28 de febrero de 2009

Cartagena quiere la biprovincialidad




Y no es mucho pedir, aunque desde el gobierno regional se sigan haciendo los sordos, porque -una vez puestos- deberíamos de exigir que se cumpliera el articulado de la Constitución sobre las Autonomías (a partir del art. 143) y que esta Región llevara el nombre que por Derecho le corresponde (Región Carthaginenese, como existe Cantabria –no Santander- o La Rioja –no Logroño-), ya que los políticos murcianos se acogieron en 1978 a la Historia de Cartagena y a la importancia secular de nuestro Puerto, al que alabaron entre otros Cervantes o Andrea Doria, para solicitar el estatus de preautonomía.

Pero somos así. Algo que no quieren ver esos cuatro oligarcas murcianos que manejan los hilos del poder desde la capital administrativa, Murcia, porque la legislativa es Cartagena que es donde se ubica la Asamblea Regional.

En 1799, documentos hay, el rey Carlos IV promulgó una Real Orden en la que creaba nuevas provincias, llamándolas marítimas y segregándolas de las que hasta entonces pertenecían. Fue el caso de Málaga (segregada de Granada), Cádiz (de Sevilla), Alicante (de Valencia), Asturias (de León), Santander (de Burgos) y Cartagena (de Murcia). Todas a día de hoy siguen conservándola, excepto Cartagena. Habría, pues, que hablar de restitución, o restauración en su defecto, de la Provincia de Cartagena que se eliminó de un plumazo en 1833, en la división territorial del ministro Javier de Burgos, culminando la venganza personal de Fernando VII (más que el Deseado, el Desagradecido ya que Cartagena fue la primera ciudad de España en reconocerle como Rey al empezar la guerra contra los franceses, en 1808).

¿Su inquina visceral? El haber sido ésta una ciudad liberal desde siempre, opuesta a su absolutismo, que en ella se encastilló el general Torrijos frente al asedio de las tropas francesas de los Cien Mil Hijos de San Luis, que hiciera venir en su auxilio el despótico monarca, en su llamamiento desesperado a las demás monarquías absolutas de Europa.

Aunque esos hechos contra Cartagena ya tuvieron un antecedente en el murciano Conde de Floridablanca, que, habiendo sido nombrado en 1808 Presidente de la Junta Central Suprema y Gubernativa del Reino, soslayó con desprecio a la Junta de Defensa de Cartagena –otra vez la primera en formarse en España- a favor de la de Murcia, cuando esta ciudad, que nadó entre dos aguas ante la invasión napoleónica y secuestro de la familia real en Bayona, no formó la suya en un primer momento, teniendo que ser las Juntas de Cartagena y Valencia las que la metieran en el carro.

Pero dejando lo legal (pues también se conculca el Estatuto regional al no haberse desarrollado la autogestión comarcal en sus más de 25 años desde su promulgación) y lo histórico a un lado, aunque sea fundamental (que como ya dije “En Murcia por una mitra” -comentando el libro del Dr. Negueruela- venimos padeciendo agravios desde el traslado ilícito del episcopado a Murcia en 1291, aunque siga siendo Diócesis de Cartagena), hay ahora otros argumentos de peso para seguir erre que erre para que nos devuelvan lo que injustamente se nos quitó y que redunda en beneficio de todos los habitantes de esta Región, aunque esos mismos políticos se lo callen como zorros.

A más provincias, mayor peso en el Congreso y en el Senado al incrementarse nuestros representantes en ambas Cámaras. Mayores aportaciones al erario regional al existir dos Diputaciones provinciales. Menos centralización administrativa, que ahora para cualquier cosa que no sea local hay que ir a Murcia, quieras o no, y la Provincia de Cartagena, una de las mejor definidas territorialmente en el Estado por su Comarca natural (La C.A. de La Rioja, por ejemplo, se encuentra conque parte de su Comarca natural está en Castilla y León –Burgos-, en Navarra, o en el País Vasco –Álava-) aglutina a montón de Municipios y Diputaciones, en el suyo propio. (Cartagena no tiene pedanías, como los demás Ayuntamientos, y no habría que preguntarse, entonces, por qué en nuestro Municipio se les llama Diputaciones ya que es la prueba indudable de que tuvimos una Diputación Provincial) Así pues, más de 350.000 ciudadanos se ven forzados a recorrer el doble de kilómetros para cualquier trámite burocrático.

Hay curiosidades de todo tipo que respaldan nuestra reiterada petición. Se puede visitar para ver alguna de ellas el link que hay a la derecha del blog, que dirige a identidad carthaginense. Pero una muy significativa, por la fecha, es que en un BOE franquista de 1966 se publique el nombramiento del “Delegado de Hacienda en la Provincia de Cartagena” (sic).

Desde la “Plataforma por la Biprovincialidad” y su eslogan “2es+” se ve que no es un movimiento aislado de cuatro nostálgicos. Esa Plataforma cada día se ve incrementada con nuevos colectivos de toda índole y diferentes sectores públicos y privados. Desde Colegios Oficiales de profesionales hasta el Consejo de la Juventud de la Región de Murcia, pasando por la Cámara de Comercio o la Confederación Empresarial (COEC).
http://www.2esmas.com/biprovincialidad/Actualidad.html

Hechos en su día los pertinentes estudios, político y económico, para demostrar su viabilidad y encargados por el Movimiento Ciudadano a la Universidad de Murcia (UMU) y la Universidad de Cartagena (UPCT), sólo queda que esos sordos de siempre presten oídos y actúen en consonancia a lo que se les demanda, con argumentos irrebatibles, en la reforma estatutaria, que muy poca prisa se están dando cuando la mayoría de CCAA ya la han realizado.

¿Por qué será?

© P.F.Roldán

Baster:Llamar las cosas por su nombre

"las otras estaciones"

He de reconocer que, últimamente, estoy perezoso para escribir. Tengo la cabeza en otro sitio y mi libro de relatos, Las Otras Estaciones, no avanza ni mucho ni poco, aunque tal vez porque estoy en una de esas otras estaciones y el relato lo estoy viviendo en primera persona.

Cuando comencé a escribirlo, por un albur que, no por esperado, me cayó encima de sopetón, con “El tren de las mareas de la luna llena” (publicado por aquí en los comienzos de este blog), al final de la narración –mitad autobiográfica, mitad ensoñaciones que me hicieran evadirme de aquel instante- arribaba a una estación en la que no me esperaba nadie, pero en la que presentía que llegaría el día en el que habría alguien que me saldría al encuentro un día para, tras la espera sin calendarios ni relojes, iniciar un futuro juntos.

Y ahí es donde estoy ahora. Pensando que en abril yo estaré en ese andén a la espera de un tren, aguardando a quien entonces presentí y que viene a mi encuentro, sorteando unos miles de kilómetros; el mismo tren, a la misma hora, en el que regresé yo aquí cinco años y medio atrás. Pensando que aquellas ensoñaciones de entonces tienen todos los visos de convertirse en realidad, porque, no sé por qué puñetas, siempre suele acabar sucediendo casi todo lo que un día me dio por imaginar.

No sé cómo definirlo. No quiero llamarlo sexto sentido ni son dotes para la premonición. ¿Es tal vez haber conservado la esperanza que da el que la vida transcurra sin desesperarse lo que nos regala esa inexplicable lucidez sobre el futuro? Sea lo que sea, está ahí, como quien dice, a la vuelta de la esquina.

“Tickets ready!”... y a partir de ese momento la sonrisa, nunca extraviada en los variados maremágnum vividos estos años, se hace más amplia; se ensancha el corazón; los demás te ven hasta diferente, y se cumple aquello de que la primera palabra que pronuncias al despertar es su nombre.

