5 de diciembre de 2008

manipulaciones arqueológicas


Llega a mis manos el último número de la revista CLÍO, el 86, y, en principio, me encuentro con la grata sorpresa de encontrar un extenso artículo sobre la Cartagena romana de ocho páginas, extendiéndose sobre el Teatro romano y su Museo.

Veo que lo firman los que tuvieron la fortuna de descubrir el Teatro, toda una sorpresa porque no existía referencia histórica acerca de su existencia, Sebastián Ramallo, al que respeto mucho, y Elena Ruiz Valderas, por la que no siento ningún aprecio personal en cuanto a que la veracidad profesional de bastantes de sus declaraciones dejan mucho sabor agrio a los que no somos tan indocumentados como ella nos considera, desde su argumento de la “titulitis” para que tengamos derecho a hablar. Porque ya ha tenido alguna con algún arqueólogo al que ha hecho callar diciéndole que ella es doctora y el otro un “simple” licenciado. Cuanto más no va a despreciar despectivamente la opinión de los que no hemos cursado esa carrera, por mucho que sepamos, si cierra la boca así a sus propios compañeros.

Para empezar, el empeño de esta señora en llamar “Iglesia” de Santa María la Vieja a nuestra Catedral de la Diócesis de Cartagena, que como tal es considerada no sólo por la consejería de Cultura de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, sino también por el Ministerio de Cultura, que la tiene incluida en su Plan de Restauración de Catedrales, y que fue declarada BIC también como Catedral en 1931, siendo ratificado ese BIC en 1972, sin que hasta la fecha, como ya apunté en otra entrada, se haya solicitado jamás la más mínima ayuda para esa restauración por las autoridades locales o regionales. Pero de esta arqueóloga no se puede esperar menos que el que siga las consignas del Partido por el que ha ido ascendiendo puestos vertiginosamente a dedo –pasando de ser una arqueóloga más, por encima de escalafones, a coordinadora municipal de arqueología, después a directora del Museo Arqueológico Municipal y ahora del Museo del Teatro Romano-, y poco estimada por la mayoría de colegas de profesión, que la consideran -soto voce por temor a no trabajar en sucesivas excavaciones si se le encaran- una trepa.

Veo también en este artículo que declara que el Museo es monográfico de los hallazgos en el Teatro, cuando se expone el togado capite velato, encontrado en el Cerro de El Molinete, entre la Curia y el Templo Capitolino y que, por tanto, nada tiene que ver con esas excavaciones del Teatro. Manipulación habemus.

Recuerdo una conversación con ella, estando presentes los arqueólogos que trabajaban en las excavaciones de lo que se dio en denominar la zona industrial portuaria de Carthago Nova, en la calle de la Morería Baja y adyacentes. Entre otras cosas, estuvimos hablando de la oportunidad de conservar aquellos restos, a los que ella no daba valor, pero entre los que se encontró en muy buen estado una calzada romana de punta a punta de la calle, y algunos muros de importantes dimensiones, algún fuste de columna, así como un par de mosaicos que enseguida se cubrieron con plásticos. Su argumento es que no hay que reinventar nada, cuando la mitad de la columnata del principio de la Morería, es más falsa que judas ( tres fustes incompletos y un par de basas originales y el resto sólo añadidos modernos para darle más empaque), y ahora se inventa una presunta exposición monográfica con piezas, el togado no es la única, que en nada guardan relación con el Teatro y que se han sacado de los fondos del Museo Arqueológico Municipal.

Cuando Blanca y Luis de Miquel encontraron el Templo de la Tríada Capitolina, ya Ramallo, según los libros de Mediano Durán, dijo que se encontraban ante una nueva Pompeya en el centro de Cartagena. Frase que ahora se arroga como propia el ex director regional de Cultura, Noguera, trece años después como si fuéramos olvidadizos. Ya entonces se supuso, por Blanca y por Luis, que estando el Templo allí, no lejos estaría la citada Curia, algo que vinieron a confirmar los descubrimientos del Augusteum y del capite velato.

Ese día que Elena y yo coincidimos en la Morería, no me reconoció en principio porque traía la ceguera de la euforia en la cara: “Vengo de descubrir la Curia” y ahí nos enzarzamos en una discusión bizantina, porque la Curia ya estaba datada y porque eran otros los arqueólogos que trabajaban en ella, y que acabó desviando hacia su última visita a los Foros de Roma, al decirle uno de los arqueólogos allí presentes que yo era hermano de Blanca cuando se me puso gallo para callarme... A mí que hablo hasta debajo del agua si tengo pruebas irrefutables.

Pero la discusión más fuerte, que zanjó trepando tacones arriba por las gradas del Teatro otro día que estábamos de visita con el concejal del Movimiento Ciudadano un grupo de patrimonialistas, fue en la que le espeté que cómo se atrevía a negar rotunda y gratuitamente que la Catedral no era Catedral y que la necrópolis paleocristiana, que ella databa de entre los siglos V y VI, no pudiera haber sido de origen bizantino, o tener enterramientos de esa época, ya que estos conquistaron Cartagena, convirtiéndola en la capital de la provincia occidental del Imperio, Spania, con el nombre de Carthago Spartaria a mediados del siglo VI; provincia bizantina nada despreciable ya que en su época de mayor extensión, durante el reinado de Justiniano I, abarcaba casi todo el sur de España y parte del Algarve portugués, con ciudades tan importantes como Corduba (Córdoba), Malaca (Málaga), Begastri (Cehegín), Tingis (Tánger) o Illici (Elche), siendo sede Metropolitana y por tanto, indudablemente, con una Catedral que fuera silla del Arzobispo metropolitano. Curioso resulta que como tal conste en actas san Liciniano, y que, en el palacio episcopal que se encuentra en Murcia, haya un retrato antiguo de san Fulgencio, patrón de la Diócesis y santo cartagenero, en el que figura la leyenda “Arzobispo de la Carthaginense”.

Pero aún hay más. Desde Murcia, los historiadores regionales han dado por sentado siempre que Cartagena dejó de existir totalmente tras la destrucción de la misma, para convertirse en una aldea de pescadores, una vez conquistada a los bizantinos en el año 622 por el godo Suintila, apoyándose en un texto de san Isidoro, que no estaba aquí para cerciorarse de que tal destrucción fuera tan extrema, y cuando en 675, Munulo, obispo de Cartagena, aparece firmando una de las actas de los concilios de Toledo, lo que demuestra que 50 años después de su toma por los visigodos, había un obispo con su sede en la ciudad. Y un obispo siempre tiene su sede diocesana en una Catedral.

Así que ¿”iglesia” de Santa María la Vieja? No, señora Ruiz Valderas, Catedral de Santa María, le digan lo que le digan que tiene que decir los políticos de turno. No manipule. Y, de paso, devuelva el togado al Museo Arqueológico pues nada tiene que ver con el del Teatro, y que en todo caso se ubique en su día en la Curia que se está musealizando debajo del aberrante Centro de Salud, por obra y mandato de su Ilma. Barreiro, en el Parque Arqueólogico de El Molinete, que va desde el Decumano de la plaza de los Tres Reyes y las Termas, pasando por el Templo Capitolino, hasta la mencionada Curia.

© P.F.Roldán

Paco Ibañez:Es Amarga La Verdad

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