7 de septiembre de 2008

el dios en quien no creo...


Siempre me he llevado muy mal, vamos que fatal, con san Pablo. Un reinventor de la Palabra, al que no puedo calificar nada más –y nada menos- que de homófobo, misógino, demagogo, excluyente… y otras muchas cosas que contradicen el mensaje de amar al prójimo como a nosotros mismos, induciendo sólo a la discordia.

Lo insólito es que en el siglo XXI, y con los años que han transcurrido desde la modernización eclesial con el Vaticano II, la Jerarquía no haya todavía revisado según que textos que tanto predicamento tienen en los que se agarran a un clavo ardiendo para enfrentarse a los que no piensan igual. Sólo les falta encender de nuevo hogueras inquisitoriales avivadas por las epístolas paulinas. He ahí el cardenal Rouco y sus prosélitos que, con sus actitudes, tienen unos adeptos fieles pero han apartado a muchos más de los que ellos creen que son de la fe en la Iglesia como institución.

Uno, que se considera creyente, no le puede tener respeto a esos personajes que siembran odios, ni compartir esas actitudes desfasadas que predican, ni creer en ese dios suyo que han deshumanizado. Por poner ejemplos: el no vaticanista al preservativo cuando sólo la pandemia africana del SIDA se cobra millares de muertos cada día (un no que los misioneros allí desobedecen como testigos in situ de esa crueldad). El intervencionismo en la res pública, acometiendo contra los Gobiernos que legislan para todos los ciudadanos, independientemente de su credo, o que no lo tengan, y no para ellos solamente, porque lo que tratan es imponer una conciencia colectiva aborregada y adocenada en la que el hombre no es libre de pensar por sí mismo sino que ha de seguir las pautas que ellos marquen. Así tenemos los ataques contra el divorcio, el aborto, el sacerdocio femenino, la persecución a los teólogos de la Liberación porque predican la Iglesia de los pobres; la homosexualidad, la educación para la ciudadanía… ¿Pretenderán que sigamos dándonos golpes de pecho con el catecismo del padre Ripalda, del año 1616?

De esta forma lo expresó el ministro de Justicia llamando "irresponsable" a Rajoy por respaldar a esos padres que objetan a Educación para la Ciudadanía y lo ha achacado a que "hay quien eso de llevar la Constitución a los colegios no le gusta y prefieren llevar el Catecismo del Padre Ripalda o el del Padre Astete".

Volviendo al prolífico escritor Pablo, ya se sabe que los más fanáticos siempre surgen de su conversión a una religión, a una ideología, a una norma practicada por una mayoría, como si tuvieran que demostrar que han roto del todo con su pasado y que son más papistas que el Papa. Sin embargo, hay un texto en la Carta II a los Corintios, concretamente el capítulo 13, que parece no tener nada que ver con el radicalismo intransigente del converso Saulo.

“Si yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tengo amor no soy más que un tambor que hace ruido. Si tengo toda la fe necesaria para mover montañas pero no tengo amor, de nada vale y no soy nada. Si reparto todo lo que tengo, hasta mi propio cuerpo, sólo para ser alabado, pero no tengo amor de nada me sirve.
El que tiene amor es servicial, tiene paciencia, es bondadoso y no envidioso; ni es jactancioso ni orgulloso. No es egoísta buscando sólo su propio interés No se alegra de las injusticias, sino de la verdad. En todo confía; todo lo espera.”

En fin; valga que entre tanta diatriba esperpéntica y desprecio hacia los que no gozaban de sus simpatías en todo su epistolario, sintiera esa brevísima inspiración para hablar del amor. Muchos exégetas cambian amor por la palabra caridad, pero son los mismos que obvian a propósito el lamento del rey David por la muerte de Jonatán, como se describe en el Libro II de Samuel, cap.1. ¿Se les desmontaría el tinglado tal vez?

“¡Jonatán! Por tu muerte estoy herido, por ti lleno de angustia, Jonatán, en extremo querido, más delicioso tu amor que el amor de la mujeres.”

¿Cómo creer, pues, en el papa Ratzinger que en 1990, entonces sólo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, seguía insistiendo, erre que erre, sobre la culpabilidad de Galileo por su teoría del heliocentrismo, algo sobradamente demostrado a los largo de más de tres siglos, mientras que, a su vez, Juan Pablo II pedía perdón público por los errores de los teólogos que en 1633 le habían excomulgado? ¿Cómo creer en el discernimiento de Benedicto XVI, cuando otro Benedicto, el XIV, en 1741 diera al impresor por primera vez el encargo de editar las obras del científico, sacándolas del Index Librorum Prohibitorum?

La Iglesia dicen que va despacio. Tan despacio que creo que ni va… Y soy creyente, pero no en ellos; esos nuevos hipócritas fariseos no me lo van a impedir con tantos despropósitos, contradicciones y tonterías de una malintencionada ignorancia que excusan en una fe deformada interesadamente y que no es la mía. De mi conciencia sólo repondo yo, y no precisamente ante ellos.

© P.F.Roldán

Montana Skies:Another Brick in the Wall (Pink Floid)


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