2 de octubre de 2008

la venganza de Orlando furioso


¡Qué malo es el despecho! Y qué cierto debe de ser eso que dicen de que la venganza es un plato que los rencorosos sin autoestima sirven frío.

Hace mucho tiempo que dejé esos defectos atrás: el sentirme despechado y el guardar rencor hacia nadie, así que, por muy fríos que sirvan sus postres esas gentecillas, no me afectan, aunque las consecuencias que provocan lleguen a ser hasta dolorosas… pero es un dolor llevadero porque no soy la cabeza de quien realmente dañan, que es la de quienes escuchan sus chismes y les creen, aunque de rebote me salpiquen a mí. Tampoco soy responsable de las actitudes de los crédulos y mucho menos les pido explicaciones. Ellos son quienes han de discernir por sí mismos y saber quién es trigo limpio y quién no, y obrar en consecuencia.

Hay quien no ha madurado lo suficiente para no saber aceptar un “no” por respuesta y respetar al otro. Se dedican primero a bombardearte a correos y mensajes que van subiendo de tono hasta hacerse insultantes. Se inmiscuyen hasta en tu vida privada, haciendo comentarios soeces y fuera de tono. Luego, cuando ya no entras en su juego al no responderles, hacen mutis por el foro una larga temporada hasta que pasado un tiempo, el que ellos consideran prudencial, vuelven a la carga contándote de nuevo batallitas como si nada hubiera pasado. Tratas de ser amable, pero se dan cuenta que no hay donde rascar y ya el silencio es total. A partir de ahí sólo esperan la ocasión para caer como buitres sobre su presunta presa y cebarse con ella a través de terceros.

Sería cínico si no reconociera que no me da igual, aunque a estas alturas de mi vida no me afecte como pudo hacerlo hace muchos años, cuando era vulnerable. Pero eso no evita que sea consciente de que no dudarán en despedazarte sin piedad y no muy en el fondo sé cuánto daño pueden ocasionar esas mentes pequeñas y mezquinas si se enteran de que tienes la oportunidad de ser feliz sin ellos.

Nunca me ha fallado el sexto sentido, y aunque las apariencias puedan llevar a engaño a los demás. No sé cómo se ha desarrollado tanto, pero ahí está y, sin proponérmelo y entre otras cosas, reconozco muy bien a esos maliciosos empedernidos, cuándo y cómo actúan, y lo peor para ellos es que nunca lograrán la más mínima felicidad, por muchas vidas que intenten destrozar, porque los demás podremos empezar de nuevo, pero ellos no asumen que tienen un grave problema del que nunca se liberarán: creerse el ombligo del mundo para no querer encarar un rechazo porque no son quienes tú esperabas… y arrastran, según te contaron, otros rechazos detrás antes que el tuyo. ¿No son capaces de preguntarse por qué nadie acaba aceptándoles en cuanto los ven venir?

El odio y la envidia les reconcomen tanto que su mayor disfrute, aunque sea fugaz, es vengarse de ti, antes o después y de la manera que esté a su alcance. Acaban viviendo, amargados, sólo para eso en cuanto tienen la menor oportunidad. Triste pero cierto. Queda mucho trastornado por este mundo que, incapaz de construir su vida, se dedica a intentar desmontar la de los demás.

No me dan pena, ni siquiera lástima. Sólo me producen un asco lleno de indiferencia porque ya viven en su infierno particular que ellos mismos avivan cada día. Quienes me entristecen son los que les escuchan y dejan de creer en ti por causa de alguien que, melifluamente, se gana su confianza como un día también hicieron contigo, porque son de los que "disparan a todo lo que se mueve" con tal de conseguir algo para llenar el vacío de sus vidas, y sólo cabe esperar que quienes les escucharon no acaben atrapados en sus redes para acabar, al final, intentando deshacerse de esa tela de araña cuando ya sea tarde. Porque, como el Orlando furioso, esas mentes enfermizas y retorcidas harían cualquier cosa por impedir que su pretendida Angélica, aunque les ignore completamente -enamorada de otro- acabe en brazos de su verdadero amado. Lo malo es que esta vida ni es el poema de Ariosto ni la ópera de Vivaldi con un Orlando arrepentido. No hay estatua a la que besar para deshacer el maleficio que ya han provocado desde la negrura de sus corazones esa ralea de gentes que nunca conocerán los verdaderos sentimientos. Sólo cabe esperar que algún día se haga la luz en quienes les prestaron oídos.

Pese a esos revanchistas sin escrúpulos, y a su pesar, sigo viviendo en paz conmigo mismo y seguro de lo que hay dentro de mí porque ante todo sé quien y como soy. Puede que hayan logrado sus propósitos de herirme volviendo a inmiscuirse en mi vida, tras un largo periodo silente, pero nunca quedarán cicatrices cuando sabes de quien proceden los dardos envenenados. Y es que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio… ni aunque hayan destrozado gratuitamente -por el placer de la venganza- una etapa de tu existencia. Triste es la de ellos que huyeron a Madrid desde su pueblo, pero, vuelta a Kavafis, ya arruinaron su vida antes así que ruinosa será siempre en cualquier lugar de la tierra al que fueren.

Nada de eso produce cambios en mí; ni siquiera un penoso victimismo. Evoluciono como una persona madura que deja fluir la vida sabiendo que al final ésta pone a cada uno en su sitio, y que tengo el corazón lo suficientemente grande como para no cerrarlo y la razón lo suficientemente lúcida como para saber quien fue el engatusado con artificios y confiar serena y pacientemente en su discernimiento.

La paciencia es la virtud de los que no se desesperan... y me sobra a raudales.

© P.F.Roldán

Marilyn Horne:Orlando furioso (Nel profondo cieco mondo) - Vivaldi

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