18 de diciembre de 2008

"no estás deprimido, estás distraído..."


Guardo un recorte de prensa de El País (28.07.1992), sobre un informe de la UE, desde Bruselas, -y del que copio tres párrafos más abajo- en el que se dice que la depresión afectaba ya entonces a varios millones de europeos.
Dieciséis años y medio después no sólo me parece de absoluta vigencia, sino que, además, el deterioro de las relaciones personales, que se subestimaba en aquel tiempo para diagnosticar muchos casos de depresión –según dicho artículo-, ha ido a más, agravándose las consecuencias, y habiendo aparecido otros factores en estos años que también son causa de una enfermedad que nos negamos a reconocer la mayoría de las veces como tal. Y es que para muchos aún sigue siendo un tabú lo de ir al psicólogo o al psiquiatra, y hasta se oye aquello de “oye, que yo no estoy loco…”

“El campo relacional, que se define como el conjunto de intercambios que un sujeto mantiene con el exterior, concierne no sólo a las personas más cercanas, sino también a los objetos y los “códigos” de la vida social tales como la comunicación (…) En la depresión, el repliegue sobre sí mismo es un signo bien conocido de la enfermedad. La inapetencia por las relaciones que le sucede, se traduce por un desinterés global por las personas, por los focos de interés habitual y por la vida social.”
“La inapetencia relacional hacia los seres humanos se traduce por tristeza, irritabilidad y disminución de la actividad sexual. La fatiga, el enlentecimiento físico y psíquico reflejan las dificultades que tiene el deprimido para establecer una relación con su entorno (…) El paciente se vuelve incapaz de manejar los instrumentos indispensables para el intercambio: el lenguaje, por ejemplo. Deja de comer –o lo hace de forma anárquica-, pierde el sueño –o duerme demasiado- y deja de atenderse a sí mismo en los cuidados cotidianos.”
“El desarrollo de los grandes centros urbanos, que ha hecho desaparecer figuras fundamentales para la comunicación, así como la disgregación familiar y la distensión de la red social, son en parte responsables del aumento de la frecuencia de las depresiones. Los expertos se preguntan, por ello, acerca del papel que está jugando el aislamiento en la génesis de la depresión.”


A punto de comenzar el 2009, se han empobrecido más no sólo las relaciones personales, algo que sigue siendo clave en los estados depresivos, incluso con el trato de los más allegados a quienes los padecen -porque, desde fuera, muchos ven a los deprimidos como hipocondríacos, enfermos imaginarios que simplemente se han dejado caer en la desidia, inventándose males que no conciben los “biempensantes”-, sino que la sociedad ha cambiado sus valores para mal haciendo del “tanto tienes, tanto vales” el lema a seguir aborregadamente. Porque si eso viene ya de lejos, nunca como ahora se hace más patente inmersos como estamos en una voraz sociedad de consumo. Y si a las personas más próximas les resulta muy difícil comprender a menudo esta incapacidad que tiene el deprimido para interesarse por algo en particular y esta incomprensión no hace más que potenciar el aislamiento del enfermo, será éste quien deba remediarlo.


Hoy la mayoría de gente ya no trabaja para vivir, sino que vive para trabajar. Nos aterrorizan la muerte, la soledad, la pobreza, la pérdida de seres amados... Si tienes menos que el vecino eso es causa de frustraciones. De cada vez se cree menos en principios como la fidelidad o la lealtad, y todo vale si es para autosatisfacernos, pasando por encima de quien sea, aunque se haga daño. En los trabajos se acosa cada día más y de diversas maneras, sea para aumentar la productividad que enriquece sólo a unos pocos, sea para quitarse de encima a quienes levantan un poco la voz cuando se sienten avasallados o explotados... Y se huye, como si de apestados se tratara, de aquellos que tienen problemas de cualquier índole, sumiéndoles aún más en la tristeza al no poder confiarse a nadie, porque es más cómodo ignorar que escuchar y echar un capote aunque sólo sea con una parte de nuestro tiempo que tanto desperdiciamos en estupideces. La sociedad, generalizando pero en gran medida, se ha vuelto sumamente egoísta.

Pero nada es irresoluble. Si resulta recomendable ir a un especialista a que diagnostique, no lo es tanto que la solución nos venga dada en forma de cápsulas o grageas; de largos tratamientos que enmascaran los síntomas con euforias efímeras pero no van a la raíz del problema, convirtiendo a muchos en dependientes de sustancias farmacológicas para sentirse mejor.

El remedio está dentro de nosotros mismos una vez conocido el origen de esa melancolía que parece quitarle sentido a todo. Está en aprender a quererse, asumirse, valorarse, recuperar la autoestima… y parece fácil decirlo, pero lo que es fácil es hacerlo si sabemos cómo y, ante todo, queremos salir del pozo. Y lo principal es empezar por dejarse de mirar el ombligo y ver todo lo que nos rodea, porque hay más bueno que malo en torno nuestro, pero la depresión genera una ceguera llena de autocompasión que nos disculpa de nuestra apatía y de un victimismo que culpa a los demás, al exterior…

He encontrado en Youtube un poema del cantautor Facundo Cabral que lo expresa muy bien y no es un placebo. Os lo incluyo –en su voz- en el enlace de abajo. Es sólo la manera más eficaz de combatir esos estados que nos anulan hasta extremos lamentables. Sólo se requiere que el deprimido quiera verdadera y contundentemente salir de su depresión en vez de abandonarse a ella porque le sea más sencillo no hacer nada por sí mismo, esperando un santo advenimiento que le sane, pero que, dadas las actuales reglas del juego social, no llegará casi nunca, por no decir nunca.

A mí me sirvió salir de la espiral hace algunos años y ni conocía esos versos, que cuánto me habrían hecho recapacitar en el principio de lo que solucioné por pura intuición, cuando estaba llegando a extremos que parecían irreversibles. Dentro, en el centro de esa espiral se estaba aparentemente tranquilo, aunque fatal en realidad. Pero era mi espiral y, por tanto, desde dentro sólo yo tenía el camino de salida.

Y qué alegría ver la luz de nuevo…

© P.F.Roldán

Facundo Cabral:No estas deprimido estas distraído

2 comentarios:

pequeña extraterrestre dijo...

Interesante artículo. Por decir, que me he sentido identificada en tantos puntos... Pero por suerte, estoy en la fase de mejorar mi autoestima. El centro de la espiral siempre lo he llamado "ojo del huracán o tormenta", es decir, ese punto en el que todo está tranquilo, pero sabes, que tienes que hacer acopio de valentía y atravesar la tormenta.

Me ha gustado mucho este post.

Saludos desde un rincón de la galaxia.

Anónimo dijo...

Un saludo desde Torrevieja, de un reciente lector tuyo. Como ves, ya me he puesto al día con tu blog y aprovecho para saludarte.

A ritmo de Black Cherry de Goldfrapp te deseo una buena semana.