20 de septiembre de 2008

lo real, más fantástico que la fantasía


Aunque sigo con Los Pilares de la Tierra –más que nada como lectura nocturna-, me he propuesto la relectura del libro de Galeano, El libro de los abrazos, aunque sea un par de historias, o tres, por día. Es un libro que, por su tamaño, te permite llevarlo a la calle para echarle una ojeada en esos tiempos muertos que tenemos a veces, a la vez que, por ser breves, me evaden un poco de ese cuento de Follet, que, por muy enganchado que me tenga, no deja de tener mil trescientas y pico páginas.

Galeano puede subirte al cielo con la misma facilidad de hacerte descender a los infiernos; unas veces es tierno; otras divertidamente mordaz, pero otras es duramente amargo. De lo que no me cabe duda es que siempre es un narrador nato de lo cotidiano… aunque no lo parezca a primera vista.

El libro de los abrazos no le gusta a mucha gente con la que he comentado sobre él. Quizás no lo entiendan o tal vez, por el contrario, se sientan demasiado identificados como para querer entenderlo, porque, como decía uno de sus críticos alemanes, Hackl, en la contraportada, “Galeano no inventa: descubre. Lo real, es para él, más fantástico que la fantasía”, y a nadie le apetece verse retratado con una crudeza que a la vez raya lo mismo en lo poético que en lo cruel, con lo que nos hace parecer personajes oscuros de ficción de un planeta irreal y que neguemos, a su vez, que eso pueda llegar a ser algo más que literatura, y de la que no gusta… Pero ¿por qué no gusta?

Creo que viene a ser a la Literatura lo que Almodóvar para el Cine, que cuando ves una de sus películas te dices que nada hay más antagónico con la vida real. Sin embargo, debajo de esa crudeza casi surrealista hay historias muy auténticas que él lleva al extremo de rozar casi lo esperpéntico para sacarnos una sonrisa (inolvidable el “riego” de Carmen Maura en La ley del deseo), cuando lo que subyace en ellas es tan posible y probable, que, aunque no nos lo creamos de buenas a primeras, cualquiera podríamos ser un día el protagonista de una de ellas… si es que no lo somos ya, si no de obra sí de pensamiento. ¿Acaso carecemos de secretos inconfesables en lo más profundo de nuestra imaginación? Otra cosa es que los llevemos a cabo… o que carezcamos de esa imaginación para ser completamente humanos. ¿Alguien tiraría la primera piedra siendo capaz de ser sincero?

Como con Galeano, se puede rozar ese cielo del que pasa un rato ameno, hasta divertido; pero cuando recapacitas sobre lo que has visto –o leído, según el caso- te das cuenta de que esas peripecias que parece que no le pueden suceder a nadie, de tan rebuscadas, son tan increíblemente reales que por eso nos parecen producto de las fantasías de gente esnob que buscan triunfar asombrándonos y trasgrediendo con ese ir más allá de lo que nos es usual. Pero, queramos o no, son retazos de este mundo nuestro que, a pesar de que nos neguemos a reconocer en sus obras como algo verosímil, existen; que son historias que les pueden estar sucediendo a otras personas ajenas a nuestro mundo rutinario; que incluso para nosotros no sería de extrañar que fueran reales aunque sólo lo fueran en nuestras mentes.

Todos somos algo en potencia. Desde hombres casi felices, aunque nunca lleguemos a serlo, hasta asesinos, aunque nunca lleguemos a matar; desde machos recalcitrantes de barra de bar, alardeando de ello delante de los amigotes, a travestis carnavalescos. -¿nadie se ha parado a pensar por qué los que más presumen de hombría cuando llega carnaval su disfraz preferido es el de mujer?-. Sólo puedo explicármelo conque hasta en el ser humano más noble, con todos los principios habidos y por haber, o en el más seguro de sí mismo, siempre hay un anhelo oculto, y a veces hasta inconsciente, de trasgredir las normas... aunque nunca nos atreviéramos a hacerlo. Y eso es lo que suelen relatarnos estos autores, para muchos “malditos” o despreciados porque desvelan lo que a quienes les critican les gustaría que siguiera escondido para no tener que reconocer sus debilidades, ni ante sí mismos, y para que los demás ignoren que éstas existen.

La ignorancia siempre da una falsa seguridad… pero la negación de la verdad siempre nos convertirá en seres vulnerables y en eternos inseguros porque antes o después siempre sale a la luz.

© P.F.Roldán

Los Nadies:El Libro de los Abrazos

No hay comentarios: