2 de octubre de 2008
llegó la hora
Hay ocasiones en las que se ha de decidir qué hacer con la propia vida de una forma contundente, sin dar lugar a cavilaciones ni a dudas.
Así fue cuando en 2003 decidí venderlo todo en Valencia para regresar aquí y estar al lado de Blanca y así se me plantea ahora. ¿Será casualidad, en la que nunca creo, que la Virgen Blanca presida el parteluz del pórtico principal de su catedral? Sólo sé que allí vive el que quiero y que, pase lo que haya de pasar, ha llegado el momento de dejar todo esto para tomar un nuevo rumbo. No tengo miedos de ninguna especie. Siempre he sabido seguir los impulsos del corazón cuando estos han madurado y la razón ya entra también, por fin, en juego para hacer las maletas.
No hay caminos equivocados, aunque las circunstancias del momento así nos lo quieran hacer ver muchas veces como sombrías agoreras.
Cuando uno está seguro de sus sueños, hay que ser coherentes e ir en pos de ellos. Y si se convirtieran en pesadillas, saber encararlas y aprender a sortearlas porque una mala noche la tiene cualquiera y hay que seguir viviendo con todas las consecuencias para que los sueños no nos abandonen nunca.
Lo único importante es, lo dije y lo mantengo, no renunciar nunca a ellos.
Así pues, y aunque parezcan decisiones drásticas, uno ha de seguir su camino sin añoranzas ni melancolías de lo que deja atrás, aunque no nos sea del todo indiferente lo que abandonamos. Porque en definitiva hay que mirar hacia delante y nuestro equipaje real somos nosotros mismos, y con nosotros vamos donde haya que ir.
Quien emprende su camino huyendo, como Kavafis decía en su poema Las ciudades, está condenado al fracaso porque seguirá siendo el que destrozó su vida en otros lugares y eso no podrá cambiarlo por muy trashumante que se vuelva. Mas, quien se dirige a otro lugar lleno de confianza en sí mismo, sin aprensiones a lo que pueda acontecer, no habrá avatares que puedan derrotarlo, por muy desafortunados que estos pudieran ser. El que está en paz consigo mismo y sabe darse a los demás con generosidad puede habitar en cualquier lugar del mundo.
También allí he encontrado el sitio idóneo para leer a Auster. De hecho empecé este fin de semana El libro de las ilusiones, junto al río Bernesga, bajo los frondosos árboles y sólo oyendo el rumor del agua y la caída contra el suelo de alguna castaña seca.
Estos casi cinco días he respirado paz, paseando parsimoniosamente para ir empapándome de ella, por una ciudad que ya me conozco como la palma de mi mano. Una ciudad en la que la gente es amable, aunque por estas latitudes me sigan llamando loco porque dicen que allí son secos y cerrados, y que está –me insisten- en la quinta puñeta, como si esto no estuviera en la quinta puñeta visto desde allí. Que si el clima; que aquí estamos por las noches a 18º de promedio y allí a 5º... ¿No dependerá también todo eso del talante de cómo uno vaya por la vida?
No me va a detener nadie. Nada puede hacerme cambiar de opinión. Ni siquiera el llegar a pensar que pueda encontrarme solo, porque uno nunca lo está cuando se quiere lo suficiente como para no estarlo. Cuando la soledad oprime es sólo la consecuencia de no soportarse uno mismo a solas.
Volviendo a Susana Tamaro, he esperado pacientemente estos últimos cinco años, pero ahora ya ha llegado la hora exacta e inequívoca de ir donde el corazón me lleve… y, pase lo que pase, precisamente este tiempo de espera me ha enseñado a que la soledad no existe para los que viven de verdad, sea cual sea el lugar en que se hallen…
Y estoy pletórico de vida.
© P.F.Roldán
Björk:It's in our hands
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