20 de febrero de 2009

cinco años ya y quién lo diría

Esta mañana me ha llamado Ruth, desde la SER, para una breve entrevista. Quería brindarte un pequeño homenaje en el 5º aniversario de tu muerte, que ha adelantado un día porque los sábados no tiene programa, y nos hemos dedicado a hablar sobre ti en sus casi 25 minutos de programa.

¿Por qué hay que recordar mi sempiterna frase, que es un hecho, de que sólo muere lo que se olvida? Y se ha demostrado. Le ha dado paso en un momento dado a Chelo, la Presidenta de la Asociación de Mujeres, que –emocionada- ha dicho que no te olvidan, que sienten el vacío que dejaste al irte, pero que les enseñaste no sólo “las piedras” de El Molinete a los cartageneros que acudían a tus visitas guiadas, que organizabas desinteresadamente, sino también el valor que tenía nuestra Historia a través de ellas. Que el ciudadano de esta ciudad que tenga dos dedos de frente te recordará siempre por tu abnegación desinteresada y generosa entrega a Cartagena y su Patrimonio. En la memoria colectiva permaneces como la persona buena que fuiste, llena de un entusiasmo vocacional que contagiabas a quienes te oían, y sin haber intentado medrar, como otras han hecho, de tu profesión y de tu corta andadura política.

Guardo esa viñeta, con la que encabezo esta entrada, que publicó el día de tu entierro físico El Faro, junto a varios artículos que no voy a reproducir, lógicamente, y que hablaban más de tu incesante trabajo, en vez de ser los tópicos panegíricos que se escriben sobre las virtudes de la persona fallecida. De las virtudes de los muertos se acuerdan todos en esos momentos, e incluso se exageran, que nadie habla mal de un muerto. Pero, cómo te tenían calada que, ya quien te “caricaturizó” en esa sencilla viñeta, te dibujó entrando en el Cielo, y se me asoma la sonrisa, porque si a algún sitio has ido es ahí. Si algo dice sobre ti misma ese obituario de tres páginas que te dedicaron, que no se ciñó a ser una escueta nota necrológica más, es ese simple dibujo; más que los cientos de palabras que lo rodeaban aunque dijeran también verdades como puños. Porque así te veían y consideraban, como te siguen considerando a día de hoy: una persona buena, de inmenso corazón… y nadie se cree que ya haya pasado tanto tiempo.

¿Qué es el tiempo cuando nos referimos a quienes habéis dejado una huella indeleble en los que seguimos pateando las calles por aquí, cuando a lo mejor estamos más muertos que aquellos a quienes encerramos en un nicho? Así se lo he declarado cuando me ha preguntado sobre cómo llevábamos tu ausencia… ¿Ausencia? Podemos echar en falta tu risa, tu compañía, tu desprendimiento con todos y con cada uno de nosotros… Pero, ¿realmente estás ausente? Para mí no, y creo que, como para mí, para otros muchos tampoco porque cuánta gente me sigue hablando a diario de ti; sobre todo cuando siguen apareciendo nuevos tesoros arqueológicos en El Molinete, que -como Ruth bien decía a mediodía- fue tu gran caballo de batalla, entre otros muchos, para que los políticos y los ladrilleros no convirtieran el cerro en un barrio de lujo más como han hecho en el Residencial Puerta Nueva, junto al Anfiteatro y sobre yacimientos romanos, o pretenden hacer en el Monte Sacro, otra de las cinco colinas del centro de Cartagena y que por algo se llamará así, cuando no se ha conocido nunca un edificio cristiano –iglesia, ermita o convento- al que le pudiera deber su nombre.

Si como hermano es lógico que cada día me sienta orgulloso de ti, no es menos cierto que más me siento como un ciudadano de a pie de esta Cartagena que tantos quebraderos de cabeza nos da cuando vemos como la desgobiernan a su antojo políticos a los que uno no sabe si tachar de incultos o de interesados. Y si siempre hay que anteponer la presunción de inocencia, no es ninguna mentira que somos miles los que ansiamos que, al igual que está sucediendo en Madrid o Valencia, la judicatura y la fiscalía entren un día a saco aquí, pidiendo explicaciones a tanto desmán urbanístico y patrimonial como se viene llevando a cabo en esta ciudad desde hace al menos dos décadas, expropiando por cuatro euros lo que se vende luego a cientos de miles.

Fuiste tan vergonzosa, de sencilla y tímida, para recibir cualquier reconocimiento (todos recuerdan tu rubor cuando te concedieron la laureada cantonal), que hasta, estoy seguro, lo de esta mañana –aunque breve homenaje en tu recuerdo- te habrá parecido de más. Nunca fuiste amiga de parafernalias de ninguna índole. Tu vida fue tu trabajo y siempre he sabido que el mejor homenaje que habrías deseado es que se continuara tu inacabada tarea… y, humildemente porque no somos ni historiadores ni arqueólogos la gran mayoría, en ello estamos porque lo que si somos es ciudadanos con voz y nos hacemos oír; así hasta que un día, ya hartos de oírnos, quieran escucharnos todos los que viven plácidamente en sus despachos trazando cualquier PGOU, PERI, o como les dé en llamarlo, con tiralíneas y haciendo caso omiso de la riqueza de nuestro subsuelo en beneficio del hormigón y de quienes viven de él, y sin comprender que si han creado un Puerto de Culturas con mayor motivo seguir engrandeciéndolo con lo que aún conservamos y está abandonado –véase la inigualable modernista casa Llagostera en plena calle Mayor-, y con lo que está por salir a la luz...

Y con tu ejemplo, siempre presente y vivo, lo conseguiremos.

© P.F.Roldán

les Petits Chanteurs de Saint-Marc: In Memoriam

No hay comentarios: