18 de agosto de 2008

la belleza de lo efímero


Un solo segundo en la retina. Un instante efímero que transforma todo lo que nos rodea. Un solo segundo para hacernos sentir durante horas el sosiego que hemos perdido, arrastrados por los avatares cotidianos, el silencio sólo roto por el batir del oleaje contra las rocas..

Un fugaz rayo de sol atravesando las nubes en una tarde que se antojaba borrascosa, como si fuera el anuncio de una mística aparición. De haber podido formular un deseo, habría pedido ver a Alfonsina, caminando hacia atrás, dejando atrás esos mundos de algas y de coral, de sirenitas y caballos marinos para ver su huella de nuevo en esa blanda arena que lame el mar, y escuchar de sus labios uno de sus poemas. Ha sido tan mágica la tarde que hasta podría dudar de que no hubiera sido posible si no fuera tan racionalmente humano.

A cuántos no se les pasó alguna vez por la cabeza poner fin a sus horas, a sus días, como a ella... ¿Fue valiente por hacerlo? ¿Cobarde por no enfrentarse a todo el dolor que la llevaron mar adentro?

Siempre fluctuaremos entre la ética en la que hemos sido educados y en comprender que la conciencia es algo individual de la que responde cada uno de la suya propia. ¿Quiénes somos cada uno de nosotros para juzgar los actos de los demás? Ella, en su lenta agonía hasta ahogarse, seguramente encontró la paz que le faltó en tierra firme. Yo, al menos, no soy quién para condenarla por su decisión ni poner en tela de juicio sus creencias, su determinación para disponer de su cuerpo como lo hizo. Tal vez la tacharían de loca, de mujer de poca fe, con todos los adjetivos que sonarían humillantes... ¿Alguien se paró a pensar que fue su elección porque quizás ya no le quedaban fuerzas para seguir entre los vivos?

Tenemos ahora abierto el debate sobre el derecho a una muerte digna. Voces a favor y en contra de la eutanasia. ¡Qué postura tomar! Yo no quiero vivir en coma atado a una máquina por media docena de cables sin la experanza de volver en mí, dejando que día a día se vayan deteriorando mis órganos de los que soy donante para dar vida a otros cuando, respirando, mi cerebro ya está muerto.

No quiero soluciones finales de ingestión o inyección de productos letales, pero exijo que me dejen morir en paz sin alargar lo inevitable por medios mecánicos si no he de volver a despertar.

Sé que es más difícil para los que te rodean que para uno mismo decir que apaguen esa parafernalia de cacharros que sólo hacen que alargar la agonía de una muerte inevitable. Los vivos piensan en su dolor de perderte, aunque sepan que ya no volverás. Tú sólo piensas en la liberación hacia ese haz de luz que ves al fondo del camino ya recorrido y para el que no hay vuelta atrás.

Gozaba, gozo, de la serenidad de un crepúsculo hermoso; plateada la mar; luminoso el cielo de poniente; de ese sutil rayo de sol... pero es difícil sustraer el pensamiento de realidades que nunca dejarán de estar presentes en la vida diaria.

Aun así, se han cruzado nuestras miradas y sonrisas en silencio.
El silencio puede decir en un solo segundo más que mil palabras.

© P.F.Roldán

Mercedes Sosa:Alfonsina y el Mar

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