6 de febrero de 2009

hoy es tu cumpleaños, hermana


Aunque no tenga tu presencia, sigues a mi lado. La muerte puede arrancar lo físico pero nunca podrá quitarle a quien se lleva que permanezca vivo mientras exista el recuerdo, y tú estás siempre en el mío.
Hoy, 6 de febrero, habrías cumplido 55 años de vida humana. Hoy no tienes ya edad porque eres eterna en cada uno de los que no te olvidamos.

No siempre fuimos del mismo parecer cuando éramos adolescentes, casi adultos ya, y pesaba sobre nosotros una educación familiar y escolar muy propia de aquellos años sesenta y setenta, y en el seno de una familia militar y profundamente –no juzgaremos como algunos viven su fe- religiosa; sobre todo, estábamos distanciados en cuestiones de ideología política, fruto de aquella educación, aunque seguíamos compartiendo otras cosas que fueron las que siempre nos mantuvieron unidos por encima de todos los nuestros, familiar y socialmente, hasta el día de hoy y mientras viva.

Tendrían que pasar algunos años para que despertaras a la realidad del mundo que nos había tocado vivir, pero sin renunciar interiormente –como yo tampoco lo hice en su día- a muchas de esas cosas que a los demás les parecían incongruentes en esta ciudad que, no me cansaré de repetir, es cainita por naturaleza y en las que ciertos estratos sociales medios y altos tienen humos aristocráticos, y que, por ello, se creen en posesión de la verdad absoluta, despreciando a quienes se les desmarcan. Fue nuestro sino pertenecer a ese grupúsculo lleno de hipocresías, que a la cara te palmeaban aprobatoriamente la espalda, y por detrás nos condenaban porque ya no comulgábamos con sus mentalidades del “glorioso movimiento nacional”, si por esto entendían desmarcarse del Partido Popular, heredero en muchos aspectos, y aunque finjan que no, de la ideología de la dictadura.

Hasta gentes del PSOE, en el que llegaste a concejala como independiente dos legislaturas, me llegaron a decir que en un primer momento no les cabía en la cabeza que una “niña de derechas –se tenía en cuenta la procedencia familiar no el sentir personal- 'jugara' a ser progre de izquierdas", pero que luego se habían quedado sorprendidos y tuvieron que reconocer tu capacidad de trabajo frente a otros que alardeaban de izquierdismo puro y duro sin mover un dedo. Qué mentes más obtusas capaces de confundir que alguien tenga conciencia social, y la defienda con garras y dientes, con la idea trasnochada de que por estar bajo las siglas de un partido has de ser como no eres. Porque nunca fuiste una sacabarrigas más de esa vieja guardia que se las da de “izquierdosa” pero que sólo se metió bajo esas siglas para medrar, sin que tuvieran conciencia política alguna de lo que significaba su militancia.

Tengo muchas fotos tuyas que me resultan entrañables; unas contigo, otras de ti sola, algunas con personas que supieron estar a tu lado en tu lucha por un mundo más justo, o en lo que fue tu caballo de batalla: la defensa de nuestro patrimonio histórico frente a los desmanes de los políticos “populares”, que se creían con derecho a todo por una mayoría absoluta alcanzada más que nada por el desencanto del ciudadano con la oposición, ante la actitud de ésta en la crisis industrial que padeció Cartagena a principios de los noventa.

Pero, de entre esas fotos, hay una que me pasó una amiga tuya y que me conmueve especialmente por dos motivos. Uno, porque ese día y a la misma hora, tú en Cartagena y yo en Valencia, nos manifestábamos –qué disgusto “en casa”, porque de mí lo podían esperar, pero quién lo habría dicho de ti unos cuantos años antes- contra una guerra que nos imponía un gobierno más autócrata que democrático en esos cruciales momentos, a espaldas del sentir del pueblo. Y otra, porque estás junto a Rosa Juaneda, también hoy ausente físicamente desde hace unos meses, y con la que tantas batallas libraste en esta ciudad que tanto os debe y que muy poco se ha acordado después de vosotras la clase política local que tanto provecho sacó de vuestro carisma, atrayéndoos a sus filas.

Nunca comprendió nadie que dejara toda mi vida atrás, después de 23 años fuera, para estar a tu lado tus últimos tres meses; algo que no habría hecho jamás por ningún otro porque nadie lo ha llegado a merecer nunca. Nadie, excepto tú que lo diste todo siempre con absoluto desprendimiento y sin buscar parabienes como hacen otros, llenos de soberbia, por mucho menos.
Siempre estaré orgulloso de ti. Si hubo un tiempo en el que, sin desencontrarnos, nuestros pareceres eran antagónicos, eres la única de mi sangre que supo reaccionar, como en su día lo hiciera yo, contra la injusticia, la intolerancia y la prepotencia arrogante de los que gobiernan. Y lo más importante: sin dejar nunca de ser tú, que fuiste generosa y coherente como pocos he conocido, y aunque te hicieron pagar un alto precio por ello los mismos que ahora hablan bien de los muertos, en su ignorancia de no comprender que sigues viva porque muchos no te olvidamos… y no sólo emocionalmente, sino por todo el coraje que aprendimos de ti para defender lo que es nuestro frente a los depredadores que organizan nuestras vidas y disponen de nuestro futuro, cómodamente sentados en sus poltronas sin visión de lo que es el bien común.

© P.F.Roldán

Mónica Molina:Vuela

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