Al comenzar todo, me había propuesto, hasta prometido a mí mismo, que no me dejaría llevar por arrebatos ni vehemencias; que todo se iría encarrilando a su ritmo, sin prisas; que es insano adelantar acontecimientos y precipitarse… Pero ¿quién me podría juzgar si viera mi cara rebosante de felicidad como yo la veo cada mañana en el espejo? Yo no, desde luego, a pesar de lo exacerbadamente autocrítico que soy. Hace años que, sin haber perdido nunca la alegría de vivir, no me sentía así, y aunque no dejo de racionalizar los pros y los contras, que todo puede resultar magnífico o un fiasco -porque mira que es tremendo, y hasta irritante, el pánico escénico que nos entra, por muy seguros que nos sintamos y aunque todavía falten cinco semanas-, que me quiten luego lo “bailao”. Ahora soy feliz. Mañana no lo sé, pero seguiré procurando serlo porque, pase lo que pase, mi madre no me parió para que los acontecimientos de la vida me lo impidan y encima me hagan sufrir.

La vida no empieza ni acaba, sencillamente continúa.

Si sale como el corazón inequívocamente espera para poder decirle un día “nadie como tú”, -de momento sólo estoy enamorado- será la fructífera cosecha de lo sembrado en todo este tiempo de fe en el futuro. Si no saliera como ambos deseamos, hay que volver a ponerse en pie sin darse tregua y seguir nuestro camino, confiando en que, como en la misma canción cantan Sole Giménez y Pancho Céspedes, hay que querer “mañanas más que ayer”, porque la vida jamás se detiene a esperarnos.

Y por primera vez también en muchos años no albergo dudas, pero siempre hay que echar mano de aquello de “la duda razonable”, aunque sólo sea por refrenar un poco a los que, en su escepticismo, puedan considerarte iluso por estar algo más que simplemente ilusionado y que tal vez no entienden esta manera de ver y vivir la vida, que ser realista no implica estar dispuesto a renunciar a lo que nos trae ni a cercenarla porque en un pasado más de una vez nos dimos de bruces en ella.

No recuerdo quien dijo que “podemos cambiar nuestro futuro pero no nuestro destino”.

© P.F.Roldán

presuntos implicados & francisco céspedes:nadie como tú

27 de febrero de 2009

aprendizaje hasta el fin

Se dice que el que mucho abarca poco aprieta, pero creo que hay que saber de todo lo que se pueda –sea más, sea menos; sea teórico, sea práctico, que también se dice que el saber no ocupa lugar- aunque luego nos centremos en cosas muy concretas, en las que realmente profundizamos exhaustivamente porque nos motivan por encima de otras. Y cuando no se sabe, el silencio nos hace más inteligentes porque escuchando seguimos aprendiendo

El afán de aprender significa tener curiosidad por todo y no permitir que nuestra mente se anquilose por desidia o comodidad. Aprender supone, además del enriquecimiento personal -que no es ninguna trivialidad-, el poder comunicarnos mejor con otros y no hablar sólo del tiempo o de cuando hicimos la mili con el capitán Trueno porque no da la cosa más de sí.

Personalmente, por poner un ejemplo algo banal, nunca suelo ver partidos de fútbol, ni siquiera en la tele, salvo los encuentros de la selección española en grandes competiciones; no soy, pues, lo que se dice un aficionado a ultranza, pero intento saber los resultados de la semana, cómo van las clasificaciones; qué equipos están en puesto UEFA o a pique de descender. No está de más. Tengo amigos a los que, además de otras cosas, les apasiona el fútbol.
Y quien dice sobre esto, pues sobre otras muchas cosas, que no sólo de Cultura se alimenta el hombre, aunque sea lo que más valoro personalmente, pero hasta pasarse la receta de cómo haces tú las lentejas pues es un buen recurso para que no se hagan silencios de esos en los que pasan tropecientos ángeles mientras dos se quedan embobados sin saber qué decirse… que no todos los silencios tienen su lado agradable. Esto depende de con quién y en qué momentos.

Tampoco consiste en ser una enciclopedia andante que en cuanto ha soltado su párrafo de manual ya no tiene nada más que aportar. Saber, lo que de verdad es saber, no es acumular conocimientos sin ton ni son, que tan aburridos resultan el sabidillo que se conoce la lista de los reyes godos pero no tiene ni idea de Historia como el monotemático que se sabe la lista pero sólo habla de esa Historia.
Aprender comporta que lo que se va conociendo se amalgame, y que se pueda ir de una cosa a otra, como quien hace una colcha de patchwork en la que casi ningún retazo es de la misma tela pero, juntos, forman un todo.

Me cargan los “culturillas” a los que, de tan relamidos, redichos, serios y pedantes, no hay quien les saque una palabra, y menos una conversación intrascendente pero amena; como me cargan los que tienen el cerebro tan diáfano que parece un páramo y con los que no se puede intercambiar más de cuatro frases con escasa sustancia porque viven desinteresados de todo lo que no sea superficial.

Aquellos porque cualquier cosa que no se ciña a lo que consideran “intelectual” lo consideran menospreciable y hasta aberrante si se ponen intolerantes; cosa bastante frecuente. Los otros, porque en cuanto tocas un tema de interés, por muy someramente que lo hagas, bostezan de aburrimiento a los pocos minutos o ponen la risa del conejo.
Menos mal que siempre existe el término medio y todavía encontramos con quien poder hablar de todo o de cualquier cosa, y hasta “echarnos unas risas” si se tercia, que ni todo es disertar exclusivamente sobre la nouvelle vague o el gótico flamígero, ni tampoco sobre el último novio de una famosuela o las inyecciones de botox de otra que tal… y no trates de sacar a ninguno de ambos especímenes de sus monotemas porque o te harán el vacío como si fueras un frívolo ignorante o quedarás como un idiota sabelotodo aunque sepas.¡Qué despropósitos!

Tengo amigos con los que un día he disfrutado viendo la última de la Coixet o escuchando una disertación sobre la Alcazaba in situ (¡qué tortura para los “diáfanos”!), que dos semanas después partiéndonos de risa escuchando las “petardadas” de la música de los setenta en compañía de unas cuantas cervezas (¡qué sacrilegio para los sabiondos!)…

Si aprender sirve para comunicarse después, por supuesto, ante todo es crecer personalmente un poco más y, sobre todo, si sabemos poner en práctica lo que día a día nos llega en todos los aspectos con la humildad del que ha de seguir aprendiendo hasta el día que se muera -con la certeza de que se irá siendo un ignorante en muchas cosas- y también con el sentido del humor –que nunca nos falte- de que no todo se reduce al libro gordo de Petete o a la Enciclopedia Británica.

Igual de importante debería de sernos, aunque salvemos las distancias, leer las “Memorias de Adriano” de la Yourcenar, por ejemplo, que saber cocinar una buena tortilla de patatas, y viceversa… o nos estaremos perdiendo bastantes cosas, porque de todas se aprende y todas nos enseñan a su vez a disfrutar mejor de una vida más plena.

© P.F.Roldán

Jorge Drexler:Polvo de estrellas

26 de febrero de 2009

"la llamada"


Miércoles de ceniza.
Como todos los años desde ni se sabe, esta noche, a las 20.30 en punto, y desde el balcón principal del Palacio Consistorial, se ha dado el pistoletazo de salida en el primer día de Cuaresma para anunciar a toda Cartagena que tendremos procesiones de Semana Santa en lo que es “La Llamada”.

