29 de mayo de 2009

ser feliz no es tan difícil

Si me pusiera, podría desgranar un rosario de indeseables vicisitudes, muy duras de encarar a veces, que cada día tratan de machacarme y robarme la sonrisa. Quién no tiene sus más y sus menos… pero para qué regodearse en eso cuando hay tantas otras cosas que agradecerle a la vida. En principio, el solo hecho de estar vivos y poder pelear a diario para ganarle la batalla a la adversidad.

Me requeman la sangre los quejicosos que se arrugan ante cualquier problema, por nimio que sea y que en ocasiones ni es tal nada más que en su imaginación, y cuando tienen tanto por lo que sentirse afortunados. Una buena casa, un coche más que aceptable, una familia y unos amigos que se preocupan por ellos, un trabajo que les compensa –tanto económica como vocacionalmente-… Viajan, salen de fiesta, gozan de reuniones con gentes que les quieren… Pero son eternos insatisfechos que no valoran lo que tienen sino que echan de menos lo que desean y no logran, sin darse cuenta de que no todo lo que anhelamos es para bien a largo, incluso corto, plazo. Pienso que el destino –en una jugarreta- debiera concederles sus deseos para que acaben dándose cuenta de que cuánto tiempo desperdiciaron en lamentos en vez de disfrutar de lo que la vida les da cada día desde que se despiertan hasta que se acuestan… pero, a lo mejor –o a lo peor- ni por ésas. Se han convertido en sufridores profesionales. En eternos descontentos deprimidos.

Soy un parado de “larga duración” –casi año y medio que la actual crisis, en sus inicios, me golpeó de lleno y después con trabajos muy esporádicos y mal remunerados, de los que o los tomas o los dejas porque hay cola para sustituirte que a río revuelto ganancia de los pescadores que se aprovechan de la necesidad ajena-; me he pasado siete años de soledad después de veintidós de relación estable, aprendiendo a lidiarla, asumirla, y aliarme con ella como un estado natural momentáneo –aunque siempre con la esperanza de su transitoriedad- y dándome algún que otro porrazo con quien pude creer en su momento, durante ese tiempo, que era la persona adecuada de nuevo; y ahora, que por fin la tengo, quien amo se encuentra a más de tres mil kilómetros de distancia; vivo en una casa prestada por mi madre; tuve que vender mi coche; de mis seis hermanos, perdí a la que más quería; no puedo permitirme una noche de fiesta porque con lo que cobro del INEM apenas si da para subsistir, que parece un milagro llegar a fin de mes sin que alguien no me haya tenido que echar una mano alguna vez –que a veces me ha pasado porque de súbito te llega, por ejemplo, un facturón de Iberdrola con sus políticas de “lecturas estimadas”, que te descabala las cuentas, pero hay amigos incondicionales que nunca permitirían verme pasar las de san amaro, y aunque se me haya podido caer la cara de vergüenza cuando me han socorrido (no por orgullo sino porque uno es un tímido y no un vivalavirgen)-; la familia que te falla cuando menos lo esperas y más la necesitas, porque en qué casa no cuecen habas de tarde en tarde…

Pero doy gracias cada mañana por ver de nuevo la luz del sol y tener otra vez la oportunidad de seguir bregando para solucionar mis papeletas, aunque el horno parezca no estar para bollos; doy gracias por esos buenos amigos que siempre están ahí; por poder aprovechar los dones o habilidades que la vida me ha dado y me sigue dando;…
agradezco haber encontrado otra vez el amor aunque se interpongan distancias y ausencias, porque si es verdadero perdurará… y si no fuera así, daría gracias igualmente por el tiempo en el que me haya hecho feliz; agradezco que pueda pensar, reír, soñar, amar, creer en un mañana mejor y luchar hoy, con los medios que tengo y aunque sean escasos, por lo que considero justo; y sigo dando gracias por no dejarme vencer por la tristeza o por la desesperación del que mucho tuvo y se encontró de repente con casi nada, confiando que a las vacas flacas le sucedan un día otra vez las vacas gordas porque no me someto a la apatía o a la malsana nostalgia del que perdió tanto, sino que sigo en pie buscando salidas…
En suma, doy gracias por lo que tengo. Mucho o poco, es lo que hay y no es resignación, sino saber aceptar que el hoy es así, sin perder de vista que he de conservar la esperanza en el futuro y no dejarme avasallar por unas circunstancias que de mí, y aunque todo parezca estar en contra, depende superar si no me dejo abatir por el desánimo y sigo en pie sin dar la espalda a la vida… y pese a que en ocasiones flaqueen los ánimos porque uno no es de piedra ni un superman.
Se es feliz cuando se es capaz de asumir la realidad coherentemente, sin dejar de trabajar por un mañana mejor. De lo que sembramos, recogeremos, y la tristeza sólo es para quienes nunca están satisfechos y que, aun teniendo, llenan su vida de vacíos por ansiar lo que no tienen.

No. No es tan difícil ser feliz cuando conservamos la fe en nosotros y sabemos el justo valor de lo que ahora tenemos, y aunque también deseemos –que es bueno- pero sin hacer del deseo una obsesión que nos haga perder el contacto con el suelo que pisamos. Somos el resultado de nosotros mismos.

© P.F.Roldán

Dúo Dinámico:Resistiré

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