12 de septiembre de 2008

cada cosa a su debido tiempo



Me había propuesto empezar anoche a leer El libro de las ilusiones, de Auster. Siendo un auténtico aficionado a su literatura, no lo conocía, pero él me lo descubrió y recomendó.

De repente, supe que no era el momento propicio. Demasiadas ilusiones reales dentro de mi corazón para coger un libro que en su título hablaba de ellas, justo cuando no estaba en lo más boyante por los avatares inesperados que a veces nos sacuden el fondo de las entrañas.

Así que me decidí por algo totalmente diferente. Los pilares de la tierra, tan voluminoso y tan sumamente elogiado durante tanto tiempo y por tanta gente que sentía cierto repelús a empezarlo. Algo que también me sucedió en su día con otros libros casi recién salidos de la imprenta. Siempre siento algo de aversión, confieso que casi siempre infundada aunque haya excepciones, por los llamados best-seller porque después me los cepillo en un pispás como lector empedernido que soy, si consiguen engancharme en las primeras veinte páginas.

Anoche no era la noche de Auster. Demasiadas emociones contenidas y sin oportunidad de expresarlas. Y mr. Paul necesita otros ánimos para abordarlo, que el tipo no es fácil en lo que dice como para andar con carrerillas o no te enteras de nada; que todavía recuerdo cuando leí La invención de la soledad y me volvía loco si dejaba dos o tres días sin abrir el libro, al contrario que con El país de las últimas cosas, que se dejó leer fluidamente.

Con Los pilares te pones una musiquilla Feng-shui bajita, y cuando te das cuenta llevas casi setenta páginas al coleto, como ayer. Con Auster, yo por lo menos, necesito aislarme aunque haya gente, y ni música ni ruidos existen aunque los haya; nada más hay que dejar que la cabeza vuele. Sólo él ocupa el espacio y lo demás es superfluo. Y no lo estoy mitificando. Es como creo que yo necesito leerlo y cuando más lo he disfrutado ha sido en los viajes largos, esos en los que se te hace pesadamente eterno el paisaje. Sobre todo en los desplazamientos en tren en los que todo pasa a una velocidad vertiginosa y mareante a través de la ventanilla.

Cada cosa tiene su momento. Todo es saber aguardarlo y no intentar que las cosas salgan forzadas. No sólo no se disfrutan, sino que pueden llegar a convertirse en algo asfixiante; en este caso aunque me muera de ganas por leer el Libro de la ilusiones. Sobre todo porque a él le debo el hallazgo, y todo lo que de él provenga me llena el corazón de satisfacciones insospechadas.


PS(12-09-2008 : 14.42) / Completamente enganchado a Los Pilares de la Tierra. En dos noches 259 páginas (lo que hacen el insomnio y una magnífica historia);esto reafirma mi comentario de arriba acerca de que a veces mis reticencias a los libros de excesivo éxito pueden ser infundadas.

© P.F.Roldán

Tom Waits:You're Innocent When You Dream (Christmas tale by Paul Auster - Smoke)

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