Si bien es un acto simbólico, porque desde antes de la Guerra Civil nunca se han suspendido las procesiones, no es menos cierto que hubo años en los que las dificultades económicas de la posguerra primero, y luego –años más tarde- la mala situación financiera que atravesaron las Cofradías, que indujo a recolectar donativos entre los ciudadanos, incluso con programas especiales a través de la llamada Radio Juventud, la emisora local del Movimiento, el dinero que aquellas no tenían para sacarlas dignamente. Gracias a la generosidad de los cartageneros -que no es que nadáramos en la abundancia, pero jamás le ha dado la espalda a algo tan suyo- nunca llegaron a interrumpirse los desfiles pasionarios, yendo sus cuentas mucho mejor y, en consecuencia, su patrimonio desde entonces a más, que por fin aprendieron la Cofradías a autogestionarse, hasta haber conseguido hace tres años la declaración de Interés Turístico Internacional; algo a todas luces impensable en aquellos tiempos de penurias, y pese a nuestra peculiar manera de haberlas entendido desde siempre, que hasta tenemos nuestro propio lenguaje, porque aquí no hay cofrades sino procesionistas, ni costaleros sino portapasos; pero no se les dice pasos, sino tronos; y los “simpecado” andaluces aquí son estandartes y el que los lleva recibe el nombre de sudarista; las luminarias de los penitentes –aquí capirotes- se llaman hachotes y a los soldados romanos les apodamos “judíos”…. Y así muchas cosas más.

El acto es muy breve pero congrega en la plaza a cientos de personas –y a pesar de que haya partido de la Champions en la tele-, que en otros lugares seguro que las calles estaban vacías a esas horas... Es que somos muy “nuestros” para algunas de nuestras cosas, de tan arraigadas, y es que son ya cuatro siglos largos de tradición semana santera.

Las cuatro Cofradías, terminados sus Cabildos particulares, que empezaron una hora antes, se aúnan en la calle del Aire y, al son de las marchas de “granaderos” y el tronar de cohetes, se dirigen hacia el Palacio Consistorial, para anunciar su decisión a la alcaldía de que saldrán dentro de 37 días; que es otras de las cosas particulares que tenemos. Ya al jueves anterior al Domingo de Ramos sale de madrugada la primera procesión, que resulta ser la primera de cuantas se celebran en España, en la vigilia del Viernes de Dolores, celebración de día de la Virgen de la Caridad, nuestra co-patrona.

En La Llamada, que no dura más de veinte minutos, la primera autoridad municipal, tras los discursos de rigor pero breves –que es de agradecer en una fresca noche de febrero-, hace entrega a la Junta de Cofradías del cheque simbólico con el que el Ayuntamiento colabora al evento. Y digo simbólico por ser suave, porque darles 226.000 euros después de haberse gastado 740.000 en una horrorosa estatua callejera, no deja de sonar más que a cutre, sobre todo teniendo en cuenta que, además de ese atractivo turístico que pueda tener, Cartagena vive su Semana Santa como su fiesta mayor, que ni carnavales, ni nada de nada. No hay celebración aquí que tenga tanta participación, tanto dentro de las Cofradías como en la calle.

Dado el cheque de marras, que ha sido congelado hoy a la misma cantidad del año pasado escudándose en la crisis -que para los ediles sólo la hay para lo que les conviene- se lanza el emblemático grito de La Llamada: “¡Hay procesiones! ¡Música y a la calle!”. Suena el Himno de Cartagena y la alcaldesa, en compañía de los cuatro Hermanos Mayores, de la banda de música y de la mayoría del público congregado, toman camino por la calle Mayor hacia la Iglesia de la Caridad para hacerle una ofrenda a ésta y darle las gracias porque un año más tendremos procesiones.

¿Charanga y pandereta, que dirán algunos? Puede, pero lo que es cierto es que la mayoría de las gentes de esta ciudad, creyentes y no creyentes, viven desde hoy y hasta el Domingo de Resurrección algo que uno no sabe si es fervor para unos y fiesta para otros, pero indudablemente, sea lo que sea, con auténtico apasionamiento. Tanto que la Semana Santa es la excusa de muchos cartageneros ausentes para reencontrarse con los suyos, en vez de irse a Bali, porque a la vez toman parte en alguna Agrupación de las Cofradías.

¡Qué idiosincrasia la nuestra!... y ya contaré algún que otro por qué.

© P.F.Roldán

(el video que he encontrado en Youtube es bastante de andar por casa, pero da una idea de lo que es "la llamada")

Semana Santa Cartagena 2008:La Llamada

20 de febrero de 2009

cinco años ya y quién lo diría

Esta mañana me ha llamado Ruth, desde la SER, para una breve entrevista. Quería brindarte un pequeño homenaje en el 5º aniversario de tu muerte, que ha adelantado un día porque los sábados no tiene programa, y nos hemos dedicado a hablar sobre ti en sus casi 25 minutos de programa.

¿Por qué hay que recordar mi sempiterna frase, que es un hecho, de que sólo muere lo que se olvida? Y se ha demostrado. Le ha dado paso en un momento dado a Chelo, la Presidenta de la Asociación de Mujeres, que –emocionada- ha dicho que no te olvidan, que sienten el vacío que dejaste al irte, pero que les enseñaste no sólo “las piedras” de El Molinete a los cartageneros que acudían a tus visitas guiadas, que organizabas desinteresadamente, sino también el valor que tenía nuestra Historia a través de ellas. Que el ciudadano de esta ciudad que tenga dos dedos de frente te recordará siempre por tu abnegación desinteresada y generosa entrega a Cartagena y su Patrimonio. En la memoria colectiva permaneces como la persona buena que fuiste, llena de un entusiasmo vocacional que contagiabas a quienes te oían, y sin haber intentado medrar, como otras han hecho, de tu profesión y de tu corta andadura política.

Guardo esa viñeta, con la que encabezo esta entrada, que publicó el día de tu entierro físico El Faro, junto a varios artículos que no voy a reproducir, lógicamente, y que hablaban más de tu incesante trabajo, en vez de ser los tópicos panegíricos que se escriben sobre las virtudes de la persona fallecida. De las virtudes de los muertos se acuerdan todos en esos momentos, e incluso se exageran, que nadie habla mal de un muerto. Pero, cómo te tenían calada que, ya quien te “caricaturizó” en esa sencilla viñeta, te dibujó entrando en el Cielo, y se me asoma la sonrisa, porque si a algún sitio has ido es ahí. Si algo dice sobre ti misma ese obituario de tres páginas que te dedicaron, que no se ciñó a ser una escueta nota necrológica más, es ese simple dibujo; más que los cientos de palabras que lo rodeaban aunque dijeran también verdades como puños. Porque así te veían y consideraban, como te siguen considerando a día de hoy: una persona buena, de inmenso corazón… y nadie se cree que ya haya pasado tanto tiempo.

¿Qué es el tiempo cuando nos referimos a quienes habéis dejado una huella indeleble en los que seguimos pateando las calles por aquí, cuando a lo mejor estamos más muertos que aquellos a quienes encerramos en un nicho? Así se lo he declarado cuando me ha preguntado sobre cómo llevábamos tu ausencia… ¿Ausencia? Podemos echar en falta tu risa, tu compañía, tu desprendimiento con todos y con cada uno de nosotros… Pero, ¿realmente estás ausente? Para mí no, y creo que, como para mí, para otros muchos tampoco porque cuánta gente me sigue hablando a diario de ti; sobre todo cuando siguen apareciendo nuevos tesoros arqueológicos en El Molinete, que -como Ruth bien decía a mediodía- fue tu gran caballo de batalla, entre otros muchos, para que los políticos y los ladrilleros no convirtieran el cerro en un barrio de lujo más como han hecho en el Residencial Puerta Nueva, junto al Anfiteatro y sobre yacimientos romanos, o pretenden hacer en el Monte Sacro, otra de las cinco colinas del centro de Cartagena y que por algo se llamará así, cuando no se ha conocido nunca un edificio cristiano –iglesia, ermita o convento- al que le pudiera deber su nombre.

