23 de agosto de 2008

el equívoco, según Murphy


La Ley de Murphy es endemoniada e inexplicable. Que pesadez enervante que la tostada siempre caiga con la mermelada cara al suelo.

Quería hablar con mi sobrino mayor que pasa unos días en casa de mi madre y, tras unos segundos de bromearle, resulta que se ha marcado por equivocación otro teléfono: su teléfono, que aún no sé por qué guardaba. Eso es lo que tiene no tener más números almacenados entre la eme y la te en la exigua agenda de uno de los terminales del fijo, que arrastro desde Valencia, y no reciclarla como hago con el messenger. Justo ésa la utilizo muy poco. Apenas nada.

Lo pienso ahora y hasta me hace gracia que me haya dicho que no me conocía después de escuchar mi voz años y años. Y, encima, yo venga a decirle que cuándo empezaba las clases, porque Miguel se apuntó ayer tarde en una academia para perfeccionar su inglés, y él que “pues a finales de septiembre, como siempre”... “¿Cómo siempre...? ¿Y has ido hoy a Murcia a ver lo de tu matrícula de tercero?”, porque el chaval está haciendo Historia en la Universidad, “¿a Murcia…?”, voz de desconcierto, “pero ¿a quién llamas?”… y yo sin hacerle caso, porque como mi sobrino siempre me bromea, poniendo voz engolada el muy payaso, no he caído en que fuera un error… hasta que le he comentado que seguro que no le había dado mi recado “a la abuelita” y que le pasara el inalámbrico. Ahí me ha reconocido él; por otro lado, nada raro porque hace más de cuatro años que no hablamos... “Te equivocas… ¿Eres Fran?... yo soy Toni...”

Puñetero Murphy y su ley. Hace tan sólo dos días comenté que hacía mucho que no sabía nada de él.

No he sentido nada de nada, ni siquiera cuando me ha preguntado, por cortesía imagino, que cómo estoy. Me ha salido sólo un lacónico “Bien” y nada más que de coletilla el comentario de que la que está algo pachucha es mi madre; que cómo estaban los suyos “Bien”... silencio abrumador. “¿Y la gente de Valencia?”...” “Todos bien”... “Me alegro. Siento la equivocación. Adiós. Un beso”... “Adiós. Un beso”... Apenas minuto y medio o poco más. Tan sólo cinco segundos para borrar el número.

Desde febrero de 2004 no habíamos vuelto a conversar. Fue cuando murió mi hermana y llamó para darme el pésame, avisado por la Niña. Por aquel entonces ya llevábamos casi dos años separados y cometió el gran desacierto de pensar que estaría vulnerable por el duelo como para atreverse a insinuar una posible reconciliación.

–Te echo de menos. Parece que fue ayer cuando te fuiste… tal vez…
–No te confundas –le interrumpí-. Hace exactamente veinte meses que me fui y, por lo que sé, sigues como entonces… Gracias por llamarme…

Los momentos difíciles de la vida no me abaten; por el contrario me crecen porque hay que saber afrontarlos con valentía y entereza, sobre todo por quienes me rodean y me necesitan con las fuerzas que ellos no tienen.

No había vuelto a oír su voz en todo este tiempo.

Para qué decirle hoy, pues, nada más. ¿Que estoy feliz e ilusionado? ¿Que ya no recuerdo nada de él desde hace años? Ni siquiera de lo bueno que hubo –que a qué negarlo lo hubo y bastante-. Que tampoco me quedan residuos de los malos tratos que me inflingió en los últimos veinticuatro meses como para pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor... y mucho menos cuando tengo ante mí lo que intuyo y deseo posible y, si Dios o el destino quieren, maravilloso antes o después…

He de decir que tampoco yo he reconocido su voz. Era quien menos esperaba, lógicamente, al otro lado de la línea. Si mi sobrino no fuera tan bromista... Sin embargo, no me he sobresaltado de sorpresa; no me he sentido violento ni se ha despertado nada atávico, pese a todo el buen amor que sentí por él en otro tiempo ya muy lejano... Sólo he sentido impasibilidad. Hace mucho tiempo, mucho, que pertenece al mundo del olvido. Sólo es el pasado.

No hacía ni diez minutos que había recibido y contestado un sms... ¿Qué puede perturbar ese equívoco a estas alturas y menos aún, y sobre todo, cuando sé que se me está dando la inusual oportunidad de poder llegar a conocer a alguien especial y creer en él después de tantos años de soledad escogida? Nadie. Nada. Ni siquiera el marcar erróneamente un número que sólo me podría recordar, y ni eso, un funesto pasado que mató al de tiempos mejores y que ya no existe si no es en las profundidades de esa parte más honda de la memoria que nunca dejamos salir a flote, porque es sólo un lastre para seguir viviendo. Y un lastre es sólo eso. Algo que lleva a las cosas a que se hundan con vertiginosidad. Así pues, No he sentido nada de nada. Ni para bien ni para mal. Ni siquiera que hubo un tiempo que merezca el echar una mirada hacia atrás.

Indudablemente existió aquel tiempo que ya no es. Pero soy de los que miran al presente para construir un futuro, siempre ascendiendo peldaño a peldaño por si me concedieran un día el privilegio de rozar el cielo con mis manos.

© P.F.Roldán

Enya:Only Time

No hay comentarios: