6 de septiembre de 2008

recorriendo tu casa giratoria


Querido Ángel,

iba siendo hora que hablara un poco, si no sobre ti –que sé que no te gusta demasiado- , sobre nuestra amistad, tomándote como referente de ser un amigo de los que no abundan.
Qué verdad es, aunque suene a tópica, esa frase hecha de que quien tiene un amigo tiene un tesoro.

Cada vez que entro en tu casa virtual, en “la casa giratoria”, siempre encuentro motivos para enorgullecerme de nuestro afecto y, además, saber que no hay mucha gente como tú a la que llamar amigo. Tus reflexiones en general; tus disquisiciones sobre la naturaleza humana y la otra, la que tanto amas: la del mar, los bosques, las montañas, incluso una humilde flor silvestre; la música que descubres a cuantos entramos a leerte y tus hermosas fotografías (a ti te debo la que encabeza esta especie de carta –no voy a poner lógicamente una de tu persona-, que considero la más natural de las que me han hecho nunca porque me veo por dentro como en ninguna otra).

En el tiempo que nos conocemos nos hemos demostrado lo que siempre se espera de un amigo: generosidad para todo. Saber contar y saber escuchar, en las risas y en las lágrimas. El dar o recibir un consejo con la prudencia y la inteligencia de saber que no estamos aconsejando, sino dando puntos de vista propios que tal vez puedan servirle al otro, con la humildad de no creernos unos salva almas en pena, ni demasiado orgullosos para no escuchar lo que alguien nos diga sobre que quizás nos podría ir mejor mirando desde otro ángulo.

Nos hemos alegrado mutuamente con las alegrías del otro, al igual que nos hemos dolido con él cuando no le ha ido tan bien, dispuestos siempre a la incondicionalidad de la que tanto hablo cuando me refiero a las interrelaciones.

Cuando hoy he visto que has posteado tu “autorretrato imposible” en la casa he pensado en escribirte allí un comentario, como los recibes a decenas de hasta otros continentes, pero habría quedado pobre reducirlo todo a tres frases que no pueden expresar todo el afecto que nos tenemos.

Me has enseñado muchas cosas, aparte de lo que lo que aprendo leyéndote en esa casa tuya que, por muy virtual que sea, aporta tanto que despierta cosas a lo que pudo olvidarse o permanecía adormecido. También me animaste a crear este blog para que pudiera expresar hacia afuera todo lo que me guardaba dentro. Y sin que sea un fotógrafo con tu talento, con el photoshop que me instalaste puedo arreglar esas imágenes que tomo torcidas o con una luz que da pena.
Porque sabes que amo la naturaleza, me descubriste -tú que, como compruebo en tu giratoria casa, respetas la naturaleza como uno de nuestro bienes más preciados- la maravilla que tenemos en Calblanque, ese parque natural regional a escasos kilómetros de Cartagena. Y si no la hubiera amado, con ese descubrimiento me habrías enseñado a quererla.
Has sido el primero en saber que, después de tantos años, he redescubierto la ilusión y que tengo el corazón brincando de alegría; sólo con oír la sonrisa de mi voz ya intuiste ¡y cómo te alegraste!… como yo te intuyo en otros momentos tu estado anímico, y sin que nada nos ponga sobre aviso nos basta a veces con un telefonazo para estar más cercanos. ¿Sexto sentido? ¿La empatía de la amistad? Qué más da lo que sea. El caso es que estamos.

Son tantas cosas… Pero, a un amigo no se le dan las gracias, aunque a alguien le pudiera parecer una incorrección. La amistad lleva implícito en sí misma el agradecimiento en silencio, porque “sólo” con estar a las verdes y a las maduras ya las estamos dando.

Si algo habla de ti mejor de lo que yo lo pueda hacer es la frase de Fernando Pessoa con la que abres la puerta de tu casa giratoria:

“Yo no tengo filosofía, tengo sentidos. Si hablo de naturaleza, no es porque yo sepa lo que es, sino porque la amo, y la amo por eso, porque quien ama no sabe nunca lo que ama, ni sabe por qué ama, ni qué cosa sea amar…”

Un fuerte abrazo.

Fran

Los Enanitos Verdes:Amigos

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