11 de septiembre de 2008

asquerosamente positivo


No lo puedo evitar. Debo de tener un gen por ahí escondido, no sé dónde y si es que existe, que me hace no perder jamás la esperanza ni la confianza… aunque la vida se empeñe en darme mil bofetadas.

Siento que duelen cuando las recibo, para qué negarlo, pero a veces uno se expone a recibirlas por ser excesivamente sincero y transparente; algo de lo que no me arrepentiré jamás. Prefiero ser así que andarme con dobleces y mentiras para conseguir lo que otros conseguirían desplegando actitudes artificiales y engañando, y engañándose sobre todo, sobre su propia vida. Cuando los demás se den cuenta de quién tienen delante dejarán de dármelas, y si no son capaces o son tontos o están ciegos, porque, sin ser ni pretender ser presuntuoso, no hay maldad en cuanto digo o hago.

Me enseñaron desde bien pequeño que con la verdad se llega a todas partes, y si la verdad va acompañada del respeto a los demás, que hay quien confunde ser sincero con ser insultante, pues ya es que se llega seguro.

El rencor, las falsas excusas, no mirar de frente a los ojos de los demás, no asumir los errores propios y ajenos, juzgar a los demás, jugar a ser Jekyll y Hide,… ¿a que conduciría? Yo no podría dormir tranquilo ni sonreír al día siguiente, ni cada día.

Lágrimas se derraman, y muchas. Uno no deja de ser humano; pero tampoco me avergüenzan ni reniego de ellas. Son también la señal de que tengo sentimientos para entregar a quien quiero. Y, además, recuerdo la última frase del primer texto que publiqué en este blog:
“¿Quién podría valorar con justicia una sonrisa si nunca supo lo que es una lágrima?”

Pero nunca dejar que la sonrisa se pierda porque, además de que cuesta recuperarla, la valoro como lo mejor que uno tiene para hacer felices a los demás, empezando por uno mismo.

Lo dicho. Creo que soy “asquerosamente” positivo, pero antes o después eso me abre puertas que se cerraron o que jamás estuvieron abiertas. Y es que cuando tú has abierto las tuyas, dejando tu corazón al descubierto, enseñando las verdades que encierra (lealtad, sinceridad, incondicionalidad, alegría,… vida en suma) y a las que has llegado tras muchos años de batallar con infinidad de defectos, prejuicios, actitudes soberbias… ¿quién puede caer en la necedad de despreciar todo aquello, renunciando a ser feliz cuando le estás ofreciendo el mundo entre tus manos? Tras lo vivido, he comprobado que sólo los que siguen sin aceptarse con sus defectos, sus prejuicios, su soberbia… ni que otros les acepten tal y como son… hasta que un día la vida, cuando puede que ya sea muy tarde, les diga “estúpidos, tuvisteis la felicidad a vuestro alcance y renegasteis de ella por cobardía” y como en el tango Volver vivirán eternamente aferrados a un viejo recuerdo… si no deciden dar marcha atrás antes de que las nieves del tiempo les sepulten con él.

Pese a todo, sé que no podemos agradar ni complacer a todos. Y mucho menos a los que se niegan a mirar de frente la verdad, revolcándose en su lodazal de tristezas, del que no quieren salir por no enfrentarse con la realidad de vivir. Y es que vivir es un acto de constante valentía para aceptar el reto que se nos propone a cada segundo, con cada respiro, con cada latido del corazón.

Pero llegar a ser valientes es el resultado de un constante ejercicio de autocrítica reflexiva que nos conduzca a ello. Quien no es capaz, se refugia en actitudes extremas y hasta autodestructivas; subterfugios para no encarar el difícil camino de la vida con lucidez. Es como quien se hace adicto a la cocaína para disfrazar su incompetencia para afrontar su cotidianeidad, con todo lo bueno y lo malo que ésta tiene, viviendo en un mundo irreal para no ver con consciencia su propia realidad.

He llegado a un punto en mi vida en el que, sin saberlo todo porque no soy un dios ni lo seré jamás, si sé que el que quiere pescado ha de mojarse el culo y no esperar a que le traigan la lubina ya cocinada. Vivimos en un mundo al revés. Todos quieren llegar a gourmet si haber sido cocinero, y habiendo sido antes pinche. Y vivir no es algo que se aprende por ciencia infusa, sino una sucesión de etapas en las que hemos de encontrarnos con nosotros mismos.

Sabré esperar a quien ande rezagado en el arte de vivir por las circunstancias puntuales de su vida; porque sé que llegará y ya dijo mi detestado Pablo lo único en lo que le doy la razón: el amor todo lo puede.

© P.F.Roldán

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