19 de diciembre de 2010

tres meses frenéticos

Aunque haya querido encontrar huecos, ha sido imposible.
Por el camino, en este trimestre, se han ido quedando cosas, e incluso algunas personas a las que creía incondicionales y que ha sido lo que más puede doler.

Hay quienes entran en tu vida creyendo que la amistad es estar cada minuto pendiente de ellos, como si todo se circunscribiera a una más que disponibilidad absoluta, confundiendo esa incondicionalidad con una especie de continuo vasallaje, una exclusividad, y no hubiera otras cosas que hacer que estar sólo pendiente de ellos a todas horas. Y si duele es porque les tenías verdadero afecto, aunque, si se piensa con detenimiento, es una liberación cuando te haces consciente de que eran en realidad un lastre para poder dedicarte a otras cosas también y que cada una de ellas es tan importante como las otras. Pero ¿a quién no le ha pasado alguna vez?

No se puede estar las veinticuatro horas pendiente del teléfono en conversaciones interminables; de que te reprochen que no te conectas al Messenger o las redes sociales, o que les digas que no tienes tiempo para salir de farra cuando les apetece, cuando ni has podido ir todavía a una sola tutoría de la UNED.

Han sido tres meses frenéticos que, aun intuyendo que lo serían con toda probabilidad así –y lo que falta por venir- porque conociste la experiencia cercana de Blanca, no te das cuenta de que hasta qué extremo pueden serlo hasta que no los vives en primera persona. Y es que todo sucede tan rápido, tan vertiginosamente, con tanto por hacer, con tantos imprevistos, que no puedes hacer planes de ayer para mañana, y en ocasiones ni de ahora para dentro de unas horas.
Intentas, y hasta lo consigues en casi todo porque no sabes decir “¡basta por hoy!”, llevar todo en danza. Noches de dormir apenas cinco horas o de no dormir nada, que no será saludable, pero no te puedes permitir aparcarte cómodamente en el sofá ni por un momento. Y hasta cambian hábitos a los que no te gustaría renunciar, como ese rato de lectura diaria, que no ha sido ni una ni dos veces las que has amanecido con la luz encendida, el libro por un lado y las gafas para la presbicia por otro sin haber terminado ni una página.

La Política es apasionante cuando no se vive como política, sino como una forma de servicio a los demás; cuando te preocupan tanto ciertos asuntos que no dudas en viajar para entrevistarte donde sea y cuando sea, aunque te hagas dos mil kilómetros en día y medio, con quien te puede dar respuestas y posibles soluciones, sabiendo que a tu regreso quedan mil papeles sobre otras cosas sobre la mesa; cuando, pese a tu negativa durante semanas, tus compañeros deciden, sin dejarte rechistar, que seas el candidato para las próximas elecciones municipales y tienes que asumir responsabilidades con las que no contabas cuando, por fin, te habías decidido volver a matricularte en la Universidad para estudiar ahora Historia y así satisfacer una de las cosas que siempre deseaste hacer y no veías nunca el momento.

Es apasionante cuando sabes que ni eres un político “profesional” ni deseas serlo, aunque cause extrañeza a propios y extraños, porque no buscas el sillón sino trabajar sin descanso para intentar poner tu grano de arena, desde dentro, para solucionar en la medida de tus posibilidades y capacidades todas esas cosas de las que te has quejado y has oído quejarse a otros mil veces, con la visión de quien las ha padecido desde fuera.

Y, aunque apasionante, sabes que has entrado en un mundo sucio en el que casi todos van por su propio beneficio, salvo honrosas excepciones, y no dudarán, porque ya lo he comprobado en carne propia, en plantarte cara desde las actitudes más mezquinas con tal de echarte de esa carretera a la cuneta… lo que, en vez de desanimarte, es un acicate para que te hagas más fuerte ante difamaciones, calumnias y extorsiones gratuitas, y sin entrar en su juego aunque se te quede el cuerpo con ganas de ir a cuchillo también porque hay cosas que difícilmente se pueden aguantar. Pero, en la hoja de ruta que te has marcado, no cabe entrar al trapo de desaprensivos sino trabajar con constancia y paciencia, dejando que ladren porque sabes, como don Quijote, de que eso es señal de que caminas.

Cuando tienes la gran fortuna de estar rodeado por gente competente, eficaz y luchadora y que no eres un solitario corredor de fondo, te sientes capaz de todo aunque luego no dependa de nosotros llegar a puerto, sino de la credibilidad que hayamos conseguido generar en los que realmente tienen la sartén por el mango –aunque ignoren que son los que la tienen de tanto como se les ha manipulado- y que son los que decidirán si eres válido o no. Pero te quedará la satisfacción de haber hecho todo lo que está en nuestras manos y que no es tiempo perdido si pudimos despertar conciencias -sean cuarenta o cuarenta mil- porque, al contrario de otros, no buscas personalismos baratos para tener un puesto, sino tratar de sacarlos de esa ignorancia que es la que hace fuertes a los que nada más que buscan lucrarse a costa de ellos.

Como decía Orwell: “en tiempos de mentiras, decir la verdad es un acto revolucionario”. Sólo esperamos que se quiera saber la verdad que se nos ha ocultado durante dos largas décadas y que la gente salga del letargo en el que se les ha sumido durante muchos años por quienes quieren perpetuarse en el poder a costa de lo que sea y por encima de quien sea.

Difícil aspiración cuando la verdad no tiene un solo color, pero la Verdad sea sólo una y los engaños y manipulaciones muchos.

© P.F.Roldán

Frank-T Y Zenit:La Verdad

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