22 de abril de 2011

45 años después… 45 “canallas”



Intento escribir una y otra vez sobre el reencuentro este Martes Santo con los antiguos compañeros de Maristas y me quedo absolutamente bloqueado. Sólo puedo pensar en que fue tan absolutamente emotivo que no me salen fluidas las palabras.

Cuando hace más o menos un mes, Antonio, un amigo de entonces de la escasa media docena con la que, desde que regresé a Cartagena, he mantenido cierto esporádico contacto, me propuso asistir a una comida que estaban organizando él y otros cuatro más para reunirnos a la mayoría de los que compartimos aquellos días, allá por los principios de los 60, me dije y le dije que no me sería posible.

Además de la extrema escasez de tiempo de estos vertiginosos últimos meses, nunca me han atraído ese tipo de eventos en los que, por regla general, sólo se suelen sacar por toda conversación las batallitas de la infancia, como cuando se juntan los que hicieron la mili juntos y bosteza hasta el mantel. Y si a eso le sumaba el pánico escénico de coincidir en un restaurante con gente a la que hacía cuarenta y cinco años que no veía y que posiblemente ni reconocería, ni tal vez con casi toda probabilidad ellos a mí, y aunque en aquellos años algunos fuéramos los mejores amigos del mundo y recordara sus nombres porque la foto de 3º de bachillerato –firmada por todos en el dorso- siempre ha estado en la librería de mi estudio, mi negativa se hacía más rotunda.

Tenía excusas de peso a las que agarrarme sin necesidad de buscar otras que, a pesar de ser creíbles por ser reales también, podría solventar llegado el momento. Pero recibí un correo hace un par de semanas con los nombres de los que ya habían confirmado su asistencia y, si aún me resistía a decir que sí, algo se me removió por dentro al leer algunos de ellos, sin menoscabo de los de otros. Era algo más que la nostalgia de un pasado que ya quedaba muy lejano. Fue mucho más. Miré con detenimiento aquella foto y otras que o están en un viejo álbum o en una carpeta de mi ordenador, y salieron a flote vivencias, sensaciones, lealtades y deslealtades -que de todo hubo (entre críos ya se sabe que de eso no se sabe)-, imágenes que, de tan nítidas pese a los años transcurridos, eran más que meros recuerdos,… y, contra mi habitual rechazo a esos encuentros de “ex de algo”, acabé comunicando también mi asistencia.

Y sigo sin palabras, así que (abusando particularmente de las vuestras, Juan y Alberto, porque, no siendo las únicas pero sí las más expresivas, todas las recibidas a través de mail harían esto interminable) transcribo parte de lo que nos han escrito a los cuarenta y cinco que estuvimos.
Y se dice pronto 45 –algunos se desplazaron desde Cádiz, Valencia, Barcelona, Madrid, Ferrol, Palma…-, pero no fuimos ni diez ni veinte lo que es una muestra de cómo fuimos aquella concreta muchachada y cuánto se puede llegar a guardar en los más recónditos compartimentos de tantos corazones aunque pasen decenas de años que, repentinamente, parecen convertirse en un “como decíamos ayer…”-. Y es que, después de vivir lo que viví el martes pasado, uno se da cuenta de que hay cosas en esta vida que imprimieron su especial sello y hasta te hacen sentir que eres un privilegiado por formar parte de un grupo de personas así.

“En un principio, me resistía a ir, pero las historias que llegaban por correo electrónico barruntaban una excelente sintonía y un ambiente fenomenal. ¡Joder! Iban a ir, fulanito y menganito… compañeros míos inseparables de tal o cual época y a los que no veo en siglos y enseguida acudían a la mente recuerdos de una etapa de mi vida donde se mezclaban sentimientos, olores y sabores especiales. … En algunos de esos momentos que todos añoramos, había alguna de vuestras caras…Unos estabais mas cercanos y otros un poco más lejos. No con todos me llevaba igual, decir eso sería de necios, pero fijaros que en nuestro encuentro…sentí cariño y afecto por todos y cada uno de vosotros. Los que formáis parte de la banda sonora de mi vida. De la película de mis recuerdos. No recordé ningún momento malo de ninguno de vosotros. Incluso me apuré de ver el cariño y el trato afable que me dispensasteis. No cruzasteis la calle para haceros la foto al otro lado…porque para mi estaba muy lejos. ¿Qué vale eso? Solo el cariño del bueno, la amabilidad y la consideración bien entendida permiten que sucedan esas cosas. De aquellos polvos, vienen estos maravillosos lodos. De aquella educación y olor a tigre en las aulas… la delicadeza y la solidaridad. Gracias a todos. Por ser como sois.” (Juan)

“Estoy ilusionado y emocionado con vuestros escritos sobre nuestro reencuentro. …Fue un día de emociones, alegría y abrazos con sentimiento, necesitábamos estar en contacto, sentir esa presencia que recordábamos de una época muy lejana. Juan en su excelente escrito hablaba de estos abrazos incluso con aquellos con los que no teníamos una relación fluida (o no buena). Por mi parte tengo que decir que no soy muy dado a las demostraciones afectivas, no me enorgullezco de ello pero es que soy así. Los que me conocen saben que soy muy serio y muchos dicen un mala follá. Mis amigos de toda la vida cuando sus hijos se portaban mal les decían “o te callas o llamo a Berto”. Bueno, digo todo esto porque ese 19 de abril de 2011 cuando ya os abracé a todos continué por los camareros y si no me paran salgo a la calle a completar la faena. Pues eso, un día para recordar y que si os dais cuenta no he mencionado la comida, para mí fue lo de menos…” (Alberto)

Sé que, como Alberto, pienso que la comida en sí fue lo de menos; que, como Toni, qué poco costó esa comida en comparación a sentirse feliz las horas en las que la compartimos todos juntos; que, como Rafa, qué corto se hizo el tiempo para estar más con cada uno: ¡éramos tantos!; que lo que siempre recordaremos, como apunta Juan, será el sentimiento de cariño y afecto por todos y cada uno de los “canallas” –como nos rebautizaron los cinco cómplices del acontecimiento- que allí estuvimos el 19 de abril.

Sé que no voy a olvidar ese día.

© P.F.Roldán

Los Enanitos Verdes:Amigos

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