28 de agosto de 2008

para expresarse


Los seres humanos, desde el hombre de las Cuevas de Altamira al de hoy, siempre han necesitado dejar constancia de sus costumbres, de su forma de vida,… con los medios a su alcance. No es extraño encontrar en la fachada de algunas catedrales o edificios civiles del medievo frases escritas por algún maestro de obras, tal vez, al concluir su cometido en un rojo granate que el paso de los siglos ha ido desvayendo hasta hacerlas casi ilegibles.

Es cierto que hay mucho niñato que se las da de grafitero y que enguarra la ciudad con pintadas sin sentido, sólo porque son mono-neuronales y van dejando su firma por fachadas y monumentos a base de spray de tiendas multi-precio. ¿Signo de rebeldía? ¿Síntoma de una escasa educación familiar o escolar? El caso es que no hace ninguna gracia que acaben unos vecinos de rehabilitar su edificio, dejándose unos muchos miles de euros, y que una mañana se encuentren con que les han dejado su “sello” esos energúmenos.

El grafiti, de ser perseguido, ya está considerado un arte menor. Incluso hay ayuntamientos que para disimular tapias, vallas de solares, fachadas laterales que se quedan como descarnadas al tirar el edificio contiguo… convocan hasta premios al mejor grafiti. No es una pintada vulgar y sucia de cuatro signos sin fuste hecha con nocturnidad y alevosía. Son como pinturas murales al aire libre en las que se expresan pensamientos, acontecimientos, hasta ideologías. Tenemos como ejemplo las del muro que cierra las Pistas Polideportivas de la Casa de la Juventud, en las calles Juan de la Cosa y Doctor Pérez Espejo.

Recuerdo que de críos, a punta de navaja –de esas pequeñas que usábamos para jugar al “corta-terreno”-, grabábamos pequeños corazones en los troncos de los magnolios con el nombre de la niña que nos llevaba de cabeza. La inocencia de los primeros despertares de los sentidos en la adolescencia.
Creo que es algo que hasta los enamorados adultos han hecho alguna vez antes de que se nos haya estimulado la conciencia ecologista y los árboles entonces sólo fueran como un objeto más en los jardines y parques.
Era otra forma de expresar lo que sentíamos.

Y hablando de corazones, paseando por la playa, me encontré con éste en una roca, al más puro estilo naïf de pintura rupestre. No llegó a herirme la vista, aunque en el primer instante de descubrirlo me enfadó porque no era el sitio más adecuado para testimoniar el amor de alguien hacia otro alguien. Era un dibujo sencillo de enamorado dedicado a una tal Irene, que significa “aquella que trae la paz”.

Tal vez ese pequeño semántico detalle me reconcilió un poco con el pintor, que posiblemente ignore lo que significa el nombre de su amada; pero si ella hace honor a él y corresponde a su chico, él será un hombre afortunado.

© P.F.Roldán

Belanova:Baila Mi Corazon

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