6 de febrero de 2009

pérdida o no, según se mire…

A veces, cuando conduje lejos, tuve que comprar un mapa para llegar a mi destino. ¿Acaso uno se conoce las carreteras de media Europa? Pero, cuántas veces se quedó obsoleto porque, aunque marcaba el lugar al que quería ir, habían dibujado autopistas en proyecto que después se cortaban y había que dar marcha atrás y dar un largo rodeo, o carreteras que parecían fáciles de recorrer y, sin embargo, se parecían luego más a un camino de cabras llegados a cierto punto, haciendo que me desviara a otras más transitables en el primer cruce que salía al paso, alejándome de mi destino final para encontrar otros lugares que, si no menos hermosos, no eran el escogido, el deseado… A veces ésa es la aventura del viajar si no se va con ideas preconcebidas taxativamente y lo que de verdad se quiere es disfrutar de ese viaje, se llegue a donde se llegue.

Pero, es tan distinto cuando uno sabe a dónde se dirige en concreto y que esa la única meta que nos hemos propuesto alcanzar porque sentimos que nos espera… En ese caso, antes de salir, estudiamos todas las alternativas posibles para no perdernos. Buscamos los mejores trayectos; no importa si hay que pagar peajes o tomar un camino algo más largo pero más seguro… El caso es llegar… Pero, contigo ¿en qué vía muerta me quedé pese a que todo parecía ir sobre seguro? ¿En qué punto de nuestro mapa particular se dejó a medio construir el puente que me llevaba hasta ti si parecía estar cuando partí a tu encuentro?

Y uno llega a la conclusión de que todo es falible, aunque hubiéramos pensado que estaba bien previsto y dábamos por hecho el éxito del viaje emprendido, olvidando que, como a Ulises que debía conocer el camino a Ítaca, es posible que nos salgan al paso obstáculos no imaginados de antemano, haciendo de nuestro periplo una nueva odisea.

La vida real no suele ser como un viaje de placer. Para crecer es preciso dejar que nos vayan cercenando parte de nosotros mismos, como a los árboles que se les poda. Puede ser doloroso, en un primer momento, sentir esa especie de mutilaciones –deseos, sueños, ilusiones…- que dejan cicatrices y que posiblemente nos parezcan innecesarias e incluso quizás no comprendamos hasta que hayamos alcanzado una cierta altura de miras con el tiempo, desde la que podremos valorar que, a pesar de haber perdido algo de quienes fuimos y quisimos y el duelo que pudimos un día sentir, la vida en su fluir nos hizo más robustos y menos vulnerables… y aunque sigamos sabiendo que somos el único que, empíricamente, tropieza dos veces con la misma piedra. Pero el que no se cae no conoce la dicha de levantarse y seguir caminando.

Ahora, cuando volvemos a encontrarnos a veces, no puedo dejar de recordar porque el olvido nunca es la solución más idónea, aunque sea la más facilota en teoría. Por el contrario, siento la alegría de cada reencuentro, aunque nada sea lo que pareció que había de ser. Uno pierde cosas pero gana otras, y la felicidad se encuentra en lo que se tiene no en lo que se desea, y aunque el deseo, cuando no se es voluble, subyazga inevitablemente en lo más íntimo de nuestro ser porque seguimos siendo humanos.

Ya dije en otra ocasión que odio la resignación. Hasta la palabra me suena desagradable. No confundamos la aceptación de la realidad con aquella porque no es lo mismo en absoluto. Al igual que esas no deseadas pero necesarias mutilaciones, la realidad puede que no sea plato de nuestro gusto cuando la encaramos por primera vez. A la larga, o a la corta –dependiendo de la capacidad de cada uno para asumir cada acontecimiento de su vida- comprenderemos que la alegría de vivir se encuentra en nosotros y en nuestro presente, y no en lo que deseamos y no pudo, a veces inexplicablemente, ser.

Si en algún momento tuve sensación de pérdida por algo que esperé y no fue, el tiempo al final me ha recompensado dándome a ganar lo que precisamente no estaba previsto y que ha sido igualmente gratificante, aunque no lo supiera ver o intuir en aquel momento en el que se me negó lo que ansié.

Hoy de ti tengo otras cosas y eso me sigue haciendo feliz, porque sigues ahí, te puedo seguir queriendo –no creo que nunca deje de hacerlo aunque las circunstancias me hagan hacerlo de otra manera-, y eso es lo más importante.
¿Perdí o gané? Cada cual lo verá desde su punto de vista. Yo sólo sé que he crecido un poco más porque uno se puede rebelar contras las injusticias de la vida, pero no contra su misma vida si es la que razonablemente tiene que ser. Y no es conformismo. Es coherencia con la realidad. Si ésta no se acepta, alejaremos la posibilidad de vivir con serenidad y sosiego, empecinados en conseguir lo que no ha de ser para nosotros.

© P.F.Roldán

Ελευθερία Αρβανιτάκη:Τα κορμιά και τα μαχαίρια

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