Si como hermano es lógico que cada día me sienta orgulloso de ti, no es menos cierto que más me siento como un ciudadano de a pie de esta Cartagena que tantos quebraderos de cabeza nos da cuando vemos como la desgobiernan a su antojo políticos a los que uno no sabe si tachar de incultos o de interesados. Y si siempre hay que anteponer la presunción de inocencia, no es ninguna mentira que somos miles los que ansiamos que, al igual que está sucediendo en Madrid o Valencia, la judicatura y la fiscalía entren un día a saco aquí, pidiendo explicaciones a tanto desmán urbanístico y patrimonial como se viene llevando a cabo en esta ciudad desde hace al menos dos décadas, expropiando por cuatro euros lo que se vende luego a cientos de miles.

Fuiste tan vergonzosa, de sencilla y tímida, para recibir cualquier reconocimiento (todos recuerdan tu rubor cuando te concedieron la laureada cantonal), que hasta, estoy seguro, lo de esta mañana –aunque breve homenaje en tu recuerdo- te habrá parecido de más. Nunca fuiste amiga de parafernalias de ninguna índole. Tu vida fue tu trabajo y siempre he sabido que el mejor homenaje que habrías deseado es que se continuara tu inacabada tarea… y, humildemente porque no somos ni historiadores ni arqueólogos la gran mayoría, en ello estamos porque lo que si somos es ciudadanos con voz y nos hacemos oír; así hasta que un día, ya hartos de oírnos, quieran escucharnos todos los que viven plácidamente en sus despachos trazando cualquier PGOU, PERI, o como les dé en llamarlo, con tiralíneas y haciendo caso omiso de la riqueza de nuestro subsuelo en beneficio del hormigón y de quienes viven de él, y sin comprender que si han creado un Puerto de Culturas con mayor motivo seguir engrandeciéndolo con lo que aún conservamos y está abandonado –véase la inigualable modernista casa Llagostera en plena calle Mayor-, y con lo que está por salir a la luz...

Y con tu ejemplo, siempre presente y vivo, lo conseguiremos.

© P.F.Roldán

les Petits Chanteurs de Saint-Marc: In Memoriam

19 de febrero de 2009

enamorarse y amar

Cuántas veces confundimos lo uno con lo otro. Tan parecidos ambos verbos y, sin embargo, cuántas diferencias hay entre ellos, aunque muchas veces ni nos demos cuenta, llevados por la obcecación que provocan los sentimientos que los hacen parecer iguales.

Si tuviera que contar las de veces que me he enamorado me faltarían dedos aun teniendo tantos tentáculos como un pulpo. Y es que cualquiera, con los requisitos imprescindibles, puede despertar en nosotros el deseo de amarle. Esa es la primera fase, la del enamoramiento que yo siempre he visto como “estar en vías” de poder llegar a amar.

Enamorarse es el paso previo de cuando conoces a alguien que te emociona y que hasta te conmueve; con la que, de poder darse, te plantearías un futuro en común porque se dan muchas de las cosas que pueden llegar a hacer que la amemos. Pero eso no es amor. Es únicamente deseo de que lo sea. Es sólo como un prolegómeno de lo que no deja de ser un futurible que puede llegar a más o no. Los primeros tiempos están llenos de pasión y vehemencia; es casi obsesivo no poder dejar de pensar en la otra persona a casi todas horas; necesidad, urgencia de saber de ella, de verla… El corazón que no atiende a más razones que a las suyas, sin que quiera escuchar a nada ni a nadie. Autocomplacencia en el bienestar interior, rayano a veces en el paroxismo de haber tropezado con quien, desde la soledad, creemos que anduvimos a la espera.

Pero amar es otra cosa. Se empieza a amar cuando, pasados esos primeros síntomas, en los que cada uno mostró lo mejor de sí, empezamos a descubrir que también hay -cómo no, como en todos y cada uno de nosotros- una parte oscura que se nos ha ido revelando con el paso de los días, conforme hemos ido conociéndonos. Y se ama cuando uno acepta al otro tal cual es, sin reservas, incondicionalmente; sin pretender que cambie nada de quien conocimos y hemos seguido conociendo… y continuamos sintiendo esa pasión, que amar no es caer en la rutina, y ese hormigueo en el estómago que nos impulsa a que el enamoramiento sea un auténtico amor, sabiendo ya que sus imperfecciones no son un obstáculo para nosotros, como las nuestras no lo son tampoco. El amor no pide, no exige. El amor se da, se entrega.

Es fácil, muy fácil enamorarse. Amar es otra cosa. El enamoramiento se desencanta cuando descubre esos aspectos que no nos gustan y con los que no nos sentiremos en predisposición para aceptar nunca. El amor, por el contrario, salta todas esas barreras. Va más allá. No se queda en lo exterior o en la cara bonita de lo que nos enseñaron en un primer momento. Es la persona que tenemos enfrente, a nuestro lado, la que nos sigue importando tal cual es y con la que estamos dispuestos a iniciar un proyecto en común, porque nada puede interponerse entre ambos.

Si de enamoramientos perdí la cuenta, amar sólo lo he hecho dos veces en mi vida, y la razón es que, aparte de que eso ocurre muy rara vez, hay que dejar pasar esa primera época casi febril, bajando a la otra persona de aquel pedestal que le levantó nuestra ansia de verlo como la octava maravilla, y con los pies en la tierra saber que es tan humano como nosotros, y que no todo será miel sobre hojuelas muchas veces pero que lo que nos une está por encima de cualquier otra cosa.

En enamorarse como en amar hay tanta diferencia como en decir “te quiero” a decir “te amo”… pero con qué facilidad usamos los verbos sin pensar que una cosa es la expresión de un deseo que puede quedarse en agua de borrajas y otra muy distinta el deseo inequívoco de emprender un camino junto a alguien sin que nada lo limite… y sólo tú, yo y la vida sabremos hasta dónde podremos llegar, pero ansiando que nunca se interponga una frontera que no seamos capaces de traspasar mientras nuestras manos estén entrelazadas con el sosiego que ahora sentimos.

© P.F.Roldán

Ana Belén:Agapimu

15 de febrero de 2009

Fran y "sus locuras"

Cualquiera que me conoce bien sabe que ante todo trato siempre, y ante todo insisto, ser coherente con lo que creo y siento. A lo largo del contenido de este blog (en el que no niego que se haya podido dar alguna vez alguna aparente contradicción, tal vez si la hay, debida a que no siempre estamos en la cresta de la ola anímica –seríamos más que perfectos y el hombre no lo es-) he ido dejando clara cuál es mi actitud vital.

Para empezar, soy alérgico a los prejuicios –sean del tipo que sean- porque sólo los considero un producto de la educación recibida y de las pautas sociales a las que nos hemos visto casi obligados a someternos para no ser castigados con el ostracismo por quienes un día consideramos “nuestros iguales”, o por los que ahora nos rodean. A veces nos puede más el miedo a la soledad que eso conllevaría que el ser más autosuficientes con lo que en nuestro interior pensamos y hasta deseamos. Ha sido, o parece, más práctico seguir esas pautas marcadas por el grupo en el que nos movemos que rebelarse contra ellas cuando han ido en contra de lo que sentimos, porque los humanos somos gregarios por naturaleza y hay cosas como el desprecio social, la soledad, el dolor, la muerte… que nos asustan, y en compañía de los otros nos sentimos como más protegidos, más arropados, aunque con ello tengamos que renunciar a la propia felicidad muchas veces, o conformarnos con una apariencia de felicidad que nos acabará hastiando, más antes que después, por dejarnos insatisfechos al no parecerse ni en su sombra a la que íntimamente deseábamos y nunca quisimos reconocer o poner en práctica. Y es que difícil es liberarse de según qué miedos o convencionalismos.

