1 de septiembre de 2008

escuchar el silencio


Hay quien necesita constantemente que les estén diciendo “te quiero” porque si no parece que sienten que se les quiere menos. ¿No es quizás una muestra de propia inseguridad en ellos y escasez de confianza en quien les quiere?... Y se encarcelan en una de las peores prisiones que existen: la duda, casi exigente en pruebas de cariño rayanas en la banalidad, porque pueden decirse entonces mil “te quiero”, como una obligación, sin llegar ya a sentirlos, impidiéndoles alcanzar la felicidad que da el buen amor que no se siente coaccionado a tener que demostrar nada.

Si en un texto anterior dije que no es lo mismo ver que mirar, en el amor no es lo mismo oír que escuchar. Si los sentidos son cinco, sus facultades también son cinco. No basta con oler, hay que apreciar la calidad del aroma; no basta con tocar, porque no se trata de palpar a tontas y a locas sino de despertar el tacto para reconocer la caricia, la forma de lo que tocamos, su calidez; no basta con gustar, sino que hay que saborear; ver, ve cualquiera pero mirar significa detenerse a contemplar lo que vemos; y con el oído pasa lo mismo, porque podemos oír mil ruidos, decenas de voces, pero escuchar conlleva sentir. Sentir interés por lo que alguien concreto nos dice; sentir interés por lo que no nos dice pero que nos llega a través de sus silencios.

Percibimos a través de los sentidos, pero los empobrecemos cuando no somos capaces de conducirlos más allá del mero aspecto físico, dándoles la oportunidad de que nos llenen de sensaciones, que es la forma perfecta de los sentidos y de ahí al sentimiento sólo hay un breve trecho. Por eso comparten la misma raíz, “sen-“, este fonema mínimo e irreductible que comparten todas esas palabras.

Las palabras, como palabras verbalizadas, se las podría llevar el viento un día. Sin embargo, los sentimientos permanecen porque ya se sabe aquello de “obras son amores y no buenas razones”... y esos “te quiero” hay quien tiene más facilidad para decirlos sintiéndolos como una gran verdad; pero hay quien, aun sintiéndolos profundamente, no les sale decirlos... y eso no significará jamás que quiera menos o peor que el que sí los expresa oralmente.

A mí me basta con saberlo por el hecho de sentirlo... Y lo sé y, por tanto lo siento, cada vez que me lo encuentro en cada gesto que hace que exista un mensaje, una voz, una mirada, una caricia, sin necesitar que me repitan constantemente lo que no hay necesidad de que se repita constantemente porque ya ha llegado al corazón.

Probablemente a quien me quiera un día le saldrá decirlo y posiblemente veinte no, y esto no significará nunca que crea o sienta que me quiere menos. No necesito reafirmar el amor verbalizándolo mutuamente, sino confiando en quien me ama.

Cuando los cinco sentidos de ambos se expresen más allá de esa percepción física, al escucharnos, mirarnos, acariciarnos,… sabremos de sobra que hay tanto afecto, tanto cariño que nace de dentro, que no será necesario completarlo con frases que endulcen el oído cuando el corazón ya se llena porque sabe escuchar lo que no se dice pero existe.

A veces pudiera ser que fuera yo el que no lo dijese, pero que tenga por seguro quien ame que encontrará lo que le quiero en mi mirada, en mi sonrisa, en mis besos, en cada cosa que nazca de todo lo que su amor despierte en mí cada día… como yo sabré encontrarlo en cada uno de sus gestos hacia mí.

Sabrá entonces con toda seguridad que mi vida no es capaz de imaginarse a sí misma sin su presencia y que, aunque no sea preciso el “te quiero”, cuando surja espontáneamente decirlo estará rebosante de todas esas cosas que han hecho que crezca el amor entre los dos… porque el amor se construye día a día y no son sólo las palabras las que lo hacen engrandecerse, sino cada una de esas complicidades compartidas, incluso en silencio.

© P.F.Roldán

The Corrs:Love to Love You

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