30 de julio de 2008

páginas en blanco



Se han separado nuestros caminos. No tienes pasado conmigo. Nunca has estado en Italia, en Portugal, o en Francia; ni en Turquía, la India o en Jordania en mi compañía. Todas las fotos que podrían demostrarlo se fueron conmigo.
Tú ya nunca has tenido un pasado conmigo. Todas las cartas que te escribí, los versos, los dibujos, las notas llenas de cuanto me hiciste sentir, se vinieron conmigo, como también se vinieron las fotos de los cumpleaños, de los viajes a la nieve, de los carnavales; cuantos regalos te hice en estos años, porque no querías que se quedara en tu casa nada que te recordara a mí. Desde la última taza hasta el frasco con un dedo escaso de Le Male. Desde los cuadros hasta la grapadora del todo a cien.

No queda nada en tu casa, pues, que te haga pensar en mí –bueno, se me olvidó el calefactor del baño que te compré cuando te desterraron a trabajar en Orihuela, y que ya está, el pobre, para el arrastre–. Tampoco quiero mentir. Y una foto en blanco y negro que te dejé para que me colocaras con tus muertos y que, no sé con qué intención, pusiste bocabajo -me dijiste a los pocos días de abandonarte-, tal vez aconsejado por alguno de toda esa gentecilla que te rodea para hacerme un yuyu, tal vez por tu pertinaz ignorancia al respecto, o por tu visceral manera de afrontar la vida. Pero quedaste en devolvérmela... No lo sé si lo harás, pero poco me importa ya.

Yo lo guardo todo porque no estoy hecho para renegar de mi pasado, que, bueno o malo, es mi vida, la única que tengo y tendré. Sólo olvidan los cobardes y los desagradecidos. Ni soy lo uno ni lo otro.

De todas formas, aunque nada haya a tu alrededor que te haga acordarte de mí, nunca podrás olvidar, aunque te empeñes –porque la vida es así de pejiguera– ni mi piel, ni mis caricias en tus pies, ni el sabor de mi cuerpo...

Al estar con otros siempre te vendrá a la memoria, quizás sólo por comparación, aquello mío que un día fue exclusivamente tuyo porque nada más que a ti te lo daba, y que no volveré a darte jamás. Como no lo volveré a dar hasta que en mi camino se cruce quien me merezca.

Como colofón, ya te di a leer nuestra última mañana –la de tu ruptura sin miramientos ni contemplaciones porque, además de tu adicción a la cocaína, ya había otro (aunque entonces yo lo ignorara) que ocuparía mi lugar, el pobre ignorante– el poema de Ernesto Cardenal, que, aunque innecesario es repetirlo, obvio predice que de los dos tú has perdido más que yo; pero que te transcribo porque siempre has sido desmemoriado:

AL PERDERTE YO a ti
tú y yo hemos perdido:
yo porque tú eras
lo que yo más amaba
y tú porque yo era
el que te amaba más.

Pero de nosotros dos
tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar
a otras como te amaba a ti
pero a ti no te amarán
como te amaba yo.

Porque, aun siendo posible que me cueste, o reniegue de momento a volver a sentir lo que sentí por ti, y que pase mucho tiempo sin que nadie me abrace como deseé que me abrazaras, tengo algo que es como la joya de la corona de lo que es la vida: el valor de quererme, de aceptarme, de asumir mi existencia como ha sido, es y será; sin miedo a que los años me vayan poniendo canas y arrugas, porque son la prueba de mi decurso; sin temer a que mi corazón, además de latir mecánicamente, se sienta capaz de volver a entregarse con ilusión a quien, cómplice, quiera compartir los días conmigo; sin que aparentar ante los demás lo que no soy, como tú sigues haciendo después de tantos años, aniquile lo hermoso que me regale el destino. Y nunca digo jamás a la providencia. Quién sabe lo que puede suceder en el instante más insospechado, y pese a todo.

Conmigo ya no te queda nada de nada. Al irme, la mitad de tu vida es ahora como un libro de amarillentas y manoseadas páginas en blanco.

(Prólogo de mi novela: "el colgado y la luna")
© P.F.Roldán

David Broza: Me voy

No hay comentarios: