8 de diciembre de 2008

todo se transforma...



“Nadie sabe por qué un día el amor nace; ni sabe nadie por qué muere el amor un día…”

Escucho a Drexler. Pura música; pura poesía… Siempre me llega, sea cual sea mi estado de ánimo, porque encuentro las palabras que, estando yo bien o mal, expresan lo que en cada uno de esos diferentes momentos me gustaría hacer mías con esa credibilidad del que siente lo que dice y que pone en su voz, sin estridencias, siempre con ternura, aunque hable del amor o del desamor; aunque lo haga al cielo y su edad o al que vive en tierra de nadie, o es nadie en su propia tierra…

Hace años que no me deja indiferente porque en cada uno de los versos que canta me toca dentro, y sólo le he visto en directo una vez, cuando vino a Alhama en febrero de 2005, antes de ser “oscarizado” aunque nos regaló en un bis Al otro lado del río, sin saber que meses después se llevaría la estatuilla dorada gracias a esa canción, no sin que la soberbia de los hollywoodienses le hiciera el desaire de no dejarle cantar, sustituyéndole por Antonio Banderas y un Santana que no acertó un solo acorde con la guitarra –quién lo ha visto y quien lo conoció en mejores tiempos-. En aquel concierto disfruté como si estuviera en otra galaxia… y no exagero. Su sola presencia ya lo llena todo como si no existiera nada ni nadie más. Es carismático siendo sólo un hombre más.

Tengo toda su música. Es quizás de los pocos cantautores que me han despertado la compulsión de hacerme con todo lo que edita. Frontera, Llueve, Vaivén, Eco… sin que haya podido encontrar nunca, entre los miles de videos de Youtube, la canción Crece del álbum Sea… canción que alimentó una breve pasión por quien me descubrió a Jorge, con quien tenía cierta amistad, y que tuvo que regresar a Uruguay por motivos familiares, dando al traste con una bonita historia que, a la sombra de las canciones de su paisano, creció sin que nos diéramos casi cuenta y murió de igual manera… y que a veces recuerdo sin ningún dolor, porque el pasado siempre queda atrás, cuando escucho Transoceánica.

No sabría elegir, si me pusieran en la tesitura de hacerlo, qué canción me gusta o me seduce más. Todo se transforma, Deseo, El Pianista del gueto de Varsovia, Mi guitarra y vos, Milonga del moro judío, Crece, Polvo de estrellas, Me haces bien… y no pararía.

Jorge Drexler me produce la misma serenidad que cuando me siento a orilla de la mar en calma, y dejo pasar las horas en silencio. La misma que sentí cuando desde el Monte de las Cenizas, en otro de esos infrecuentes y absolutos silencios, me quede extasiado en un atardecer único y del que ya hablé hace unos meses.

Siempre que viajo me llevo el discman y nunca me dejo ninguno de sus discos, entre otros que también escojo por aquello de que cada música tiene su momento. Y no sé si encontraré, donde vaya, el lugar para escucharle, pero siempre lo hay. Me pasa lo que a la literatura con los libros de Auster. No me apetece si hay trasiego a mi alrededor.

En este instante me quedo con Sanar… Me recuerda tanto de lo que digo en este blog… “Tu corazón va a sanar, va a volver a esperanzarse…” porque “Todo se transforma”… Y es que todas sus canciones parecen seguir un mismo hilo conductor, aunque ninguna sea igual a otra, ni tengan nada que ver entre ellas.

© P.F.Roldán

Jorge Drexler:Sanar

1 comentario:

Libardi Daniel dijo...

Hola esta lindo el texto... realmente no conocia sobre Drexler
aunque si me suenan los temas...voy a buscar mas info sobre este artista.

chau!