5 de enero de 2009

y supe que no hay edad

Cuando yo ya era tú aún no eras, pero desde siempre fuimos.

Fue el destino quien te trajo a mí cuando yo sólo era un yo solo sin ti, para que, siendo dos, el tiempo nos hiciera uno, alentando el afán de crecer al unísono, aun siendo diferentes y sin renunciar a esa diferencia que por igual nos enriquece. Si tú me inundas con tu alegría, yo con el sosiego en el que ella crece. Si mi cuerpo te da cobijo, tus brazos el calor con que me envuelves.

Juntos vemos pasar los días los meses, las estaciones. Del rayo con mi altura te protejo, de los depredadores con tus espinas me proteges. El mismo alimento comemos y, aunque nuestros frutos sean diferentes, a la vez maduramos y compartimos. Tú con tus dones y yo con los míos somos un todo indisoluble que, aunque heterogéneo, ellos, complementándose, nos vuelven únicos ante quienes nos contemplan. Sin ti podría haberme alzado en mayestática pero árida y recia madurez. Sin mí podrías haber crecido en libre pero solitaria belleza, y ambos habríamos sido igualmente admirados en nuestra individualidad. Pero, unidos, sus miradas no pueden disociarnos y por ti mi madurez se transforma espléndida y tu belleza alcanza la más hermosa madurez.

No se quién dijo que el amor tenía edad, ni quién que no sería posible siendo desiguales, pero si nos viera fundidos en este abrazo quizás comprendería que, mientras vivamos, la vida y su caprichoso azar, que se empeñaron en unirnos, nos harán cada día más inseparables y que aunque yo muera mi tronco seguirá siendo tu guía para elevarte por encima de todas las cabezas, aunque yo ya no estuviera, hasta que el destino me sustituyera y te pusiera otro al que abrazarte. Pero, para entonces, lo que nos dimos a mí me habrá dejado irme lleno de gozo gracias a tu amor y a ti te habrá dado una felicidad que en solitario nunca habrías disfrutado sin el mío.

No. El amor recíproco no conoce de edades ni de otros prejuicios, tan arraigados por nuestra educación que establece unos parámetros predeterminados. Es o no es, pero, cuando es, se lleva tan adentro que no puede explicarse sino con la silenciosa manifestación exterior -que reflejan las miradas mutuas de dos que se aman- de que ha sido y seguirá siendo posible… aunque para muchos todavía nos resulte “políticamente incorrecto” seguir los dictados del propio corazón en contra de la razón colectiva.

© P.F.Roldán

Noa & Serrat: Es caprichoso el azar

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