Siempre he preferido a la soledad como aliada si me permite ser libre, que renunciar a esa libertad. Libertad, ante todo, para no creer en que mi conciencia individual ha de convertirse al colectivismo para no sentirme como un apestado socialmente, ni siquiera familiarmente, si no renuncio a mis principios.

Indudablemente, somos seres sociables, pero eso no significa ser rebaño. No quiero sentir el día de mañana que dejé cosas por el camino, sin ni siquiera saber que podría haber sucedido de no renegar de ellas, porque haya preferido acomodarme a lo que la gente de mi alrededor cree que es lo sensato, lo idóneo, lo plausible. Escuchar, escucho, pero después es mi corazón el que me lleva sin que nada ni nadie puedan influir si mi razón me dice que estoy actuando en coherencia con quien soy y como vivo.

Si hubiera hecho en algunas ocasiones lo que no sentía, ahora no me encontraría en paz conmigo mismo por haber dejado de hacer lo que creía adecuado… y no todos reaccionamos igual frente a situaciones iguales. Por ejemplo, de haber escuchado a los que me llamaron loco por venirme de Valencia, renunciando a una vida hecha -amigos, casa, Empresa,…- por estar con Blanca, hoy me sentiría no sólo egoísta sino incoherente por no haber escuchado a mi corazón. Pero igual a la inversa. Si hubiera prestado oídos a los que en su día me llamaron loco por irme a Valencia, con una mano delante y otra detrás, porque me había enamorado perdidamente, hoy tampoco podría decir que de aquellos 22 años de relación tuve más momentos hermosos que difíciles, y aunque al final, porque el destino es así, terminara en naufragio… pero me habría perdido 23 años de vida en esa ciudad de la que tanto me traje ganado para mi experiencia de hoy, hasta una lengua nueva si nos volvemos prácticos por un segundo.

“Mis locuras” no son sinónimo de actuar a tontas y a locas. Por mi propia naturaleza metódica y racional, analizo cada cosa que hago, que no soy de los que se tiran impulsivamente a la piscina sin saber si está llena o no. Pero, lo que nunca haré, una vez seguro de los pasos que he de dar es dejar de caminarlos si sé que me conducen a una vida más plena, y aunque muchos puedan seguir creyendo que es una locura más de las mías. Sé que son bienintencionados, que lo hacen porque es lo que creen mejor para mí desde lo que creen que es mejor para ellos desde su óptica de la vida, como sé que los hay que te aconsejan desde la voz de sus demonios interiores, de sus malas experiencias, de los convencionalismos en los que se nos ha criado…

Pero la única realidad, después de todo, es que uno ha de vivir su propia vida y que si ha de estrellarse es cosa de su propia responsabilidad y habrá de aceptar, sin arrepentirse ni reprocharse nada, que erró, aunque de eso también se aprende; pero ¿y si no se estrella? Seguramente encontrará un poco más de felicidad que el que prefirió no cerrar puertas tras de sí, por miedo a lo desconocido, negándose con ello a descubrir que habría sido de él si se hubiera decidido a romper con los tabúes que le impusieron y que aceptó.

Hay que vivir como uno es y ser como uno vive. Luchar por lo que uno cree. Derribar muros y traspasar fronteras. Porque la vida no se circunscribe a las veinte calles que hay en torno a nuestra casa, a nuestra mesa camilla, o a nuestro trabajo de toda la vida. Pueden suponer seguridad para el día a día, hoy, pero vacío para mañana si se hace uno consciente de a cuánto pudo renunciar. Porque vivir es una constante aventura y quien se niega a enfrentarse a ella puede que en el presente se sienta a resguardo, pero quizá un día su conciencia le diga que se irá sin haber vivido de verdad; que se limitó a enterrar los denarios que le dieron en vez de haberlos invertido. Sabia parábola evangélica.

La vida es esta vida que ahora tenemos y para la que siempre hemos de tener dispuesto el equipaje porque fluye constantemente y, nos lleve a donde nos lleve, seguirá siendo maestra para que sepamos seguir viviéndola porque nos seguirá dando lecciones a cuenta de lo bueno y malo que nos acontezca. Sólo el que se queda sentado no corre peligro de caerse, pero tal vez se esté perdiendo la alegría de saberse capaz de levantarse una y otra vez, o que tal vez pudo tener un futuro mejor de haber sabido superar sus prejuicios, casi siempre imbuidos por otros.

© P.F.Roldán

Misia;Duas Luas

10 de febrero de 2009

La Verdad.es y su censurable censura

A las 10.05 de la mañana he utilizado la opción de opinar sobre una noticia en La Verdad, edición digital, como se hace en infinidad de periódicos de España. No escribía como hermano, sino como ciudadano, porque expresaba el sentir de mucha de la gente, que como apunté el día 6, siente que Blanca nos enseñó el coraje de luchar por lo nuestro. Y es que ahora dicen, a grandes titulares, que “han descubierto” algo que ella ya dejó mencionado en su Memoria de Valoración Arqueológica del Molinete de 1996 (Memoria publicada por la Consejería de Cultura de la región y que puede encontrarse en internet, como documento PDF < intervencion%20arqueologica%20el%20molinete >: una casa romana de muros de cuatro metros de altura... y que ustedes publican hoy como descubierta ahora, que ni se documentan para dar noticias.
http://www.laverdad.es/murcia/20090209/cartagena/gran-casa-romana-hallada-20090209.html

A las 10.55, revisando la noticia y el comentario, al que la gente puede votar, se encontraba en primer lugar de esa votación, y viéndola, de repente, lo eliminan. Como no es la primera vez que La Verdad actúa con ese amarillismo, había guardado lo escrito en mi Word y he vuelto a ponerla. Y a los dos minutos escasos, vuelta a quitarla, y así hasta trece veces seguidas… hasta que he perdido la cuenta, pero yo erre que erre, y eso, peleón como soy en estos temas patrimonialistas, me ha llevado a llamar a la Redacción de la Verdad Digital, en donde ni caso. Así que he llamado a la secretaria de Dirección del periódico, con la que ya tuve contacto por similares motivos, por opinar sobre mi opción política, que no es precisamente la que arropan en sus páginas… y como uno hace tiempo que no se amilana, al persistir en su actitud estos periodistas sin dos dedos de frente, tuve ya entonces que llamar a la Directora del Grupo Vocento, a Madrid, resolviéndose de inmediato el veto al que ustedes me tenían sometido. Y es que conmigo han dado en piedra porque no soy masa conformista. Soy una persona que no se deja pisotear en sus Derechos Constitucionales, y uno de ellos es la Libertad de Expresión, que ustedes conculcan continuamente, y según les interesa dejando comentarios racistas y xenófobos, pero tratando de machacarnos a otros por decir verdades como templos.

¿Explicaciones? Las más surrealistas. Que resultaba que mi post era ofensivo porque decía “sacabarrigas”, cuando están consintiendo que se digan insultos más soeces entre los que opinan. No doña (…). Cuando le he pedido que me diera un sinónimo menos “insultante” al de sacabarrigas, ya me ha dicho que no podía, que de “eso no entiende”. ¿Una persona con un puesto de su responsabilidad? Pues o una de dos: o se sacude usted las pulgas o raya en la incultura.
Sabe usted de sobra que se ha quitado el comentario porque era mío y controlan ustedes las IP. Que ¿cómo lo sé? Porque otro forero, al ver lo que estaba sucediendo con mi mensaje lo ha copiado y pegado y, dadas ya las horas, al borrarlo se habían perdido muchos votos a favor de esa opinión, que es lo que mucha gente de Cartagena quiere. Y ese copy-paste ha permanecido hasta el cambio de edición, mientras que el mío, idéntico, se seguía eliminando una y otra vez. Esto es algo que se puede comprobar viendo el enlace que pongo a la noticia, y que demuestra qué clase de política informativa hacen ustedes.

