26 de noviembre de 2008

¿efectos secundarios?


Enamorarse no tiene efectos secundarios como se suele creer.

Muchos dicen que idiotiza. Yo creo que sólo vuelve más idiotas a los que ya lo eran antes. No nos hace ser más crédulos o ilusos, sino que potencia la capacidad de tener fe en alguien, no que se comulgue como con ruedas de molino lo que nos pretendan hacer creer si no es verdad. No nos vuelve ciegos ni es causa de desesperación. No es sometimiento por egoísmos sino entrega generosa… Es decir que lo único que hace, en todo caso, es aumentar las deficiencias personales que ya se tenían antes de caer en ese estado, no generarlas.

Llevo muchos años repitiéndome que si el amor nos hace sufrir, aunque sea el más leve dolor por vaya usted a saber qué, eso no es amor, y el que cree que amar conlleva sufrir no hace sino vivirlo en un estado patológico de quien no tiene claro lo que es amar y ser amado.

Es cierto que, enamorados, podremos pasar por alto algunas cosas que nos parecen poco ortodoxas a primera vista; que aceptamos otras que no consentiríamos en otras circunstancias; que intentamos ser más comprensivos de lo habitual… pero que nadie se lleve a engaño. Lo que hay es lo que hay, que obras son amores y no buenas razones, y esto lo sabemos sobradamente los que vinimos de pasar las de san amaro en ocasiones anteriores, aunque ya no signifiquen nada, y aunque demos la apariencia de bobos porque callamos bastante más de lo habitual... pero lo hacemos un mucho por respeto y bastante por el desconocimiento que todavía hay del otro, cuando la realidad es que estamos muy lúcidos para ese proyecto en común, con la esperanza de irse descubriendo.

Lo que tratamos es que el pasado no se interponga y nos vuelva suspicaces o recelosos, incluso ante lo que podríamos ver, a veces, como obviedades que ya conocimos. Simplemente nos damos tiempo para conocer al otro y que nos vaya mostrando sus verdaderas intenciones para con nosotros, porque eso es enamorarse. Saber que alguien nos emociona como para que lleguemos a quererle, con miras a un proyecto en común; la aceptación de alguien con todas sus virtudes y, así mismo, con todos sus defectos, sin emitir juicios de valor anticipadamente influenciados por experiencias que nos dejaron marcados con toda clase de cicatrices que a día de hoy ya no tienen valor alguno ante quien nos llena el alma.

Pero el amor tampoco es un parche en nuestras vidas para tapar los agujeros que otros dejaron antes, dejándonos vacíos. Así que no es una vieja hermosa fachada apuntalada, vestigio de aquel otro pasado, tras la que no hay nada más que un solar en el que no sabemos cuándo construiremos algo sólido si desde el comienzo no nos ponemos manos a la obra aunque sea lentamente y nos lleve su tiempo. El que haga falta para que sus cimientos sean inamovibles y perduren por encima de todas las vicisitudes.

Se puede estar muy emocionado, porque eso es innato en quien se enamora, pero a la vez muy consciente de lo que el otro también va aportando a esa fase en la que mutuamente han de ir sembrando la semilla de la reciprocidad, esperando que llegue a germinar. Es un arduo proceso que no admite frivolidades ni ligerezas, porque de él depende el futuro en el que intervienen dos al unísono… y la recompensa es el mañana juntos, unidos para todo lo bueno y todo lo malo, sabiendo que nadie habrá más importante en nuestra vida que quien decidió compartir la suya con la nuestra.

No. El amor no tiene efectos secundarios, sino al revés. Es como nosotros vemos la vida y como la vivimos lo que puede generar desagradables efectos secundarios para que el amor prospere.

© P.F.Roldán

Mina e Tiziano Ferro:Cuestion de feeling

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