15 de agosto de 2008

la siembra


Siempre he sido muy refranista. Tal vez porque uno siempre es prolijo contando, en esas breves sentencias que la sabiduría popular nos ha transmitido de generación en generación se encuentra cómo decir, escuetamente, con media docena de palabras lo que no sería capaz de decir sino con quinientas.

Pensaba acerca de la amistad imperecedera, sobre la perdurabilidad de la relaciones, sabiendo de antemano que –como ya dije por ahí- la eternidad puede durar desde un instante inolvidable a toda una vida, porque ésta está hecha de pequeñas y grandes eternidades. Pero en lo personal, sólo es eterno aquello que permanece con nosotros hasta nuestra muerte; lo que siempre estará ahí y no olvidaremos nunca. Y me he encontrado con estos dos refranes que pueden resumir mucho de lo que quería decir y que me dan pie para abundar en lo que pienso sobre ello.

"Quien siembra tarde, grano no aguarde"
"Lo que sin tiempo madura, poco dura"

Y es que así suele ser, generalmente, la vida cotidiana en cuanto a las relaciones interpersonales. Porque ¿cómo conservar a los amigos si no estamos dispuestos a no demorarnos cuando precisan de nosotros y sin que nos lo pidan?
¿Con cuánta frivolidad pretendemos que la amistad se haga de hoy para mañana sin interesarnos en quién y cómo es verdaderamente el otro?

Tal vez por eso, los buenos amigos escasean tanto. Y aunque hay conocidos que se las dan de tales y se cuenten por decenas, son como semillas caídas entre piedras y nunca llegarán a estar realmente a nuestro lado porque, superficiales, nunca nos escucharon ni se nos confiaron e ignoran, pues, no sólo cómo somos sino también la perseverancia, la complicidad, la entrega sin reservas, la lealtad, el respeto al otro y la incondicionalidad de la auténtica amistad.

Vivimos en una sociedad en la que, sistemáticamente, predomina la impaciencia y nos gusta lo fácil porque es lo más cómodo. Pero cualquier tipo de relación requiere su tiempo. Cualquier clase de relación no es como un plato precocinado que metemos en un microondas y en cinco minutos, pispás, ya está listo para comer. Siempre he usado para esto una comparación, también culinaria. La amistad, el amor, cualquier especie de sentimiento es como un buen guiso cocinado poco a poco, con mimo. Los guisos arrebatados corren dos peligros: o se quedan crudos o se requeman.

Y es que todo crece y madura a su debido momento porque, como dice el Eclesiastés, hay un tiempo para la siembra y otro para cosechar, y sólo la constancia en cuidar con cariño lo que hoy sembramos fructificará con creces.

¿Cuántos “amigos” pasan a lo largo de nuestra vida por ella y a la hora de la verdad nunca los encontramos? Y, sin embargo, muchos reaparecen cuando el momento en el que los necesitaste ya ha pasado porque no les gustan las penas ajenas y se hacen invisibles en las dificultades de los demás. ¿Qué esperan encontrar después?

En mi corazón, el vacío. Quien no fue capaz de estar a las duras ¿se merece después que comparta con él las maduras?

© P.F.Roldán

Presuntos Implicados:Tu Tierra y Mis Semillas

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