25 de diciembre de 2008

un mundo sin fin... paralelismos



Como ya comenté, me sentí bastante reacio en su día a empezar a leer Los Pilares de la Tierra, que acabó atrapándome del todo. Así que, después, no he podido resistirme a su segunda parte, Un mundo sin fin, que ya casi estoy terminando.

Apasionado por la Historia, y salvando la distancia en el tiempo, no he podido dejar de encontrar similitudes entre lo que Follett narra –qué maestría en cuanto a documentarse en absolutamente todos los aspectos sobre una época tan lejana- y lo que comentaba el otro día en la entrada acerca del libro de Iván Negueruela, Desmontando mentiras históricas…. Cómo la ambición de poder de aquellas jerarquías, eclesiástica y nobiliaria, inglesas de los siglos XII y XIII en nada se diferencia de la que aquí se tuvo que vivir en los mismos siglos.

Obispos corruptos y desalmados; priores subyugados por engrandecerse, dominando y sometiendo al pueblo; una aristocracia afianzada en sus prebendas para hacer valer unos derechos contra todo Derecho, y hasta la confrontación dinástica entre los novelescos rey Stephen y reina Maud, son casi un calco de lo que aconteció aquí cuando Sancho IV desposeyó de la corona a su padre Alfonso X.
El enfrentamiento entre el priorato de Kingsbridge, capaz de levantar una hermosa catedral tras la destrucción de la antigua, y el condado de Shiring; el obispo del priorato residiendo en el condado que, careciendo de Catedral, se plantea una y otra vez construirse una, o arrebatar a Kingsbridge sus fuentes de ingresos,… Ambiciones desmedidas que en nada se tuvieron que diferenciar del sempiterno, hoy por hoy, Murcia versus Cartagena que parece perpetuarse, aunque los usos y costumbres, y hasta la forma de hacer política, hayan cambiado con el paso de los siglos… pero uno no deja de preguntarse si, aunque hayan cambiado algunas de las formas que Ken Follett novela, el fondo no sigue siendo el mismo en pleno siglo XXI.

La historia, con las salvedades lógicas de tiempo y espacio y excluyendo a los personajes que se mueven en primer plano en ambas novelas, es tan similar que tal vez se podría extrapolar tan sólo con un cambio del nombre de los otros protagonistas –llamémosles secundarios, aunque tengan su peso- haciendo de la ficción un retrato de lo que tuvo que ser y sigue siendo la realidad.

Pleitos entre los Concejos de Murcia y Cartagena por los derechos de pesca en el Mar Menor; el litigio entre ambos por la posesión de Campo Nubla; el traslado del obispo a una ciudad sin diócesis nunca y sin catedral entonces… y que teniéndola después, sigue siendo la catedral de Cartagena, aunque esté allí el edificio, como un deán de la misma, Josef Escrich, reconoce en un documento del Archivo del episcopado cuando se compran unas campanas para la torre en 1815, declarándose Pro. (presbítero) Lectoral de la Sta. Yga (Iglesia). Catedral de Cartagena, sita en esta capital (de Murcia), pese a la falacia de los políticos de nuevo cuño y sin que la jerarquía diocesana los haya contradicho por vaya usted a saber qué motivos, aunque son presumibles: poder y dinero, para denominarla catedral de Murcia. ¿Cómo puede tener Catedral una lugar sin ser Diócesis de un Obispado?

Follett, en Los Pilares de la tierra y en Un mundo sin fin, de forma novelada, nos acerca a la realidad que hoy ya conocemos gracias al libro de Negueruela, Murcia por una mitra. Y uno se da cuenta como, en el trasfondo, qué poco se diferencian en muchas cosas ficción y realidad. Salvo en una cosa. Mientras que los habitantes de Kingsbridge alzaron murallas para frenar las pretensiones de Shiring, a los cartageneros se nos ha ido siempre la fuerza por la boca para que se nos devuelva lo que es nuestro… y las palabras se las lleva el viento.

Ahora que por fin conocemos la indiscutible verdad ¿no irá siendo ya hora de que esta ciudad entre en acción contra los usurpadores y ante las instancias que sean? ¿Dónde están las agallas que Cartagena siempre tuvo para defender sus Derechos a lo largo de los siglos? ¿Si no las tenemos ni para restaurar nuestra Catedral, como los personajes de Ken Follet, las tendremos para exigir que se nos devuelva lo que es nuestro, desde el regreso del Obispo a la restauración de la Provincia?

La Historia de Cartagena no es una novela basada en la ficción, sino una sangrante realidad de siglos, en los que se nos ha escarnecido, humillado y robado, y sólo nosotros, los cartageneros de a pie, podemos cambiar nuestro futuro. De los políticos -sean del signo y color que sean- ya conocemos sus buenas razones, pero la nulidad de sus obras.

¡Despierta, Cartagena, por lo que es tuyo!

© P.F.Roldán

Manu Chao & Inti Illimani:El Pueblo Unido

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