¿Por qué no publican que hay una sentencia en firme del Tribunal Supremo que obliga a la alcaldesa Barreiro a quitar el parapeto de la Muralla del Mar, del siglo XVIII, que va en contra de la Ley de Patrimonio, y a lo que esa señora prepotentemente se niega, incumpliendo una sentencia a la que no caben ya recursos ni apelaciones? ¿Porque, además de alcaldesa es también desde 2008 “dipu-tada” nacional por la región?

Me reitero, pero ahora doblemente. Los políticos son unos hipócritas sacabarrigas en CT, pero ustedes son de lo más estulto que hay en la Prensa de este país. Si hubiera utilizado sinónimos más peyorativos (sinvergüenzas, rastreros, prevaricadores, u otros mucho más malsonantes) habría comprendido que me dieran un toque de aviso… Pero ¿por decir sacabarrigas?

Si sólo hay que ver la política que adoptaron ustedes hace unos meses, en los que no se podían escribir palabras como Diputado, ósculo, disputa, ranúnculo, etc. porque contenían las palabras “puta” o “culo”, obligándonos a separar con guiones aquellas palabras “prohibidas” en su “diccionario particular”, y que ya comenté con anterioridad.

Pero ¿qué clase de código deontológico usan ustedes, y si es que lo tienen? Porque quien ha hecho el copio-pego, porque era absurdo ese afán continuo por callarme, ha dejado lo de sacabarrigas, como se puede leer. A ustedes, lo que les repatea porque comen en gran parte de la propaganda institucional, es que escribamos personas que estamos vetadas por los que dirigen el cotarro porque seguimos luchando por Cartagena y contra sus destructores, que cuando ya no les queda remedio ante la trascendencia de una noticia así se suben al carro de los salvadores de la patria, y -como borregos- agachan el lomo y dejan que se salgan con la suya, no vaya a ser que monten en cólera todos esos politicastros del tres al cuarto que (des)gobiernan esta ciudad, y por ende esta región... en la que muchos deseamos que entre a saco un día de estos el juez Garzón para desmantelar un sistema oligárquico en el que ya hay casi una treintena de cargos "populares" imputados o con investigación en curso por presuntos delitos de prevaricación y afines.

El comentario era así, y así se ha quedado, porque cuando han cambiado ustedes la edición a la de mañana lo he vuelto a poner y, como no revisan sus propias hemerotecas, ahí queda, aunque ya digo que otra persona lo repite casi tal cual y se ha mantenido en cabeza, aunque se hayan pasado el día borrando el mío.

“PARQUE ARQUEOLÓGICO BLANCA ROLDÁN:
Qué menos justicia que dedicarlo a la memoria de la que lo defendió con uñas y dientes de los afanes ladrilleros de Barreiro, de Balibrea y compañía.
Blanca que se dejó la piel en el Molinete, hallando el templo capitolino, fundando la Coordinadora del Molinete y convocando manifestaciones a las que fuimos unas 3.000 personas a lo alto del molino. Blanca fue arqueóloga pero ante todo una cartagenera que luchó por defender el patrimonio de CT y ahora se está demostrando cuánta razón tenía en su lucha para defenderlo, para que todos estos sacabarrigas de hoy se permitan olvidarla mientras van a hacerse la foto allí cuando lo que querían era el ladrillo puro y duro al que Blanca Roldán siempre se opuso hasta su muerte. ¡Qué poca dignidad y poca vergüenza la de estos políticos y la de los arqueólogos que comen de su mano haciendo méritos inmerecidos!”

A favor (24) En contra (0), y esto en 50 minutos; y si no lo hubieran quitado, habrían visto ustedes cómo habría barrido esa opinión, y que por eso no es de extrañar que los cartageneros no queramos nada que venga de ciertos personajes de Murcia. Porque nos ningunean. Porque vivimos según sus dictámenes. Porque manipulan lo que les da la gana.

Pero he llamado también a Emisoras de Radio. No me iba a quedar quieto ante su falta de ética periodística. El viernes 20 se va a hacer un especial sobre Blanca en la víspera del 5º aniversario de su muerte. Veremos lo que digo de ustedes, que como obituario en 2004 le dedicaron un rinconcito, porque los apellidos Roldán Bernal parecen estar vetados en su periódico (que en vida ya se negaban a publicarle noticias) y aunque no todos los días se muera una concejala-arqueóloga de la talla de Blanca, mientras que otros diarios, como El Faro, dedicaban tres páginas completas con la noticia y artículos de opinión de historiadores, periodistas, profesores de Instituto… y la centralita de la Cadena SER se colapsaba cada vez que se hablaba de Blanca. Y lo sé porque en varias ocasiones fui invitado por ellos para intervenir en directo y pude comprobarlo in situ.

No son ustedes sólo decimonónicamente patéticos, sino que rayan en lo ridículo. ¿Se han replanteado cambiar el nombre del periódico? Lo de llamarse La Verdad huele al viejo Pravda, según el Régimen que gobierne…
Aunque si esa señora, ocupando un puesto directivo, no conoce sinónimos de sacabarrigas dudo que sepa que significa Pravda…

© P.F.Roldán

The Knickerbockers:Lies

7 de febrero de 2009

¿pleitos no tengas aunque los ganes?

Nunca pensé que me vería en uno, pero cuando llevas casi dos años aguantando continuamente mil impertinencias de la propietaria de abajo –aguantando porque tratas de no hacer mala sangre y porque todos te recomiendan paciencia, que hay que llevarse bien con los vecinos aunque sean como ogros-, llega el día en que sucede lo que has venido evitando meses y meses, habiendo sido siempre, y no obstante sus malos modales habituales, educado y respetuoso, que nunca evité dar los buenos días u ofrecerme a ayudarla a subir paquetes cuando alguna vez la vi cargada cuando me la cruzaba por la escalera.

Y todo empezó porque intentaron desde el terrado entrar a robarme en casa el 21 de enero, sin que lo consiguieran porque estaba dentro esa tarde y la emprendí a voces mientras telefoneaba al 092, y pedí a las dos únicas vecinas que hay en el edificio que por favor cerraran la puerta de la calle, ya no sólo por mí, sino por la seguridad de todos. Sobre todo porque las dos señoras son mayores y por eso, probablemente, más vulnerables cuando estén solas en sus respectivas viviendas.

Y dos días después, el 23, cuando estoy cerrando el portal, la susodicha se me pone hecha una fiera a insultos, que te nombra hasta a la madre que te parió, y amenaza hasta con pegarte con lo primero que encuentre, porque ella lleva viviendo aquí más de 50 años y yo soy “el último mono de mierda” que ha llegado y ahora le quiero imponer mi voluntad. Qué obcecación más absurda.

No soy de los que pierden la compostura y menos con una anciana, por muy rabiosa que se ponga. Me limité a sacar el móvil y decirle que si seguía manteniendo esa actitud llamaba a la policía para que levantaran un informe, que ya estaba bien de soportarle todo lo que le había venido en gana y que, llevemos el tiempo que llevemos, todos los propietarios tenemos los mismos derechos y obligaciones… Todo sin levantarle la voz, pero con firmeza, porque no se puede consentir que, por haber sido tanto tiempo intachablemente correcto, te tomen por idiota, desfogándose contigo porque se han acostumbrado a que tragues una y otra vez.

