22 de febrero de 2010

tiempos

Hay momentos en los que se debe interrumpir un ciclo para comenzar otro. El tiempo que transcurre entre ambos ni se sabe ni está vacío porque no es un periodo en el que haya que detenerse sólo para ociar. Es un tiempo para la introspección, para sacar conclusiones del punto en el que estamos en nuestra vida y, en definitiva, para aprender un poco más acerca de cómo seguir viviéndola y continuar creciendo.

Como un agricultor deja descansar sus bancales, rotando sus cultivos para evitar que el terreno se agote en alimentar una sola especie vegetal, así mismo, de vez en cuando hay que parar una actividad frecuente antes de que se convierta en una carga y dedicarse a otras que nos permitan crecer, libres de ciertas ataduras porque el que mucho abarca poco aprieta y al final ni se encuentra satisfacción con hacer lo uno ni con hacer lo otro.

Cuando se da este paso, al principio todo parece caótico. Se extraña no llevar el ritmo de costumbre y, al mismo tiempo, es casi un disloque encaminarse por terrenos desconocidos, o conocidos pero hace tiempo dejados al margen de la rutina diaria. Todo es intentar hacerse una hoja de ruta personal, aunque en principio no se sepa muy bien a dónde nos dirigimos… pero convencidos de que es necesario dar esos pasos para no anquilosarse e involucionar, o cuando menos quedarse detenidos en un punto muerto.

Han sido cuatro meses y cuatro días, sin lugar para la pereza, en los que ha sucedido de todo. Cosas agradables y cosas desagradables también, pero con su lección cada una de ellas. Descubrimientos totalmente insospechados e incalificables que me han sacado lágrimas hasta dejarme seco. Momentos de recuperar, con otra mirada, aquello por lo que me dejé la piel en más de una ocasión y que me han sacado, por el contrario, la sonrisa tras lo conseguido después de una ardua lucha. Constatar que los amigos de verdad seguían ahí y que algunos a los que también considerabas amigos se han volatilizado como un sueño que no se recuerda al despertar; y, sin embargo, como otros a quienes tratabas sólo como conocidos se han revelado como amigos incondicionales.

Ha sido un tiempo enriquecedor pues hasta de lo adverso se aprende cuando no permites que esa adversidad se apodere de ti más de lo necesario, te obsesione y te haga perder el rumbo… aunque alguna secuela deja, por pasajera que sea. Pero, si de todo lo que he conseguido he de valorar lo que más me conmocionó en un primer instante, por difícil dado mi carácter con tendencia a perdonarlo absolutamente todo, luego ha sido el más gratificante de los logros: no ceder ni un ápice en mis convicciones y pese a los cantos de sirena en los que ya no creía pero por los que me dejaba arrastrar, unas veces por cariño, otras por no parecer ofensivo o desdeñoso con aquellos a los que quería sinceramente. Ya no. Uno acaba dándose cuenta de que hace tiempo que se libró de ciertos sometimientos, pero no de otros porque según que afectos, cuando pensamos que tienen raíces profundas, ciegan tanto o más que el amor.

No ha sido, pues, un tiempo calmo tampoco. Aparte de frecuentar con más asiduidad a los amigos; asistir a más actos culturales y reuniones patrimonialistas que antes; a implicarme más en proyectos de otros y con ellos… ha resultado ser también el tiempo borrascoso de los “por aquí ya no paso ni harto de vino”; de tomar decisiones inimaginables hace unos meses; de estar, en un continuo vaivén, lo mismo en las mejores de las compañías que, en un pispás, encontrarme en la más extrema soledad -a la que como siempre no temo en absoluto- y viceversa.

No soy mejor ni peor; ni más feliz ni más desgraciado; ni más egoísta ni más generoso… Soy el de siempre, pero con las ideas más firmes sobre lo que quiero y lo que no quiero. Y, si siempre me he considerado coherente con mis principios, hoy siento que aún he evolucionado más para saber decir un sí o un no a su debido tiempo y a rechazar sin tapujos a los que, aun queriéndoles, sólo te buscan cuando les conviene sin que les importes nada. Y, en consecuencia, le pese a quien le pese y aunque egoístamente me reprueben, ya no transijo con los chantajes emocionales de algunos, ni padezco el consiguiente sentimiento de culpa que provoca el no contentarles su indisimulado egocentrismo.

Soy el de siempre, pero un poco más libre y menos vulnerable. Cosas de los tiempos que va marcando la propia vida.

© P.F.Roldán

Ryuichi Sakamoto:War & Peace

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encata como dices las cosas.
Como dice Punset, la felicidad esta en el proceso, tb lo decia Herman Hesse, las pequeñas cosas son las q dan la sal y la pimienta de la vida.
Pues claro q no hay q dejar de caminar ni de soñar, intentando cada dia ser mejor persona y encontrandome con universos de emociones y afinidades como este, el tuyo. alguien q parece iluminar el mundo con su presencia, con carisma, creatividad y por supuesto gran sentido del humor, alguien q se ale a de la mediocridad q sabe transmitir, q sorprende con su sensibilidad.
Me gusta q la vida tenga poesía.
De verdad me ha encatao encontrar tu blog, te seguiré leyendo.
UnMarDeSonrisas