada pudo hacer por ella y se procedió al levantamiento del cadáver. Creen que su fallecimiento se ha debido a las bajas temperaturas registradas en los últimos días. Se desconoce su identidad. ”…

Y mucha gente, con lástima hipócrita, entre mariscos, turrones y cava, se lamentará por unos segundos de que sucedan estas cosas “en días tan señalados” con un simple “¡pobrecilla!”… y seguirán comiendo como gorrinos en época de engorde, porque a fin de cuentas es Navidad y la noticia quedará en una anécdota que no va con ellos.

Pero para Marta hace años que dejaron de existir las navidades, incluso aunque una noche helada no se la hubiera llevado por delante…

¿Nos seguiremos encogiendo de hombros, con conmiseración pero diciéndonos que no estaba en nuestras manos evitarlo o que no nos incumben esas cosas, mientras despilfarramos tiempo, dinero y vida, celebrando –o utilizando como excusa para celebrar- el nacimiento de un niño que nació pobre entre los pobres?... Qué incoherencia cuando quedan muchas Marta a nuestro alrededor; quizás más cerca de lo que imaginamos.

© P.F.Roldán

cannibale vocale:We wish you a merry Christmas

2 de enero de 2009

la marca de Caín: la envidia

Esta es la historia de un triste pobre hombre, menos digno de lástima que de desprecio. Un pobre don nadie que sólo es lo que es: un funcionario gris al servicio de los que le dan de comer sin mojarse el culo jamás, el muy cobarde, para vivir plácidamente, sin correr el riesgo de que le compliquen la vida por implicarse por lo que es justo, escudándose en que no es su cometido ni de su incumbencia. Que lo suyo es dedicarse a la investigación exclusivamente… ¿de qué! Porque hasta ahora no se le conoce nada en los últimos cinco años, si no es su silencio cuando se han verificado irregularidades hasta por el ciudadano más profano de tan evidentes, porque tragaderas no le faltan si se asegura con eso que no le amarguen el plato de lentejas, como buen estómago agradecido... y aunque sea a costa de no tener dignidad.

Anquilosado tras su mesa de despacho, desprecia altaneramente y de la forma más cainita –porque si mostrara la envidia que le reconcome se descubriría de qué pie cojea- a todos los que destacan en su misma profesión por el solo hecho de que estos han hecho de esa profesión -de la que sólo comparten el título- un medio para investigar, dar conferencias, publicar sus trabajos, pelear por sacar a la luz las verdades que los jerifaltes del otro tapan, manipulan o se pasan por el arco del triunfo.

Se permite decir de uno que es un borracho, un ladrón, un sinvergüenza, un desacreditado socialmente (?)… claro, como que ése es doctor mientras él, y los que como él son, se ha quedado con su licenciatura rascada, haciendo de chupatintas tras opositar después de años de meritorio con sueldo…; te dice de la otra que es una vendida, una lame traseros, una hipócrita a la que todo el mundo conoce (?)… claro, como que esa otra tiene un puesto de gran responsabilidad dentro de la profesión, a la vez que está terminando su tesis doctoral… Tesis de la que ese infeliz envidioso se burla porque esa una lleva algunos años liada con ella, como si investigar fuera algo de hoy para mañana mismo, y menos cuando se compagina con dos trabajos…

Pero él, un hipócrita que debiera callarse porque en boca cerrada no entran moscas, cree que oculta lo que, sin embargo, todos sabemos: que maltrataba física y verbalmente a su ex mujer, a la que le debe haber llegado a donde ha llegado porque sin ella ni eso tendría; que sus hijos, que también sufrieron malos tratos, no lo tragan porque –sin respeto a su madre- lo han visto acaramelado con otras, pero se callan –los niños, niños son- porque a base de regalos, cuatro carantoñas, y dejarles hacer lo que les venga en gana compra su silencio desde hace años… menos el primogénito que, testigo de lo que padecieron su madre y ellos, le planta cara desde que alcanzó la mayoría de edad; que la gente le conoce de sobra, porque aunque presuma de que se codea con todo el mundo de su ámbito, ese “todo el mundo” sabe de sus meteduras de pata profesionales, amén de algún chanchullo de la mano de un compañero poco escrupuloso, o hasta falsificando la rúbrica de su mujer... Todo un firma el caballerete.

Profesionalmente, pues, un cero a la izquierda -con escasos decimales tras la coma, si es que la hay- que ha cometido más desaguisados que algún escaso contado acierto –a quién no le suena alguna vez la flauta y sobre todo si hay quien te arrope-; y humanamente, un acomplejado por desgracias y defectos físicos que, si en otras personas provocarían un alto grado de simpatía, en él, conociéndole, sólo provocan que se piense “el infierno está aquí en la tierra y aún puede dar gracias”.

El típico vanidoso sin fundamento que se las da de sabelotodo y que, en cuanto lo sacas de sus cuatro conocimientos sin reciclar, pone a caldo a cuantos se esfuerzan por avanzar en sus carreras –algunas con prestigio internacional-, sabiendo que a estos los recordará mucha gente el día de mañana por su buen hacer, mientras que él saldrá de este mundo con las piernas por delante sin pena ni gloria, cayendo en el olvido a causa de su trayectoria gris. Pero si, -¡oh, fatalidad!- encima no eres de la profesión, te esgrime despreciativamente el “¡tú que sabrás!”, enfermo de una titulitis que en él queda hasta ridícula por obsoleta, que se puede afirmar sin error que muchos aplicados autodidactas le dan cien vueltas, y alguna más, en cuanto a conocimientos.

Cualquier persona con sus carencias sería, como decía al principio, digna de simpatía o de lástima. Él, con su maldad manifiesta, y aunque trate de taparla -¿a quién engaña?-, no parece que merezca sino lo que tiene. Y es que, como siempre digo, de lo que se siembra se recoge… y él siempre ha odiado intensamente a cuantos han descollado en su entorno. Si se tratara de karma, visto lo visto, aún le quedaría mucho por pagar.

¡Qué desasosiego daría estar en su piel!

© P.F.Roldán

Rubén Blades:Camaleón