6 de septiembre de 2008

denunciando, que es gerundio


La modernista casa-palacio de los Pascual de Riquelme.
Qué gratos recuerdos de infancia y adolescencia al recordar a Mariano y Fidela; la de veces que nos invitaron a jugar o merendar en ella con sus nietos. Una amistad familiar que se remontaba a mis propios abuelos, de los que fueron también convecinos a escasos 50 ó 60 metros sus viviendas...

Y un día el matrimonio dejó de estar. Poco sobrevivieron a mis abuelos. Y entraron a saco entonces, cómo no, los especuladores con su piqueta. Ya habían demolido los semicírculos cimeros de la fachada. Y, para qué contar. Qué de idas y de venidas: cartas abiertas a los periódicos; posteando en los foros de la Prensa local y nacional y hasta en los foros arqueológicos de media España; las asociaciones de patrimonio dando batalla sin tregua... hasta que el Ayuntamiento se decidió por fin a comprarla y rehabilitarla como anexo al Museo del Teatro Romano, proyectado por Moneo en la cuesta de General Ordóñez; ambos edificios unidos por un túnel subterráneo.

Hoy el remozado caserón luce en un color rosa que mis once lustros de edad no recuerdan haber visto jamás; han tapiado todos los ventanales de la planta baja; de los restos hallados en su subsuelo (se especula en una necrópolis musulmana por hallarse extramuros de la Alcazaba y porque las fotos de columnas y muros que logró hacer una de esas asociaciones patrimonialistas, desde el terrado de un edificio vecino, revelaban que había algo importante en el solar) sólo han conservado una esquinita simbólica, con dos paramentos, porque lo demás lo hizo añicos la pala excavadora con la alevosía propia de los políticos de esta tierra que, menos cultura, tienen de todo, hasta la cara muy dura para escamotearnos nuestra Historia a nuestras espaldas...

Ya se encargaron de rodear el edificio con una valla de más de tres metros de altura para que no se pudiera ver nada desde afuera, a pie de calle. Y no sólo eso. Cuando el único concejal localista, con todo el derecho que le otorgaba su cargo, pidió visitar los trabajos arqueológicos, se le denegó la entrada por el aparejador municipal, que no hay que buscar casualidades en que desempeñara la secretaría de la Fundación del Teatro Romano, que en la primera legislatura de la actual alcaldesa ocupó la concejalía de Urbanismo, y que fuera el mismo personaje al que Blanca se enfrentó para que ella al final ganara el pleito por la losa de hormigón en el yacimiento púnico de la Serreta.

Ya se sabe que a quien buen árbol se arrima buena sombra le cobija, y en política esos árboles suelen ser como los de las Hespérides. Dan frutos de oro. Sólo hay que tener preparado el cazo para cuando, maduros, caigan. ¿Qué más les da que se caiga a pedazos y haya sufrido varios incendios intencionados la modernista Villa Calamarí, de Víctor Beltrí, que de tan espectacular la rebautizaron como el Palacete Versalles, como que construya aparcamientos sobre una zona residencial de época romana el anterior alcalde socialista y ahora ladrillero de una nueva zona residencial encima de aquella, y con el beneplácito de su sucesora, que es quien pone la última rúbrica a las licencias de obras, aunque sus siglas se lleven a matar?

Justo es reconocer que al menos han salvado las fachadas del edificio de los Pascual de Riquelme, pero aquel mundo que yo conocí ya no está en este mundo. Todo es sólo eso, fachada... y encima desfigurada.

© P.F.Roldán

Hey Mercedes:Boy Destroyers

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