Si ella no fuera como es, la cosa podría haber quedado ahí. Se hubiera cerrado la puerta y cada uno a su casa y Dios en la de todos. Pero, no. Al verme con el móvil en la mano, agarró las bolsas de supermercado furiosa y vuelta a los insultos y amenazas mientras tomaba camino escaleras arriba, pero subiendo aún más el volumen de sus gritos y el tono de los calificativos, y ya la gota que colmó el vaso fue que me dijera que ya me mandaría a su hijo –una persona sumamente agresiva y que por su profesión siempre va armado- para que me arreglara el cuerpo.

Pues nada. No te lo piensas una vez más dos veces. Sientes que ya pasa de castaño oscuro y te vas a Comisaría derecho.

Aunque por el camino vas pensando si merece la pena, un camino de quince minutos que parece hacerse eterno, algo te dice que eso ha llegado a extremos insostenibles, y luego el policía que te toma la declaración de la denuncia, haciendo constar que el desencadenante era el cerrar o no el portón de acceso al edificio, te dice que has hecho bien. Que eso no me libraría, tal vez, de que se hicieran efectivas sus amenazas, pero al menos que si ocurriera algo ellos sabrían a quien ir a buscar en primer lugar.

Asombrosamente, en un país en el que nos quejamos de que la Justicia va lenta, me llaman ese mismo día para decirme que el juicio será el día 28, que vaya al día siguiente a recoger la citación y que no me desanime, aunque ante la falta de testigos –no quise involucrar a nadie, aunque supe que había quien lo había oído todo- seguro que haría que el juez desestimara el asunto. Era la palabra de ella contra la mía, Pero son tan torpes en esa familia que, desde que se les comunicó también la fecha de la Vista, se dedicaron a bloquear el bombín de la puerta de la calle de diversas maneras y yo, impertérrito e impasible, llamando una y otra vez a la Policía local para que levantaran informe tras informe, sacando de dentro de la cerradura desde media llave partida hasta trozos de destornillador…

Nada, que la buena señora, y pese a la denuncia, se había empecinado en no cerrar –seguro que si yo me hubiera empeñado en ello, ella habría puesto hasta siete cerrojos con tal de hacer su santa voluntad y llevar la contraria- y la víspera del Juicio me fui a la Concejalía de Seguridad Ciudadana a pedir un informe de las actuaciones policiales en la finca, desde que ya vinieran por un robo hace meses en el primer piso hasta las últimas visitas por el conato que sufrí en mi vivienda, pasando por las que hicieron para tratar de desbloquear el cierre de la puerta y hacer un parte de ello. Eso sería cuanto de prueba podría aportar junto con las piezas de metal que extrajimos de la cerradura en los tres días anteriores. Y fueron pruebas suficientes; tanto que su defensor trató de salir por peteneras y el Juez y la Fiscal le conminaron a que se atuviera al motivo de la demanda, y ya no volvió a decir esta boca es mía ni de mi defendida.

Como uno sigue siendo como es, cuando el juez me dijo que si me reiteraba en lo declarado y que, de hacerlo, ello conllevaría una penalización a esa señora, bien monetaria, bien de arresto domiciliario durante todo un mes, le pedí a Su Señoría que no. Que no estaba en mi ánimo perjudicarla de ninguna manera, y menos a una mujer de la edad de mi madre -a la que no me habría gustado ver hecha un ovillo, empequeñecida y desencajada en la silla de un Tribunal como a ella-. Que simplemente la apercibiera de no continuar en su actitud; que no retiraba la denuncia y me reservaba el derecho de ampliarla si persistían en comportarse tan insolidaria e incívicamente, o se volvía a producir otra intrusión indeseable en el edificio. Y así lo hizo, haciéndole ver que sus actos eran perjudiciales para la Comunidad de propietarios y que hiciera el favor de cambiar el chip, que ella era una más entre todos.

A los dos días me entregaba su nieto las llaves de un bombín nuevo. Se cierra la puerta. No he vuelto a oírla decir una palabra más alta que otra. Nadie ha subido, al menos a día de hoy, en plan agresivo o amenazador a mi casa. La hija, de más o menos mi edad, hasta se para a hablarme cuando coincidimos…

¿Pleitos no tengas aunque los ganes? Por desgracia, vivimos en un país en el que muy pocos protestan o denuncian; en el que la gente se arruga por miedo o se inhibe por si acaso los problemas fueran a mayores. Así que pleitos tengas, pero si vas con la actitud de no sacar tajada de nadie, que es lo que la mayoría busca, ni con ánimo de venganza, sino para que prevalezca el Derecho al honor de las personas y se cumplan los mínimos requisitos para una convivencia civilizada.

¿Quizás gané con tan pobres pruebas, ya que tampoco había constancia de que quienes habían bloqueado la puerta fueran ella o sus familiares, porque dejé claro que no era mi intención cebarme en esa anciana maniática y egocéntrica, buscando que fuera castigada? ¿Acaso habría encontrado alguna satisfacción en que la multaran o le prohibieran salir de casa por un tiempo?

Creo que en esta vida prevalecen las actitudes, incluso las gestuales, y cuando se va con serenidad y seguridad exponiendo honestamente la verdad y tu contrincante, en vez de compungido, lleva su perenne acritud en la cara, quien tiene que dictar sentencia sabe quien le ha dado credibilidad y quien, al parecer, actúa de mala fe.

© P.F.Roldán

Social Distortion;Winners and Losers

6 de febrero de 2009

hoy es tu cumpleaños, hermana


Aunque no tenga tu presencia, sigues a mi lado. La muerte puede arrancar lo físico pero nunca podrá quitarle a quien se lleva que permanezca vivo mientras exista el recuerdo, y tú estás siempre en el mío.
Hoy, 6 de febrero, habrías cumplido 55 años de vida humana. Hoy no tienes ya edad porque eres eterna en cada uno de los que no te olvidamos.

No siempre fuimos del mismo parecer cuando éramos adolescentes, casi adultos ya, y pesaba sobre nosotros una educación familiar y escolar muy propia de aquellos años sesenta y setenta, y en el seno de una familia militar y profundamente –no juzgaremos como algunos viven su fe- religiosa; sobre todo, estábamos distanciados en cuestiones de ideología política, fruto de aquella educación, aunque seguíamos compartiendo otras cosas que fueron las que siempre nos mantuvieron unidos por encima de todos los nuestros, familiar y socialmente, hasta el día de hoy y mientras viva.

Tendrían que pasar algunos años para que despertaras a la realidad del mundo que nos había tocado vivir, pero sin renunciar interiormente –como yo tampoco lo hice en su día- a muchas de esas cosas que a los demás les parecían incongruentes en esta ciudad que, no me cansaré de repetir, es cainita por naturaleza y en las que ciertos estratos sociales medios y altos tienen humos aristocráticos, y que, por ello, se creen en posesión de la verdad absoluta, despreciando a quienes se les desmarcan. Fue nuestro sino pertenecer a ese grupúsculo lleno de hipocresías, que a la cara te palmeaban aprobatoriamente la espalda, y por detrás nos condenaban porque ya no comulgábamos con sus mentalidades del “glorioso movimiento nacional”, si por esto entendían desmarcarse del Partido Popular, heredero en muchos aspectos, y aunque finjan que no, de la ideología de la dictadura.

Hasta gentes del PSOE, en el que llegaste a concejala como independiente dos legislaturas, me llegaron a decir que en un primer momento no les cabía en la cabeza que una “niña de derechas –se tenía en cuenta la procedencia familiar no el sentir personal- 'jugara' a ser progre de izquierdas", pero que luego se habían quedado sorprendidos y tuvieron que reconocer tu capacidad de trabajo frente a otros que alardeaban de izquierdismo puro y duro sin mover un dedo. Qué mentes más obtusas capaces de confundir que alguien tenga conciencia social, y la defienda con garras y dientes, con la idea trasnochada de que por estar bajo las siglas de un partido has de ser como no eres. Porque nunca fuiste una sacabarrigas más de esa vieja guardia que se las da de “izquierdosa” pero que sólo se metió bajo esas siglas para medrar, sin que tuvieran conciencia política alguna de lo que significaba su militancia.

