19 de junio de 2009

buenos días, tristeza

No he podido dormir esta noche. Caí rendido, por puro agotamiento, bien entrada la mañana y a las tres horas de un sueño desapacible me he despertado con la realidad de su ausencia y su nombre en los labios.

En esos instantes uno se vuelve inconscientemente egoísta y deja de pensar en todo lo demás. Lee de soslayo, casi por obligación rutinaria, la prensa digital. Noticias como la del Airbus 330 y su caja negra –probablemente perdida para siempre-, los trajes valencianos -presuntamente “gürtel”- que nadie justifica en los tribunales, la intolerancia hipócrita de los obispos que tanto debieran callar ateniéndonos a cómo salen pedófilos continuamente de entre sus huestes en muchos países, hasta el último asesinato de ETA, que siempre me producen rabia y náuseas esos pistoleros sanguinarios… Lo que sea deja de tener importancia, aunque la tenga y mucha, cuando perdemos el raciocinio porque el corazón sufre un rapto de amarga tristeza a causa de nuestra realidad y nos hace insolidarios con cuanto nos rodea… y, siendo alguien comprometido, duele más todavía esa amargura que no permite un amago de rebeldía contra ella, dueña y señora de nuestro ánimo aunque sea sólo por un breve lapso.

Voy al baño, empapado de un sudor pegajoso. Las ojeras, el pelo revuelto, la barba de tres días… Quiero sonreír y no puedo. Añoro; deseo; amo… y sólo me encuentro con el rictus desolado de impotencia que me devuelve el espejo. Quiero sobreponerme. Sé que debo hacerlo. Quizás después de un café me despeje y vea más claro… pero termino comprobando que no resulta eficaz.

Su nombre martillea incansable mis oídos. Su ausencia me hiere hasta el punto de tener que ingerir un ansiolítico porque ese corazón revuelto parece querer salirse por la boca, tal es la ansiedad, y hasta maldigo una vez más al maestro que me enseñó la geografía que separa… De nada valen hoy todas las cosas que me he dicho tantas veces porque, aunque intuya que este estado será pasajero, me siento perdido en lo que no puedo evitar en este preciso instante.

Luego. Mañana tal vez. Ahora quiero ser humano también en lo que hiere. Y cuando vuelva a sonreír puede que me parezca una estupidez haber sentido esto, pero necesito ahora llorar mi incapacidad para no sentirlo, como lloro por su lejanía. ¡Está ya tan dentro de mí después de todo este tiempo!

He sabido lo que es estar a su lado; la risa que me ha despertado en todo momento; el ansia por acariciar su piel; su abrazo; su mirada; nuestros planes de futuro… Y no es que me rinda al desasosiego ni a la impaciencia.

Sé que todo volverá a su cauce y seguiré confiando con la esperanza que siempre ha sido mi arma para vivir los avatares que nos desbordan en estas ocasiones… Pero hoy no. Hoy quiero ser todo lo que pueda ser, como siempre; pero en ese todo, todo menos una piedra insensible a lo que también es, y me hace, humano. Y cuando me vuelva a levantar, cosa que, conociéndome, ni por un momento dudo, habré aprendido de nuevo que la vida, por muy positivo que uno quiera ser, o lo sea, tiene que darnos estas indeseadas lecciones, porque a veces las olvidamos, para que sigamos valorando lo que nos mantiene en pie cada día.

© P.F.Roldán

Luis Eduardo Aute:Sin tu latido

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