3 de octubre de 2008

Feng Shui



Hace diez años una amiga valenciana me regaló por mi cumpleaños un libro sobre Feng Shui, y he de volver a sacar a colación mi sexto sentido, porque cómo, sin conocer nada acerca de él, había ido durante años practicándolo en cada casa que tuve y en cada trabajo. Para la mente, o lo que se ha dado en llamar Inteligencia Emocional, tardé algo en adiestrarla para que aprendiera a prescindir de todo lo superfluo que nos daña… pero todo acaba por llegar, y llegó en su justo momento.

Para los incrédulos y los escépticos he de decir que en mis diferentes hogares, porque eso fueron, y éste actual también lo es, nunca me sentí incómodo y la gente que venía a casa –ahora no socializo tanto en esta ciudad- decía que se respiraba mucha paz en ellos, hasta el punto de que nuestras cenas se convertían en agradables veladas interminables casi hasta el amanecer. Sin saberlo, hasta que empecé a leer el libro, había escogido plantas adecuadas y desechado acertadamente otras; la orientación de los muebles y la elección de las habitaciones para sus diferentes usos era la correcta; los colores elegidos y los objetos armonizaban entre sí para que los cinco elementos (madera, fuego, tierra, metal y agua) hicieran fluir el Chi -lo que en occidente llamaríamos fuerza vital- con serena suavidad y libremente, evitando su estancamiento que habría producido, según el Feng Shui, un perturbador ambiente, carente de equilibrio.

En el trabajo sucedió otro tanto. Cuando me fui a Valencia, con una mano delante y otra detrás, nadie habría apostado a que llegaría a prosperar tanto como para tener mi propia Empresa. Había un no sé qué que siempre me llevaba a situar mi mesa de trabajo y mis cosas de una forma concreta, y en cuanto lo hacía –y no era una jugarreta de mi mente- notaba como todo fluía solo, cosa que no sucedía si no adoptaba esas medidas porque mi trabajo lo desempeñaba igual de eficazmente como persona metódica y perfeccionista que soy. La prueba de la bondad de esos cambios es como ascendía dentro de las Empresas en pocos meses, hasta alcanzar puestos de responsabilidad, y como llegué a lo más alto de mi profesión con el transcurrir del tiempo. Y esas cosas no son fruto del azar o de “la suerte”, sino de aptitudes, pero sobre todo de actitudes.

Esta noche otra amiga -cartagenera ésta- me ha regalado un CD de música Feng Shui. Me ha dicho que, aunque hubiera pasado poco más de un mes desde mi cumpleaños, no nos habíamos visto todavía y “me debía” un regalo, pero que no sabía qué, porque no es de las que regalan lo que a ellos les gusta sino que piensan en quien recibe el regalo -lo que suele poner a muchos en aprietos y acaban comprando cualquier inutilidad, a veces cara pero inútil, por quedar bien- pero que le ha dado el punto con ese CD. Una corazonada de que seguro que iba con mi carácter. Y, sinceramente, ha acertado.

Me gusta toda la música en general. Es algo que se puede constatar viendo lo ecléctico que soy cuando añado temas detrás de cada post de este blog… pero ha sido una grata sorpresa que eligiera Feng Shui en vez de otra, aunque se lo habría agradecido igual, porque es señal de que en el fondo me conoce bien como sólo te conocen los amigos. Y es que el Feng Shui no es sólo un manual de “decoración a la china” como muchos lo adoptan, sino una actitud vital que procuro vivir en mi día a día. Quizás ya por eso muy pocas cosas me sobresaltan o me pueden sacar de quicio si no son las injusticias de cualquier índole, que me enervan hasta exasperarme. Tal vez también por eso he ganado aún más, porque ya de mi viaje a India traje el chip cambiado, en respeto a cuanto me rodea empezando por las personas y la naturaleza, y si algo trata de disturbar mi paz interior –extraña habilidad de ociosos y algunos descerebrados-, intento zanjar lo antes posible el asunto, aunque sea por las bravas porque más vale ponerse una vez rojo que cien amarillo, antes de caer en el error, o la trampa, de entrar al trapo.

Esa actitud vital del Feng Shui es una forma de ver la vida desde la armonía, rodeándonos de ella y viviéndola interiormente. Es dejar que los sentidos dejen de ser instintivos para, como comenté tiempo atrás, incentivar sus facultades. Saborear en vez de engullir, mirar en vez de ver, y aprender también desde el silencio escuchando, en vez de oír, los sonidos naturales que nos rodean. La noche, al igual que los espacios naturales libres de la presencia humana, es maestra en esos sonidos, cuando los hombres dejamos de emitir ruidos desagradables con los mil artilugios que poseemos.

Ya no practico Tai Chi desde que estoy aquí, que es como una parte más de esa actitud Feng para el cuerpo. También es verdad que desde mi regreso he dejado de hacer muchas cosas en estos últimos años para implicarme en otras que me han parecido más urgentes o prioritarias porque la pasividad de la gente me empuja a la acción, que no sé estarme quieto; pero, como siempre, cuando llego a casa siento que no es un piso, sino mi hogar como una prolongación de mí mismo, y que es abrir la puerta y me vuelvo a llenar del sosiego que pierdo con el trasiego diario, correteando de aquí para allá.

Como antes de que me regalaran aquel libro, no pienso en cómo voy a situar lo que hay a mi alrededor ni en como voy a actuar ante cada situación, por adversa incluso que sea.

Sólo hay que fluir en paz con uno mismo y transmitir esa paz a cuanto nos rodea.

© P.F.Roldán

The Blue Cliff Ensemble:Feng Shui - Music for Balance & Harmony

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