Tengo muchas fotos tuyas que me resultan entrañables; unas contigo, otras de ti sola, algunas con personas que supieron estar a tu lado en tu lucha por un mundo más justo, o en lo que fue tu caballo de batalla: la defensa de nuestro patrimonio histórico frente a los desmanes de los políticos “populares”, que se creían con derecho a todo por una mayoría absoluta alcanzada más que nada por el desencanto del ciudadano con la oposición, ante la actitud de ésta en la crisis industrial que padeció Cartagena a principios de los noventa.

Pero, de entre esas fotos, hay una que me pasó una amiga tuya y que me conmueve especialmente por dos motivos. Uno, porque ese día y a la misma hora, tú en Cartagena y yo en Valencia, nos manifestábamos –qué disgusto “en casa”, porque de mí lo podían esperar, pero quién lo habría dicho de ti unos cuantos años antes- contra una guerra que nos imponía un gobierno más autócrata que democrático en esos cruciales momentos, a espaldas del sentir del pueblo. Y otra, porque estás junto a Rosa Juaneda, también hoy ausente físicamente desde hace unos meses, y con la que tantas batallas libraste en esta ciudad que tanto os debe y que muy poco se ha acordado después de vosotras la clase política local que tanto provecho sacó de vuestro carisma, atrayéndoos a sus filas.

Nunca comprendió nadie que dejara toda mi vida atrás, después de 23 años fuera, para estar a tu lado tus últimos tres meses; algo que no habría hecho jamás por ningún otro porque nadie lo ha llegado a merecer nunca. Nadie, excepto tú que lo diste todo siempre con absoluto desprendimiento y sin buscar parabienes como hacen otros, llenos de soberbia, por mucho menos.
Siempre estaré orgulloso de ti. Si hubo un tiempo en el que, sin desencontrarnos, nuestros pareceres eran antagónicos, eres la única de mi sangre que supo reaccionar, como en su día lo hiciera yo, contra la injusticia, la intolerancia y la prepotencia arrogante de los que gobiernan. Y lo más importante: sin dejar nunca de ser tú, que fuiste generosa y coherente como pocos he conocido, y aunque te hicieron pagar un alto precio por ello los mismos que ahora hablan bien de los muertos, en su ignorancia de no comprender que sigues viva porque muchos no te olvidamos… y no sólo emocionalmente, sino por todo el coraje que aprendimos de ti para defender lo que es nuestro frente a los depredadores que organizan nuestras vidas y disponen de nuestro futuro, cómodamente sentados en sus poltronas sin visión de lo que es el bien común.

© P.F.Roldán

Mónica Molina:Vuela

pérdida o no, según se mire…

A veces, cuando conduje lejos, tuve que comprar un mapa para llegar a mi destino. ¿Acaso uno se conoce las carreteras de media Europa? Pero, cuántas veces se quedó obsoleto porque, aunque marcaba el lugar al que quería ir, habían dibujado autopistas en proyecto que después se cortaban y había que dar marcha atrás y dar un largo rodeo, o carreteras que parecían fáciles de recorrer y, sin embargo, se parecían luego más a un camino de cabras llegados a cierto punto, haciendo que me desviara a otras más transitables en el primer cruce que salía al paso, alejándome de mi destino final para encontrar otros lugares que, si no menos hermosos, no eran el escogido, el deseado… A veces ésa es la aventura del viajar si no se va con ideas preconcebidas taxativamente y lo que de verdad se quiere es disfrutar de ese viaje, se llegue a donde se llegue.

Pero, es tan distinto cuando uno sabe a dónde se dirige en concreto y que esa la única meta que nos hemos propuesto alcanzar porque sentimos que nos espera… En ese caso, antes de salir, estudiamos todas las alternativas posibles para no perdernos. Buscamos los mejores trayectos; no importa si hay que pagar peajes o tomar un camino algo más largo pero más seguro… El caso es llegar… Pero, contigo ¿en qué vía muerta me quedé pese a que todo parecía ir sobre seguro? ¿En qué punto de nuestro mapa particular se dejó a medio construir el puente que me llevaba hasta ti si parecía estar cuando partí a tu encuentro?

Y uno llega a la conclusión de que todo es falible, aunque hubiéramos pensado que estaba bien previsto y dábamos por hecho el éxito del viaje emprendido, olvidando que, como a Ulises que debía conocer el camino a Ítaca, es posible que nos salgan al paso obstáculos no imaginados de antemano, haciendo de nuestro periplo una nueva odisea.

La vida real no suele ser como un viaje de placer. Para crecer es preciso dejar que nos vayan cercenando parte de nosotros mismos, como a los árboles que se les poda. Puede ser doloroso, en un primer momento, sentir esa especie de mutilaciones –deseos, sueños, ilusiones…- que dejan cicatrices y que posiblemente nos parezcan innecesarias e incluso quizás no comprendamos hasta que hayamos alcanzado una cierta altura de miras con el tiempo, desde la que podremos valorar que, a pesar de haber perdido algo de quienes fuimos y quisimos y el duelo que pudimos un día sentir, la vida en su fluir nos hizo más robustos y menos vulnerables… y aunque sigamos sabiendo que somos el único que, empíricamente, tropieza dos veces con la misma piedra. Pero el que no se cae no conoce la dicha de levantarse y seguir caminando.

Ahora, cuando volvemos a encontrarnos a veces, no puedo dejar de recordar porque el olvido nunca es la solución más idónea, aunque sea la más facilota en teoría. Por el contrario, siento la alegría de cada reencuentro, aunque nada sea lo que pareció que había de ser. Uno pierde cosas pero gana otras, y la felicidad se encuentra en lo que se tiene no en lo que se desea, y aunque el deseo, cuando no se es voluble, subyazga inevitablemente en lo más íntimo de nuestro ser porque seguimos siendo humanos.

Ya dije en otra ocasión que odio la resignación. Hasta la palabra me suena desagradable. No confundamos la aceptación de la realidad con aquella porque no es lo mismo en absoluto. Al igual que esas no deseadas pero necesarias mutilaciones, la realidad puede que no sea plato de nuestro gusto cuando la encaramos por primera vez. A la larga, o a la corta –dependiendo de la capacidad de cada uno para asumir cada acontecimiento de su vida- comprenderemos que la alegría de vivir se encuentra en nosotros y en nuestro presente, y no en lo que deseamos y no pudo, a veces inexplicablemente, ser.

Si en algún momento tuve sensación de pérdida por algo que esperé y no fue, el tiempo al final me ha recompensado dándome a ganar lo que precisamente no estaba previsto y que ha sido igualmente gratificante, aunque no lo supiera ver o intuir en aquel momento en el que se me negó lo que ansié.

Hoy de ti tengo otras cosas y eso me sigue haciendo feliz, porque sigues ahí, te puedo seguir queriendo –no creo que nunca deje de hacerlo aunque las circunstancias me hagan hacerlo de otra manera-, y eso es lo más importante.
¿Perdí o gané? Cada cual lo verá desde su punto de vista. Yo sólo sé que he crecido un poco más porque uno se puede rebelar contras las injusticias de la vida, pero no contra su misma vida si es la que razonablemente tiene que ser. Y no es conformismo. Es coherencia con la realidad. Si ésta no se acepta, alejaremos la posibilidad de vivir con serenidad y sosiego, empecinados en conseguir lo que no ha de ser para nosotros.

© P.F.Roldán

Ελευθερία Αρβανιτάκη:Τα κορμιά και τα μαχαίρια